Argentina 1985: una película urgente para el futuro

Por Mauricio Vallejos (Especial para 90 Líneas)

Corría el año de 1982 y Silvio Rodríguez estrenaba una de sus obras más icónicas: Canción urgente para Nicaragua, una muestra de amor y solidaridad a la revolución sandinista que había triunfado en 1979. Una composición que parecía estar anclada en un contexto determinado ha sido finalmente una contribución al futuro, algo muy similar a lo que pasa con Argentina 1985.

La cinta cuenta el trasfondo del histórico Juicio a las juntas militares llevado a cabo tras la recuperación democrática de 1983. El protagonista es el fiscal Julio Strassera (Ricardo Darín) al cual le llega la responsabilidad de investigar las violaciones a los derechos humanos perpetrados por la sangrienta dictadura de 1976, una causa donde prácticamente nadie quiere involucrarse en el Poder Judicial, pero que aun así llevará adelante.

El director y guionista es Santiago Mitre, quien saltara a la fama por su cinta El Estudiante de 2011.  Es un cineasta cuyas obras siempre tienen un fuerte contenido político e intrigas de poder, su obra de mayor trascendencia fue La cordillera (2017), también protagonizada por Darín, que contaba las disputas de poder y el trasfondo oscuro de un Presidente argentino en una cumbre diplomática.

En este caso, la cinta podría enmarcarse dentro del género de cine judicial, aunque sin dudas tiene mucho de film político e histórico. Tiene mucho del estilo de Mitre, con planos secuencias largos en espacios cerrados y grandes planos generales, en especial en las escenas de audiencias. No obstante, es notorio que, a diferencia de El estudiante, e incluso de La Cordillera, esta parece una obra que apunta al gran público, y eso es algo bueno.

El proceso judicial, y todo lo que lo rodea, logra contener momentos duros de testimonios sobre tormentos, vejaciones y asesinatos, con momentos relajados y con situaciones que rozan el humor.  Esto me recuerda mucho a Estado de sitio (1972) Costa-Gavras, una cinta sobre las torturas sistemáticas de las dictaduras latinoamericanas, pero que a su vez tenían un cierto componente de humor negro donde la experiencia no era un drama duro de procesar, como pueden ser filmes como La noche de los lápices (1986) o Garage Olimpo (1999).

Esto ha suscitado algunas críticas, ya que para muchos una película sobre el genocidio debe tener ante todo una enorme seriedad. Pero si una cinta destinada al gran público quiere funcionar ¿debe abrazar la solemnidad? Películas como la Lista de Schindler, lo hacen (incluso se podría poner a El pianista en esa clasificación). Son estilos distintos, creo que lo central es la intención, y es lo más importante en este caso.

Por otro lado,  la ambientación es de las mejores que he visto, hay un cuidado al detalle sobre como recrear la Argentina de los años 80, ya sea en los vestuarios, los autos que circulan en la calle, la música que se escucha etc. Pero también es muy realista en cómo se aborda al poder judicial de la época, totalmente reacio a dar su apoyo a aquel juicio, ya que en su mayoría había simpatías con la Dictadura.

El protagonista es el fiscal Julio Strassera (Ricardo Darín)

Si hay un punto fuerte en Santiago Mitre es su forma de dirigir actores, en El Estudiante no hay reunión entre militantes que no esté cargada con una dosis enorme de realismo. Cualquiera que haya tenido experiencia política lo sabe. En este caso, tanto los militares que aparecen, como funcionarios de la justicia y las víctimas del genocidio están en el tono correcto de actuación, algo que era clave para que la cinta funcione.

Si tuviera que marcar donde están las imperfecciones del film me centraría en el guión. Si bien las escenas de los testimonios y el célebre alegato de Julio Strassera, con la famosa frase “señores jueces Nunca más”, tienen un montaje extraordinario que realmente emocionan, siento que el guión incurre en mucha explicación innecesaria, como por ejemplo la transición de la madre del fiscal adjunto Moreno Ocampo de simpatizante de la dictadura a opositora, o las razones por las cuales se eligen a jóvenes ayudantes para la fiscalía. Hay mucho que se explica y que el público ya lo sabe.

En estos tiempos que corren de discursos cargados de veneno, que se pueden oír a diario en los grandes medios de comunicación, es importante una cinta que nos recuerda el enorme crimen que fue aquella dictadura. Y la sangre que debió correr para que podamos vivir en democracia. Hay un detalle que no es menor en la película, quienes ayudan a los fiscales no son funcionarios veteranos sino jóvenes. Es decir, la cinta no apunta a recordar el pasado sino a proyectar el futuro. Y en este presente donde un vasto sector de la población ha aceptado a personajes que reivindican el horror, o buscan minimizarlo, es importante que sepamos que en 1985 dijimos Nunca Más, y que está en nosotros que siga siendo así por siempre.

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