No es Alberto o Cristina, es Alberto y Cristina (o tronará el escarmiento)

Los gobernantes, los candidatos, funcionarios, diputados e intendentes dicen que a ellos también les duele la pobreza. Tendrán que ponerse un par de zapatillas y embarrarse para demostrarlo. Pues desde los programas de TV y los despachos, ya se vio el domingo que se pierde noción de la realidad

Alberto Fernández y Cristina Fernández (crédito foto: El Canciller)

Estuve charlando con varios amigos, todos ellos peronistas hasta la médula que el domingo pasado fueron a votar (muy) enojados, sobre la carta abierta de la dos veces ex presidenta de la Nación, actual vicepresidenta y estratega del triunfo del peronismo en 2019, Cristina Fernández. Y todos, con matices, coinciden en que “era necesario algo así”. Lejos de pensar que ayuda a dividir, a todos les cayó bien la misiva. Es más, les quitó un poco el enojo del domingo. Y uno dijo: “Desde el domingo a la noche hasta hoy es lo único claro y clarificador que escuché en medio de tantos rumores, versiones, mentiras (a granel) y operaciones (a diestra y siniestra)”.

Hay una realidad insoslayable. La derecha argentina -política, mediática y económica- sueña con que el gran sueño que viene soñando desde hace muchos años, es decir, que Cristina Fernández «se jubile» y que el kirchnerismo desaparezca de la faz de la tierra, por estos días y horas podría hacérsele realidad. Pero esto merece dos tipos de abordaje.

En primer lugar, si ese sueño se hiciese realidad el peronismo no sólo no recuperará los votos que el domingo se quedaron en casa sino que perderá muchos más. Y a un nivel más general, se les abrirán las puertas de par en par a políticas que están en las antípodas de lo que quieren y necesitan quienes no fueron a sufragar.

“¿Y vos cómo sabés qué quieren y necesitan quienes no fueron a votar el domingo?”, se podrá preguntar más de uno con razón. Porque hay que ver dónde se produjo el enorme abstencionismo: en los barrios más humildes del país y, en particular, del Conurbano bonaerense. No hace falta ser un cientista político para concluir que esos argentinos y argentinas no están esperando ir “por el mismo camino pero más rápido”, como prometió Mauricio Macri en la campaña 2019, pues serían los primeros en (terminar de) caerse del mapa.

Quienes quieren un peronismo no peronista y en estas horas están jugando fuertísimo para finalmente alcanzar su objetivo, son los de siempre. Los que festejaron, por ejemplo, el sanguinario golpe de estado de 1955, como rememoró en su capítulo ensenadense mediante un trabajo de primerísima calidad el colega Carlos Rango (ver Conmovedores relatos del bombardeo que sufrió Ensenada en el ’55).

Pero no nos detendremos allí. Porque como dice un psiquiatra amigo: “no tenés que esperar un cambio de actitud de quien sabés que nunca cambiará”. El poder económico-mediático que tiene por primera vez en la historia una clara opción política en Cambiemos o Juntos por el Cambio o Juntos, nunca cambiará.

¿Qué diría Evita si viese que los peronistas hacen campaña en programas de TV en vez de caminar todos los días los barrios más humildes para hablar con su gente?

Ahora bien, ¿por qué Alberto y Cristina Fernández ayer “se hablaron” mediante una entrevista periodística (el primero) y una carta abierta (la segunda)? No lo sabemos. Pero de algún modo eso es bueno porque lo que sí sabemos es lo que piensan -mejor dicho, lo que pueden blanquear de lo que piensan- el presidente y la vicepresidenta.

El presidente parece necesitado de dar muestras de independencia. Que se sepa que las cosas se hacen y se harán a su manera, cuando él crea conveniente y junto al equipo de gobierno que él defina. Está muy bien, pero… Si nadie le hace ver que por ese camino el domingo se perdió categóricamente una elección sin que la oposición sume un solo voto respecto de 2019, o sea, por obra y gracia de quienes no fueron a las urnas, allí hay un grave problema.

¿Por qué? Porque a quienes no fueron a votar les importa un bledo si el jefe de Gabinete es Cafiero o Juan Pérez, si algunos grandes empresarios le enviaron al presidente un mensaje de apoyo (algo con lo cual, dicen que dicen, estaban exultantes cerca de Alberto Fernández), o la palmada en la espalda de ciertos gobernadores y de los «popes» de la CGT. Lo que les importa es que las políticas socioeconómicas puestas en práctica hasta aquí no sólo no revirtieron la debacle que les provocó el macrismo sino que en muchos casos la empeoró.

¿La pandemia? Por supuesto. Pero incluso en la pandemia se podrían haber dado signos inequívocos de otro rumbo a tomar. Y como ya dijimos en 90lineas.com: la no existencia de un gran plan de obras públicas, la quita del IFE en pleno pico de la segunda ola de Covid, la imposibilidad de controlar la inflación… En otras palabras, lo que desde los sectores internos más críticos denominan “falta de un shock redistributivo”, hizo que en los márgenes de la sociedad nadie encontrara motivación para ir a votar.

¿Qué diría Evita si viese que en medio de una tremenda crisis socioeconómica y sanitaria un gobierno peronista se preocupa por el equilibrio fiscal y quita la ayuda directa a los desempleados?

Cristina Fernández, por su parte, dio la sensación de estar harta de que se digan miles de mentiras y que el hombre que ella hizo presidente no saliera a desmentirlas. Pero le aclaró -aunque él lo sabe- que ella “no traiciona”, que ella no es Cobos, y lo invitó a relanzar el Gobierno e ir para adelante (por un camino peronista).

En ese contexto, como de aquí a noviembre no hay tiempo de implementar políticas que no se implementaron hasta el domingo (o, al menos, de ver sus resultados), si no hay división y ambos dos se deciden a empezar a revertir las cosas, con que un pibe o piba con una remera estampada con el rostro de Evita camine los barrios para explicarle a la gente que “se trata de dos modelos de país distintosno alcanzará ni mucho menos.

Alberto Fernández y Cristina Fernández y Martín Guzmán deberán ponerse un par de zapatillas y embarrarse un día sí y al siguiente también para ir a hablar con las gentes que se encuentran en ese 50% de pobres, un número que duele en el alma.

Le duele a los pobres. El presidente y la vice, los candidatos, muchos funcionarios, diputados e intendentes dicen que a ellos también. Tendrán que demostrarlo. Pues desde los programas de TV y los despachos, ya se vio el domingo que se pierde noción de la realidad.

Leandro Santoro suele decir que en la Argentina ya no se trata de campo o industria, sino de campo e industria, ni de estado o mercado sino de estado y mercado… No es Alberto o Cristina, sino Alberto y Cristina. De lo contrario, no sólo se habrá defraudado a millones sino que -muchísimo peor aún- se habrá puesto su futuro en manos del liberalismo. Y la historia no los redimirá, como no lo hizo con los que se subieron a los botes del Titanic y luego no regresaron a buscar a quienes se estaban ahogando. Queda una oportunidad. Una.

¿Qué diría Evita si viese que en un país con 50% de pobreza el peronismo se pelea por quién es el jefe de Gabinete o el ministro de rock and roll?

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