Sumarse a los BRICS o volver a las relaciones carnales

El anuncio de que Argentina se sumará junto a otros cinco países al bloque que integran Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica volvió a dejar en claro las posturas antagónicas que disputarán en octubre las elecciones presidenciales

Por Roberto Pascual
El general Juan Domingo Perón solía decir que “la verdadera política de un país es su política internacional” y advertía “que se han aprovechado y birlado nuestras riquezas nacionales”. Y es cierto, Argentina es un país inmensamente rico en recursos, pero generalmente no los supo aprovechar en favor de buena parte de su población y esa riqueza quedó en manos de unos pocos que “tenían la vaca atada” o “tiraban manteca al techo”.

De allí que el ingreso del país a los BRICS, el grupo de países en vías desarrollo que integran Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, marca un antes y un después en esa agenda internacional, dado el significado que ya tiene y seguramente adquirirá el grupo con la incorporación además de Argentina de Arabia Saudita, Irán, Emiratos Arabes Unidos, Etiopía y Egipto.

Frente a estos, los dos principales candidatos que disputarán con Sergio Massa la opción de convertirse en el próximo presidente argentino, manifestaron su enérgico rechazo a sumarse al flamante grupo ampliado por cuestiones de neto tinte ideológico y claramente alejado a una visión pragmática de un mundo en el que les podría tocar interactuar.

La gestión de Alberto Fernández estuvo marcada además de enfrentar fenómenos impredecibles como la pandemia, la sequía o la guerra de Rusia con Ucrania con una constante renegociación de la deuda dejada por la administración de Mauricio Macri que marcaron toda su presidencia, con un crédito sin precedentes del FMI anclado a fechas de repago imposibles de cumplir para la economía argentina.

Así las sucesivas y cada vez más severas exigencias del organismo tensaron la relación con el gobierno nacional al que exigió una devaluación a la que finalmente el equipo que encabeza Sergio Massa debió acceder para recibir desembolsos por 7.500 millones de dólares destinados a cancelar deudas con el mismo organismo y generando una ingeniería financiera inédita a las que se debió apelar para no entrar en default.

Así las cosas, como en pocas otras ocasiones en la vida nacional quedó a la luz pública las demandas muchas veces dogmáticas e insensibles del FMI respecto a las necesidades de sus deudores, lo que claramente explica el deseo de, como ya hizo Néstor Kirchner en enero de 2006, cancelar la deuda con el organismo que en el primer gobierno kirchnerista se concretó pagando en efectivo 9.810 millones de dólares.

Pero más allá de la deuda en sí, el tema central del vínculo con el Fondo son las condicionalidades para otorgar nuevos desembolsos, aún sujetos a revisiones que finalizan en el segundo semestre del año entrante para acceder al resto de las cuotas comprometidas en el programa de facilidades extendidas alcanzado en 2022, por el cual se refinanció la deuda por 45.000 millones dólares contraídos durante la administración Macri..

El ingreso a los BRICS y a una posible financiación del Nuevo Banco de Desarrollo que preside la ex presidenta brasileña Dilma Rousseff (que ya lleva otorgado préstamos por 32.800 millones de dólares para emprendimientos de distinto tipo entre ellos algunos destinados a Uruguay, Egipto y Bangladesh), es una opción que cada vez se ve con mayor simpatía desde el gobierno ante el creciente endurecimiento del FMI de cara a cada nuevo desembolso.

Frente a esto desde la oposición se enarbolaron banderas ideológicas, como no podía ser de otra manera en candidatos que desdeñan el interés nacional, al que degradan de cara a un alineamiento con los supuestos centros de poder mundial, en especial a Washington que suele pagar con monedas y gestos devaluados tanta genuflexión. O en otros términos como diría el canciller Santiago Cafiero: “no nos piden tanto”.

Patricia Bullrich sin medir las consecuencias de sus dichos justificó su rechazo alegando a la «invasión en Ucrania» por parte de Rusia y el ingreso de Irán al BRICS. «Es un país con el que tenemos una herida profunda abierta por los ataques en nuestro territorio» y prometió la salida del bloque ante una eventual administración a su cargo. «Nosotros creemos en un orden internacional basado en reglas para preservar la paz y el respeto del derecho internacional. La Argentina bajo nuestro gobierno no va a estar en BRICS». «Concuerdo», expresó por su parte el expresidente Mauricio Macri .

No menos ideológicos fue el rechazo de Javier Milei que consideró que el bloque está conformado por «comunistas», olvidando que la caída del muro de Berlín significó un antes y un después del orden bipolar surgido después de la Segunda Guerra Mundial .

Las críticas de Milei originaron la respuesta de la Cancillería china y le sugirió viajar hasta ese país para cambiar de opinión respecto de lo que es «la libertad». “Si el señor Milei visitara China y experimentara por sí mismo, es probable que llegue a conclusiones muy diferentes a la pregunta sobre si el pueblo chino es libre o no y si el país es seguro o no”, afirmó Wang Wenbin, vocero del ministerio de Relaciones Exteriores. 

Las posturas de ambos candidatos son peligrosas porque valdría la pena recordar cuál sería el cuadro de situación del país de no haber podido acceder al salvavidas que significó el swap chino y cuál sería el destino del intercambio comercial argentino si se perdieran el primer y segundo socios comerciales del país como son Brasil y China.

Es más, en el caso de Milei, además de exhibir un dogmatismo a favor de lo occidental casi aberrante se permite lanzar globos de ensayos tales como su deseo de trasladar la embajada argentina a Jerusalén, una medida que casi ningún país del mundo adoptó y es rechazada incluso en Israel, salvo por los sectores más radicalizados o por los republicanos aliados a Trump.

Tanto Milei como Bullrich con sus matices plantean volver a los 90, con un alineamiento automático a las posiciones de Washington es decir en términos del ex canciller Guido Di Tella a las “relaciones carnales”.  Claro los tiempos han cambiado y ese mundo unipolar surgido con la caída del Muro de Berlín ya no existe y en cambio se está consolidando una multipolaridad cada vez más acentuada, donde los BRICS están llamados a ser protagonistas.

Y en ese sentido, pertenecer al bloque, lejos de ser contraproducente es un activo para interactuar con países que crecen a un ritmo cada vez más acelerado y que por añadidura demandan nuestra producción, como suele no suceder con otros protagonistas internacionales, siempre dispuestos a levantar nuevos impuestos y medidas pararancelarias para frenar el ingreso de nuestras exportaciones, como demuestran hasta el hartazgo Estados Unidos con los limones, las carnes o el biodiésel y la Unión Europea ante los cereales transgénicos argentinos.

Está claro que en ambos casos el regreso a un proyecto de relaciones carnales tiene su anclaje o bien en las necesidades de sectores profesionales claramente alineados al mundo financiero del que provienen entre otros el propio Milei y su ladero y candidato a jefe de gobierno porteño Ramiro Marra o a los clásicos dueños de la tierra argentinos, esos que protagonizaron la rebelión contra la resolución 125 durante el gobierno de Cristina Kirchner y que sostienen a capa y espada una concepción agroexportadora anacrónica y que se ven amenazados por el crecimientos de una nueva estructura productiva del país, donde pierden capacidad de condicionar, como hasta ahora, las políticas económicas de Argentina.
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