¿Un género o una moda? Qué fue la música disco

Nació en clubes clandestinos donde los y las homosexuales, los afroamericanos y latinos podían sentirse liberados, al menos por una noche, de la opresiva y hostil sociedad estadounidense de los ’70. Se popularizó a finales de esa década en la megadiscoteca Studio 54, para caer en desgracia en apenas tres años a causa de los excesos y la corrupción de los ricos y famosos. Dejó marcas imborrables tanto musical como culturalmente. El debate está servido

Música disco, ¿género musical o moda?

Hipótesis 1. Fue un género musical con todas las letras, tuvo claras influencias en los grandes del rock y el pop y una larga “descendencia”: si no hubiera existido la música disco no hubiesen nacido la música electrónica, el hip hop, el pop dance, el house y un eterno etcétera.

Hipótesis 2. De ninguna manera se puede considerar a la música disco como un género musical. Fue una gigantesca mezcla de elementos de diversos géneros, como el soul, el funk, el rhythm and blues, el pop, el rock y ritmos latinos. Fue una moda que marcó a fuego una época, pero no aportó nada nuevo ni sustancial al universo musical.

En la famosa escala de grises, entre el blanco y el negro hay numerosos intermedios. Pero abarcar a todos en cuanto a opiniones sobre la música disco es una misión imposible. Por lo tanto, hemos partido del viejo debate entre los extremos, con el mero fin de aportar algunos elementos a la discusión, la cual -creemos a pie juntillas- no puede encararse sin poner a “la disco” (como se la conoció en su época de esplendor) en su contexto social, cultural y político.

Studio 54 fue la meca y la tumba de la música disco (crédito imagen: El País)

Guerra, racismo, homofobia, crisis socioeconómica

Malcom Little, popularmente conocido como Malcom X, fue un ilustrado activista por los derechos civiles de los afroamericanos que, con su discurso radical contra el sistema de los blancos, inspiró, entre otros, a los Panteras Negras, hombres y mujeres de raza negra que no dudaron en armarse para defenderse de las continuas redadas y razzias policiales, la humillación y segregación que sufrían, mientras los gobiernos de los EEUU avalaban por acción u omisión. Malcom X fue asesinado el 21 de febrero de 1965 de 16 tiros, durante un acto repleto de seguidores.

El 4 de abril de 1968, el emblema de los movimientos de afroamericanos por los derechos civiles, Martin Luther King Jr., también fue asesinado. Luther King, con un discurso en favor de la paz y la hermandad entre los seres humanos con fuertes raíces en los evangelios, había cosechado más que simpatía entre vastos sectores de la población blanca. De allí que su asesinato provocó una conmoción que atravesó a más de media sociedad estadounidense.

Las manifestaciones de Stonewall de 1969, tras una violenta redada en un boliche LGTB en Nueva York (crédito imagen: El Periódico)

Aquel año, el creciente malestar por la Guerra de Vietnam -que decenas de millones de estadounidenses no comprendían ni aceptaban- y las también crecientes tensiones raciales que se profundizaron hasta el infinito con el asesinato de Luther King, provocaron revueltas en 125 ciudades; todas fueron violentamente reprimidas.

El 28 de junio de 1969 se produjeron los disturbios de Stonewall. Decenas de miles de personas se manifestaron en las calles luego de que la policía realizara una brutal redada en un club de gays y lesbianas situado en Greenwich Village, en Nueva York.

Todo ello enmarcado en una fuerte crisis socioeconómica que, como todas las crisis, afectaba a los sectores más vulnerables, y en la Guerra de Vietnam que había nacido en 1955 y no tenía fecha de vencimiento. Hasta que en 1975 los EEUU decidieron marcharse del país asiático, derrotados y dejando cicatrices en la sociedad que llegan hasta nuestros días.

La película Fiebre de sábado por la noche fue un «arma» clave para masificar la cultura disco a nivel mundial (crédito imagen: BBC)

Bailar y bailar, olvidar y escapar

Aquella blanca e intolerante sociedad estadounidense, que había visto trastabillar el sueño americano de la mano del masivo movimiento contracultural (hippie-rockero) que tocó el cielo con las manos en el festival de Woodstock de 1969, descartaba a diario, lisa y llanamente, a las personas de raza negra, a los y las homosexuales y a las mujeres, salvo a quienes se adaptaran al sistema capitalista liberal, millones mediante, claro está.

Ya a principios de los ’70, incluso algunos hablan de finales de los ’60, en clubes clandestinos de Nueva York y otras grandes ciudades, como Chicago, negros, homosexuales y, en menor medida, blancos que se sentían marginados de la sociedad, comenzaron a juntarse para bailar del modo que quisieran, vestirse como les viniese en gana, y hasta hacer el amor sin salir del club.

En esos sitios, donde sonó por primera vez el Soul Makossa del saxofonista y compositor africano Manu Dibango, germinó la música disco al ritmo del funk y el soul.

Dos elementos que luego marcarían a fuego a la cultura de la música disco y a las grandes (y medianas y pequeñas) discotecas de EEUU y del mundo nacieron allí. A saber:

En primer lugar, el baile ya no era entre un varón y una chica, sino una danza masiva donde incluso se podía bailar sin pareja. ¿Esto fue moda? En absoluto. Fue la forma que los gays y lesbianas idearon para poder danzar toda la noche sin salir públicamente del closet, en una época donde la homosexualidad aseguraba un pasaje a la inquisición de la falsa moral burguesa.

En tanto, los hombres y mujeres de raza negra ya no tenían que ir a clubes exclusivos para gente de color. Se mezclaban en esos sitios clandestinos con quienes sea y con la libertad absoluta de saber que nadie los miraría y, menos que menos, de mala manera.

Y las mujeres pasaron a ser protagonistas. Nada de esperar que un “macho” las sacara a bailar. Eran tan dueñas de la pista de baile, de tomar, fumar y hacer lo que les plazca como cualquiera.

Fueron, en resumidas cuentas, clubes clandestinos donde los “nadies” se sentían “todo” por una eterna noche; donde todos se sentían iguales; donde, sobre todas las cosas, durante unas cuantas horas se olvidaban del mundo hostil que seguía su ritmo allí afuera.

Liberación absoluta en medio de una sociedad opresiva. Este sentimiento estuvo en el origen de lo que con el tiempo se conocería como música disco. Sin ese contexto social, es imposible abordar el fenómeno. La música en sí, es otro debate.

Bianca Jagger entrando en un caballo blanco a Studio 54, ayudada por hombres desnudos. Los excesos y la corrupción en el emblemático club de Nueva York fueron grandes responsables de la muerte de la música disco (crédito imagen: infobae)

Segunda mitad de los años ‘70

Hay tantas fechas de nacimiento de la música disco como opiniones sobre ella. No obstante, como todo en la vida, se trató de un proceso. Pero hay dos o tres hechos musicales emblemáticos.

“La música disco tiene un poquito de soul, una percusión prominente, es beat… La gente olvida sus problemas y sale a bailar”, definió Gloria Gaynor (“Disco inferno: 40 años del fin de la música disco”, Selene Moral, 30/07/2019). Y a propósito, hablar de los primeros compases de “la disco” sin hablar de Gloria Gaynor es como hablar de tango obviando a Gardel.

Gaynor nació el 7 de septiembre de 1949 en Newark, Nueva Jersey. En los ’60 cantaba en una banda de soul. Comenzaron a desperezarse los ’70 y Gloria conoció esos sitios donde estaba germinando la música disco. “Estaba en los clubes de la ciudad de Nueva York en 1971, 1972, sintiendo el pulso, sabiendo lo que estaba pasando. Los vi instalar cabinas de DJ en los armarios: quitar la mitad superior de la puerta, colocar una tabla de madera y ahí fue donde (el DJ) colocó su tocadiscos” (“Boogie nights”, Lisa Robinson, 06/01/2010).

¿Sobreviviré? Hubo un tema que nació cuatro años antes, en 1974. “Estaba haciendo una versión acelerada de Never can say goodbye (Nunca puedo decir adiós), y luego se convirtió en la primera canción disco que se tocó en la radio AM. ¡Y llegó al número 1 en las listas disco de Billboard! (listas de ventas de discos en los EEUU)”, rememoró la propia cantante.

Y luego sí, en pleno auge de “la disco” y de la megadiscoteca neoyorquina Studio 54, que así como la popularizó también fue la responsable de pegarle un tiro en la sien -como ya veremos-, Gloria Gaynor presentó en sociedad el que terminaría siendo un clásico de la música de todos los tiempos e himno de la comunidad LGTB: I will survive. Para componerlo se tomaron elementos del tema Sound of Philadelphia (Sonidos de Philadelphia) del súper grupo MFSB, integrado por 30 músicos. Esa canción es considerada una de las fundadoras del sonido disco.

Never can say goodbye (Gloria Gaynor, 1974)

I will survive (Gloria Gaynor, 1978)

La Reina

Coronada como la Reina de la Música Disco, LaDonna Adrian Gaine, más conocida por su nombre artístico, Donna Summer, nació en Boston el 31 de diciembre de 1948, apenas nueve meses antes que Gloria Gaynor. Donna Summer sabía bailar, componer, tocar el piano, pintar. Estaba formada en artes. Pero su pasión era el canto, que de niña y adolescente cultivó en la iglesia.

En los ’60 se subió a la movida contracultural (popularmente conocida como hippie) y fue la voz líder de un grupo de rock progresivo. Hasta que llegó a Nueva York y fue descubierta por Giorgio Moroder, uno de los principales productores de “la disco”. Ella misma contó cómo surgió, en 1975, la canción que escandalizaría a medio EEUU y haría bailar al otro medio: Love to love you baby (Me encanta amarte, bebé).

La «reina de la música disco», Donna Summer, trascendió largamente ese estilo musical (crédito imagen: rock and pop colombia)

“Originalmente grabé Love to love you baby por un desafío que me hizo Giorgio. Yo venía de cantar en la iglesia a todo pulmón, pero él no quería que cantara como una intérprete de R&B. Entonces me dijo que yo no podía ser sexy. Fue una broma que funcionó”, recordó quien con el tiempo ganaría 5 premios Grammy y vendería más de 150 millones discos en todo el mundo.

“Todas esos sonidos orgásmicos que tiene el tema…pensé que estaban bromeando, pero no. Traté desesperadamente de que consiguieran que alguien más cantara la canción. No hubo caso. Entonces les hice apagar las luces y buscar algunas velas para tener un poco de ambiente. Me acercaba más y más al suelo, hasta que finalmente estaba tirada en el suelo. Me tomó una buena hora ponerme cómoda. Y empecé a cantar lo que me vino a la mente: estaba pensando en cómo lo haría Marilyn Monroe”, narró Donna Summer. Moroder luego contaría que “en la versión del álbum la canción tenía como 70 gemidos… Creo que lo hicimos en una sola toma”.

Love to love you baby reunía, en 1975, casi todos los elementos de la música disco: cantaba una mujer; cantaba una mujer de raza negra; cantaba una sensual mujer de raza negra; la letra calzaba perfectamente para heterosexuales y homosexuales; tenía un ritmo sostenido, reiterativo hasta el hartazgo; no invitaba a pensar, sólo a bailar, y un detalle nada menor: duraba 16 minutos 50 segundos (aquí, lógicamente, presentamos la versión radial de 3:23).

¿Y Hot stuff? (Cosas calientes) Igual que le ocurrió a Gloria Gaynor, el mayor éxito de Donna Summer llegó exactamente cuatro años después del primero. Fue en 1979. Y el tema incluía un solo de guitarra, algo muy raro para “la disco”. Aunque ya la Reina hurgaba en sonidos más pop.

The Trammps, The Jackson 5, The Gap Band, Barry White, Kool & the Gang, Sister Sledge, The Bee Gees, KC and the Sunshine Band, Village People, Boney M, Earth, Wind and Fire, ABBA, Grace Jones, Diana Ross, Shalamar, Tavares, Evelyn «Champagne» King, The Whispers, Brothers Johnson, son sólo algunos de los grupos y solistas más destacados de los ’70 y ‘80

Donna Summer (Love to love you baby, 1975)

Hot stuff (Donna Summer, 1979)

Es imposible hablar de música disco sin hacerlo de los disc jockeys y de la discoteca Studio 54. Aquellos clubes clandestinos de principios de los ’70 hallaron, hacia 1977, un salón gigante que de alguna manera “los blanqueó”. Se trató de Studio 54, la megadisco de Nueva York donde bailaban los «nadies» al lado de las más encumbradas celebridades y hombres de poder (en rigor, estos últimos iban a un VIP).

La discoteca fue abierta en 1977 por el excéntrico y abiertamente homosexual empresario Steve Rubell y su socio de bajísimo perfil Ian Schrager. La música disco ya tenía varios artistas conocidos y temas que habían llegado al número uno en ventas, pero estaba lejos de ser un fenómeno cultural y masivo. Eso se logró desde la pista de baile de Studio 54 (y de otras discos menos conocidas).

Músicos de rock, modelos, actores y actrices, grandes empresarios, políticos, jueces, todos querían estar en la disco. El disc jockey definitivamente se convirtió en estrella: salió del anonimato y fue ubicado al lado de la pista, a la vista de todos. Empezaron a utilizarse dos bandejas tocadiscos, pues la gente no se conformaba con bailar un tema muy popular 3 ó 4 minutos, entonces el DJ lo “enganchaba” dos o tres veces. Eso influyó en la industria discográfica, que comenzó a editar discos de vinilo con una sola canción estirada artificialmente hasta los 12 minutos (promedio) de duración. De ahí que el Love to love you baby de Giorgio Moroder y Donna Summer de 16:50 en 1975 es considerado de vanguardia dentro “la disco”.

Solían frecuentar Studio 54, entre muchos otros, Yves Saint Laurent, Andy Warhol, John Travolta, Farrah Fawcett, Alice Cooper, Al Pacino, Elizabeth Taylor, Bette Davis, Diana Ross, Mick Jagger, Bianca Jagger, Liza Minnelli, un joven Donald Trump, Brokke Shields y un larguísimo etcétera.

El excéntrico artista plástico Andy Warhol una vez dijo que “en la puerta de Studio 54 funcionaba la peor dictadura, y adentro la más absoluta democracia”. Nació allí algo que luego copiaron todas las discos del mundo, hasta las de los pueblos pequeños: la del chico de la puerta que “tenía el poder” de decir “vos entrás” y “vos no”. Quien quedaba afuera sentía que “no pertenecía”.

Studio 54 (crédito imagen: el confidencial)

Adentro, mientras tanto, Studio 54 llevó el descontrol al extremo. Bailar, drogarse y tener sexo en cualquier momento y en cualquier lugar pasó a ser lo más “normal”. Eso dio de comer a los blancos supremacistas que realizaron quemas públicas de vinilos de música disco, así como al hipócrita sector de la sociedad conservadora de los EEUU que desde 1981, con la llegada a la presidencia de Ronald Reagan, vivió sus años de oro.

Lo cierto es que los dueños del club hicieron todo para matarlo y, de paso, para empezar a enterrar a “la disco”, pues de alguna manera Studio 54 y disco se habían convertido en sinónimos. Cayeron como Al Capone, por evasión de impuestos. Unos 2,5 millones de dólares. En el juicio, uno de los dueños ensayó una defensa contando que un importante funcionario del gobierno federal, entonces presidido por Jimmy Carter, había consumido cocaína en el local. Seguramente era verdad, pero no surtió efecto. Lo clausuraron en 1980 y en la requisa hallaron numerosos paquetes de cocaína y otros tantos con una cantidad insultante de dólares escondidos tras las paredes.

El capricho

Pero antes, allí se consolidaron artistas que trascenderían largamente a la discoteca (como también hubo, nobleza obliga, cientos y cientos que fueron figuras de una sola noche). El 31 de diciembre de 1977, el patovica del lugar negó la entrada al guitarrista Nile Rodgers y al bajista Bernard Edwards, integrantes de Chic, un grupo de funk y R&B que habían empezado a explorar la música bailable: si se bailaba, vendía. Y esa ya era la máxima de gran parte de la industria discográfica, a punto tal que empezaron a pedirle a consagradas bandas y solistas de rock que hagan algún tema disco. Así nacieron Da ya think I’m sexy (Rod Stewart), Miss you (The Rolling Stones), Heart of glass (Blondie), I was made for lovin’ you (Kiss), Another one bites the dust (Queen) y muchos más. Un capítulo aparte merece la banda de sonido del filme Fiebre de sábado por la noche, a cargo de los hasta entonces pop-melódicos Bee Gees.

“Bernard y yo éramos músicos típicos de R&B y funk, pero sabíamos que si podíamos conseguir gente en la pista de baile podríamos obtener un contrato discográfico. Fue exactamente eso, calculado” (Nile Rodgers, guitarrista de Chic) 

Pero volvamos a aquel patovica que le hizo un favor a la música. Luego de ser censurados para entrar, Rodgers y Edwards se fueron al departamento de este último con sus amigos y las cantantes de Chic, y allí montaron su propia fiesta. Pasados de copas, empezaron a cantar “One, two, freak off” (algo así como ‘un, dos, vete a la mierda’), dedicado al tipo de seguridad de la disco. Luego, sobrios, comprobaron que habían compuesto un éxito. Pero claro, debían cambiarle la letra y lo hicieron por “One, two, freak out”, o ‘un, dos, ¡enloquece!’ Hasta hoy, Le freak (El capricho) es uno de los grandes clásicos del pop de todos los tiempos. Y Chic, como buena banda que era, fue numerosas veces invitada a tocar en festivales de jazz.

Le freak salió a la venta en 1978, y al año siguiente lo hizo Good Times, una pieza que marcaría el ritmo de cientos de canciones disco, como, por caso, Otro muerde el polvo de Queen.

Le freak (Chic, 1978)

Good times (Chic, 1979)

¿Un género musical o una moda pasajera? ¿Qué fue la música disco? Cada cual tendrá su opinión, pero la influencia que dejó en miles de artistas, incluso hasta nuestros días, y en cuanto a costumbres a la hora de bailar, vestirse y comportarse en las discotecas, nadie la puede negar.

Rod Stewart (Da ya think I’m sexy?, 1978)

Heart of glass (Blondie, 1978)

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