20 años sin Los Redondos: despedidas y dolores dulces

Los Redondos

El últimor recital de Los Redondos, hace exactamente 20 años (La Voz del Interior)

Los Redondos.- Una breve crónica sobre el que nadie sospechaba sería el último recital de la historia ricotera. Recuerdos que mienten un poco, claro, pero que volvemos a compartir a dos décadas de la última noche, la del sábado 4 de agosto de 2001 en Córdoba. Estuvimos ahí para rememorarlo… *

Lo que queda, hoy, a 20 años, mientras recuerdo y escribo, es el rito ese del final, que apenas asomaba como una mueca más del “principio del fin” que amagaba el Indio (bardo mediante) desde los recitales de Villa María o Mar del Plata en la curva final de los ’90. Pero fue Córdoba el último: el ahora “viejo Chateau”; 40 mil tipes (sic) que hoy se antojan la nada con los encuentros del espectáculo y el Indio de la posmasividad solista; y “Un ángel para tu soledad” como último acorde, anticipando lo que estaba al caer: el camino en solitario para las bandas ricoteras, de ahí en más, y que empezaron a traducir en el grito de guerra que ancló con Skay Beilinson, en Mar del Plata, en su debut solista de 2002: “Sólo les pido que se vuelvan a juntar”.

La entrada a un recital histórico (captura web de Twitter, de Larocca)

Pero no se juntaron. Y está bien. Y lo compartimos entre muchos: colegas periodistas, amigos y hasta conspicuos redondos. La historia del grupo se refleja perfecta y el eventual retorno hubiera sido otro callejón sin salida. Que el mito perdure…

De Córdoba a Santa Fe

Más de uno guarda aún (y me incluyo, bah) el recorte del suplemento “Sí” del diario Clarín que anunciaba a Patricio Rey y sus redonditos de ricota tocando en la cancha de Unión de Santa Fe en el diciembre que después se grabaría en el 19 y 20 de Cavallo, el helicóptero de De la Rúa y la cacería de plomo desatada en todo el país.

Fue el anticipo que quedó en eso. Días antes, el Indio Solari, Skay y la Negra Poli firmaban una carta que ofrecían en exclusiva, y en tapa, a la revista La García (el mejor “refugio” en medios gráficos que la banda encontró en su último traspaso generacional) para contar que “la situación del país” obligaba a cancelar el show previsto para aquel diciembre. Aunque los excedía el país, claro. No es difícil oler, tanto nervio después bajo el melodrama, que la cocina del “año sabático” que el trío histórico había anunciado, y la definitiva separación, ya se sentían a punto hervor.

El recorte/afiche no es el único tesoro que aún queda de aquella parábola Córdoba/Santa Fe de cuatro meses, de agosto a diciembre 2001; los “piratas” de viejos recitales lo fueron y lo siguen siendo para cualquier redondo con años encima (Paladium, Stud, el Cemento con Prodan, Barco María, los Obras Sanitarias, los inéditos de las noches de escape en el Go! marplatense: infinitos) y batallas de días descolgados. El de ese Estadio Córdoba 2001 guarda uno casi único. “Cómo la están pasando”, pregunta Solari entre tema y tema. Para la respuesta, mejor auriculares y el “pirata” al mango hoy a la mano de escuchar en YouTube. Lo sinceran de abajo: “Una cagada, Indio: no venden vino en la villa”.

La noche del Chateau

Todo muy celoso, de antemano se sabía que prohibirían vender cerveza, fernet y lo que venga cerca del estadio. Venta, no. Alcohol, sí. Y mucho. El bondi que fletó el Gordo Leo en 48 casi 13 se cargó el viernes temprano. Salimos con demora de ahí mismo, sobre la vereda del Consulado italiano en La Plata. En el pasillo del micro que abordamos, después de la primera doble fila donde más de uno ya roncaba de la caravana del mediodía, se estacionaban cuatro heladeras térmicas repletas que debíamos ir saltando, simulando jugar una rayuela, para llegar al fondo. La cafetera, sobre la puerta del baño, no tenía café ni agua; olía a uvas y destilados. Los de la barra del fondo habían hecho el imaginable trasplante.

Varios todavía pedimos la captura del tal Leo. Despojado de interés en Los Redondos, organizó un almuerzo “a la canasta” en un descanso entre Rosario y Córdoba para sumar a su favor en la caja final. El cuelgue y la demora de la siesta casi nos deja sin nada: llegamos a la puerta del viejo Chateau una hora antes del primer soplido del Indio, con la avanzada de la policía cordobesa en pleno auge. Lo de siempre: música, amigos y crónicas policiales en todo lo que olía “a Redondos”.

Para los que la evitaron, al rato hubo un recital, el último de todos y sin que nadie, ni el más optimista, lo sospechara: sonó el festejado arranque a puro saxo con “Golpe de suerte” (Unos pocos peligros sensatos); mucho “Momo Sampler” por ser el último CD editado; y los históricos al final: “Juguetes perdidos”, “Preso en mi ciudad”, “Noticias de ayer” y “Jijiji”, que no coronó la noche, esta vez. Se sabía. No eran ni vendrían tiempos de sonrisas duras…

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