Los fantasmas de Cuba y Venezuela se agitan en campaña

La oposición política hace de la elección legislativa un hito de su supuesta vocación democrática, pero ¿es realmente así?

Guaidó y Maduro volverían a la mesa del diálogo en Venezuela

Entre los ejes de la campaña que comienza a esbozar la oposición de Juntos o Juntos por el Cambio, según se trate de la Provincia o del resto del territorio nacional, está agitar el riesgo de convertirnos en Cuba, Venezuela e incluso Nicaragua en caso de que el Frente de Todos logre conquistar las siete bancas necesarias para tener mayoría en Diputados y, por ende, en ambas Cámaras del Congreso.

Por supuesto que se trata de un argumento muy débil y con poco sostén histórico o práctico.

Mucho se habló de “escribanía”, cuando el kirchnerismo gobernó con mayoría legislativa y pocos recuerdan el accionar obstruccionistas del denominado “Grupo A”, cuando la oposición logró hacerse de la presidencia de la mayoría de las comisiones en la Cámara de Diputados en diciembre de 2009. Fue un intento breve, ya que sólo se extendió hasta noviembre de 2010, ante las inminentes elecciones de un año después (cuando arrolló el Frente para la Victoria).

No es nuevo que a los gobiernos populares o “populistas”, como suelen denominarlos, se los acusa de impulsar acciones antidemocráticas. En la mayoría de los casos por el intento, presunto o no, de perpetuarse en el poder, muchas veces mediante acciones que poco tienen que ver con la vida institucional.

Es claro que este tipo de gobiernos vienen a modificar las estructuras políticas y sociales vigentes, sin cuyo cambio es imposible avanzar en sus propuestas. Para muestra sirven los ejemplos de Chile y Perú, que deben lidiar con sendas constituciones impuestas a su medida por Augusto Pinochet o el detenido Alberto Fujimori, que necesariamente frenan cualquier cambio, lo que horroriza a algunos “republicanos” argentinos o extranjeros siempre dispuestos a mantener el status quo vigente.

En el caso concreto de la Argentina, las acusaciones de antidemocráticos a los gobiernos peronistas se basan en el origen militar del coronel Juan Perón y en la reforma constitucional de 1949, que además de allanar su reelección posibilitó fijar un piso de conquistas sociales sin precedentes en el país.

Respecto al segundo punto cabe destacar que la gran mayoría de los movimientos populares tienen un fuerte liderazgo, que suele hacer mantener a quienes los encabezan en el poder, dejando de lado la alternancia en el poder, que suelen esgrimir desde la oposición como uno de los pilares de los regímenes democráticos.

Sin embargo en Alemania Angela Merkel gobierna en forma ininterrumpida desde 2005 (es decir desde hace más de 16 años) aunque ya anunció su retiro en plena cúspide de su poder internacional, mientras otro canciller Helmut Kolh lo hizo por otros 16 años, sin que nadie cuestione la fortaleza de su democracia, en especial luego de que se concretara la unificación nacional.

NEUTRALIDAD EN LA SEGUNDA GUERRA

Con respecto al origen militar de Perón, es cierto que participó del GOU, el Grupo de Oficiales Unidos de tendencia nacionalista, en el ejército argentino creado el 10 de marzo de 1943 y que protagonizó el golpe de Estado a Ramón S. Castillo, quien había llegado a la presidencia por la muerte de Roberto M. Ortiz. Este último alcanzó el poder en las elecciones de 1938 consideradas como una de las más fraudulentas de la historia argentina en el ocaso de la denominada Década Infame. Tras el golpe de los militares de la mano del GOU se sucedieron las presidencias de facto de Arturo Rawson, Pedro Ramírez y Edelmiro Farrell quienes, pese a las diferencias mantuvieron como principal objetivo la neutralidad argentina durante la Segunda Guerra Mundial y evitar que el movimiento obrero se inclinara hacia la izquierda política, hasta que en las elecciones de 1946 consagraron como presidente a Perón.

Es precisamente esa neutralidad durante la Segunda Guerra, la que contribuyó a crear el mito de “filofascista” de Perón, dado que Farrell sólo declaró la guerra a Japón y Alemania a fines de marzo de 1945, apenas 42 días antes de la rendición germana y sólo seis meses antes de la capitulación nipona, en medio de las presiones de la Unión Panamericana que amenazó con excluir a la Argentina de la defensa continental y de su inserción en el nuevo orden mundial en el prolegómeno de lo que serían los nacimientos de la OEA y el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (el famoso TIAR del que tan malos recuerdos tenemos luego de la guerra de Malvinas) y en los albores de la Guerra Fría.

Sin embargo los radicales suelen ser poco memoriosos ya que fue precisamente Hipólito Yrigoyen quien debió sostener a capa y espada la posición oficial de neutralidad, anunciada por el gobierno conservador de Victorino de la Plaza, debido a la influencia económica del Reino Unido y el tradicional alineamiento en materia de defensa con Alemania.

Para De la Plaza no fue difícil sostener la posición, ya que le quedaba poco en el gobierno al estallar la primera guerra mundial, en medio de la importante presencia alemana en el país, tanto en capitales como una colectividad fuerte, pero Yrigoyen debió sostener su postura en medio de las presiones de Estados Unidos a los países americanos, que creció al ingresar a la guerra en 1917 y también porque dos navíos de bandera argentina, el Monte Protegido y el Toro, fueron hundidos por submarinos alemanes ese mismo año, pese a la proclamada neutralidad, lo que generó la previsible conmoción, en especial de los sectores que respaldaban el ingreso a la guerra de Argentina.

Las protestas en Buenos Aires en 1917 pidiendo que Argentina se sume a la Primera Guerra Mundial

Pero también un gobierno radical, como el Raúl Alfonsín retomó la postura independiente de la política exterior argentina que en los primeros dos gobiernos peronistas hizo gala de una tercera posición.

Luego del alineamiento de la dictadura de 1976 con los sectores más extremos de Estados Unidos, que la llevó a participar activamente con el envío de efectivos a luchar contra el sandinismo nicaragüense, se pasó con Galtieri a un brusco acercamiento con la Unión Soviética tras la derrota en Malvinas.

Así Alfonsín buscó respaldar el multilateralismo con acercamientos a Europa Occidental y el Movimiento de los No Alineados en menor medida con una ya debilitada Unión Soviética en la búsqueda de una inserción más independiente de país. También Alfonsín dejó de lado viejos antagonismos con los países vecinos, al plebiscitar un acuerdo sobre el diferendo por el canal de Beagle con Chile y confluir con Brasil en acuerdos nucleares y de integración comercial que pusieron la piedra fundacional del Mercosur.

El derrumbe de la Unión Soviética y el surgimiento hegemónico de Estados Unidos fue la base de las “relaciones carnales” del menemismo tanto con el gobierno republicano de George Bush padre como con el demócrata de Bill Clinton. Fue la etapa de la incorporación de Argentina como integrante extra-OTAN de la alianza militar occidental y la decisión de enviar una fragata a participar en la Guerra del Golfo, que si bien no llegó a actuar militarmente se considera como el principal antecedente de los atentados a la Embajada de Israel y a la AMIA, entre otros hechos terribles de esa etapa política nacional.

Con De la Rúa, no hubo grandes cambios en política exterior, salvo el acercamiento con la ascendente República Popular China, que llegó a visitar y luego recibió a su presidente Jiang Zemin en Argentina, además de otorgar un voto clave para que el gigante asiático pasara a formar parte de la Organización Mundial de Comercio.

Duhalde, más allá de sus intenciones tuvo poco espacio para fijar una línea política internacional clara. Sin embargo mostró alguna resistencia a sumarse al ALCA, el área de libre comercio americano impulsado por Estados Unidos, para darle mayor protagonismo al Mercosur, pero con el ancla de la deuda argentina defaulteada que se convirtió en uno de los temas clave a ser resueltos.

Con Néstor y Cristina Kirchner, Argentina volvió a mostrar su no alineamiento en política exterior, con un claro acercamiento a los gobiernos de Lula en Brasil y de Chávez en Venezuela, que se convirtieron en el principal obstáculo a la concreción del ALCA en la recordada cumbre presidencial de Mar del Plata, con el rechazo a la postura impulsada por el entonces mandatario George W. Bush (hijo).

El multilateralismo con el impulso de América Latina en el mundo fue el eje de la posición kirchnerista con la creación de nuevos organismos como la Celac y el fortalecimiento de otros como la Unasur que tuvo a Kirchner como su primer secretario y que se tradujo en algunos episodios destacados como la visita a las selvas colombianas para buscar un acercamiento de paz con la guerrilla de las FARC y más tarde para frenar una posible guerra con Venezuela..

Estados Unidos dio un fuerte respaldo a las dos reestructuraciones de deuda del kirchnerismo en 2005 y 2010, sin embargo hizo muy poco para aliviar el enfrentamiento con los fondos buitres a los que de alguna manera terminó respaldando en los estrados judiciales.

Con Macri volvió el alineamiento a la política del Departamento de Estado norteamericano y pasó a formar parte del flamante Grupo de Lima creado en 2017, cuando se intensificaron las marchas opositoras y la represión de ese año, junto a Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay, Perú, Guyana y Santa Lucía. También avalan al grupo Barbados, Estados Unidos, Granada, y Jamaica. 

Ese alineamiento político fue clave para que Donald Trump ejerciera toda su influencia para que el FMI le otorgara a la anterior administración un préstamo sin precedentes de unos 67.000 millones de dólares de los cuales sólo se desembolsaron algo más de 45.000.

Con Alberto Fernández se preveían serios nubarrones en las relaciones con la administración republicana, pero con la pandemia primero y la asfixia política que le provocó a Trump y la llegada de Biden después, se abrieron nuevos carriles de diálogo.

Es claro que desde el Palacio San Martín se aspira a promover una postura independiente de los principales centros de poder mundial, con un nuevo acercamiento no sólo a México como sucede hasta ahora, sino con una fuerte apuesta al regreso de Lula al escenario internacional en las próximas elecciones en el vecino país.

También apunta al fortalecimiento del Mercosur, jaqueado por los intentos capitaneados por el uruguayo Lacalle Pou de que los países miembros participen de acuerdos comerciales fuera del bloque, derrumbando buena parte de los aranceles comunes convertidos en el eje de la política exterior común.

Por estos días, desde la oposición se agita el fantasma de que una mayoría parlamentaria permitiría convertir al país en otra Venezuela o en una nueva Cuba. Sin embargo más allá de estas expresiones, es clara la postura democrática de las principales fuerzas políticas en la Argentina y, es más, su decisión en participar como mediador en los conflictos regionales, posición de la que no podría participar como artífice de soluciones cuando se asume posiciones intransigentes como las del Grupo de Lima sobre Venezuela.

LA POSTURA DEL GOBIERNO ACTUAL

Así el Gobierno de Alberto Fernández no sólo participó de la asunción de Castillo en Perú, sino que se sumaría a la mediación sobre Venezuela de Noruega, México, Rusia, Francia y Países Bajos, bajo el auspicio de López Obrador y al que asistirían representantes del gobierno y de las principales fuerzas opositoras, incluidas las de Guaidó, Henrique Capriles, Marina Corina Machado, Stalin González o Leopoldo López, sobre las bases de que las demandas de la oposición reclama garantías para las elecciones de finales de este año, mientras el chavismo pide que se levanten las sanciones impuestas por Estados Unidos.

Pero no es el único anuncio. También el gobierno argentino se sumó al reclamo de López Obrador a Nicaragua e hizo regresar al Chaco al embajador Mateo Daniel Capitanich para pedir que ese  gobierno respete la democracia, luego de que el presidente Daniel Ortega presentó su postulación, por octava vez y con su mujer, Rosario Castillo, como candidata a vice, para la próxima elección, mientras los principales opositores han sido encarcelados u obligados a dejar el país. Se trata de una postura a la que se sumó Lula en un revelador video, donde busca claramente mostrar la fe democrática de la fuerza que lidera.

Es claro que como le sucedía a Yrigoyen durante la Primera Guerra Mundial, los sectores de la oposición argentina se atribuyen su fe democrática en base a la adscripción acrítica a las políticas dictadas desde del Departamento de Estado. Es claro también que a la debacle de la intransigencia del gobierno de Donald Trump, por estos días se suman nuevos retiros de fuerzas armadas estadounidenses de escenarios bélicos con resultado por lo menos magros como son los casos de Afganistán e Irak y el desastre migratorio que dejan las políticas intervencionistas tanto en Medio Oriente o en América Central y del Sur, con millones de desplazados que golpean las fronteras estadounidenses y europea, pero que también se hacen sentir en nuestra región.

Por eso, en estas horas la fortaleza argentina es la de promover su capacidad negociadora en el mundo para ocupar un lugar más trascendente a nivel internacional, alejado de las posturas que sólo sirven a los intereses de otros países y no siempre benefician a los propios.

Claro esto no siempre es respaldado por aquellos que desde la oposición suele agitar fantasmas para no abordar las cuestiones cruciales que reclama el país.
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