El enigmático origen de Bella Ciao, el himno a la libertad

Desde los partisanos y partisanas en Italia hasta los chilenos y chilenas de la revuelta de 2019, Bella Ciao se erigió en el mundo como himno a la libertad (crédito: El Diario)

-¿Vale la pena morir por ella?

-Sí hermano, te juro que vale la pena.

¿Hablan de una mujer? Podría ser. Pero no es este el caso. Se refieren a la libertad. Tan hermosa ella, que fue la inspiración de miles y miles de canciones. Y de un himno. Porque Bella Ciao (Adiós, bella, en español) se ha convertido en un himno de la resistencia a la opresión y de la lucha por la libertad de distintos pueblos, en diferentes países y épocas.

Desde las partisanas y partisanos italianos, que fueron quienes entronizaron la canción a la categoría de himno al cantarla para darse ánimo en su pelea sin cuartel contra el fascismo y el nazismo en los años de la Segunda Guerra mundial, hasta los cientos de miles de chilenos que, fundamentalmente en 2019, colmaron las calles un día sí y al siguiente también para derrotar a la constitución pinochetista y levantar fuerte la voz -muchísimas veces al son de Bella Ciao- contra la violenta desigualdad social que atraviesa al país trasandino.

Bella Ciao es una canción de amor. Con una melodía bellísima y una letra que, acompañada por esa melodía, emociona a hombres y mujeres en todo el planeta. Con un ritmo que puede variar desde aquel que invita a bailar hasta el que acompaña a la más tierna balada. Amor por la libertad, resistencia ante la bota fascista o el atropello más sutil de gobiernos pseudodemocráticos. Lo cierto es que ha dado la vuelta al mundo antes que La Casa de Papel se estrenara en Netflix. Aunque, nobleza obliga, esa serie la llevó al último rincón imaginable.

¿La creó algún partisano o partisana? ¿Algún italiano en tiempo de entreguerras? Si bien esa versión, con decenas de matices, aún tiene sus defensores, hay dos estudios recientes que sitúan el nacimiento de Bella Ciao en el acordeón de un judío-cristiano ucraniano que emigró a los Estados Unidos (escuchar su grabación de 1919 no deja lugar a dudas), y en un par de canzonettas que cantaban las trabajadoras italianas del campo en el siglo XIX.

La resistencia italiana o partisana al fascismo de Benito Mussolini y a la ocupación nazi del país a partir del 8 de septiembre de 1943 generó un amplio movimiento de hombres y mujeres que, mediante la guerra de guerrillas, golpearon incesantemente a las tropas invasoras. También hubo miles de muertos.

Se calcula, aunque son números muy discutidos, que en el otoño del ‘43 los partisanos eran unos pocos miles y que para el 25 de abril de 1945, el gran día de la liberación, llegaban a 300.000.

No obstante, algunos dicen que no todos eran guerrilleros, sino que había simpatizantes y colaboradores, como espías, correos, encargados de la comida, etcétera. De más está decir que todos se jugaban la vida a cada minuto.

Un capítulo aparte lo constituyen las partisanas, que en un número superior a las 30.000 fueron claves en la lucha contra el opresor. Pero como muchas no se reivindicaban partisanas porque decían que simplemente estaban haciendo “lo que tenían que hacer”, y otras, en cambio, disimulaban su pertenencia a la resistencia a raíz de que en esa época “estaba muy mal visto que las mujeres empuñaran un arma”, los historiadores calculan que la cantidad fue “muy pero muy superior”.

Italia y la lucha sin cuartel contra el fascismo y el nazismo

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Urgando en los orígenes de la canción, algunos se remontan a la música que tocaban los judíos askenazis, es decir, los judíos de origen europeo que se asentaron en Europa central y oriental después de la destrucción romana de Jerusalén en el año 70, y que formaron comunidades a partir de comienzos del siglo VIII.

Estos eran descendientes de los que, en el medioevo, se instalaron a la vera del río Rin (que nace en los Alpes suizos y, tras recorrer 1.230 kilómetros, desemboca en el mar del Norte).

Hacían una música popular llamada klezmer que invitaba al baile, por lo que era muy utilizada en bodas y otras fiestas. Bella Ciao con ritmo acelerado, se ubica tranquilamente en esa categoría.

Pero hay que centrarse en un judío de cuna y cristiano por voluntad propia, Mishka Ziganoff (Odessa, Ucrania, 1889 – Nueva York, EEUU, 1967), que emigró a principios del siglo XX a Estados Unidos. Era un excelente acordeonista, que abrió y vivió de un restaurante.

Sin embargo, su amor por la música lo impulsó a componer distintas piezas, una de ellas llamada “Oi oi di koilen”, que grabó en 1919. Su parecido con Bella Ciao es sorprendente. Y lo descubrió, recién en 2006, Fausto Giovannardi, un ingeniero italiano que en junio de ese año compró un CD titulado “Klezmer, música swing yiddish”, en un puesto del barrio latino de París. Cuando escuchó el tema en cuestión exclamó: “¡Es Bella Ciao!”. E inicio su propia investigación que lo condujo a reconstruir la historia de Mishka, el ucraniano judío que se convirtió al cristianismo, que al despuntar el siglo XX se fue a Nueva York, y que grabó la canción que, dicen que dicen, un italoamericano que regresó a su patria llevó consigo.

Bella Ciao

Un informe de la BBC se va hasta el campo italiano del siglo XIX, y cuenta que “según otra interpretación, la canción surge de los cantos populares que entonaban en esa época las trabajadoras de las plantaciones de arroz del valle del río Po, al norte de Italia”.

Canciones muy populares como “Picchia alla porticella” y “Fior di tomba” también “tienen fragmentos que recuerdan mucho a Bella Ciao”.

El 25 de abril del 2021, cuando se cumplían nada menos que 75 años del día de la liberación italiana de los nazis, se produjo un momento muy emotivo en todas las ciudades del país. Fue cuando hombres, mujeres y niños, en plena cuarentena por el coronavirus, salieron a los balcones o subieron a las terrazas y, con banderas de Italia, entonaron la más hermosa canción de amor.

Bella Ciao

En los 60, la canción se convirtió en el estandarte musical de las multitudinarias manifestaciones obreras y estudiantiles en Italia. También se hicieron varias versiones en distintos idiomas, como la del cantautor francés Yves Montand y la del español Adolfo Cebrián, entre otros. Y de este lado del Atlántico, durante el gobierno de Salvador Allende en Chile, a comienzos de los 70, el grupo Quilapayún adoptó Bella Ciao como canción de protesta. En tanto, como se dijo, en ese mismo país y hace tan solo un puñadito de años, en las diarias y masivas protestas contra la constitución pinochetista y la desigualdad social chilena se entonó una y otra vez la canción libertaria.

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