¿Quién gobierna en Argentina?

Los gobiernos populares nunca tuvieron el poder. Pero alguno que otro peleó por él con más de un cuchillo entre los dientes y los resultados fueron beneficiosos y duraderos. ¿Se han guardado para siempre en el cajón de los cubiertos?

Desde 1946, el peronismo manejó el comercio exterior. Y con parte de la millonaria renta agropecuaria que siempre quedó en unos pocos bolsillos inició el desarrollo industrial y social del país. Antes, esa estrategia fue intentada por eminentes miembros de la propia burguesía terrateniente, como Carlos Pellegrini (1870), Exequiel Ramos Mejía (1910) y Federico Pinedo hijo (1940). Siempre se impuso la visión de clase por sobre la de Nación y Pueblo. Un mal que llega hasta hoy. Y si no se lo enfrenta, sepultará para siempre cualquier intención de desarrollo (Historia Hoy)

Los resultados de las entrevistas que venimos haciendo en todo el país demuestran un gran estado de desorientación y hasta desazón entre los votantes del gobierno”, me comentó el jueves 27 de mayo un investigador del Conicet y docente de una universidad del Conurbano bonaerense, codirector de un estudio que busca entrecruzar percepciones políticas con otras surgidas de la situación de pandemia.

Mentiría si dijese que conozco la entrevista. En absoluto. Pero también mentiría si dijera que esa conclusión preliminar de sus resultados me sorprendió. Cada vez más votantes del gobierno actual -que, vale aclararlo, están a billones de años luz de todo lo que siquiera huela a gobierno anterior- manifiestan una profunda preocupación por lo que en líneas generales califican como “tibieza” a la hora de tomar decisiones fuertes, de comunicarlas con absoluta claridad y de enfrentar, sin medias tintas, a quienes detentan el poder y disparan a diario y adrede balas de confusión y misiles de mentiras destinados a horadar la confianza en el gobierno.

Balas y misiles que caen como anillos en los dedos de los medio pelo. Una especie que a lo largo de la historia, en este bendito país, siempre que tuvieron que inclinar la balanza lo hicieron para la derecha, allí donde habitan esas clases sociales a las que nunca pertenecerán. Pero aspirar eternamente es gratis, y debe provocar efectos similares a los de las mejores drogas. 

Por las dudas, repasemos la definición del autor del concepto, el Maestro Arturo Jauretche: “Decir que un individuo o un grupo es de medio pelo implica señalar una posición equívoca en la sociedad; la situación forzada de quien trata de aparentar un status superior al que en realidad posee (…) Medio pelo es el sector que dentro de la sociedad construye su status sobre una ficción, en que las pautas vigentes son las que corresponden a una situación superior a la suya, que es la que se quiere simular”.

AQUÍ ESTÁN, ESTOS SON (LOS DE TODA LA VIDA)

Dicho esto, y apuntando a la inquietante pregunta que titula esta nota, vamos a ensayar una respuesta. Hoy en Argentina gobiernan, en una suerte de coalición aparentemente indestructible, la más rancia burguesía terrateniente (como desde hace unos 200 años, aproximadamente); los grandes grupos económicos que adquirieron un poder descomunal durante la dictadura de 1976-1983 y lo consolidaron entre los 80 y fundamentalmente los 90 (tienen sus mayores ganancias afuera de modo tal que no están interesados, al igual que los exportadores de granos y carnes desde la época colonial, en un programa de desarrollo nacional que incluya a todos los argentinos, por eso en épocas de Menem y de Macri se hablaba tanto del país para 20 millones; nunca fue ni es una forma de decir); el sector conformado por los grandes bancos extranjeros y nacionales privados y el sector financiero; la Corte Suprema de Justicia como cabeza de la mayor parte del Poder Judicial de la Nación; la alianza Juntos por el Cambio liderada por el Pro (se dice por Pro, pero suena horrible), con la Coalición Cívica para los trabajos sucios y la UCR como la representación máxima del medio pelo político. ¿Y los medios de comunicación hegemónicos? Pieza clave, claro, pero entran en la categoría “grandes grupos económicos”.

Después de que el gobierno del Frente de Todos -hoy, sin el velo, un delicadísimo Jenga- anunció un justo pero evidentemente controvertido aumento en la Tarjeta Alimentar, dos de los máximos referentes de las organizaciones sociales, Juan Grabois y Emilio Pérsico, salieron a criticarlo con dureza.

“El gasto en ayuda directa, la tarjeta Alimentar, nos incluye como consumidores, pero eso no es inclusión social, la única inclusión es el trabajo. No resuelve el problema de la inflación, porque se la come la inflación. La tarjeta es pan para hoy y hambre para mañana”, definió Pérsico, líder del Movimiento Evita, una de las organizaciones con mayor desarrollo territorial en el país, y responsable del programa Potenciar Trabajo.

Por su lado, el referente de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) y asesor del Consejo Pontificio de la Justicia y la Paz (que depende directamente del Vaticano), Juan Grabois, fue más duro: “Un ejemplo de asistencialismo puro (…) Nuestro gobierno comete errores permanentes por una incomprensible ceguera (y) tiene un temor reverencial a los formadores de opinión, una confianza infantil en los formadores de precios, una enorme desvalorización de los trabajadores, una enorme sobrevaloración de los tecnócratas y una adicción inocultable a los focus groups”.

Vale resaltar que Grabois dijo “nuestro” gobierno. Y así es, tanto para uno como para el otro. Pero el hombre de confianza del Papa Francisco tuvo que salir a aclarar en los medios hegemónicos (esos que forman parte de la coalición que gobierna) que el Frente de Todos es su espacio de pertenencia y que lo peor que le pasó al país fue Cambiemos (palabra más, palabra menos), ya que aquellos no dejaron pasar la oportunidad para hablar de “fuego amigo”.

¿SEPULTANDO LA ÚLTIMA ESPERANZA?

Pero resulta que el fuego amigo es cada vez más amigo. Y el gobierno tendrá que empezar a escucharlo porque, de lo contrario, estará condenando a sus seguidores y votantes a un regreso de los muertos vivos, que están más vivitos y coleando que nunca, lo que implicaría lisa y llanamente la sepultura de la última esperanza de que el país vuelva a niveles sociales, económicos, educativos y culturales al menos similares a los de 1974, año hasta el cual llegaron las mieles -bastante mezcladas con tragos amargos pero aún dulces- de quienes algunas vez, como se dijo, pelearon contra el poder económico concentrado con más de un cuchillo entre los dientes.

El manual del primer peronismo, que el gabinete debería tener un día sí y el siguiente también como libro de cabecera, dice que entre 1946 y 1955 se construyeron 500.000 viviendas (sí, medio millón, como lo cuenta un historiador en el siguiente video). ¿Será por eso que Grabois dijo estar desencantando cuando se anunció el aumento de la Tarjeta Alimentar y confesó que esperaba que se lanzara un gran plan de obras públicas?

“A pesar de la excesiva propaganda oficial, los logros económicos del primer plan quinquenal (del primer peronismo) son bien concretos. De 1947 a 1951, se construyeron en el país 271.000 viviendas destinadas a familias obreras; se inauguraron 8.000 escuelas; se levantaron 4.300 centros de salud; en esos cuatro años los salarios aumentaron un 40%; el PBI creció un 8% anual y el consumo un 14%. De 1945 a 1948, la venta de cocinas aumentó un 106%, la de heladeras un 218% y la de aparatos de radio un 600%” (Historias de un país, capítulo 11).

A ello habría que sumarle una mejora permanente en la calidad de vida de las clases populares, la conformación de un nueva clase media (obreros calificados, comerciantes y pymes), la puesta en marcha de la fabricación de autos, utilitarios, helicópteros y aviones 100% argentinos, así como de buques mercantes y de guerra. La cancelación de la deuda externa, pleno empleo y un reparto de la torta económica en partes casi iguales entre trabajadores y empresarios (51% para los primeros y 49% para los segundos, marca que recién sería igualada en 1974).

No, no fue magia. Hubo que enfrentar al poder económico, el cual, en 1955 se cobró venganza bombardeando Plaza de Mayo y matando a más de 400 civiles, incluyendo un bus escolar, colocó las cañoneras frente a la Destilería YPF dispuesto a usarlas, y en nombre de la libertad y de la democracia (Perón hacía un par de años había obtenido el 62% de los votos en las elecciones más limpias que la historia recuerde) inició dos décadas de dictaduras, proscripción política, persecusión, encarcelamiento, tortura y asesinato de quienes profesaran creencias peronistas o similares.

Con el lógico paso del tiempo, son los abuelos y padres políticos y económicos (y en algunos casos, de sangre) de quienes realmente gobiernan hoy.

No fue magia. “El gobierno de Juan Domingo Perón (1946-1955) convirtió la Junta Nacional de Granos en el Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (IAPI). Cuando los precios de los granos subían los compraba a un precio interno, por debajo del precio internacional, y se quedaba con la diferencia. De ese modo captó gran parte de la renta terrateniente, siempre utilizada pura y exclusivamente en beneficio de las pocas familias de la alta burguesía”, para industrializar el país, dinamizar el mercado interno y encarar un ambicioso plan de obras públicas que incluía los mencionados e inéditos en la historia argentina (previa y posterior a ese periodo) programas de construcción de viviendas, escuelas y hospitales (Francisco Lucotti, Sputnik Mundo, 12 de mayo de 2020).

¿Y hoy en día? “Diez (10) cerealeras acaparan el 90% de la exportación de granos, que en 2019 tuvo un volumen de 70 millones de toneladas y por el que se liquidaron casi 24.000 millones de dólares. Las primeras siete son multinacionales extranjeras o se forman de sociedades entre empresas locales y capital foráneo, y las primeras cinco controlan más del 50% del mercado”.

Durante el gobierno de Cambiemos, además, podían liquidar los dólares al Banco Central cuando quisieran (literal). Pero ningún medio pelo se quejó por ello. Ni por la disparada de la pobreza, el cierre de comercios y pymes, el desempleo, la devaluación y la inflación (¡sin pandemia!).

LA INTERNA OLIGÁRQUICA

La burguesía terrateniente argentina conoció una interna: industrialistas versus “exporta-granos mientras dormimos la siesta”. En la década de 1870, el gran industrialista fue Carlos Pellegrini (leer ¿Por qué Argentina no tuvo una burguesía industrial y nacional?), cuyo discurso cayó en saco roto. En 1910 tomó la posta Exequiel Ramos Mejía, y su osadía de convocar a quienes habían desarrollado la costa oeste de los EEUU para planificar la industrialización de la nación desde el sur le valió su cargo en el gobierno del Centenario. Ambos gritaban en una Sociedad Rural de oídos más que sordos que había que usar la fortuna que dejaba la exportación de materias primas en industrializar el país.

En un hecho de una gravedad institucional casi sin parangón en democracia, la Corte Suprema de Justicia tomó una decisión excluyente del Poder Ejecutivo cuando avaló las clases presenciales en CABA fundando su fallo en la autonomía de la Ciudad de Buenos Aires. Se trataba de política de salud, que no es potestad de ninguna instancia judicial. Para colmo, actuó sin consultar a ningún especialista. ¿Quiénes gobiernan en Argentina? (CSJN)

Más adelante, hacia 1940, Federico Pinedo (hijo) presentó un plan no tan ambicioso pero similar. “Era de marcada tendencia industrialista. Fue el primer documento de Estado en el que se consideró la posibilidad de implementar una estrategia de desarrollo económico alternativa al modelo agroexportador. Como el plan estaba dirigido a modificar la estructura productiva del país utilizando gran parte de la renta agraria para préstamos destinados al equipamiento industrial, a la movilización de recursos ociosos, a la diversificación de los mercados externos (incorporación en el intercambio de países latinoamericanos, especialmente Brasil, y Estados Unidos), a la promoción de la exportación de artículos industrializados, a la limitación de las importaciones, a la revisión de las tarifas aduaneras, a la construcción de viviendas, a la adquisición de saldos exportables agrícolas no colocados por parte del gobierno, etcétera, careció de consenso político, fue imposible que obtuviese la sanción de las leyes necesarias para su implementación, y fracasó (El Plan Pinedo de 1940, su significado histórico y los orígenes de la economía política del peronismo, Juan José Llach, Desarrollo Económico Nº 92, enero-marzo de 1984).

Quienes abortaron una y otra y otra vez iniciativas de gobiernos populares (a sangre y fuego) y de gentes de su propia clase, aunque de maneras más diplomáticas, son los mismos que gobiernan hoy. Son los que ante una media de más de 30.000 contagios de Covid-19 y casi 500 muertes diarias (lo que provocaría el confinamiento más estricto en cualquier país donde reine el sentido común) siguen desafiando al gobierno nacional con el regreso de las clases presenciales, léase Larreta en CABA y el derechista (¿peronista?) Juan Schiaretti en Córdoba. Son los que dicen acordar con las medidas de cuidado pero no controlan adrede (La Plata y alrededores). Es la Corte Suprema que se arrogó funciones del Poder Ejecutivo cuando avaló la autonomía porteña (como en tiempos de las luchas entre unitarios y federales) para dictar clases presenciales desoyendo a la Justicia Federal y sin consultar a un solo médico.

¿Quien gobierna en Argentina? Responda pronto, señor presidente.

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