¿Hay que preocuparse por la extrema derecha argentina?

Hasta poco antes de su triunfo en 2018, Jair Bolsonaro era subestimado por analistas, cientistas políticos, periodistas. Hace 100 años, la Marcha sobre Roma encabezada por Benito Mussolini fue subestimada por el rey y los partidos tradicionales de Italia: el 31 de octubre de 1922 tomó el poder, instauró una feroz dictadura de dos décadas y una ideología que hoy resucita. A veces, ignorar o menospreciar ciertos hechos y signos puede ser un camino de ida

Se cumplen 100 años de la Marcha sobre Roma, la cual llevó al fascismo al poder en Italia y lo expandió por el mundo (crédito imagen: il giornale)

Entre el 27 y el 30 de octubre de 1922, miles de fascistas marcharon desde distintas ciudades del norte de Italia hasta Roma. Tenían, en su inmensa mayoría, camisas negras inspiradas en los arditi, unas fuerzas de choque del ejército italiano encargadas de misiones arriesgadas. Eran varios miles. Mal armados, poco organizados, con un aspecto que tras días de lluvias torrenciales estaba lejos del relato épico que luego se fabricó y difundió. No obstante, el día 31, el rey Víctor Manuel III le entregó el poder a Benito Mussolini, un periodista y ex socialista revolucionario que, mediante el Partido Nacional Fascista, instauró una feroz dictadura durante más de 20 años.

La monarquía y los partidos tradicionales habían subestimado a Mussolini y a su partido, que en el parlamento contaba con una ínfima representación: 35 de los 535 diputados.

El primer ministro liberal, Luigi Facta, quizás uno de los pocos que entendió la gravedad de lo que estaba sucediendo, le pidió al monarca que dictara el estado de sitio, lo cual haría que el ejército entrase en acción. Pero el timorato rey no lo hizo.

“Uno de los mitos centrales del fascismo fue su asalto al poder en octubre de 1922. En realidad, el poder les fue entregado en bandeja”, dijo a la BBC el historiador Álvaro Lozano, para agregar que los 12 mil hombres de la 16º División de Infantería del Ejército podrían haber acabado con los fascistas muy fácilmente. Pero nadie les dijo que actuaran.

Afiches, en una calle de Italia, conmemorando los 100 años de la Marcha sobre Roma (crédito imagen: Los Ángeles Times)

Luego de mantener una fachada democrática hasta 1924 y tras el asesinato del diputado socialista Giacomo Matteotti, el Partido Nacional Fascista dio inicio a un régimen de terror que fue imitado en muchos países del mundo, cambiando todo lo conocido hasta entonces. El nazismo alemán fue la cara más horrenda del fascismo, así como el franquismo español se erigió en la experiencia más larga y oscura, ya que sumió a la sociedad ibérica en un “medievalismo tardío” a lo largo de casi 40 años.

A 100 años de la Marcha sobre Roma, cuando en Italia acaba de asumir el gobierno la líder del partido neofascista Fratelli d’Italia (Hermanos de Italia), la también periodista Giorgia Meloni; cuando Brasil está a horas de jugarse su futuro y quizás el de la Región en un balotaje entre el neofascista presidente Jair Bolsonaro y el líder izquierdista Lula da Silva; cuando la comunidad chilena tuvo que elegir, también en segunda vuelta, si presidía el país el ex dirigente estudiantil Gabriel Boric o el confeso admirador de Pinochet y ultraconservador católico José Antonio Kast; cuando en Perú y Colombia los últimos procesos electorales estuvieron polarizados entre candidatos de ultraderecha y de izquierda, y un largo etcétera, es lícito preguntarse si en Argentina debemos preocuparnos ante las numerosas luces rojas que se vienen encendiendo desde hace tiempo y que, sin embargo, muchos parecen no ver o no querer ver. Como en 1922 el rey de Italia no vio lo que terminaría siendo un horror de 20 años.

En su momento, este acto de corte fascista fue pasado por alto. Hoy sus máximos organizadores están presos en el marco de la causa por el intento de asesinato a Cristina Fernández de Kirchner (crédito imagen: P12)
Otras antorchas: un acto del partido fascista Hermanos de Italia, cuya líder acaba de asumir el gobierno (crédito imagen: Getty Images / BBC)

Que un referente de los varios grupos violentos de ultraderecha que funcionan en Buenos Aires haya dicho en un acto de la agrupación Nueva Centro Derecha, en 2021 y en Parque Chacabuco, “somos pocos pero estamos ganando la batalla cultural», y que el 1º de septiembre de 2022 un joven ultra haya disparado a centímetros del rostro de la dos veces presidenta y actual vicepresidenta de la República, no son hechos disociados.

La guillotina marca “Jonathan Morel” ubicada con amenazas de muerte al presidente y a la vicepresidenta de la Nación en plena Plaza de Mayo; las antorchas, piedras y bombas molotov que tiraron varios manifestantes contra la Casa Rosada cuando dentro se encontraba el primer mandatario elegido por el voto popular, y las bolsas mortuorias que se colgaron en las rejas que rodean a la sede presidencial con fotos y nombres de dirigentes, funcionarios del gobierno y referentes de organizaciones de derechos humanos, sin que en ningún caso actuara la Policía de la CABA, no son hechos disociados.

Que la dirigente Florencia Arietto, aliada de la ultraderechista Patricia Bullrich, haya impulsado la creación del Movimiento Empresarial Antibloqueo, una fuerza de choque que está a disposición de los empresarios para romper huelgas, y el hecho de que los camisas negras de Mussolini tuvieran como práctica casi cotidiana atacar los locales sindicales, son hechos asociados ideológicamente.

Que el ex presidente Mauricio Macri, quien postula para la presidencia a Patricia Bullrich, haya sacado un libro en el que propone para el periodo 2023-2027 privatizar o eliminar todo lo que esté en manos del Estado de la noche a la mañana, despidos masivos en todos los niveles de la administración pública de la noche a la mañana, terminar con los sindicatos, los derechos laborales y los derechos previsionales de la noche a la mañana y reprimir cualquier protesta callejera -se lleve a cabo a la noche, a la mañana o a la tarde- , entre otras cosas, al punto de poner en alerta roja a periodistas de derecha, no es algo disociado del avance de la extrema derecha en Europa, en EEUU y en América Latina.

Uno de los tres empresarios más influyentes del país, Paolo Rocca, cree que la oposición no está en condiciones de gobernar (crédito imagen: La Voz del Pueblo)

“Paolo Rocca cree que la oposición no está en condiciones de gobernar”

El periodista Leandro Renou nos cuenta que “hay algo a lo que el (gran) empresariado argentino le teme, más allá de los candidatos del oficialismo y la oposición que se pongan en carrera para el 2023: un escenario de paz social alterada que complique los negocios, como consecuencia de un proceso de radicalización que observan con mayor claridad en las fuerzas opositoras, desde el macrismo ultra a los libertarios, que ganan terreno”.

Horacio Verbitsky adelantó en el programa Desiguales, de la TV Pública, que Paolo Rocca, uno de los empresarios con mayor poder e influencia de la Argentina, “cree que la oposición no está en condiciones de gobernar”.

“Hay una particularidad que se debe subrayar: en América Latina, los neoliberalismos clásicos y las extremas derechas comparten el mismo programa económico liberal” (Alejandra Loucau)

Pero claro, el gobierno tendría que tener un candidato competitivo, primero, y “amigo del capital”, después. Lo que estaría fuera de toda duda es que “el establishment tiene claro que es central evitar los extremos”; que aquel que “mejor parece haberlo entendido es Paolo Rocca, el líder de Techint” -a quien llamarían en broma “compagno Paolo” (compañero Paolo)-, y que el poder real estaría (en potencial) decidido a hacer todo lo posible para que el país no se bolsonarise, ni con un “Macri desatado” ni con un Milei al que no quieren ver ni en figuritas, apuntó Renou.

Dicho esto: ¿Hay posibilidades de que la extrema derecha siga creciendo en Argentina? Porque lo cierto es que un gobierno errático, una oposición que asusta hasta al propio establishment y una inflación de casi el 100% solamente crean hartazgo social, y la historia nos enseña que subestimar a quienes pescan en el hartazgo social puede ser un camino de ida…

Hasta no mucho antes de las elecciones de 2018, Jair Messias Bolsonarofue subestimado por los mismos analistas, cientistas, periodistas y demás”, nos dijo Alejandra Loucau, periodista de política internacional con quien charlamos sobre el crecimiento de la extrema derecha aquí, en América Latina y en el mundo desarrollado.

El merchandising de la extrema derecha argentina: Milei con Trump y Bolsonaro (crédito imagen: Noticias)

Yo te financio, vos hacé lo que te digo…

¿Cómo se entiende este neofascismo rabiosamente antiestatista y ultraliberal en los países latinoamericanos cuando el fascismo-madre se caracterizó por el nacionalismo, el antiliberalismo y el control de todo por parte del Estado?

La especialista en política internacional, Alejandra Loucau, habla de financiación y de un esquema de dominación por parte del “norte”.

“Me parece bien hacer esta distinción entre el estatismo de los neofascismos en Europa y el antiestatismo o liberalismo en términos económicos de parte de los neofascismos en América latina”.

“Creo que el componente principal de esta distinción es la relación de dominación que mantienen los segundos, es decir, los neofascismos latinoamericanos, con potencias extranjeras. Potencias extranjeras que, a su vez, tienen algunos lazos de promoción de estos grupos de ultraderecha, de manera abierta o de manera solapada, lo cual hace que de alguna forma sus intereses programáticos (los de los grupos de extrema derecha) tengan ‘algunos compromisos’ con los programas políticos que de algún modo pueden llegar a ser impuestos por los gobiernos, o por distintas alas de los gobiernos de las potencias extranjeras”.

“En principio podríamos hablar de cómo el IRI, que es una organización internacional con base en Estados Unidos, financia a muchos grupos de extrema derecha en distintas partes del mundo”.

Así las cosas, “el tema programático antiestatal sí tiene que ver justamente con esto, porque los neofascismos latinoamericanos tienen un programa neoliberal muy acorde al que las potencias extranjeras pregonan para nuestros países, justamente porque les abre la puerta a sus negocios en detrimento de la soberanía nacional. En esto creo que radica uno de los aspectos de porqué los neofascismos acá son liberales en términos económicos”.

Las desigualdades al interior del mundo desarrollado

¿Por qué tiene tanto desarrollo el neofascismo en algunos países desarrollados, como por ejemplo en numerosas naciones europeas?

Alejandra Loucau nos remite a las desigualdades al interior del mundo desarrollado, que han generado el caldo de cultivo para que en las sociedades menos favorecidos de ese vasto conglomerado hayan surgido con mucha fuerza fenómenos como Hermanos de Italia y los neofranquistas de Vox en España, entre otros (vale recordar que la ultraderecha gobierna en Hungría y Polonia y que avanza en otros estados).

“Las potencias extranjeras, por más que tengan modelos neoliberales hacia adentro, tienen un componente de fuerte estatismo (más allá que lo escondan de alguna manera, pues para afuera pregonan otra cosa), y es lo que termina pasando en este caso con los movimientos neofascistas que creen que el estatismo es una de las claves para su economía, su soberanía, su poder y, sobre todo en tiempos de crisis, para la competencia interestatal entre los propios países occidentales, no sólo con los países que pueden ser hostiles, como las potencias orientales”.

“El estatismo (ese “estatismo oculto” mientras hacia afuera se pregona el neo o el ultraliberalismo como “fórmula mágica”) es un componente esencial de cualquier modelo político que haya triunfado en las potencias occidentales en el último tiempo. En este caso, sobre todo por la extrema liberalización a la que llegaron las potencias europeas, se favorecieron los peces más gordos que, asimismo, se comieron a los peces más chicos, como a Italia y España, entre otros, los cuales se vieron desfavorecidos, por lo que el crecimiento de movimientos neofascistas en estos casos, creo que es una reacción al ultraliberalismo impuesto por las naciones occidentales más fuertes”.

extrema derecha

Lula da Silva y Jair Bolsonaro: en Brasil se juega el futuro de gran parte de América Latina (crédito imagen: infobae)

Ya hicieron pie en nuestros países

Más allá del resultado en la segunda vuelta de las elecciones brasileñas a disputarse el 30 de octubre de 2022, parece ser que la ultraderecha ya hizo pie en estas pampas. Vale recordar el congreso que se organizó en Colombia con el “auspicio” de Vox y del ideólogo de Donald Trump, Steve Bannon, del cual tomaron parte figuras del bolsonarismo brasileño, del fujimorismo peruano, del neopinochetismo chileno referenciado en José Antonio Kast, del uribismo colombiano, el argentino Javier Milei y “colegas” de Bolivia y Venezuela, entre otros.

“Creo que el movimiento bolsonarista puede llegar a influir en el crecimiento de las extremas derechas en distintas partes de América Latina, sobre todo por mostrarse como una opción antipolítica y outsider, más allá de que en esencia no tiene esas características. Creo que puede alentarlas, sobre todo porque se trata de un movimiento popular que fue subestimado por los mismos analistas, cientistas, periodistas, etcétera, y que evidentemente, como todo movimiento popular y con ciertas condiciones, que son las que se están dando en América Latina, tiene un suelo fértil para expandirse”, describió Alejandra Loucau, y aclaró: Esto es independiente de si gana o no Bolsonaro. Obviamente es distinto si gana o no, pero aún perdiendo es posible que (ese modelo) se expanda por Latinoamérica”.

¿Cuál es el contexto? “El contexto es que hay un cierto hartazgo social de algunas fórmulas políticas totalmente fallidas, que no han dado respuestas a las necesidades de las masas, de los sectores populares, y ni siquiera de las clases medias”.

“Esto puede llevar a que estos sectores encuentren una opción en aquellos aspectos más radicales y reaccionarios que cuestionan la política tradicional, y que promueven, por ejemplo, volver a las raíces que habrían sido ‘bastardeadas’ por los políticos que gobernaron en las últimas décadas, ya sean neoliberales o progresistas”.

“En este sentido, me parece que tanto el progresismo como el neoliberalismo tienen alguna responsabilidad (en la expansión de la ultraderecha). El problema es que el progresismo todavía no encuentra una alternativa superadora para volverse un movimiento popular amplio, más allá de los matices y de que en algún punto todavía pervivan, y en algunos países pervivan como movimientos populares. Pero no se han renovado profundamente o no han sabido evolucionar en términos de liderazgo”.

“Por el otro lado, el neoliberalismo está utilizando a las extremas derechas para darle un tinte popular y movimientista a líderes políticos que, por sus programas políticos, no tienen ese rasgo”.

¿Dos caras de la misma moneda?

¿Cómo utiliza el neoliberalismo a estas expresiones de extrema derecha? “Me refiero a que los partidos neoliberales a veces usan a los líderes de extrema derecha, de manera directa o indirecta, para acarrear ese voto popular de un movimiento en emergencia, y eso puede ir aumentando. Por ahora, salvo en Brasil donde (en 2018) ganó Bolsonaro, son los gobiernos neoliberales más tradicionales los que están conduciendo estos procesos. Pero hay un riesgo cierto de que las extremas derechas empiecen a crecer y eso también complique o dispute el liderazgo con los partidos neoliberales tradicionales”. “Esa es una particularidad que se debe subrayar: ambos, los neoliberalismos clásicos y las extremas derechas, en América Latina comparten el mismo programa económico liberal”, puntualizó.

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