A salvar la ilusión, para evitar otro llanto

Se intenta por estas horas dar por descontado un triunfo opositor en las elecciones presidenciales, pero está claro que aún nada está definido

A salvar la ilusión

Los partidarios del Frente de Todos deben contagiar ilusión como logró hacerlo la Scaloneta

Por Roberto Pascual

“Ahora nos volvimos a ilusionar” resuena hasta el cansancio “Muchachos” para festejar el Mundial de fútbol de Qatar. Y es precisamente esa falta de ilusión el principal enemigo que enfrenta el peronismo de cara a las elecciones presidenciales que están cada vez más cerca.

Hasta ahora los viejos militantes, esos que convertían a la marcha peronista en el centro de sus reuniones y llevan sobre sus hombros, proscripciones, represión y ninguneo nunca bajaron los brazos. Eran conscientes que más allá de las dificultades, enfrente estaban los sectores que apuntaban a limitar sus derechos.

Sin embargo por estas horas el desánimo parece enseñorearse en el movimiento histórico nacido y vigente precisamente por defender a aquellos que menos tienen, pero también para promover un proyecto de desarrollo industrial y autónomo que posibilite el ascenso social para millones de personas al tiempo que asegure la paz social.

Claro, los magros resultados en materia de distribución de los ingresos y la serie de dificultades en la gestión del gobierno de Alberto Fernández genera apatía y hasta anomia entre los votantes y, lo que es más serio, entre aquellos que se presentan o postulan como los nuevos líderes intermedios e incluso hasta se contagian algunos intelectuales.

Que la situación es compleja, repleta de dificultades y sinsabores no es ninguna novedad. Tampoco lo es que la sumatoria de pandemia, guerra, sequía, crisis bancaria y herencia macrista es un combo difícil de enfrentar para cualquiera, en especial cuando los medios de comunicación instalan que la gestión es desastrosa con el acento puesto en el desborde inflacionario, más allá de errores no forzados verdaderamente incomprensibles.

Pero si la situación es dificultosa en especial por la falta de reservas que obligan a rascar el fondo de la olla y replantear acuerdos con acreedores y organismos internacionales, también es cierto que se ocultan los datos económicos positivos, como el crecimiento del 5,2% del PIB confirmado en el año 2022, o un incremento del 9,4% en el consumo privado y de 10,9% en la inversión total en ese mismo período. También se minimiza una baja de la desocupación al 6,3% respecto al 7% de un año atrás, mientras que la tasa de empleo se ubicó por encima del tercer cuatrimestre y del último cuatrimestre del año pasado y, además,  se reducía la subocupación.

Es decir desde los medios de comunicación se intenta consolidar la idea de que la situación económica sigue desmadrada, pese a que indudablemente los datos objetivos no confirman semejante visión apocalíptica, sobre todo porque a mediados de año, la culminación de la obra del gasoducto Néstor Kirchner permitiría que de un déficit en gastos energéticos se podría pasar a un superávit este año a partir de exportaciones de gas.

Pero lo más significativo es que Argentina a partir de mediados de este año dejará de depender exclusivamente de los ingresos de las divisas del sector agropecuario para hacer frente a la tradicional restricción externa que complicó el desarrollo nacional.

Frente a este cuadro de buenas perspectivas a no mucho tiempo, el desafío para la militancia es no bajar los brazos, ni darse por vencido antes de librar una batalla decisiva para el futuro económico, social y político argentino. Por eso es necesario sacar fuerzas de flaquezas y no dejarse estafar por quienes buscan degradar cualquier logro, con su predica desdeñosa de lo nacional y popular.

Pero nada de esto debería asombrar a los partidarios del peronismo, es más es una constante de los últimos 80 año de la vida nacional. Lo novedoso es que por los resultados de algunas encuestas poco confiables se dé por descontado un triunfo opositor y se genere desánimo, contradiciendo la historia que se sintetizó en el “luche y vuelve” que tímidamente reflejaron algunas paredes de parte de quienes ven en Cristina la única capaz de enfrentar con éxito el regreso de propuestas neoliberales que una y otra vez endeudaron al país, fomentaron la desocupación y entregaron la riqueza nacional en una timba que sólo la actitud laxa de la justicia argentina impide que haya detenciones.

Además en plena etapa del retorno al proteccionismo en esta nueva etapa del enfrentamiento por el liderazgo mundial que tiene por protagonistas a Estados Unidos y a China se aferran a viejas recetas de apertura de mercados.

LA MILITANCIA

Frente a esto, desde el movimiento nacional se apostó siempre a la militancia, a la movilización, que una vez más quedó demostrado este 24 de marzo tiene en claro que no quiere una vuelta atrás en temas como los derechos humanos, pero que también espera que el compromiso de mejorar su nivel de vida se cumpla.

Del otro lado, las propuestas son las mismas de siempre; achicar el gasto, devaluar, reducir los derechos de los trabajadores, con la excusa de una nunca probada reactivación del empleo, que como queda dicho más arriba no pasa por su peor momento en términos de ocupación, aunque con remuneraciones siempre atrasadas en su carrera con los precios.

La única novedad significativa es la aparición de un pseudo libertario que propugna un anarquismo donde las corporaciones son las beneficiadas de la falta de control estatal y los sectores más empobrecidos y atrasados de la sociedad deberían rebuscársela como puedan en un revival conservador que sueña con la Argentina preindustrial de fines del Siglo XIX, la misma que entró en crisis con la revolución del Parque de 1890 y forjó los cimientos para el nacimiento de la UCR.

Ante tanto desaliento y mala onda, la militancia peronista debería sostener sus banderas, porque si bien nunca fue fácil, los jóvenes como en los 70 y en los 80, son la savia nueva que impulsa las transformaciones. Eso sí, es imperioso que esta vez no sean estafados con globitos de colores.

En cambio vale la pena recordar un tema emblemático del retorno de la democracia en los ´70s, que remixado se escuchó luego una y otra vez en los estadios de fútbol. ”Yo tengo fe, que todo cambiará. Que triunfará por siempre el amor. Yo tengo fe, que siempre brillará. La luz de la esperanza, no se apagará jamás. Yo tengo fe, yo creo en el amor. Yo tengo fe, también mucha ilusión. Porque yo sé, será una realidad. El mundo de justicia que ya empieza a despertar”, le cantaba Palito Ortega a la renacida democracia en 1973.

Y es precisamente ese canto a la ilusión, a la fe y a la esperanza el mejor antídoto frente a quienes utilizan humillantes metodologías para sostener sus privilegios muchas veces contradictorios entre sí.

Frente a esto también vale recordar a «Muchachos», porque la ilusión nos puede poner a salvo de algunas de esas finales que nos hacen llorar tantos años.

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