1974. Por qué marcó un antes y un después en la historia

Argentina alcanzó sus mejores niveles sociales, productivos, laborales, educativos y culturales en 1974. ¿Qué ocurrió desde entonces para que hoy estemos a años luz de aquella realidad?

José Ber Gelbard fue ministro de Economía desde mayo de 1973 hasta octubre de 1974. Durante ese período, la clase trabajadora se quedaba con el 51% del PBI. Al final de la dictadura, en 1983, solamente con el 22% (crédito imagen: yahoo noticias)

El 2 de septiembre de 2015, durante el acto por el Día de la Industria, el entonces titular de la Unión Industrial Argentina (UIA), Héctor Méndez, subrayó que “en 1974 nuestro país alcanzó su máximo nivel de industrialización, así como las menores tasas de desempleo y desigualdad”.

Aquel año, la desocupación tocó el mínimo histórico: 2,7%. Vale aclarar que técnicamente se considera que una sociedad tiene pleno empleo con una tasa de paro del 4% o menos. Es decir que en 1974 Argentina alcanzó el pleno empleo con creces.

Tras el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, fecha en que dio comienzo la primera fase neoliberal en el país, la desocupación comenzó a crecer, hasta alcanzar el 7,7% en 1989 -final del errático gobierno radical e inicio de la segunda etapa neoliberal-. En 1995, cuando la mayoría de la población reeligió a Carlos Menem para una segunda presidencia, el desempleo ya era del 17,5%.

En 1974 Argentina alcanzó su menor nivel de desempleo, con un 2,7%. Entre 2002 y principios de 2003 tocó su máximo histórico al superar el 23%, guarismo que cayó hasta 5,9% a finales de 2015, para duplicarse en los siguientes cuatro años (crédito imagen: tn)

En 2001 trepó al 21,5%. Y entre 2002 y principios de 2003 alcanzó su máximo histórico al superar la barrera de los 23 puntos porcentuales.

Para el tercer trimestre de 2015 la tasa había bajado hasta el 5,9%, lo que en ese momento significaba uno de los niveles de desempleo más bajos del mundo. Sin embargo, tal como dijimos más arriba, entre diciembre de 2015 y diciembre de 2019 (tercera fase neoliberal) repuntó hasta situarse en una franja que iba del 11,5% al 11,9%, promediando las mediciones del Indec, el Banco Mundial y la Cepal. En otras palabras, durante el gobierno de Cambiemos se duplicó la cantidad de personas desempleadas.

Actualmente, el desempleo se sitúa en el 7%. Es el nivel más bajo desde que el Indec retomó la publicación de la serie (“Shoppings llenos, heladeras vacías” – José Natanson – Le Monde Diplomatique, agosto 2022).

En 1974 el país alcanzó la menor tasa de desigualdad (UIA). Hoy, la pobreza estructural se sitúa en torno a un 33% de la población (crédito imagen: El País)

Del país más igualitario de América Latina a un sitio vergonzoso

En el citado discurso del 2 de septiembre de 2015, el titular de la UIA también destacó que 1974 fue el año con menor desigualdad de la historia.

Pues bien, aquel año nuestro país se erigió, por lejos, en el más igualitario de Latinoamérica. Es más, superaba a varias naciones europeas, como España, con el 65% de su población categorizada como clase media de acuerdo a estándares internacionales (el mismo porcentaje que la Francia de aquel momento, sin comparar, claro está, niveles de desarrollo industrial o modernización integral).

En 1974 Argentina tenía índices de pobreza extrema ínfimos, como producto de una distribución de la riqueza que -al igual que en 1949- aseguraba un 51% del PBI para la clase trabajadora y un 49% para el Capital. En 1983, cuando tocaba a su fin la dictadura cívico-militar, se había materializado una transferencia de ingresos desde el sector del trabajo al del Capital de 39 puntos porcentuales (del 51% del PBI al 22%).

A finales de 2015, la clase trabajadora llegó nuevamente a concentrar el 51% del PBI. Cuatro años más tarde ese porcentaje se situaba en torno al 40%, con niveles aún menores en las regiones más pobres del país.

El ataque a la industria nacional fue el arma predilecta del neoliberalismo en sus tres etapas: 1976-1983, 1989-2001 y 2015-2019 (crédito imagen: El Economista)

Del apogeo de la industria nacional a la brutal desindustrialización

El proceso de industrialización comenzó en los años ‘30 (contra la voluntad de la clase dominante) mediante la denominada “sustitución de importaciones”, a causa de la gran crisis conocida como “el crack de 1929”. Esa debacle, fruto de la especulación y la gigantesca burbuja financiera que se produjo en los Estados Unidos, obligó a la nación del norte a cerrar su economía durante 16 años bajo los mandamientos de la teoría keynesiana (el Estado como promotor de la actividad), lo cual repercutió directamente sobre Europa. Así las cosas, el “medieval” modelo del granero del mundo que la burguesía terrateniente argentina mantuvo a capa y espada desde el siglo XIX hasta 1930 -guiada por intereses de clase a espaldas de la inmensa mayoría de la población y de la Patria- crujió por todos lados.

Tras el golpe militar nacionalista que terminó en 1943 con la Década Infame, se inició un proceso de industrialización planificada que continuó bajo los dos gobiernos peronistas (1946-1952 y 1952-golpe de Estado de 1955).

Salvo en los dos años de la dictadura de Aramburu-Rojas, el país no abandonó del todo el fortísimo sesgo industrializador que el peronismo le imprimió a la economía: con mayor fuerza durante el desarrollismo (1958-1962) y con menor ímpetu durante el radicalismo (1963-1966). Luego, los militares que gobernaron desde 1966 hasta 1973 tuvieron que mantener un nivel de vida relativamente bueno para la población, no por vocación sino por terror: desde la Revolución Cubana de 1959, EEUU bajó la orden y los recursos económicos para que se evitaran situaciones sociales permeables a cualquier intentona socialista o comunista.

Así, por convicción de algunos y necesidad política de otros, se llegó a 1974 con un nivel de industrialización muy alto.

El abrazo de Perón y Balbín y la esperanza de la unidad nacional. El líder peronista murió en el año que el país tuvo los mejores registros de desarrollo industrial, empleo e igualdad social (crédito imagen: clarín)

Casi un cuarto de siglo de neoliberalismo

Sobrevino entonces la debacle planificada. De los últimos 46 años de historia argentina, durante exactamente la mitad (23 años) se sufrieron políticas neoliberales divididas en tres etapas: la dictadura de 1976 a 1983; el menemato y la continuidad delarruísta entre 1989 y 2001, y el gobierno del Pro-UCR-CC desde 2015 hasta 2019. Habría que sumarle algunos años más, pues el gobierno de Raúl Alfonsín tuvo un claro sesgo ortodoxo desde 1985 hasta 1989. Pero la herencia que recibió el líder radical de la dictadura fue de tal magnitud y complejidad que la dejaremos fuera del análisis.

Cada período neoliberal se caracterizó por atacar la matriz productiva generada desde los años ‘30 hasta 1974. Desindustrialización, aumento del desempleo, incremento de la pobreza estructural, concentración de los recursos económicos en los grandes grupos empresarios nacionales y/o extranjeros, desfinanciación de la educación pública (con la reforma educativa de 1994 como la frutilla del postre que dio definitivamente por tierra con aquella escuela estatal de 1974, la cual acogía al 90% de los alumnos y alumnas), desfinanciación y pauperización del sistema de salud pública, desinversión en el área de ciencia y técnica, privatización a precio de remate de empresas estratégicas (YPF, por poner un caso emblemático), privatización-venta de recursos naturales (con la Patagonia y los montes del norte como ejemplos icónicos, aunque no únicos), y -siempre- el endeudamiento externo como gran negocio para las fortunas especulativas y como condicionante para cada gobierno nacionalista y popular que quisiera cambiar el estado de cosas.

Si bien el gobierno de 2003 a 2007 logró reestructurar la deuda y salirse del FMI, lo que dio lugar a un crecimiento económico muy importante hasta 2011, el tercer ciclo neoliberal que dio comienzo en diciembre de 2015 dio marcha atrás con todo lo que habían conseguido los sectores populares, volvió al FMI y tomó y fugó más de 45 mil millones de dólares que condicionarán a la economía y a la sociedad argentinas por décadas.

Argentina 1974

El endeudamiento externo siempre fue el gran negocio para las fortunas especulativas y el gran condicionante para cada gobierno nacionalista y popular que quisiera cambiar el estado de cosas (crédito imagen: El Cronista)

Vale recordar que el 4 de abril de 1982, el político nacionalista, periodista y escritor Alejandro Olmos denunció penalmente al ministro de Economía de la dictadura, José Alfredo Martínez de Hoz, porque “el plan económico concebido y ejecutado en el período 1976-1981 se realizó con miras a producir un desmesurado e irregular endeudamiento externo; porque el ingreso de divisas se produjo con el objeto de negociar con las tasas de interés (timba financiera), produciendo quiebras y cierres de empresas y enormes dificultades en la capacidad exportadora, de producción y crecimiento del país”. Lo hizo ante el Juzgado en lo Criminal y Correccional Federal Nº 2. La deuda externa había pasado de 8.000 millones de dólares en marzo de 1976 a 44.500 millones en diciembre de 1983.

Recién hubo una sentencia judicial 18 años más tarde, y en la misma se demostró que entre el ‘76 y el ‘83 se produjeron 477 ilícitos en la toma de deuda. Pero el tiempo transcurrido hizo que prescribieran. ¿Un descuido de la justicia? En absoluto.

Así las cosas, Argentina jamás pudo retomar el ciclo virtuoso que abandonó en 1974. Al año siguiente, muerto Perón y con María Estela Martínez y José López Rega en el poder, no sólo comenzó la represión clandestina de la mano de la Alianza Anticomunista Argentina (AAA), sino que se inició la debacle económica con el plan del ministro de Economía Celestino Rodrigo, conocido como “rodrigazo” (fuerte ajuste, devaluación de un 60% de la moneda nacional y brutal incremento de los precios de la energía y los combustibles). El 24 de marzo de 1976, a la Patria la subieron a un tobogán enjabonado del cual hasta hoy no pudo bajarse, más allá de la primavera peronista de 2003 hasta la llegada de la tercera fase neoliberal.

“Cambios profundos están sucediendo en la estructura social argentina”

En la edición de agosto 2022 de Le Monde Diplomatique, el politólogo, escritor y periodista José Natanson firmó un excelente artículo titulado “Shoppings llenos, heladeras vacías”, del cual tomaremos los conceptos que desarrolló en la primera parte -pues coincidimos plenamente con ellos- y datos duros que intercaló a lo largo de la nota, ya que nos parece que dan una acabada idea de la situación actual.

Escribió José Natanson: “De manera silenciosa pero ya claramente identificable, cambios profundos están sucediendo en la estructura social argentina. Históricamente, ante un período de alto crecimiento económico y reducción del desempleo como el que atravesamos en la actualidad, el salario (…) tendía a subir. Esto era así por la industrialización relativamente extendida y por la potencia de los sindicatos, que presionaban vía paritarias por aumentos. Pero también por factores más estructurales, como la relativa -en comparación con otros países de la región- homogeneidad de los centros urbanos industriales (Buenos Aires, Córdoba, Rosario), que impedía bajar salarios por vía de una deslocalización interna. También, por supuesto, por el influjo igualitario del peronismo”.

Como expresamos en esta nota, creemos que la debacle comenzó luego de 1974. Y hasta hoy nadie pudo ponerle el cascabel al gato. Salvo, como dijimos, durante varios años del denominado peronismo kirchnerista; una experiencia con numerosas falencias pero que, visto lo que vino después, aparece a los ojos de cada vez más argentinos y argentinas como la última vez que se vivió sin grandes sobresaltos.

Argentina 1974

Mar del Plata. Enero de 2015. Último verano en el cual los sectores populares coparon la popular ciudad balnearia (crédito imagen: Criterio Online)

Los datos que matan a los relatos

-El PBI registra un año y medio de expansión sostenida, algo que no se veía desde 2011

-El desempleo, que actualmente se sitúa en el 7%, es el más bajo desde que el Indec retomó la publicación de la serie

-No obstante, los salarios cayeron 12,2 por ciento en 2018; 8,4 por ciento en 2019, y 2,4 por ciento en 2020

-Desde 2018, los trabajadores perdieron poder adquisitivo equivalente a 6 sueldos (informe del Instituto Argentino de Análisis Fiscal)

-De los últimos 48 meses, los asalariados formales perdieron contra la inflación en 30 de ellos; los empleados públicos, en 33 meses, y los trabajadores informales en 34 (fundamentalmente durante la etapa macrista)

-Si en la convertibilidad alcanzaba con tener trabajo para evitar caer en la pobreza y tras la crisis de 2001 era necesario tener trabajo formal para no ser pobre, hoy ni siquiera alcanza con eso: se estima que el 17,5% de los empleados en blanco son pobres

-Medido en dólares, el salario argentino se encuentra hoy entre los más bajos de la región, por debajo incluso de países con niveles menores de desarrollo, como Perú o Ecuador 

-Argentina supo ser el país latinoamericano más igualitario y el que exhibía menores niveles de pobreza (NdR.- con los mejores registros históricos en 1974): hoy ya es superado por Uruguay, Costa Rica, Panamá y, según como se mida, Chile

-Desde 2011, la economía argentina no logra reducir la pobreza durante dos años consecutivos”

Fuente: Le Monde Diplomatique – edición agosto 2022

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