Otra vez la violencia reemplaza la fragilidad de las propuestas

La Argentina del Siglo XXI necesita dejar atrás los hechos luctuosos que la marcaron en sus más de 200 años de historia. Pero este jueves volvieron a tener un temible recordatorio con el ataque al diputado correntino Miguel Arias

El diputado Arias es llevado luego de haber recibido el balazo en un acto de campaña

El ataque a balazos este jueves al diputado del Frente Corrientes de Todos, Miguel Arias, durante un acto en el pueblo de Tapebicúa en el cierre de campaña a la elección de gobernador de Corrientes que tendrá lugar este domingo, alteró la vida política provincial y se convirtió en un nuevo parteaguas institucional a apenas dos semanas de las PASO. Mientras tanto, el legislador aún pelea por su vida, si bien tuvo una evolución favorable, tras ser operado.

Es que la gravedad del episodio, calificado como “un atentado” por parte de voceros del Gobierno nacional, trajo como recuerdo algunos de los episodios de violencia política, que sacudieron a la Argentina durante décadas y que se consideraban saldados con la consolidación de las instituciones democráticas a partir del derrumbe de la última dictadura militar.

«Ocurrió en un acto de campaña, cuando estaba hablando la candidata a viceintendenta. No hay hecho subjetivo, por eso es un hecho de violencia política. Un hecho como este no puede ocurrir en la Argentina del siglo XXI», señaló la ministra de Seguridad nacional Sabina Frederic durante una conferencia de prensa que encabezó en Paso de los Libres, Corrientes.

Sin embargo fue el jefe de la bancada del Frente de Todos en la Cámara de Diputados, Máximo Kirchner quien adoptó la postura más dura al apuntarle “al odio de los medios que estigmatizan a sectores políticos como el caldo de cultivo de gente que después va y actúa de esa manera» y recordó que esto «no es nuevo»: «En la Ciudad de Buenos Aires, apenas comenzaba el gobierno de Macri, en la inauguración de una unidad básica de Nuevo Encuentro, desde un edificio tiraron tiros  hiriendo a dos compañeras». «Y hace un par de meses no más, sin que aún sepamos qué pasó, en Bahía Blanca pusieron una bomba en una unidad básica, sólo porque los compañeros que militan ahí creen en un país diferente de los que fueron cobardemente de noche a dejar una bomba», agregó.

Por supuesto no faltaron los pronunciamientos de repudio por el episodio, quizás el más significativo fue el del bloque del Frente de Todos en el Senado nacional, donde destacaron que «ataques criminales y cobardes como este, que enlodan a la democracia, no pueden ocurrir nunca más ni deben quedar impunes en la República Argentina».

¿Y CAMBIEMOS?

Pero, sugestivamente, no hubo rechazos desde Cambiemos, más allá de que el gobernador radical correntino, Gustavo Valdés (quien este domingo busca la reelección) rechazó el violento episodio en Tapebicuá, anunció que dispuso “todos los medios del Estado provincial” para la investigación y garantizó la seguridad de los comicios provinciales que se desarrollarán el domingo. “Tenemos que llegar al fondo de la cuestión”, al tiempo que reconoció el apoyo del gobierno nacional y la presencia de Frederic en la provincia.

El giro violento de la campaña electoral coincide con una radicalización del discurso político, que esta vez no proviene de la izquierda, sino de los sectores más liberales, que se autodenominan “libertarios”, al querer reivindicar parte de los postulados clásicos del anarquismo, con fuerte raigambre en la vida política y sindical argentina previas al peronismo. Claro se trata de libertarios de nuevo cuño, porque su rechazo a la presencia del Estado busca proteger a los sectores empresarios, sin medir las consecuencias para los asalariados, algo inimaginable para los discípulos de Mijail Bakunin o Errico Malatesta.

Es claro que no se trata de una propuesta demasiado nueva, salvo por la violencia de iniciativas tales como “quemar el Banco Central” de su más notorio exponente, o al menos el más taquillero a partir de una presencia constante en los medios, inimaginable para lo que se estima un escueto protagonista en el recuento definitivo del escrutinio tanto en las PASO como en las legislativas de noviembre.

Pero ese mensaje ultra, con rasgos más conservadores que liberales, por más que se definan como tales, tuerce hacia la derecha las propuestas de todos los candidatos opositores, con por ejemplo el respaldo de Macri, Bullrich y hasta de María Eugenia Vidal a ese antiestatismo extremo, que no tiene cabida ni en las versiones más liberales del capitalismo moderno, donde el Estado es protagonista decisivo como orientador de la actividad privada, como demuestra Estados Unidos y su inmenso desembolso de fondos para hacer frente a la pandemia y para asistir a los sectores más golpeados por el Covid-19 y minimizando sus consecuencias.

Tampoco es nueva la violencia de las posturas en torno a la pandemia y contrarias a las medidas adoptadas para hacerle frente, largamente propagandizada desde los medios dominantes. Se insiste en la “cuarentena interminable” que llevó a protagonizar concentraciones mucho más peligrosas que el festejo de cumpleaños de Fabiola Yañez, ya apodado “Olivosgate”, que buscaron convertir en el centro de las preocupaciones de los votantes para estas elecciones.

Los disparos del jueves no son más que otra de esas manifestaciones, donde los agravios, los insultos, la búsqueda del escándalo y el “divismo” en los medios, opacan cualquier difusión de propuestas concretas, basadas en las necesidades de transitar nuevos caminos para el desarrollo económico argentino.

El intento débil y falaz de emparentar la deuda contraída por el macrismo con las de las últimas etapas del gobierno de Cristina y la actual gestión de Alberto Fernández, deja al desnudo que una vez más se apela a las respuestas más marketineras que conceptuales a las que recurren en forma reiterada los más duros representantes del PRO. Aunque, al menos, se busca darle más encarnadura conceptual desde sectores del radicalismo e incluso desde el larretismo.

Los ataque permanentes a la figura presidencial, más allá de los errores propios, forman parte de esa peligrosa campaña marketinera, donde incluso se vuelve a hablar de “vacío de poder”, un concepto que precedió momentos trágicos en la vida nacional como fue el final del último gobierno de Perón que pese a la fragilidad de María Estela Martínez (Isabel) resultó mucho mejor para asalariados y empresarios nacionales que el posterior y criminal Proceso de Organización Nacional del dictador Jorge Rafael Videla y de su “ultraliberal” ministro José Alfredo Martínez de Hoz.

Ahora los autodenominados “republicanos” alertan sobre una supuesta autocracia, una falacia que alienta fantasmas que una vez más perjudican al país, al poner en tela de juicio esas instituciones a las que supuestamente defienden y la consistencia de esa “seguridad jurídica” que estiman básica para el crecimiento del país.

Contradicciones de una campaña, donde desde algunos sectores se agitan propuestas violentas, mientras se olvidan de hechos de violencia armada claramente condenables.

Argentina, pese a los avances, está lejos de superar hechos trágicos, que quizás no puedan torcer el rumbo de unas elecciones, pero socavan la convivencia democrática, tanto como la falta de esclarecimiento de otros episodios luctuosos de nuestra historia reciente, como ser la muerte de Santiago Maldonado o la del fiscal Alberto Nisman, que nunca terminan de ser resueltas, como tampoco otros hechos conmocionantes como la voladura de la Amia, sólo por citar algunos ejemplos.

Estos extremos en las propuestas de las campañas parecen olvidar estas realidades, sólo para potenciar la figura de algún candidato cueste lo que cueste. Creo que nos merecemos algo mejor.
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