Entre el viernes 15 y el lunes 18 de agosto de 1969, medio millón de personas se reunieron en una granja lechera de Bethel, un pueblo situado 170 kilómetros al norte de Nueva York, para protagonizar un evento que hasta hoy es sinónimo de “antisistema”, a la vez que, paradójicamente, genera ganancias anuales por más de 20 millones de dólares. ¿Por qué el Festival de Arte y Música de Woodstock tuvo semejante trascendencia en la Meca del capitalismo liberal? ¿Por qué su influencia cultural se extendió por décadas, si apenas una década y monedas después los EEUU quedaron en manos de los ultraliberales económicos y ultraconservadores sociales? ¿Ya no hay más hippies ni “militantes” de la paz y el amor?
En 1953, la feminista profesora de Historia del Arte Katherine Watson llegó a la Universidad de Wellesley, en Massachusetts, con la idea de formar mujeres libres, con pensamiento crítico y dispuestas a disputar mano a mano los lugares de decisión en la sociedad con los hombres. Creada en 1875, esa casa de altos estudios tenía la bien ganada fama de ser una de las que mejor educación brindaba. Pero Watson se encontró con que, además de lograr egresadas con conocimientos envidiables en letras, arte, matemáticas, derecho, etcétera, el objetivo central era educar a las jóvenes para ser las mejores esposas, amas de casa y futuras madres.
Katherine Watson fue interpretada por Julia Roberts, y La sonrisa de Mona Lisa se convirtió en una de las mejores películas (comerciales) en retratar con alta fidelidad el ultra-archi-hiperfamoso y sobredimensionado sueño americano, el cual, precisamente, alcanzó su apogeo en los ‘50, mientras que en los ‘60 y parte de los ‘70 se vio en parte amenazado por el movimiento juvenil contracultural que, como observamos, tuvo su “misa” más grandiosa en el Festival de Woodstock de 1969.
Carlos Santana (Soul Sacrifice, Woodstock, 1969)
Antes de trasladarnos imaginariamente a aquella granja de Bethel donde la asistencia de público duplicó (y más también) los cálculos previos de los organizadores, lo cual convirtió al festival “con” fines de lucro en uno de los mayores megaeventos gratuitos de la historia de la música, es interesante leer a la profesora Sarah Chuchwell, quien en un libro explicó los diferentes y hasta antagónicos significados que a lo largo de la historia tuvieron los dos eslóganes más difundidos de los EEUU: El sueño americano y América primero.
Aunque parezca mentira, en sus inicios, la expresión El sueño americano hacía referencia a la “igualdad social”. Con el tiempo, se convirtió en el caballito de Troya del capitalismo liberal.
Profesora de Literatura Americana y Entretenimiento Público de las Humanidades en la Universidad de Londres, Reino Unido, Chuchwell se encontró con que “el sueño americano, que se entiende ampliamente como la realización de oportunidades personales, en el que la ‘oportunidad’ se mide principalmente en términos económicos, no siempre representó eso” (BBC, 29 de enero de 2019).
«A principios del siglo XX, la riqueza era el principal enemigo del sueño americano»
“A principios de 1900, el sueño americano era sinónimo de justicia social e igualdad económica, por lo que la riqueza como tal era su principal enemigo”, explicó la académica. “Con la Primera Guerra Mundial, el sueño americano se transformó en un anhelo de democracia mundial. Más tarde, con la era del jazz (años ’20), llegó el sueño de infinitas riquezas, pero con la Gran Depresión (1929) pasó a ser un sueño de democracia social”.
“La Segunda Guerra Mundial llevó al sueño americano a una democracia liberal, la prosperidad de la posguerra (años ’50) lo cambió hacia el ideal de la movilidad social ascendente y el capitalismo”, añadió.
Y finalizó: “En un momento, el sueño americano sirvió para unir a los estadounidenses en tiempos de crisis, antes de cambiar el rumbo y dividirlos”.
Joe Cocker (With a Little Help From My Friends, Woodstock, 1969)
Una enorme división se puso de manifiesto en los años ’60. La familia “ideal” pergeñada en la década de los ’50 con el consumo como motor de vida, casa propia (hipoteca de por medio) en un barrio donde lo más grave que podía ocurrir era que el cartero pasase a las 9 en vez de a las 8, cambio de automóvil de tanto en tanto, el esposo proveedor en la oficina, los niños en la escuela y la mujer ama de casa, madre y “buena” esposa que esperaba al marido con la comida servida y caliente, estalló por los aires para un gran sector de la juventud estadounidense al ritmo de la Guerra de Vietnam declarada en 1955.
No obstante, el movimiento contracultural había echado raíces bastante antes -muy fuertes en Los Ángeles, California- entre aquellos que querían escapar desesperadamente de ese corset que significó para las “almas libres” el modelo americano de los ’50.
La hipocresía del sistema capitalista liberal, representado por los sucesivos gobiernos, fue el caldo de cultivo de lo que en términos coloquiales se conoció como movimiento hippie, pese a que esos jóvenes no se identificaban así; al menos en los comienzos.
Woodstock o el otro sueño americano
Si bien las drogas, entre ellas los alucinógenos, empezaron muy pronto a echar por tierra lo que recién empezaba a germinar, el movimiento juvenil contracultural molestaba y mucho al establishment norteamericano: la oposición a la guerra crecía a pasos agigantados y, además, el hippismo comenzó a coincidir en tiempo y espacio, aunque no en sus objetivos últimos, con los movimientos de afroamericanos que luchaban por los derechos civiles.
Martin Luther King Jr., ícono de esos movimientos, con un discurso en favor de la paz pero también de fuerte cambio en las relaciones sociales y de poder, fue asesinado el 4 de abril de 1968. El hecho conmocionó a la sociedad estadounidense, lo cual hizo que muchos ciudadanos y ciudadanas ya no viesen con tan malos ojos a aquellos pacifistas de pelo largo y ropas multicolores.
Creedence Clearwater Revival (Green River, Woodstock, 1969)
En tanto, en 1966 había nacido el Partido Pantera Negra, cuyos miembros fueron conocidos popularmente como “los panteras negras”, otro movimiento de afroamericanos que, en este caso, no andaban con vueltas: muchos de sus integrantes estaban armados y organizados para defender a su comunidad de las periódicas y brutales represiones de las fuerzas de seguridad. Su máxima inspiración fue Malcom Little, más conocido como Malcom X, un ilustrado activista que tenía un durísimo discurso contra el sistema “de los blancos”. No pocos opinaron que Malcom X era racista para con los blancos. Fue asesinado el 21 de febrero de 1965 de 16 tiros en un mitin.
Como se ve, el sueño americano se topó a finales de los ’60 con una sociedad fuertemente convulsionada. En tal contexto, cuatro empresarios de Nueva York decidieron realizar un Festival de Arte y Música en Woodstock basándose en antecedentes exitosos, por caso, el Festival de Monterrey de 1967 donde, entre otros, actuaron Jimi Hendrix, The Who y Simon & Garfunkel; claro que en ese evento hubo 10.000 espectadores.
Los empresarios, tras el rechazo de los pobladores de dos localidades neoyorquinas –Wallkill y Saugerties-, consiguieron arrendar una granja lechera de más de 200 hectáreas en el pueblo de Bethel, 70 kilómetros al sudoeste de Woodstock; no obstante, el evento mantuvo el nombre original.
Hubo preventa de entradas: 18 dólares para los tres días que duraría el festival (120 dólares de hoy) y 24 en las ventanillas del lugar. Se vendieron con anticipación 186.000 boletos, lo que ya colmaba las expectativas y, sobre todo, la logística de la organización. Pero no hubo vallas ni entradas en ventanilla ni nada que pudiera contener a las 500.000 personas que se acercaron al lugar. Así las cosas, Woodstock se convirtió en el mayor concierto gratuito al aire libre.
Janis Joplin (Ball & Chain, Woodstock, 1969)
https://youtu.be/h66qXAK-q3o
El sexo y las drogas fueron protagonistas principales, pero no ocultaron los duros mensajes pacifistas, las consignas por los derechos civiles y, particularmente, contra la Guerra de Vietnam. Y es que casi no hubo banda o solista que no hiciera mención a esos temas. De hecho, en señal de protesta contra el gobierno, Jimi Hendrix tocó una versión instrumental del “sagrado” himno estadounidense con su mágica guitarra eléctrica.
Dicen que la mayoría de las grandes estrellas del rock progresivo y sinfónico, así como del folk rock del momento, decidieron ir a Woodstock luego de que firmaran contrato los emblemáticos Creedence Clearwater Revival. Versiones. Lo cierto es que allí estuvieron The Who, Jimi Hendrix (a la postre, número central), Janis Joplin, Jefferson Airplane, Carlos Santana, Joe Cocker, Joan Báez, Creedence, Crosby, Stills, Nash & Young, Grateful Dead y un larguísimo etcétera. Fueron, en total, 32 presentaciones de otros tantos artistas.
A la hora de enumerar algunos de los motivos por los cuales Woodstock sigue siendo un evento icónico hasta hoy, la BBC destacó, como indicamos más arriba, que “en 1969 los estadounidenses estaban profundamente divididos. Había un creciente malestar causado por la guerra de Vietnam y tensiones raciales que provocaron revueltas en 125 ciudades el año anterior, tras el asesinato de Martin Luther King… (Pero) pese al pánico que invadió a los organizadores y a las autoridades cuando el área de Woodstock preparada para el festival se abarrotó de gente, el evento destacó por su ambiente pacífico”.
Se reportaron dos muertos por sobredosis y uno por un hecho accidental en una granja lindera.
Jimi Hendrix (Voodoo Child, Woodstock, 1969)
La guerra de Vietnam finalizó con el triunfo vietnamita en 1975. La segunda mitad de los ’70 estuvo marcada por el escapismo a través de las drogas y las nuevas protagonistas: las megadiscotecas y la música disco. Mientras, quienes militaron en serio en el movimiento anticultural se fueron replegando, alejándose de la exposición pública, y hasta hoy en día mantienen su filosofía de vida anticonsumista -y muy lejos de las drogas- a través de distintas experiencias esparcidas por todo el mundo, muchas de ellas conocidas como ecovillas o ecoaldeas.
Al hippismo masivo lo mataron los excesos (drogas), las nefastas experiencias que derivaron en sectas y, sobre todo y ante todo, el mismo capitalismo, que tuvo la capacidad de convertirlo en moda, así como a finales de los ’70 se devoró al “antisistema” movimiento punk. Hoy en día hasta se escucha hablar de “hippie cool”, lo cual implicaría, a la luz de los ’60, una flagrante contradicción.
Pero lo cierto es que Woodstock marcó un antes y un después en materia de movimientos culturales juveniles, específicamente en el rock. Los masivos conciertos al aire libre que actualmente parecen algo normal, quizás no existirían si no hubiese ocurrido Woodstock.
Un elemento clave en la popularización de Woodstock fue el documental de Michael Wadleigh, en cuyo equipo de trabajo participó nada menos que un joven Martin Scorsese. El espectacular éxito comercial de la película -una de las cuatro más taquilleras de EEUU en 1970- se coronó con el premio Oscar de 1971 en la categoría Mejor Documental.
En fin, en un “hoy en día” donde cientos de miles de jóvenes dicen ser antisistema apoyando fervientemente a sus mejores defensores -los políticos neofascistas mal llamados libertarios-, rememorar aquellos años de ideales no está nada mal.
Jefferson Airplane (White Rabbit, Woodstock, 1969)