¿Clases virtuales? No. Con la Polio eran radiales

En 1956, un “virus extraño” comenzó a atacar a los niños y niñas. Venía haciendo estragos en EEUU, la Unión Soviética y en cientos de países. Los ricos se llevaron a sus hijos lejos de las ciudades. La inmensa mayoría se encerró meses y meses en sus casas. Los padres fueron maestros improvisados. Los contenidos escolares se recuperaron. Y se salvaron miles y miles de vidas

Foto de época. Vacunación contra la Polio (Télam)

“Las clases empezaron en julio, y no perdimos el año. Ibamos cuatro horas diarias a la escuela, como siempre, y alcanzaron para finalizar a fines de noviembre, al igual que todos los años. Por supuesto que hubo más exigencias de lo común”.

El relato es del historiador Roberto Miguel Albornoz, quien en 1956, cuando el país se vio azotado por la epidemia de poliomielitis que venía haciendo estragos en el mundo, con Estados Unidos y la entonces Unión Soviética entre los principales afectados, concurría al colegio Obispo Bernabé Piedrabuena, situado a pasos de la Casa Histórica de Tucumán, su provincia natal.

En aquel año, las familias de clases más acomodadas se llevaban a sus niños y niñas al campo o al mar, lejos de las ciudades, pero la inmensa mayoría tuvo que quedarse en sus casas, sin poder salir. Aquel virus que azotaba fundamentalmente a los pequeños había sembrado el terror entre la población, que poco y nada sabía sobre lo que estaba ocurriendo.

No existía la posibilidad de dictar clases virtuales, demás está decirlo. Se suspendieron de cuajo y durante más de medio año. Los padres se convirtieron en improvisados maestros. Improvisados en todo sentido porque nadie mandaba cuadernillos con tareas. Así las cosas, se limitaban a repasar escritura, lectura y contenidos del año lectivo anterior. En algunos casos, muy puntuales y sin organización alguna por parte de la dictadura instaurada a sangre y fuego en 1955, hubo radios que ayudaron a muchos grupos familiares mediante una suerte de “clases a transistores”.

Hoy se cumple casi exactamente un año desde que Natacha Misiak, licenciada en Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Matanza y redactora de contenidos de la Dirección de Comunicación Institucional de la Universidad Nacional de Moreno, escribió en Primera Generación un artículo titulado “Epidemias y educación” donde, entre otros casos, aborda el de la epidemia de polio de 1956.

El 22 de abril de 2020, apenas un mes y dos días después de que el Gobierno nacional decretara la primera y más dura cuarentena desde que la OMS definió al coronavirus como pandemia, Misiak contó que “como sucede en estos días con la pandemia de Covid-19, también en 1956 se suspendieron las clases por varios meses. Las tapas de los periódicos de aquel año dan cuenta de las sucesivas prórrogas del inicio del ciclo lectivo y de las reprogramaciones del calendario escolar”.

En algunos casos, muy puntuales y sin organización alguna por parte de la dictadura instaurada a sangre y fuego en 1955, hubo radios que ayudaron a muchos grupos familiares mediante una suerte de “clases a transistores”

Citó el caso del tucumano Roberto Miguel Albornoz, quien recordó “con orgullo aquella escuela pública donde ‘todos eran iguales: el hijo del profesional, del empresario, del comerciante de la zona, del obrero’”.

Roberto aún conserva la libreta escolar de aquel año, testimonio de que las clases, en su provincia, iniciaron en julio. Mientras tanto, quien le brindaba apoyo era su padre. ‘El mejor profesor era mi papá, un obrero ferroviario con estudios primarios completos. Yo leía de corrido y me entretenía leyendo revistas’”, relató el hombre oriundo del Jardín de la República.

En el portal eltucumano se dio testimonio de las buenas calificaciones que en ese muy particular ciclo lectivo obtuvo Roberto, entonces de apenas 6 años, así como de la cantidad de materias para un niño de 1º grado: Aritmética, Lectura, Identidad Nacional, Historia, Geografía, Ciencias Naturales, Instrucción Cívica, Geometría, Religión, Urbanidad, Escritura, Dibujo, Canto y Música, Gimnasia, Trabajo Manual, Higiene y Primeros Auxilios, Economía, Ortografía, Aseo, Física y Química… y había más.

“La escuela era muy difícil”, recordó el historiador. “Mi papá llegó hasta 6º grado y con eso era suficiente para conseguir trabajo. Él era quien me ayudaba con las tareas cuando lo necesitaba”, reiteró.

La llamada Revolución Libertadora, que derrocó sangrientamente al peronismo en el poder en 1955, fue dramáticamente ineficaz por su negación a reconocer la epidemia para controlar el brote de poliomielitis que tuvo el país en 1956, con 700 niños muertos y 7.000 víctimas de parálisis parcial o total (elciudadanoweb.com)

Aparte de que Roberto iba a la escuela solo con apenas 6 años, mitad a pie y mitad en tranvía, a diferencia de muchísimos de los niños y niñas de hoy que lo hacen acompañados en colectivo, en transporte escolar o en autos particulares, el ex alumno del colegio Obispo Bernabé Piedrabuena recordó: “yo leía la revista Billiken o algunos libros. A la tarde me gustaba escuchar por radio Las Aventuras de Tarzán. Y cuando mi papá volvía de trabajar me sentaba con él para avanzar en mis aprendizajes”.

“En tiempos de cuarentena, actualmente algunos chicos están recibiendo en sus celulares clases virtuales. Para entretenerse, en tanto, las redes sociales, YouTube, Netflix y los videojuegos aparecen más atractivos que la radio. No obstante, Roberto ponderó la educación que recibieron tanto él como su padre. ‘Quiero mucho a la educación pública. Porque nos capacitó a todos para trabajar y defendernos. No existían los colegios privados (laicos), sólo los religiosos y los públicos. De la escuela pública salías preparado para todo’, concluyó uno de los sobrevivientes de aquella pandemia que, tiempo después, encontró su vacuna”, reseñan en el sitio de la provincia del noroeste.

NIÑOS ANTE LA POLIO, ADULTOS MAYORES FRENTE AL COVID

Natacha Misiak subrayó que la diferencia central entre aquella epidemia y la actual pandemia es que la poliomielitis puso en jaque principalmente la vida de los niños. De hecho, muchos de esos pequeños son hoy los adultos mayores que se encuentran en los grupos de riesgo ante el coronavirus.

“En el recuerdo unánime de todos ellos se halla el cuadradito de alcanfor que sus madres les colgaban del cuello con la esperanza de repeler la enfermedad, aunque las propiedades de esta sustancia no tuvieran eficacia demostrada para la prevención de la polio”, narró.

Los vecinos baldeaban las veredas con jabón y lavandina y pintaban los árboles y los cordones con cal. “En mi barrio eran casi todos italianos. Calabreses y napolitanos que habían venido de la guerra y luchaban contra una enfermedad que no conocían. Los chicos casi no hablaban castellano. Mi familia era una de las pocas argentinas, y yo, medio maestrita ciruela, los ayudaba como podía con los deberes”, recordó Haydée Amanda Vallet, vecina en aquel tiempo de Lomas del Millón (Ramos Mejía), en charla con la periodista matancera.

La poliomielitis afectaba el sistema nervioso, provocaba parálisis en los miembros inferiores y/o superiores y dejaba graves secuelas. En 1955 se descubrió la vacuna, pero las demoras en su fabricación y distribución masiva hicieron que un año después la Argentina viviera el pico de la enfermedad

Susana Vera sumó al trabajo de Misiak otro dato característico de la época: “Los padres con buen poder adquisitivo mandaban a sus hijos al campo o al mar para alejarlos de la epidemia”.

“No salíamos a ningún lado. Estábamos siempre en casa. Fue una cuarentena total para los niños. No comíamos frutas ni verduras crudas. Todo era cocido, y también se hervía el agua. Lo recuerdo desde mi mirada infantil. Me imagino cómo habrán estado mis padres”, rememoró Cristina Travaglini, con infancia también en Ramos Mejía.

Cristina comentó que “si bien no recibía apoyo desde el colegio, estaba la familia. Repasábamos en casa con mi mamá. Eran otros los medios de comunicación. Ni siquiera teníamos teléfono de línea. No existía la tele. Sólo la radio”, detalló.

CLASES RADIALES

“La tucumana Mary Muñoz Talavera recordó que, en su provincia, la radio sirvió como una herramienta para dar clases a los pequeños. Si bien en Argentina ya se habían producido las primeras transmisiones televisivas, aún faltaba para que los televisores se popularizaran en los hogares. La radio seguía siendo la estrella. Mary relató la que tal vez fue una experiencia pionera en la utilización de los medios de comunicación para brindar continuidad pedagógica. ‘Nos daban clases por radio. El programa se llamaba, si la memoria no me falla, La Escuelita Radial. El programa nos ayudó bastante. Daban las clases y al día siguiente hacíamos autocorrección. No era obligatoria, pero nos gustaba porque estaba bien planificada”, destacó la mujer de Tucumán en “Epidemias y educación”.

Natacha observó: “si de algo sirve mirar el pasado es para reflexionar mejor sobre el presente y el futuro. Por eso, tal vez hoy, entre docentes estresados, estudiantes agobiados con tareas, familias desbordadas y burocracias exigentes, valga saber que en algún momento de la historia argentina también las clases se suspendieron por meses y la vida siguió, porque, en definitiva, lo que importa es que la vida siga”.

“Seguramente, quienes vivieron aquella epidemia jamás imaginaron que, décadas después, iba a existir algo llamado movimiento antivacunas, que no sólo pone en duda su eficacia y seguridad, sino que hasta promueve no inmunizar a los pequeños. Es que el alivio a tal pesadilla llegó con la vacuna Salk, que era inyectable y se aplicó hasta el desarrollo de la Sabin, de administración oral y que integra el calendario nacional de vacunación hasta nuestros días. Nuevamente, también las escuelas fueron protagonistas, ya que muchas de ellas fueron el lugar donde se suministraron las vacunas contra la polio”, remarcó Misiak.

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