Una dolorosa derrota electoral que replantea la estrategia oficial

Alberto Fernández salió a poner la cara ante un resultado electoral tan inesperado como profundo. Ahora la duda es si podrá fijar un nuevo rumbo que enamore a los argentinos

La derrota en las PASO para el Gobierno fue categórica, incuestionable y sorpresiva por su amplitud y extensión. Significa un verdadero mazazo para el oficialismo que perdió en todo el país por más de 10 puntos porcentuales, esto es algo más de 2,3 millones de sufragios, con derrotas impensadas en un total de 18 distritos, entre ellos algunos considerados claves, que lo aleja del objetivo de pasar a controlar a partir de noviembre la Cámara de Diputados y, es más, con el riesgo concreto de perder también el control del Senado.

Si bien, Alberto Fernández dio la cara por la derrota, convirtiéndose en el único orador luego del traspié, la aparición en el mismo escenario de Cristina Kirchner, Axel Kicillof y Sergio Massa, significó que todo el Frente asumió el costo del resultado contundente de las urnas y compartieron el llamado a la militancia para renovar esfuerzos de cara a noviembre.

Es que si algo le faltó al oficialismo en estas elecciones fue el contundente respaldo de esa militancia que estuvo ausente hasta en los actos de cierre de campaña, abandonando una tradición identitaria del peronismo como es ganar la calle. Así también careció de una mística capaz de aglutinar voluntades. Es más, al decir de Juan Grabois, hasta los partidarios del oficialismo fueron  “enojados” a votar.

Y si quienes respaldan al Frente de Todos votaron “enojados”, ni que decir del resto del electorado. Ese enojo explica gran parte del resultado, para algunos una verdadera paliza que hasta le impidió al Presidente siquiera ganar en la mesa donde votó, a Sergio Massa contener el voto en la intendencia -Tigre- desde la cual edificó toda su carrera política y hasta Cristina Kirchner fue derrotada en Santa Cruz.

PANDEMIA Y ERRORES

El enojo del electorado se explica, como en otras partes del mundo en que se castigó en las urnas a los oficialismos, por la pandemia y sus efectos. La cuarentena prolongada se convirtió en un enorme lastre, potenciado hasta el infinito por la oposición y los medios de comunicación opositores. Con el agravante de errores no forzados como el denominado “vacunatorio vip” o el “Olivosgate” que ratificó la creencia generalizada de que los sectores políticos –tanto del oficialismo o de la oposición- pueden hacer lo que prohíben al resto de los conciudadanos.

Y contrariamente a lo esperado, la masiva campaña de vacunación de buena parte de la población no rindió sus frutos en el plano electoral. Así Daniel Gollán que se convirtió en la cara más dura de las restricciones que siempre abrazó el gobierno de Kicillof, no sirvió para potenciar el voto al oficialismo por el eficaz plan de vacunación. En cambio fue vetado por promover el cuidado extremo que siempre pregonó con argumentos sanitarios. La batalla por la presencialidad en las escuelas, que claramente ganó Rodríguez Larreta, con el agregado de que finalmente también la Provincia adoptó igual criterio, dejó descolocado al ex ministro de Salud provincial.

EL FACTOR ECONÓMICO

Y si desde el plano sanitario, no se logró torcer voluntades para el oficialismo, y en cambio se convirtió en uno de los factores de “enojo”, mucho peor fue desde el plano económico. Más allá de los fondos destinados por el Gobierno para asistir tanto a los sectores más golpeado como el IFE y los ATP, lo cierto es que amplios sectores de clase media perdieron ingresos como pocas veces.

Esa burguesía nacional, tradicional aliada del primer peronismo pasó a engrosar el “medio pelo” del que hablaba Jauretche y que tantas veces decidió con su voto el rumbo del país

La suma de una juventud enojada y decepcionada por las restricciones a la nocturnidad que tan duro golpeó en los dos últimos dos año, amplias franjas de la población que registraron fuertes pérdidas de ingresos, sea porque su negocio no vendió lo habitual o lisa y llanamente estuvo cerrado y por cuentapropistas que tampoco tuvieron trabajo y se la debieron rebuscar como pudieron durante meses para subsistir, se convirtieron en un cóctel explosivo que explican los resultados. Una tendencia al malestar que no se pudo revertir pese a los primeros datos positivos de recuperación en algunos sectores de la población. Es decir si bien es cierto que la economía funciona mejor, todavía ese beneficio no lo sintió la población.

Es cierto que desde la oposición y los medios contrarios al oficialismo se potenciaron cada uno de los errores, o se crearon climas para encontrar falencias que no lo eran tanto, mientras que los aciertos se minimizaron. Así bajo la excusa de defender la libertad se dinamitó la política sanitaria del Gobierno.

Pero la sumatoria de desmanejos en situaciones pico, como el sepelio de Maradona, impidieron señalar con toda su gravedad los llamados a una verdadera desobediencia civil que impulsaron sectores de la oposición. Y, lo que es peor, ni siquiera el oficialismo pudo sacar provecho de esos exabruptos del ala más dura de Juntos por el Cambio a los que bien se les podía cargar parte del luctoso saldo de los más de 113.000 muertos que se registran hasta ahora por la pandemia. Y para colmo se filtró la foto del festejo del cumpleaños de Fabiola Yañez…

Y esa falta de información se combinó, además, con la escasa difusión de los datos positivos, lo que no le permitió generar esa empatía que tuerce voluntades y genera mística. Además, la severa derrota en la lucha antiinflacionaria se convirtió en un karma permanente que se sintió en los bolsillos y que las promesas de una mejora no lograron amortiguar.

Si bien en la oposición todo es festejos por una victoria electoral que no consideraban posible hasta horas después del cierre de las urnas, con triunfos esperables en CABA, Córdoba y Mendoza, pero también en provincias que parecían esquivas como Buenos Aires, Chaco, Misiones, Jujuy, Misiones, San Luis y Santa Cruz y que además logró triunfos también en Santa Fe, Entre Ríos, La Pampa, Chubut y Tierra del Fuego, lo cierto es que la sumatoria de votos no es muy distinta a las alcanzadas por Macri en 2019: alrededor del 40,5% del electorado. Es más el ex presidente alcanzó por entonces más de 10 millones de votos en todo el país, mientras que ahora no alcanzó los 9 millones.

También es cierto que estas elecciones dejaron más de un 10% del electorado votando por fuerzas que no podrán disputar las elecciones de noviembre al no llegar al 1,5% del padrón en un amplio espectro que incluye desde el ex ministro Guillermo Moreno o Julio Bárbaro, a la izquierdista Manuela Castañeira o el filonazi Alejandro Biondini y hasta a la modelo Cinthia Fernández, potenciales votantes de algunas de las fuerzas mayoritarias, junto con el enorme caudal de no votantes que sí dirán presente en noviembre.

Ahora, en medio de la euforia de los mercados que hicieron subir hasta un 14% las acciones argentinas en Nueva York e hicieron caer más del 4% el riesgo país, mientras el dólar paralelo también perdió 3,5 pesos y se ubicaba en $ 181,50, el gobierno tiene el enorme desafío de cambiar la ecuación de cara a noviembre con la mira puesta en la recuperación del poder adquisitivo de los ingresos, que en muchos casos siguen por detrás de la inflación.

OFENSIVA QUE PIDE CAMBIOS

Por estas horas, el presidente Alberto Fernández enfrenta una ofensiva para un relanzamiento del gobierno con el cambio de algunas de las caras más representativas, como ser la de su jefe de Gabinete, Santiago Cafiero y la del ministro de Economía Martín Guzmán. Desde el oficialismo se demanda por un lado dejar de lado el “fiscalismo” y poner plata en los bolsillos para revertir la situación y más firmeza en la orientación del gabinete. Sin embargo el mandatario confió en que podrá seguir gobernando sin alterar el camino iniciado en 2019.

Al actual mandatario a cada paso se le presenta una nueva piedra, cuando se estaba dejando atrás otra. Así cuando se parecía estar en el principio de la salida de la pandemia y del inicio de la reactivación de la economía, aparece una derrota impensada por su profundidad en las elecciones, que de reproducirse en noviembre hasta puede alterar la relación de fuerzas en el Congreso.

Pero también es cierto que dependerá de la colación de gobierno cambiar ese humor social, que le propinó un porrazo inesperado.

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