Princesa, el histórico teatro masón que agoniza

La historia que escribieron los italianos desde la fundación misma de la Ciudad , un patrimonio arquitectónico que se derrumba a pesar de muchas promesas que resurgieron pero fueron incumplidas

Princesa el histórico teatro masón

El teatro Princesa, un patrimonio arquitectónico ganado por el olvido, con promesas de restauración, pero todavía sin resultados

“Es un lugar que pareciera ser que lo dejás y hay una capa de tiempo que lo recubre enseguida y ahí se puede quedar otros cien años, tiene una especie de historia circular. Fue una etapa formadora de lo que soy ahora, no sería el mismo sino hubiera estado esos quince años en el Princesa”, rememora el actor, director, compositor y dueño de la sala teatral Espacio 44 Daniel Gismondi.

Gismondi, de apellido italiano, se refiere al edificio donde funcionó desde épocas fundacionales la Asociación Mutual Unione e Fratellanza, ubicada en diagonal 74 entre 3 y 4, fundada el 3 de Junio de 1883 como entidad de Socorros Mutuos. Una de las instituciones pioneras de origen italiano del país. centro social y asistencial de los primeros inmigrantes italianos de La Plata, quienes llegaron para trabajar en la construcción de edificios de la futura capital de la provincia de Buenos Aires.

En aquel entonces, los italianos armaron mutuales y la más grande era Unione e Frattelanza. La sala lírica que habían construído era un espacio de 30 metros de profundidad x 12 de ancho y 10 de alto, era como la Scala de Milán achicada. 

El edificio comenzó a construirse con las manos de italianos en 1884 siendo proyectado y dirigido por Isaaco Villamonte, estructurándolo en un diseño monumental de características neoclásicas.

La Societá Italiana di Mutuo Soccorso Unione e Fratellanza, tal su nombre en italiano, nace bajo el padrinazgo del Gobernador Dardo Rocha y la señora Delmira Capdevila de D’amico a imagen de la Societá Nacionale di Soccorso fra gli Impiegati, creada en Milán en 1866 

Una vez terminado pasa a convertirse, entre otras cosas, en un gran salón de baile con un piso de pinotea y, al costado, un comedor. La gente venía de toda la provincia a bailar, los gauchos con carretas llegaban de la zona. Entrados los años ´30 se sumaron las proyecciones cinematográficas.

La Societá, también suministró atención médica y subsidios para tratar enfermedades crónicas, además de mantener en contacto a las familias que así lo necesitasen. Actuaba como mediadora en el mercado laboral, visto que entre sus miembros (en general directivos) había industriales, comerciantes y otros posibles empleadores.  En el área educativa, subvencionaba la escuela italiana local, donde recibían educación gratuita los hijos de los socios. A la vez brindaban incentivos económicos y diversos premios de honor a aquellos italianos que invertían su dinero en industrias locales, como así también a jóvenes, que por la muerte de sus padres, aportaron con su trabajo a la educación de sus hermanos.

En 1909 alcanzó los 4.913 socios y tenía sucursales en Los Hornos y Ensenada. Para entonces, en la ciudad funcionaban unas 25 asociaciones de acción colectiva y ayuda mutua. La colonia italiana ya había fundado su propio hospital, adonde desde el edificio de diagonal 74 entre 3 y 4 derivaban a los enfermos graves. Durante la guerra europea iniciada en 1914 hicieron colectas y estuvieron atentos a las noticias, mientras mantenían reuniones, actuaciones corales y bailes populares.

También brindó un espacio a sus asociados donde podían celebrar las fechas patrias, eventos sociales y representaciones teatrales en su lengua vernácula, contando para ello en ese edificio de usos múltiples con su propio teatro el «Princesa»; y al fondo del teatro un patio, cuartos de viviendas de caseros y una cocina.

El Princesa era un teatro del siglo XIX, cuando había muy pocos en toda la provincia. Al entrar al vestíbulo, se podían apreciar angelitos de estilo barroco y esculturas varias, donde predominaba La Princesa. Edmundo De Amicis fue nombrado presidente honorario y en 1924 fue visitado por el príncipe Humberto de Saboya, futuro rey Humberto II,  hijo del monarca de Italia Vittorio Emanuele III.

Al costado de la gran sala había un buffet, en un salón alargado que hacia la década de 1910 dio paso a una serie de salas que fueron oficinas y consultorios médicos, con paredes azulejadas, donde atendió el doctor Rodolfo Rossi, que se hizo conocido como jefe de sala del Policlínico entre 1922 y 1955.

LA FUERTE PRESENCIA DE LA MASONERÍA 

En su fachada podía leerse “Societá Italiana di Mutuo Soccorso Unione e Fratellanza”, conjunción a un diseño de manos entrelazadas sobre dos ramos de acacia y laurel, ambos símbolos utilizados por la masonería para representar la igualdad entre los hombres, la fraternidad y la ayuda mutua. Por sobre ellos encontramos la estrella pentámera, representación de la dominación del hombre sobre lo elemental de la naturaleza a partir de la razón.

“La masonería, desde los principios de la fundación de la ciudad, estuvo presente”, destacó, en diálogo con 90lineas.com, Fernando Santolaria, integrante de la Respetable Logia La Plata Nº 80, primer vigilante de la misma y coordinador de proyectos en la Gran Logia.

Muchos de los obreros, arquitectos, ingenieros pertenecían a la orden masónica, algunos localmente y otros que traían la masonería desde sus lugares de origen, sobre todo los italianos pero también hubo una fuerte impronta masónica de los ingleses a través del ferrocarril. Uno de los fundadores de La Plata Nº80 fue Pedro Benoit, arquitecto de La Plata.

La masonería moderna, que tiene sus inicios por 1717, tuvo corrientes como la inglesa, la que le da origen a la masonería en Argentina, pero no fue la única si bien tiene un común denominador, los tres pilares que unen a todas las logias son la fraternidad, igualdad y la libertad, y lograr eso con ciencia, justicia y trabajo. Hoy por hoy en La Plata hay once logias activas pero a principios del siglo pasado llegaron a ser más de cincuenta “entre todos los orientes” (se refieren a la ciudad de la logia).

DETALLES ARQUITECTÓNICO DEL PRINCESA

“Con respecto a los detalles arquitectónicos del Princesa, las manos entrelazadas significan la búsqueda de un bien común para la humanidad, el bienestar y la felicidad del hombre a través de la mejora de cada uno de los individuos que forman parte de la masonería, es un camino para dejar lo mejor de uno en pos de la sociedad”, especificó Santolaria.

“Lamentablemente no hay mucha información documental del edificio histórico porque se ha perdido, se la han robado. Hoy cuando cada logia masónica “bate columnas” (cierra) toda la documentación, las joyas, el mobiliario van a la Gran Logia (la presidencia). Pero antes no ocurría eso”, comentó el expresidente de La Plata 80, y lanzó una hipótesis de lo que podría haber pasado al señalar:  “Cuando las logias abatieron columnas, los hermanos (masones) de aquel entonces se quedaron con esa documentación”.

En ese momento, señaló Santolaria, en la masonería había dos ritos: «el Gran Oriente Federal Argentino y la Masonería Argentina del Rito Azul. Dos corrientes masónicas que trabajaban de forma cuasi independiente hasta que se fusionaron en la Gran Logia de Libres y Aceptados Masones (la que está en la actualidad) y sospechamos de que puede haber sido otra de las corrientes italianas, que pertenecían al oriente de Italia y a otros orientes en Europa, la que se haya quedado con la documentación. Hay mucha documentación desperdigada y en malas condiciones en todo el país, y hasta ahora no se ha encontrado ningún acta, lamentablemente, que diga que ahí hubo trabajo masónico.»

“En el Princesa, funcionaron talleres de asistencia, consultorios médicos, se enseñaban idiomas, “la masonería actuó en ese momento como si fuese una escuela primaria y secundaria”. También se dictaban cursos de dibujo técnico y de lo que hiciera falta. Estaba muy presente la masonería en ese momento hasta que, a partir del golpe militar de 1930 en Argentina, comenzó un período de contracción”, agregó Santolaria.

“El Princesa fue un gran templo masónico y cumplió una función social de asistencia. No tenemos documentación en archivo pero una muestra de que hubo un templo masónico es la presencia de una asociación de socorros mutuos pegada a un teatro o un edificio con algún tipo de función de servicio. Hay que pensar que hubo épocas donde la masonería fue perseguida y templos que fueron incendiados, y con la dictadura fue peor, porque la masonería pregona el libre pensamiento y eso no conviene para regímenes totalitarios”, señaló Santolaria, y aportó que “la masonería siempre tuvo una actitud filantrópica, tratando de ayudar, cada hermano desde su lugar para aportar desde la educación, desde la salud”.

PERFIL MUY BAJO

-90lineas.com: Cuando se fundó la Asociación Mutual, ¿era público que allí funcionaban distintas logias masónicas?

Fernando Santolaria: En los diarios de aquellas épocas, entre 1885 y 1890, se publicaban todos los cursos que hacían y la lista de presentes en las reuniones. Pero los periodistas no eran tan explícitos, no ponían un símbolo ni lo nombraban como templo masónico. La masonería tiene desde siempre un perfil bajo. Por ejemplo, las columnas también son un signo. Cada orden arquitectónico tiene un simbolismo, representa la sabiduría, la fuerza, la belleza, generalmente ésta última está dada por el orden Corintios y aparece en los teatros, casualmente el Teatro Princesa tiene ese diseño. 

Años después, la Asociación Mutual Unione y Fratellanza decidió concesionarlo y empezó a funcionar allí un cine (conocido como El Princesa), a principios de la década del 30 y los años 40. Hasta que en el año 50 lo venden y lo compra José Racilla junto con un socio”, destacó el actor y compositor Daniel Gismondi, en diálogo con 90lineas.com, quien fue parte del un grupo teatral que llevó adelante Mario “Quico” García, el ultimo dueño del edificio.

“En ese momento, años 50, Racilla levantó todo el piso de pinotea y convirtió el lugar en una especie de taller; y donde había una ventana en el frente del teatro abrió una entrada como para que ingrese un camión, había puesto un astillero donde entraban y salían barcos, que los trasladaban por tierra por diagonal 74 hacia el río. José Recilla murió y al que llegamos a conocer nosotros es al hijo. Los vecinos pensaban que era un intruso porque estaba todo en ruinas y entraba y salía por un agujero de la puerta”.

El teatro aún espera la restauración

El Teatro “Hermandad del Princesa”

Daniel Gismondi es un actor, director y compositor platense, dueño de Espacio 44 y presidente de la Asociación de Teatristas del Plata (ATEPLA). Durante quince años formó parte de un grupo teatral comandado por Mario “Quico” García, un empresario y gestor cultural platense quien hizo un contrato de leasing con Recilla, el dueño del Princesa, y llevó adelante la recuperación del edificio donde funcionó la mutual italiana.

“En los 90 estaba cerrado el lugar, parecía abandonado pero en realidad vivía el dueño, Racilla, el hijo del que le compró el predio a los italianos”, recordó Gismondi, y agregó: “Cuando entramos nosotros, en los bordes del techo tenían pintadas las provincias de Italia y había una boca de escenario medio redonda, que después se modificó para hacer las obras”.

Según Gismondi, el nombre “Hermandad del Princesa” lo propuso “Quico”. “Él tenía una espiritualidad religiosa muy fuerte y si bien después se escindió de la religión, en mi opinión le quedó algo de la disciplina y el tema de la hermandad, tenía que ver con el lugar y con crear cierto misterio y expectativa. Y con respecto al nombre del Princesa fue porque en la última etapa de los italianos al cine que funcionó allí le decían el Princesa”, señaló el compositor platense, quien también abonando lo señalado por Santolaria indicó que «en el histórico edificio funcionarion varios grupos masónicos, y un poco la idea de “Quico” era jugar con esa idea. Por eso  “La Hermandad del Princesa” donde el género estaba disuelto.

Sobre la obra “Maluco”, una de las últimas que pudo verse en la histórica sala, Gismondi apuntó que «hablaba del viaje de Magallanes, sobre las utopías, una de las obras más grandes que se hizo del teatro independiente local. Me acuerdo que lo acompañé a Quico a buscar el lugar adecuado y cuando entramos al  Princesa advertimos que tenía una escala descomunal, era una Catedral abandonada”, recordó.

En el lugar, había autos antiguos, armaduras y estaba lleno de tierra y palomas, había un carruaje antiguo, todo el espacio lleno de antigüedades. “Parecía que estaba para demoler y a Quico García no le parecía imposible recuperarlo e hizo un contrato de leasing. El dueño se llevó todas las antiguedades y Quico hizo arreglar todo el lugar, limpiarlo, pintarlo, terminar de demoler todo lo que era peligroso y asegurar lo que estaba enclenque”, rememoró Gismondi.

“Ahí adentró se realizó ´Maluco´, que transcurría en un barco. Todo ese espacio enorme se transformó en rampas, sogas, que llevó un año de armado y ensayos. Teníamos un trabajo fuerte de muchas horas, íbamos todos los días a las seis de la tarde, cenábamos en el teatro y seguíamos hasta las doce, una de la mañana investigando y debatiendo. Nunca más volví a participar de una experiencia tan fuerte de laburo”, relató.

El escenario de «Maluco»

«Eran doce actores y yo un actor músico, yo hacía de un marinero que producía la banda sonora de la obra. Fue impresionante, se estrenó en 1993 y fue un éxito de público, entraban 250 personas y siempre estaban agotadas las localidades. La obra se dio durante cuatro años y luego de ese tiempo, Quico decidió comenzar a ensayar una nueva obra que se llamó ´ Canon Perpetuo´, para lo cual utilizó una parte del escenario y se partió en tres la sala grande. Y en  2004 se hizo una tercera obra que se llamó ´Ritual Mecánico´, que funcionaba en lo que sería el bajo escenario del antiguo teatro. Con cada obra se fue construyendo un espacio nuevo dentro del mismo teatro».

La ultima etapa teatral

“Con ´Ritual Mecánico´ empezó a trabajar con nosotros Beatriz Catani, que también dirigió algunas obras. Se armó otra movida además de la de Quico García. Beatriz es una referente a nivel mundial y el Princesa fue su base de operaciones, utilizando espacios de ese lugar gigantesco”, recordó Gismondi.

Para el 2004, empieza a montarse “Patos Hembra”, una obra que va transcurriendo en el tiempo y hay distintas versiones para la cual se utiliza unos jardines que había en la salida de calle 4.

“Lo último fue otra creación de Beatriz, que armó una dramaturgia con fragmentos de obras que transcurrieron en el Princesa. Pero el lugar ya estaba en ruinas, había estado cerrado. Me causó mucha emoción porque volví  después de cinco años y encontré mi caja de discos toda polvorienta”, recordó el actual dueño de Espacio 44.

La obra se llamaba “Nos el Princesa”, la gente entraba a oscuras , con linternas, había un actor guía y una obra que iba trascurriendo en diversos lugares, el público ingresaba en grupos. Empezaba en los jardines, entrando por 4, y a medida que avanzaban encontraban fragmentos de escenas que habían transcurrido en el teatro, entre las sombras y el abandono. Se hicieron varias funciones. Según el archivo de Alternativa Teatral, la última fue en el año 2012.

Nuevo proyecto

En una sesión por videoconferencia, el Concejo Deliberante aprobó en abril del 2020 el proyecto que busca poner en valor, restaurar y ampliar el histórico edificio a través de una iniciativa impulsada por las empresas FINANPRO y ABES.

El proyecto“trata de poner en valor un inmueble que está en el acervo colectivo cultural de nuestra ciudad de La Plata, no sólo recuperar su uso Teatral, sino potenciar con nuevos usos su potencial Cultural, salas de exhibición para obras plásticas, espacios de exhibición para artes audiovisuales, salas para el desarrollo de talleres artísticos sumando una bar gastronómico”, explica el texto de la iniciativa. Sin embargo, por ahora muchos ruidos y pocas nueces.

Salir de la versión móvil