Las discrepancias y el futuro del oficialismo

Las controversias sobre el acuerdo con el FMI ocultan la cuestión central. Se trata de hacerse cargo y aprovechar una coyuntura histórica irrepetible

futuro del oficialismo

La enorme oposición al acuerdo con el FMI oculta el verdadero debate que debe darse el Frente de Todos de cara al futuro

Todo logro requiere de instrumentos. Es impensable una buena orquesta sin músicos talentosos y un director o al menos un líder que marque el rumbo. Algo similar ocurre en casi cualquier orden de la vida, como ser el fútbol, donde el talento debe ser acompañado por un buen estado físico y una adecuada  táctica.

La política y la economía no es la excepción. El Frente de Todos fue un magnífico instrumento para derrotar electoralmente al macrismo e intentar encauzar todo lo que destruyó la gestión de Cambiemos, agravada por la pandemia. De allí que su preservación es fundamental para evitar el regreso de los sectores conservadores que volvieron a traer al FMI y sus condicionalidades a la vida política y económica del país.

Por eso no fue una buena noticia que un sector significativo del Frente de Todos, referenciado en Máximo Kirchner, pero con otras figuras importantes que no pertenecen a la agrupación como Leopoldo Moreau, Daniel Gollán, Sergio Palazzo, Rodolfo Tailhade o Hugo Yaski, por sólo nombrar a algunos, votaran en contra del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Menos aún, que esas diferencias se mantengan e incluso generen alguna incertidumbre sobre el resultado en la votación del Senado.

Lo cierto que esta disputa interna le dio aire a la oposición, que no sólo permitió con su voto avanzar en el visto bueno legislativo al acuerdo con el FMI, sino los hizo erigirse en garantes del entendimiento trabajosamente elaborado por Martín Guzmán. Una cucarda que se cuelgan sin ningún costo al haber desacoplado su apoyo al acuerdo a cualquiera de los lineamientos establecidos para cumplirlo.

Pero también esto fue posible por la debilidad en las negociaciones con que el Gobierno debió encarar el debate con las fuerzas opositoras, un obsequio impensado, de no ser porque el grupo de los legisladores oficialistas decidió dar testimonio de sus críticas. Es decir cualquiera sea el resultado posterior de la aplicación del acuerdo, todo un triunfo político para la oposición, y un costo enorme e innecesario para la actual administración.

Hay sectores en el Gobierno, incluido el propio presidente Alberto Fernández que cuestionan al Fondo Monetario. No comulgan con sus preceptos y señalan su responsabilidad en el otorgamiento del crédito ruinoso que ahora se intenta refinanciar.

Sin embargo, la pregunta imprescindible es si había otro camino a recorrer, salvo entrar en una cesación de pagos por la falta de fondos disponibles para hacer frente a los próximos vencimientos, entre ellos el inminente del 22 de marzo cuando se deben cancelar unos 2.800 millones de dólares con ese organismo y el 31 de este mes cuando se deben desembolsar otros 2.100 millones de dólares, en este caso al Club de París.
La propuesta de litigar en la Corte Internacional de La Haya podría ser un camino audaz, pero incierto y con ineludibles consecuencias financieras y cambiarias en el corto plazo y un resultado impredecible, sobre todo teniendo en cuenta los fallos desfavorables para el país en su larga pulseada con los buitres. 

Como señaló en su momento 90 Líneas (Ruidos y certezas de un acuerdo imprescindible), Argentina firmó durante el gobierno de Néstor Kirchner, un acuerdo Stand by con el FMI por 12.500 millones de dólares a los que se sumaron los montos impagos de ese año e intereses en 2003, que le permitió al país salir al default. Fue precisamente ese acuerdo, el que se canceló con el pago el 5 de enero del 2006 de unos 9.800 millones de dólares y permitió decirle adiós al organismo.

Muchos de los opositores al paquete ahora acordado, en especial del oficialismo, olvidan este paso dado por Kirchner que le permitió recuperar la economía y ordenar las cuentas públicas, hasta que finalmente estuvo en condiciones de hacer frente en forma anticipada al pago, que incluso le permitió ahorrar unos 900 millones de dólares de intereses.

David Cufré, en un reciente artículo en Página 12, también recuerda que por entonces llovieron sobre el fallecido ex presidente duras críticas, sobre todo de sectores de izquierda -algunas que se reiteran hoy con los mismos protagonistas-, argumentando que las condicionalidades del acuerdo, sumado a las revisiones también fijadas en el entendimiento harían imposible su cumplimiento, además de ceder soberanía sobre decisiones fundamentales para la marcha económica del país, en especial sobre el gasto público como motor del crecimiento de la economía.

Muchas de esas objeciones, se vieron desmentidas por la realidad, cuando se concretó el famoso crecimiento a “tasas chinas” de los primeros años kirchneristas, pese a que algunas de las condicionalidades eran más severas que las ahora requeridas.

Bien vale el recuerdo para tener en cuenta que hoy, como entonces, se trata de ganar tiempo para ordenar la economía y sobre todo para establecer un esquema de vencimientos que, al menos, tenga visos de verosimilitud, más allá de posibles retoques que cualquier proyecto a futuro requiere y la actual coyuntura internacional puede obligar.

Y en ese sentido el crédito de facilidades extendidas, que conviene reiterar se contrae para cancelar el stand by impagable que dejó Macri, no es una nueva operación. No se contrae nueva deuda, sino que se paga la anterior obligación tomada en 2018, es decir los 44.500 millones de dólares desembolsados de los 57.100 millones comprometidos en la operación. La novedad es que contempla la devolución de lo pagado entre 2021 y 2022 en concepto de intereses, aproximadamente los 4.400 millones de dólares del fondo extraordinario anticovid del FMI, cuyos DEGs se usaron para cancelar estas deudas.

Es claro que el acuerdo alcanzado con el Fondo Monetario no satisface a casi nadie, pero hay coincidencias tanto a nivel local como internacional en que es la mejor salida, con connotados defensores como el Premio Nobel Joseph Stiglitz, pero también con ex presidentes regionales como el uruguayo Pepe Mujica o Lula Da Silva

También es claro que las exigencias en materia de déficit fiscal, emisión monetaria y fortalecimiento de las reservas internacionales del Banco Central, acotan los mecanismos para consolidar el crecimiento que ya evidencia la economía.

Precisamente ese es uno de los puntos más destacados de las críticas, porque se argumenta que será necesario un recorte de los incentivos oficiales que lubrican las mejoras en la actividad, pero también advierten que puede hacerse sentir en la contención social, un tema particularmente sensible si se busca que el oficialismo conserve el poder tras las elecciones del 2023.

¿COMO SE SALE?

Es cierto que el acuerdo con el Fondo que este lunes comenzará a tratarse en el Senado no es una panacea, ni resolverá los problemas de la economía argentina, sino como bien dicen sus defensores es el mal menor para encontrar un camino que permita salir de la crisis de endeudamiento que dejó la anterior administración.

Es, sobre todo, un espacio de tiempo para llevar a la práctica políticas públicas, que consoliden la incipiente recuperación y que además permitan explorar alternativas económicas, pero también financieras para salir del atolladero presente.

Y en este punto dos afirmaciones audaces:

–   Como defienden desde Juntos por el Cambios, las deudas los Estados no las pagan, sino que las refinancian. Lo cual no quiere decir permitir que estallen como una bola de nieve, como hizo el macrismo. Se trata de crear instrumentos inteligentes para permitir reducir en forma paulatina, pero constante, las obligaciones del país en relación al tamaño de su economía. Una meta accesible usando diversos instrumentos financieros a los que no hay que temerle, en especial si como logró hacer el kirchnerismo, permiten incrementar la deuda en pesos y con organismos públicos a expensas de reducir endeudamiento externo.

–   Y no menos importante, aunque doloroso, los períodos de guerra en especial en Europa, han permitido crecer a la economía argentina. Al punto que para muchos el peronismo, es un hijo dilecto de los términos de intercambio favorables surgidos de la Segunda Guerra Mundial. Pero, como entonces, aprovechar la coyuntura favorable requiere visión política y estratégica.

Pero para eso el debate interno más que dividirse sobre cómo se negoció con el FMI, deberá pasar por analizar cómo Argentina puede crecer, mejorar la calidad de vida de la población y desarrollarse en armonía con sus vecinos, sin demorar viejos sueños como el de un gran banco regional que ponga fin a la dependencia financiera internacional y de muchos de sus conocidos abanderados.

Por lo pronto se trata de usar, como todo buen director de orquesta o director técnico de fútbol, de todos los instrumentos a disposición para replantearse que el futuro es hoy y la coyuntura nos obliga a debatir unidos cómo subirnos a un tren que otra vez no nos es favorable, pero que ahora nos permita salir en un futuro cercado del atraso y la marginación.
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