Tras la crisis, surge una nueva oportunidad

Desde La Rioja el mandatario realizó un relanzamiento de su gestión de gobierno, duramente cuestionada por los resultados electorales. La importancia de volver a convocar a la militacia y recrear confianza y dejar atrás fisuras

Alberto encabezó con gobernadores peronistas un relanzamiento de su gestión

Con su viaje a La Rioja, la reunión con los gobernadores peronistas y la designación de un nuevo gabinete, el presidente Alberto Fernández parece haber dejado atrás la mayor crisis de su mandato que hizo temer a muchos sobre una posible fractura en el Frente de Todos, y a otros tantos impulsó a alentar la posibilidad de que el mandatario pusiera fin a la alianza con Cristina Kirchner, un acuerdo que lo catapultó al sillón de Rivadavia. 

La carta de la vicepresidenta del jueves último vino a poner en blanco sobre negro las razones de la actual crisis del oficialismo y sirvió para alejar rumores, a la vez que a poner paños fríos para desalentar conspiraciones.

Para muchos, la actual crisis del Frente de Todos, originada en el resultado electoral en las PASO, muestra que se hace imposible la coexistencia de dos visiones enfrentadas en el seno de la coalición de gobierno. Según estos mismos analistas, la opción “izquierdista” del kirchnerismo lisa y llanamente colisiona con la “moderación” que representa el propio Presidente, pero que también está encarnada por Sergio Massa, la tercera pata de la fuerza política que nos gobierna.

Para otros, la visión más “peronista” de lo que fue el Frente para la Victoria o Unidad Ciudadana, chocó con los remedios de tinte “socialdemócrata”, corriente de pensamiento a la cual, entre otros, Guillermo Moreno acusa de pertenecer al actual mandatario y su núcleo más cercano.

Lo cierto es que más allá de lo acertado o no de estas visiones, no parece ser el momento de plantear diferencias conceptuales, sino de acertar en las políticas públicas necesarias para encarar los próximos pasos de la gestión oficial. Y en este sentido parece haber menos diferencias de las que observan algunos analistas, más conspirativos que objetivos.

O sea, más allá de alguna de las medidas concretas que se deben implementar para auxiliar a amplios sectores de la población golpeados por la pandemia (incluso a aquellos miembros de clase media que, confundidos por el bombardeo informativo, rechazan la participación del Estado en la actividad económica y hacen de la baja de impuestos su principal bandera, sumándose a los engaños de los grandes evasores que conforman el sector más acaudalado de nuestra sociedad), lo que diferencia a los principales protagonistas de la crisis por la que atravesó el gobierno pasa más por el ritmo en que se aplican estas medidas correctivas y, si se quiere, la oportunidad.

La crítica de Cristina fue bien clara: si ya se tienen destinadas partidas presupuestarias para atender a la población o para reactivar el consumo y acelerar el ritmo de crecimiento de la economía, ¿qué sentido tiene demorar su aplicación? ¿Y por qué no se aplicaron antes de las PASO en vez de esperar el categórico veredicto de las urnas?

EL ENEMIGO ADENTRO

Esto sin eludir los cuestionamientos a una parte del entorno presidencial que lisa y llanamente trabajó para la oposición, como quedó demostrado con la aparición de la foto y el video del Olivosgate, por sí mismo un error imperdonable que nunca pudo haber trascendido y que demuestra que si se ingresó con un celular al corazón de la vida social del mandatario y se captaron imágenes no deseadas, bien pudo suceder algo mucho peor para la seguridad presidencial, en un episodio que causó enorme daño desde lo simbólico.

Es claro que desde esos sectores, que aún no se sabe si quedaron totalmente desplazados con el alejamiento de Biondi, se vio a Cristina como el contrapoder de Alberto y, por lo tanto, se adoptaron medidas para potenciar al Presidente en esa supuesta puja, en una alianza forjada con otros fines, como ser mejorar las condiciones de vida de la población.

En ese sentido, la vicepresidenta fue explícita: más que el rumbo que le impone Guzmán a la agenda económica, se cuestiona el ritmo en que ésta se desarrolla. Claro que como en toda composición musical, la falta de ritmo puede romper con la armonía y terminar destruyendo a la propia melodía.

Para el ministro, quien entiende mejor que nadie los complicados vericuetos en que se desarrolla la imprescindible negociación con el FMI, mostrar una aceitada disciplina fiscal puede ser ineludible para alcanzar un complicado acuerdo de facilidades extendidas, sin el cual es imposible pagarle al organismo. Pero también una cierta flexibilidad a la hora de disponer de los fondos se hace necesaria, no ya para ganar las elecciones legislativas de noviembre, que son verdaderamente las que cuentan, sino para minimizar las pérdidas, tanto simbólicas -es decir, reducir la magnitud de la derrota- como sus consecuencias -o sea, no perder tantos legisladores que por ejemplo pongan en riesgo el control del Senado-.

En notas anteriores quedó claramente expuesto que fueron los votantes del Frente de Todos, con su ausencia o elección de alternativas, las que modificaron dramáticamente el resultado de las PASO respecto al 2019.

Es a esos sectores a los que hay que interpelar con algunas definiciones que hasta ahora no han tenido todo el peso que indudablemente se requería.

Por ejemplo, es imperdonable que los negadores de la pandemia hayan ganado la batalla cultural respecto a la cuarentena. Los defensores de proteger la vida quedaron empequeñecidos, al menos en los medios y en la visión ciudadana, frente a los negacionistas que fogonearon aperturas indiscriminadas y hasta absurdas

No es concebible que el ex ministro de Educación se haya dejado “madrugar” con las aperturas de las escuelas en la Ciudad de Buenos Aires, convirtiendo el tema en caballito de batalla y casi argumento central de la campaña de la principal fuerza opositora.

Es incomprensible que aún no hayan quedado en claro algunos de los pormenores de la negociación con Pfizer, otra de las banderas sobre la que se montó la oposición para alcanzar el inesperado resultado en las urnas.

Pero aún peor que todas esas falencias fue la falta de convocatoria a la militancia para hacer campaña. No hubo empatía con el discurso, faltó potenciar lo hecho y advertir sobre las propuestas opositoras. Así, por ejemplo, no quedaron claros los riesgos que corre la indemnización (duplicada durante la pandemia) como mecanismo para frenar despidos frente a la iniciativa de un seguro de empleo presentado por legisladores de Juntos por el Cambio, con el aval del propio Rodríguez Larreta.

Tampoco se arengó con los hechos, que no fueron pocos pese a la dureza de la pandemia, como ser una proyección de crecimiento del PBI de más de 8 puntos este año, el freno a los tarifazos de servicios públicos, el cierre a la apertura irrestricta de importaciones y la consecuente recuperación de la producción nacional, la baja en las tasas de interés para la producción y el consumo.

También se puso fin a un endeudamiento alocado y se recuperó el crédito interno para financiar al Estado, sin grandes devaluaciones; la búsqueda de recuperar el salario mínimo; la gratuidad de los medicamentos para jubilados y becas para los estudiantes, además de la eliminación del Impuesto a las Ganancias para 1,2 millones de trabajadores y jubilados y la vuelta del crédito para el consumo de electrodomésticos con el Ahora 12 y el Ahora 30, e incluso los programas de vivienda con el Procrear, que reemplazó a la trampa financiera en que se convirtieron los créditos UVA.

Semejante plan económico de respaldo a la población, sin embargo fue insuficiente. La demanda por la suba constante de precios, la caída de salarios y jubilaciones y la falta de firmeza para controlar lo que Cristina definió como “tres o cuatro vivos” que generan remarcaciones de precios y se quedan con el crecimiento del país, terminaron por definir el  humor social y, con él, la orientación de las urnas.

BARAJAR Y DAR DE NUEVO

El Frente de Todos atraviesa su crisis más profunda y para superarla convocó a algunas figuras de reconocida y probada trayectoria en distintas áreas de gobierno, aunque no precisamente se cuestionó el rumbo de la economía. Ahora se trata de generar volumen político para advertir al electorado sobre los riesgos que encierran las propuestas no inclusivas de la oposición.

Para ello se abre un debate donde es necesario no sólo que se vuelvan a izar las tradicionales banderas peronistas, sino también sumar las nuevas interpelaciones sociales que, aunque no surgidas de su seno, logran amalgamar demandas de amplias minorías intensas, como ser la igualdad de género, las políticas inclusivas o la ley del aborto. Y añadir nuevas propuestas que aún no tienen canales adecuados de expresión, como ser la defensa del medio ambiente, las críticas al extractivismo extremo, la siembra no sustentable o a la falta de planificación urbana, todo un tema tanto en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires como también en La Plata.

Los chinos suelen decir que toda crisis es una oportunidad y, en este caso, el Frente de Todos debe aprovechar las legislativas de noviembre para darle nuevos bríos y una mística militante a una propuesta que fue cuestionada por la falta de resultados concretos, más que por la supuesta inviabilidad por la que la oposición la cuestiona.

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