El trovador de La Plata que nació, vivió y murió de maneras increíbles

Facundo Cabral tuvo una infancia muy dura, fue abandonado por su padre apenas horas antes de nacer en nuestra ciudad. Su madre lo anotó ocho años después, fue mudo hasta los 9 años y analfabeto hasta los 14. Peleó contra un cáncer fulminante al que le ganó, se quedó ciego y encontró la muerte en Guatemala mientras un narcotraficante lo llevaba al aeropuerto para volver a Argentina, luego de un recital. El pregonero de la paz y que odiaba las armas, recibió tres disparos que acabaron con su vida en milésimas de segundos en el año 2011 a sus 74 años

Facundo Cabral

Facundo Cabral

En 1996 la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) declaró a Facundo Cabral «Mensajero Mundial de la Paz». Ironía del destino. El trovador platense murió enredado en un hecho de extrema violencia, recibiendo tres disparos, dos balas dieron en su cabeza y la otra en el centro del pecho.

Un día impreciso, en La Plata, Sara dio a luz a su séptimo hijo. Anotó a ese niño con el nombre de Rodolfo siete u ocho años después y dijo que había nacido el 22 de mayo de 1937. Ese chico fue mudo  -se negaba a hablar- hasta los 9 años,  analfabeto hasta los 14, de adulto enviudó trágicamente a los 40 y conoció a su padre, Rodolfo, a los 46 porque éste ya lo había abandonado un día antes de que naciera.

El trovador de las cosas simples, sabio e intelectual de la música, el que no era «de aquí ni de allá», recibió una de sus peores noticias a los 68 años cuando los médicos le diagnosticaron un cáncer terminal, entre otras enfermedades, del que terminó salvándose luego de cuatro años de tratamiento en Estados Unidos.

A sus 74 años, ya ciego, ese hombre libre que aseguraba que «el azar sabe lo que hace», encontró la muerte al quedar atrapado entre las redes del narcotráfico y el crimen, sin tener nada que ver, «sin comerla ni beberla», fue asesinado a balazos mientras viajaba en un auto, de acompañante, hacia el aeropuerto para regresar desde Guatemala -donde había dado un recital- a la Argentina. Aquí en el país lo esperaban los médicos para continuar con otro tratamiento de quimioterapia, uno más…

«Mi madre me decía Facundo, pero me anotó como Rodolfo, el nombre de mi padre, porque en esa época los nombres de los caudillos como Facundo Quiroga estaban prohibidos», contó el poeta y cantautor durante una entrevista que le realizó Juan Carlos Kreimer cuando cumplió 70 años en 2007, y recordó:  «Sara me anotó cuando yo tenía siete u ocho años. Ella creía que yo había nacido en el 37 y hacia finales de mayo. Por eso cuando me preguntan de qué signo soy les digo que le vayan a consultar a mi vieja», soltó con su característico tono de voz y esa paz que irradiaba al hablar.

A sus 70 años y a pesar de sus problemas de salud, Facundo seguía viajando como cuando era joven. La diferencia era que ya entrados los años 2000, tenía lugar seguro a donde volver porque había dejado de vivir en distintos hoteles como era su costumbre; aprovechando la oferta de unos amigos, logró comprar la habitación 509 del Suipacha Suites, un coqueto hotel del centro de Buenos Aires. Y era la única propiedad que declaraba tener sobre la Tierra: «Me va llegando la hora, y la idea es terminar mis días como los viví: en un hotel y entre libros», dijo Cabral en la extensa nota realizada por Kreimer.

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Aun de día las persianas donde vivía Cabral estaban cerradas y la habitación en penumbras. Solamente de esa manera sus ojos conseguían ver a través de los gruesos lentes verde oscuro. Todavía no había cumplido sus 60 años cuando a causa de una descompensación glandular, el trovador empezó a tener problemas en la vista y ya a sus 70 años no podía salir solo a la calle, había quedado ciego.

Discografía de Facundo Cabral: El Carnaval Del Mundo, Cabralgando, Hombre De Siempre…, Mi Vida, Con Waldo de los Ríos, Facundo Cabral, Pateando Tachos, Entre Dios y El Diablo, Ferrocabral, Cabral En Vivo, El Mundo Estaba …, Secreto, Recuerdos De Oro, Lo Cortez No Quita Lo Cabral y Cortezías y Cabralidades

SU INFANCIA Y SU EXPERIENCIA CON PERÓN Y EVITA

Facundo era el último de siete hijos y fue criado por su madre y su abuela.

Cuando le preguntaban, Cabral recordaba a su  abuela leyendo a autores anarquistas como Proudhon y Bakunin, a los gritos y con profunda emoción. Estaba convencido de que si su abuela hubiese conocido al Che lo habría seguido a Sierra Maestra. La suerte quiso en cambio que viviera en Berisso, casada con un coronel que pasaba sus días en los lugares más remotos.

«Él se creía un tipo muy importante que estaba defendiendo las fronteras de la patria, pero lo mandaban a los lugares más lejanos para que no jodiera a nadie. Yo suelo decir que García Márquez me plagió Cien años de soledad aprovechando que a mí todavía no se me había ocurrido. Teniendo un abuelo coronel hasta tengo más derecho que él», sostuvo en la entrevista que le realizaron cuando cumplió sus 70.

Durante los primeros años de vida, Facundo se negó a hablar de forma tan rotunda que su mamá supuso que era mudo: «Yo tenía lo que en esa época se llamaba debilidad mental. Los médicos le dijeron a mi madre que no se hiciera muchas expectativas porque iba a ser muy difícil que alguna vez su hijo pudiera hacer un trabajo intelectual o responsable. Tengo muy presente la respuesta de mi madre: ´No importa, con lo que haya vamos a hacer lo máximo´”, contó en vida el cantautor y poeta.

La falta de sustento obligó a los Cabral a ir cambiando de pueblo y de ciudad, siempre hacia el sur. Tanto él como sus hermanos y su madre trabajaban en lo que podían, comiendo salteado y durmiendo muchas veces en la calle. De sus siete hermanos, Facundo vio morir a cuatro, y nunca pisó una escuela. La familia en pleno había llegado a la Patagonia cuando él decidió volver a Buenos Aires. Tenía 9 años.

La anécdota la contó en varias oportunidades antes de su trágico final: 

– Era el año 46, Perón recién había subido y yo había escuchado que daba trabajo. Por eso me fui a Buenos Aires a pedírselo.

Entonces hizo miles de kilómetros a pie, en autos y camiones, montado a motos y caballos, y en tren (sin pagar boleto).

– Cuando llegué, en la estación de trenes de Constitución le pregunto a un tipo dónde podía hablar con el presidente Perón. Entonces el tipo me dice: “Es fácil, ¿ves esta avenida grande? Es la 9 de Julio. Vos seguí derecho y doblas en la Avenida de Mayo. Caminas unas cinco cuadras y llegas a una plaza, ahí vas a ver una casa pintada de rosado”. Yo ya me iba cuando el tipo me paró. Se dio cuenta de que me lo había tomado en serio. “Es difícil que te atienda —me dijo—, los presidentes son personas muy ocupadas”. Entonces me explicó que Perón iba a ir a un Tedeum en la Catedral de La Plata al otro día. Dejó el negocio para comprarme un pasaje, un sándwich y una bebida que se llamaba Bidú Cola.

Facundo emprendió el viaje nuevamente y una vez en nuestra ciudad fue a Plaza Moreno, a dos cuadras de la casa en donde había nacido.

– Dormí en la vereda, cerca de la catedral. A la mañana empezó a llegar gente y gente. No terminaba nunca. Sólo volví a ver algo así en la India o en China. A eso de las doce apareció el auto. Tengo la imagen acá, como una película. Era una escena para Visconti. Dobla el auto descapotable. Atrás, de pie y a la derecha, iba Perón, y Evita a su lado, saludando. Cuando el auto de Perón estuvo cerca pasé el cordón de seguridad y un policía me alcanzó, pero como Perón estaba saludando para ese lado le dijo que me soltara. Los autos en esa época tenían estribo, me subí y Perón me dice: “¿Querías hablar conmigo?”.

El niño Facundo le pidió trabajo al general, y eso llamó la atención de su esposa: “Por fin alguien que pide trabajo y no limosna”, le dijo Eva, y ordenó a uno de sus asistentes que se encargara del chico.

– Me llevaron a una escuela cerca de calle 1, en La Plata. Me duché, me dieron ropa nueva, comí comida caliente… me trataron como si llegara hoy a un hotel de cinco estrellas.

Al otro día lo llevaron a Buenos Aires, donde Evita lo atendió en su oficina y lo puso en contacto con los pilotos que lo llevaron en avión, de regreso a su casa en la Patagonia.

– Cuando llegué, mi madre no lo podía creer. Me había dado por perdido y tres meses más tarde aparecí en avión y con una carta personal de Eva Perón ofreciéndole trabajo de celadora en una escuela de Tandil, al sur de la provincia de Buenos Aires. 

Y hacia allí fueron.

SU TRÁGICA MUERTE

El 22 de mayo de 2011 Facundo Cabral cumplía 74 años. Ese mismo año, ese hombre libre, encontraría la muerte de la manera menos imaginable, al menos para alguien que pregonaba la paz en sus canciones y que siempre estuvo fervientemente en contra de cualquier manera de violencia.

Todo ocurrió la noche y madrugada del 8 y 9 de julio de ese año. En gira, lo contrataron para tres recitales en el teatro Roma, ciudad de Qetzaltenango, Guatemala. En los tres, a sala llena, lo aplaudieron de pie. A medianoche volvió al hotel. El Tikal Futura. Pero en el lobby se encontró con Henry Fariñas, el hombre que lo contrató.

–¿Cómo vas a ir al aeropuerto?

–En ómnibus. O en taxi.

–Olvídate. Te llevo en mi auto. Salimos a las cinco de la mañana.

Facundo se acostó cerca de la una y media. Ya a esa hora, afuera, esperaban tres camionetas: el siniestro plan estaba en marcha. A las cinco, con lluvia y un calor pesado como un grueso manto, subió al auto de Fariñas. Arrancaron. Pero casi enseguida, al entrar en la avenida Liberación, las dos camionetas les cerraron el paso. Dos de los cuatro hombres bajaron con armas automáticas y las descargaron contra el auto de Fariñas, que apenas sufrió una herida leve. Pero Facundo murió en el acto: dos balas en la cabeza y una en el centro del pecho.

Según publicó Infobae sobre el hecho, el jefe del atentado era el costarricense Alejandro Jiménez González, alias El Palidejo. Hombre de confianza del Cartel de Sinaloa en Centroamérica. Hombre del Chapo Guzmán. Fariñas también estaba enredado en el narcotráfico. Dueño de un cabaret en Costa Rica, recibió una oferta de El Palidejo: quería comprarlo, pero pagarlo cash en billetes de veinte dólares. Un claro lavado. Fariñas se negó para no cargar con semejante volumen, y exigió una transferencia bancaria. Legal. Y El Palidejo lo condenó.

Pero algo más había en el aire. Según la policía, Fariñas se quedó con un envío de droga que debía recibir el hombre del Chapo.

EL CANTOR

Facundo (Rodolfo Enrique Cabral) dejó un vasto legado de música, poesía, paz. Treinta y cinco discos, desde Facundo el Creador (1971) hasta Cortezías y Cabralidades (1998), a dúo con Alberto Cortez: de allí la zeta… Y siempre sin olvidar su más famoso tema: No soy de aquí / ni soy de allá.

Decía: «Escribí unos veintidós libros sin títulos y sin mi firma, gané tres discos de oro y dos de platino, y se los regalé a un taxista. Pesaban demasiado, y yo nunca tuve casa: siempre viví en hoteles».

Luego de ese encuentro con Perón y Eva, Facundo se trasladó a Tandil, donde realizó todo tipo de tareas, limpiando veredas o como peón en las cosechas. En 1959 ya tocaba la guitarra y cantaba folklore, siendo sus ídolos Atahualpa Yupanqui y José Larralde, entonces se trasladó a Mar del Plata donde pidió trabajo en un hotel, el dueño lo vio con su guitarra y le dio la oportunidad de cantar.

Así comenzó su carrera dedicada a la música, siendo su primer nombre artístico «El Indio Gasparino» , sus primeras grabaciones eran las llamadas comerciales y no tuvieron mayor repercusión, convirtiéndose luego en Facundo Cabral.

Alberto Cortez en 1970, grabó «No Soy De Aquí, Ni Soy De Allá» y su nombre se hizo conocido alrededor del mundo.

Influenciado en lo espiritual por Jesús y Ghandi, en literatura por Borges y Whitman, su vida tomó un rumbo espiritual de observación constante a todo lo que le ocurría a su alrededor, no conformándose siempre con lo que veía y su carrera como cantautor tomó el rumbo de la crítica, incomodando a muchos.

En 1976 enmarcado como cantautor de protesta, dejó Argentina y se exilió en México, donde continuó componiendo y peregrinando, nómada incansable, llevó su pensamiento y su arte al rededor del mundo. (se estima que ha recorrido 159 países, volviendo a muchos de ellos)

En 1984 regresó a Argentina con su nombre consagrado, donde ofreció un recital en el «Luna Park».

El 5 de mayo de 1994 comenzó una gira internacional, donde se presentó en conciertos junto a Alberto Cortes en «Lo Cortes no quita lo Cabral» entrelazando humor y poesía con las canciones que han hecho famosos a ambos.

Facundo Cabral

Como autor literario fue invitado a La Feria Internacional del Libro en Miami, donde habló de sus libros, entre ellos: «Conversaciones con Facundo Cabral», «Mi Abuela y yo», «Salmos», «Borges y yo», «Ayer soñé que podía y hoy puedo», y el «Cuaderno de Facundo».

En reconocimiento a su constante llamado a la paz y al amor, en 1996 la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) lo declaró «Mensajero Mundial de la Paz». Ironía del destino.

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