El factor Lula en el escenario político brasileño

La decisión de Edson Fachin de anular las condenas del ex presidente en el ámbito de la Lava Jato generó no sólo la devolución de los derechos políticos de Lula, sino una reconfiguración del mapa político de cara a 2022

Especial por Ana Laura Dagorret (desde Río de Janeiro).- Eran casi las tres de la tarde del lunes 8 de marzo cuando se conoció la anulación de las condenas del ex presidente, Luis Inácio Lula Da Silva, por parte del Ministro de la Corte Suprema, Edson Fachin. La noticia irrumpió como una bomba en el escenario mediático y político de Brasil.

En lo que fue un reclamo constante de la defensa del ex presidente desde el inicio de las investigaciones, el Ministro Fachin entendió que la justicia de Curitiba, que llevaba adelante la causa lava jato y que investigaba los desvíos de dinero en la empresa Petrobras, no debió actuar para juzgar y condenar a Lula por una cuestión de jurisdicción.

Con esta decisión, las condenas del ex presidente pasaron a ser anuladas y las causas en las que fue investigado y condenado ahora deberán ser reevaluadas por un tribunal del Distrito Federal. De esta manera, el ex presidente recupera el derecho de ser candidato a presidente en 2022, un panorama con el cual ni el actual gobierno ni la oposición anti Partido de los Trabajadores (PT) estaba contando.

La (demorada) decisión judicial

Si bien los reclamos acerca de la competencia de la justicia federal de Curitiba para juzgar a Lula siempre estuvieron en debate, fue sólo este lunes que la Corte Suprema le dio la razón a la defensa del expresidente.

No se trata de si Lula tuvo un juez parcial o si el proceso estuvo viciado (algo que también es objeto de discusión en la Corte), sino de dónde y quienes deberían haber sido las autoridades competentes para juzgar al expresidente.

La demora en el análisis del habeas corpus presentado por la defensa encuentra como motivo fundamental, según algunos analistas políticos, la necesidad de desestimar el pronunciamiento de la Corte Suprema acerca de las acciones del ex Ministro de Justicia, Sergio Moro, como juez en las causas en las que Lula fue condenado. En esa tesis, la decisión de Fachin busca ahorrarle a Moro la suspensión como juez de la causa lava jato y, así, salvar lo que queda de la ya finalizada operación. Como el principal problema era la competencia y ese asunto ya fue resuelto, entonces ya no habría por qué discutir la suspensión del ex juez.

Sin embargo, no fue ese el parecer de Gilmar Mendes, otro de los Ministros de la Corte, quien al día siguiente de la decisión de Fachin puso en la pauta de discusión la suspensión de Moro «por haber sido beneficiado directamente con la prisión del expresidente». Según Gilmar Mendes, el hecho de Moro haber aceptado el cargo de Ministro luego de la elección que Bolsonaro ganó y de la cual Lula fue impedido de disputar, significa que el exjuez actuó en beneficio propio y no en virtud del debido proceso.

Sea cual sea el motivo por el cual esta decisión judicial aparece ahora (cinco años y 580 días de prisión después), lo cierto es que en la práctica devuelve los derechos políticos a Lula. A su vez, presenta un panorama de inminente polarización y gran preocupación para el arco político que garantizó la elección de Bolsonaro como presidente en 2018 y que ahora posa como oposición.

Pandemia y vacunas

Mientras el país contabiliza más de 1.800 muertes cada 24 horas en los últimos días, la llegada de Lula al escenario como posible candidato en 2022 significó un reajuste de la estrategia del propio presidente brasileño. Si bien mucho se dice acerca del beneficio que representa para Bolsonaro esa polarización, lo cierto es que ni en el peor escenario el actual mandatario se imaginó disputar con el expresidente, quien dejó su mandato en 2010 con 87% de aprobación y que en 2018 aparecía como favorito.

Luego de Lula discursar durante una hora y media tras la decisión de Fachin y enfatizar en la necesidad de adquirir vacunas para acelerar la inmunización contra el COVID19, tanto Bolsonaro como sus hijos corrieron detrás de ese discurso y cambiaron el «la vacuna no puede ser obligatoria» por el slogan «nuestra arma es la vacuna», una estrategia desesperada y atropellada luego de meses de negacionismo y la defensa de remedios ineficaces.

«Cuando yo era presidente [durante la epidemia H1N1] vacunamos a 80 millones de personas en tres meses» declaró Lula en su discurso. Poco después mandó a no obedecer «ninguna decisión imbécil del presidente o del Ministro de Salud. Tomen la vacuna porque es una de las cosas que los pueden liberar del COVID».

Algunas horas después, Bolsonaro y sus ministros, todos de máscara facial, promovieron un acto donde anunciaron la compra de dosis. El presidente hizo uso de la palabra para, después de meses de provocar aglomeraciones, negar la eficacia de la vacunación y hasta cuestionar el uso de máscaras, finalmente declarar que «nuestra arma es la vacuna».

En la misma semana, la columnista del diario O Globo Vera Megale informó que tres meses atrás, Lula y los tres ex ministros de salud José Gomes Temporão, Alexandre Padilha e Arthur Chioro se reunieron con Kirill Dmitriev, director del Fondo de Inversión Directa de Rusia (RDIF), que financió el desarrollo del Sputnik V, con el fin de traer «una vacuna buena, segura y eficaz» a Brasil. La gestión facilitó la compra de 37 millones de dosis del inmunizante por parte del Consorcio de gobernadores del nordeste y el ingreso de la Sputnik al plan nacional de inmunización del Ministerio de Salud.

Con el mismo objetivo, Lula envíó una carta firmada en conjunto con la ex mandataria Dilma Rousseff al presidente chino Xi Jinping, donde se hicieron las gestiones diplomáticas ausentes en la gestión Bolsonaro y necesarias para la llegada de insumos para la fabricación de los inmunizantes.

Ante ese escenario y tras incontables declaraciones del clan presidencial contra la vacunación y específicamente contra la vacuna china, las disculpas del tipo «yo nunca fui contra las vacunas» de Bolsonaro resultan desconcertantes incluso para los propios seguidores del presidente, que debieron alterar el discurso de forma sorpresiva.

El factor Lula

El discurso del ex presidente Luis Inácio Lula Da Silva fue uno de los más contundentes de los últimos tiempos. En él no sobraron críticas a la actual gestión, al exjuez y exministro Sergio Moro y a los fiscales de la causa lava jato, así como también a los medios de comunicación que sirvieron de escenario para la televisación de operaciones policiales y prisiones de políticos y empresarios.

Más allá del contenido, el alcance enseguida pudo verse reflejado tanto en redes sociales como en la cobertura mediática, con más de 2,5 millones de menciones en twitter y más de 100 medios internacionales en la conferencia de prensa.

A su vez, las afiliaciones al Partido dos Trabalhadores aumentaron en un 828%  según informó el propio partido. Videos de personas mayores tomando la vacuna en todo el país y dando palabras de apoyo al sistema de salud y al expresidente también se viralizaron por redes sociales, dando dimensión del alcance de las palabras de Lula en el actual escenario político, social y sanitario brasileño.

En otra esfera y anticipando lo que se viene, el diputado y expresidente de la Cámara de Diputados Rodrigo Maia, del partido Demócratas, publicó en redes que «no es necesario que te guste Lula para entender su diferencia con Bolsonaro. Uno tiene visión de país; el otro solo ve su propio ombligo. Uno defiende la vacuna, la ciencia el sistema de Salud. El otro defiende la cloroquina y un tal spray israelí […] Tengo grandes diferencias con Lula, principalmente en la economía, pero no hace falta ser un fanático para reconocer la diferencia entre el ex presidente y el actual».

El actual presidente de la Cámara de Diputados y supuesto aliado de Bolsonaro, Arthur Lira, fue otro de los que se manifestó tras la vuelta de Lula al escenario político: «Mi mayor duda es si la decisión monocrática [de Edson Fachin] fue absolver a Lula o Moro. Lula puede incluso merecerlo. Moro nunca».

El actual gobernador de San Pablo, João Doria, que tenía intención de disputar la presidencia llegó a admitir que no descartaba la posibilidad de concurrir por un segundo mandato en el estado ante el nuevo panorama político. A su vez, el PSOL también evalúa no presentar candidaturas.

A menos de una semana de irrumpir en el escenario, queda claro tanto a donde estará la disputa en 2022 como la agenda del gobierno brasileño de ahora en más. Con la crisis sanitaria como foco de la gestión del actual gobierno, la preocupación por salvar la imagen de Bolsonaro de cara a la elección de 2022 parece significar la adopción de cualquier estrategia que sirva a los fines alcanzar la reelección.

GENTILEZA Argmedios

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