Santa Evita: cómo narrar un crimen atroz

Santa Evita

El año del 72 aniversario del fallecimiento de Eva Perón llegó con el estreno de Canal 13 sobre el robo y ultraje del cadáver de la abanderada de los humildes. Una producción realmente ambiciosa y una reconstrucción de época muy precisa son las cartas que los realizadores colocan para volver a contar la historia de una mujer irrepetible, pero cuya obra ya fue representada en muchas ocasiones ¿tiene esta algo de especial o es una más del montón?

Cuando en 1955 la autoproclamada “revolución libertadora” derrocó al gobierno constitucional de Juan Domingo Perón el odio acumulado por la oligarquía argentina estuvo en condiciones de sacar a relucir su sadismo. Uno de los grandes crímenes del siglo XX se perpetró en esos años, cuando oficiales del Ejército robaron y ultrajaron un cadáver, escondiéndolo por 17 años. Aquí podemos ver como el cuerpo fue embalsamado mas luego hurtado porque su mera existencia era un temor para la dictadura.

Debo decir que hay un casting a la altura con grandes actores como Darío Grandinetti, Diego Cremonesi o Ernesto Alterio, entre otros. Pero un párrafo aparte para Natalia Oreiro, una actriz sin dudas carismática y convocante, pero muy por debajo de lo que el papel demanda, y estando rodeada de un reparto de primer nivel se ve mucho más expuesto que su actuación es de segunda categoría.

Si bien, la historia central cuenta el robo del cadáver la serie busca ir más allá y ser una biografía de Eva, pero tiene un formato narrativo que funciona muy bien para los puristas de la exactitud histórica. El relato se basa en la investigación de un periodista interpretado por Diego Velázquez que entrevista a varias personas que conocieron a la protagonista, y lo que se ve en pantalla es lo que ellos le contaron y su interpretación de los hechos.

Es decir que la subjetividad es latente en la serie, quizás la única verdad pasa por el aberrante crimen y quienes lo perpetraron. Es increíble reflexionar que los hombres que meses antes habían bombardeado a un pueblo indefenso luego robaran el cuerpo de una mujer a quien temieron en vida y también tras morir. Años después unos personajes igual de macabros habrían de ultrajar el cuerpo del General Perón cortando sus manos, es evidente que los enemigos del peronismo no conocen ni el límite de la muerte.

Contar el robo del cuerpo de Eva es contar una historia siniestra, por eso el personaje que interpreta Ernesto Alterio (basado en un militar real que tenía el cuerpo exhibido cual trofeo, y al cual vejaba) es una síntesis de la locura en la cual cayeron aquellos criminales. Hombres invadidos por el odio que se obsesionaron por la imagen de una mujer que, pese a morir, aún era amada por su pueblo, y cuya fuerza terminaba por quebrar sus mentes.

La obra refleja muy bien el descenso moral, en un primer momento, del Coronel Moori Koenig (Ernesto Alterio), y luego la caída hacía la locura. Si bien el odio del antiperonismo se refleja la pantalla también destaco el uso de simbolismos para reflejar la potencia popular que generaba el proceso iniciado el 17 de octubre de 1945. En muchos momentos aparecen flores y velas que hacen enloquecer a los secuestradores, como un reflejo onírico donde no importa donde la escondan su pueblo sigue ahí.

Desde un punto de vista subjetivo, y saliendo de lo cinematográfico, pienso que hay mucha influencia de la cinta Eva Perón (1996) que mostraba a una mujer que existía mucho más allá de la figura de Perón, la cual es pensada como un hecho importante pero que no la define. Es decir, que se podría decir que ambas son obras “evitistas” ¿y cuál es el problema con ello? Que esa postura plantearía que Eva pensaba algo diferente a Perón, incluso la obra de 1996 los mostraba casi como rivales políticos, cuando en realidad fue el ex Presidente quien creo aquel movimiento político al cual su esposa se plegó. Decir esto no quita ningún mérito a su figura, todo lo contrario, pero quienes buscan posicionarla por encima de su esposo están más cerca de la evita de Madonna.

Pensar a Eva sin Perón es pararse en un lugar tan antiperonista como los demás, ya que es sacralizar a quien murió primero, y tuvo una vida más corta, para darle un perfil despótico al líder del movimiento. Pero principalmente, es totalmente contrario a lo que la propia Evita dijo y escribió en vida, es básicamente crear una Evita que no existió para conseguir un fin político que poco tiene que ver con los ideales que abrazó en su obra.

La serie tiene una estructura narrativa interesante y como obra artística merece ser vista. Logra reflejar el amor que supo despertar entre los desposeídos, y a su vez el odio y resentimiento que sus enemigos fueron capaces sentir, y las atrocidades que llegaron a hacer. Ahora bien, quizás vuelve a caer en la Evita idílica, la que el poder busca imponer para que su figura deje de evocar lo que verdaderamente fue su lucha, y de esa forma también secuestrar el legado que dejó a la posteridad.

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