Argentina 1985, el Nunca Más fue nominado al Oscar

Hasta el momento, Argentina es el único país de Latinoamérica que ha recibido dos premios Oscar, uno en 1986 por La historia oficial, de Luis Puenzo, y otro en 2010 por El secreto de sus ojos, de Juan José Campanella

Argentina 1985, el Nunca Más nominado al Oscar (crédito: diario Río Negro)

nunca más

Por Mauricio Vallejos

Tras ganar el Globo de Oro a la mejor película de habla no inglesa, «Argentina 1985», la cinta de Santiago Mitre, fue formalmente nominada al Oscar en la categoría mejor película internacional.

Así, Argentina va por su tercera estatuilla tras La historia oficial de 1985 y El secreto de sus ojos de 2009. El hecho de que el cine nacional vaya en busca de «la tercera» hizo que las comparaciones con el reciente título mundial de fútbol, el tercero en la historia de la Selección, dispare todas las bromas y alimente la expectativa.

El filme 

Corría el año de 1982 y Silvio Rodríguez estrenaba una de sus obras más icónicas, Canción urgente para Nicaragua, una muestra de amor y solidaridad a la revolución sandinista que había triunfado en 1979. Una composición que parecía estar anclada en un contexto determinado ha sido, finalmente, una contribución al futuro, algo muy similar a lo que pasa con Argentina 1985.

La cinta cuenta el trasfondo del histórico Juicio a las Juntas llevado a cabo tras la recuperación democrática de 1983. El protagonista es el fiscal Julio Strassera (Ricardo Darín), al cual le llega la responsabilidad de investigar las violaciones a los derechos humanos perpetrados por la dictadura cívico-militar, una causa donde prácticamente nadie quiere involucrarse en el Poder Judicial, pero que aun así llevará adelante.

El director y guionista es Santiago Mitre, quien saltara a fama por su cinta El Estudiante de 2011.  Es un cineasta cuyas obras siempre tienen un fuerte contenido político e intrigas de poder. Su obra de mayor trascendencia fue La cordillera (2017), también protagonizada por Darín, que contaba las disputas de poder y el trasfondo oscuro de un presidente argentino en una cumbre diplomática.

En este caso, la película podría enmarcarse dentro del género de cine judicial, aunque sin dudas tiene mucho de film político e histórico. Y tiene mucho del estilo de Mitre, con planos secuencias largos en espacios cerrados y grandes planos generales, en especial en las escenas de audiencias. No obstante, es notorio que, a diferencia de El estudiante, e incluso de La Cordillera, esta parece una obra que apunta al gran público. Y eso es algo bueno.

En este presente donde un vasto sector de la población ha aceptado a personajes que reivindican el horror o buscan minimizarlo, es importante que sepamos que en 1985 dijimos Nunca Más, y que está en nosotros que siga siendo así por siempre

El proceso judicial, y todo lo que lo rodea, logra contener momentos duros de testimonios sobre tormentos, vejaciones y asesinatos, con momentos relajados y con situaciones que rozan el humor. Esto me recuerda mucho a Estado de sitio (1972), de Costa-Gavras, una cinta sobre las torturas sistemáticas de las dictaduras latinoamericanas, pero que a su vez tenía un cierto componente de humor negro, donde la experiencia no era un drama duro de procesar, como pueden ser películas como La noche de los lápices (1986) o Garage Olimpo (1999).

Ello ha suscitado algunas críticas, ya que para muchos una cinta sobre el genocidio debe tener ante todo una enorme seriedad. Pero si un film destinado al gran público quiere funcionar, ¿debe abrazar la solemnidad? Películas como La lista de Schindler lo hacen (incluso se podría poner a El pianista en esa clasificación). Son estilos distintos. Creo que lo central es la intención, y es lo más importante en este caso.

Por otro lado, la ambientación es de las mejores que he visto. Hay un cuidado al detalle sobre cómo recrear la Argentina de los años 80, ya sea en los vestuarios, los autos que circulan en las calles, la música que se escucha, etcétera. Pero también es muy realista en cómo se aborda al poder judicial de la época, totalmente reacio a dar su apoyo a aquel proceso, ya que en la mayoría de sus integrantes había simpatías hacia la dictadura.

Si hay un punto fuerte en Santiago Mitre es su forma de dirigir actores. En El Estudiante no hay reunión entre militantes que no esté cargada con una dosis enorme de realismo. Cualquiera que haya tenido experiencia política lo sabe. En este caso, tanto los militares que aparecen, como funcionarios de la justicia y las víctimas del genocidio están en el tono correcto de actuación, algo que era clave para que la cinta funcione.

Si tuviera que marcar dónde están las imperfecciones del film me centraría en el guión. Si bien las escenas de los testimonios y el célebre alegato de Julio Strassera, con la famosa frase “señores jueces, nunca más”, tienen un montaje extraordinario que realmente emociona, siento que el guión incurre en mucha explicación innecesaria, como por ejemplo la transición de la madre del fiscal adjunto Molina Ocampo de simpatizante de la dictadura a opositora, o las razones por las cuales se eligen a jóvenes ayudantes para la fiscalía. Hay mucho que se explica y que el público ya lo sabe.

En estos tiempos que corren de discursos cargados de veneno, que se pueden oír a diario en los grandes medios de comunicación, es importante una cinta que nos recuerda el enorme crimen que fue aquella dictadura. Y la sangre que debió correr para que podamos vivir en democracia. Hay un detalle que no es menor en la película: quienes ayudan a los fiscales no son funcionarios veteranos, sino jóvenes. Es decir, la cinta no apunta a recordar el pasado sino a proyectar el futuro. Y en este presente donde un vasto sector de la población ha aceptado a personajes que reivindican el horror o buscan minimizarlo, es importante que sepamos que en 1985 dijimos Nunca Más, y que está en nosotros que siga siendo así por siempre.

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