Con todos mis prejuicios a cuestas, leí este Día de la Bandera que un ex empresario argentino estaba a un paso de ser beatificado y posteriormente canonizado (santificado). ¿Un empresario santo? Imposible, me dije. ¿Un empresario argentino santo? Total y absolutamente surrealista… Sería el primer caso a nivel mundial.
Luego me enteré de que el caso fue promovido por Bergoglio, cuando cardenal, y retomado por Francisco I, el mejor Papa en siglos y siglos. Reconozco que mi fancisquismo me llevó a tomar la cosa muy en serio y, así, me zambullí en la vida y obra de Don Enrique Ernesto Shaw.
(Antes, vale una pausa para contar que el proceso de santificación tiene, básicamente, cuatro pasos: 1) Siervo o sierva de Dios; 2) El que era Siervo o Sierva de Dios pasa a ser considerado Venerable; 3) Beato o Beata; 4) Santo o Santa… Se dice rápido, pero se trata de un proceso sumamente exhaustivo. Enrique Shaw fue proclamado Venerable por el Papa Francisco. Ahora, como dijimos, está a un paso de ser Beato, pues se ha comprobado que Dios le otorgó el poder de la intercesión: Aunque los detalles se mantienen en reserva, a Enrique se le atribuye el milagro de la curación de un chico que sufrió un accidente tras haber sido golpeado por un caballo. Se le habían diagnosticado pocos días de vida, y sus padres, que eran empleados de la empresa que él dirigió durante 16 años, le pidieron por su salud; a los pocos días, el chico se recuperó y no le quedaron secuelas).
“Nada anda bien en una sociedad donde muchos están mal”
Enrique Shaw nació en París el 26 de febrero de 1921, dicen que fue en el exclusivo Hotel Ritz, durante la durísima posguerra. Y lo hizo en una familia aristocrática argentina. Su padre fue Alejandro Shaw y su madre, Sara Tornquist Altgelt, quien falleció cuando Enrique tenía cuatro años. Entonces, su padre cumplió el deseo de su esposa y le confió la educación de Enrique a un cura; concretamente, a los curas del Colegio La Salle, donde desde muy chico -primera adolescencia- ya mostraba una muy fuerte inclinación hacia la oración, el recogimiento y la veneración de la Eucaristía.
A los 14 años, contra el deseo de su padre, decidió ingresar a la Escuela Naval Militar Río Santiago. Primer viaje a mi infancia: la misma a la que fueron mis dos tíos. Su padre quería que se formara para hacerse cargo, el día de mañana, de las empresas familiares, peró él decía que quería templar su carácter.

La Doctrina Social de la Iglesia
Durante un paso por Mar del Plata, en una biblioteca se topó con la encíclica Rerum novarum, del Papa León XIII; encíclica hoy re-conocida porque León XIV, el sucesor de Francisco, dijo que eligió ese nombre en homenaje al sumo pontífice que sentó las bases de la Doctrina Social de la Iglesia en aquella encíclica que, por vez primera en el seno de la Iglesia, abordó las condiciones de trabajo y de vida de los obreros. No fue casualidad el encuentro de Enrique con Rerum novarum.
En 1945 pidió la baja en la Armada para responder a su vocación por Dios con una especial misión: Su corazón lo llevó a querer convertirse en obrero. Pero el consejo de un sacerdote le abrió otra perspectiva, y decidió llevar el Evangelio al empresariado. Llegó a ser director delegado en Cristalería Rigolleau S.A. Otro recuerdo de infancia: ¿Quién no tuvo un vaso, plato o taza de Cristalería Rigolleau?
“En la empresa hay que hacer crecer a los trabajadores en su dignidad”
Afirman, incluso ex obreros a su cargo, que llegaron a ser más de 3.000, que conocía a todos por su nombre, hablaba con ellos todo el tiempo, sabía qué les pasaba, cómo eran sus familias, si necesitaban algo.
Enrique Shaw concibió la empresa como una comunidad, donde todos deben trabajar codo a codo, e hizo especial hincapié en la dignidad del trabajador, en que éste debía tener un muy buen salario y buenas condiciones de vida para sí y toda su familia.
De hecho, antes de hacerse cargo de la empresa estuvo meses trabajando en los talleres para conocer en carne propia el proceso de producción y cómo era el día a día de los obreros.
El desapego de lo material y la austeridad como estilo de vida
“Siendo heredero de todo eso, eligió el desapego de lo material y la austeridad como estilo de vida. Esto marca su personalidad, su desarrollo en los distintos ámbitos en los que estuvo y sobre todo el descubrimiento de la doctrina social de la iglesia, eso es lo que marcó su modo de conducirse”, le dijo Liliana Porfiri, directora general de Patrimonio y Políticas de Identidad de la Secretaría de Cultura y Educación de la Municipalidad de Berazategui, a la colega de Clarín Camila Gil hacia 2021.

“Fue en Berazategui (sede de la empresa) donde Shaw estableció vínculos con los obreros, con el personal, con las autoridades, todos ellos basados en un principio: ser patrón no era un privilegio sino una función” (…) “Esto nos lleva a infinidad de acciones que tienen que ver con el reconocimiento del valor del obrero y su bienestar. Entre las acciones principales que llevó a cabo en Rigolleau, destaca la de conocer personalmente la vida y las historias de cada uno de ellos, pese a que llegó a tener más de 3 mil empleados”, confirmó Porfiri.
Fue él, sí, un empresario, el impulsor de la Ley de Asignaciones Familiares para las familias con hijos, y de la protección de las obreras en periodo de maternidad, cuando esos derechos no estaban instalados.
«Es rico, pero santo» (Francisco)
En la presentación del libro sobre Enrique Shaw, las escritoras Nunzia Locatelli y Cintia Suárez, quienes ya habían editado un libro sobre Mama Antula, contaron que “El Papa Franciso dijo: ‘Es rico, pero santo’. Y además, en su último libro -que escribió en ocasión del Jubileo-, Francisco escribió una frase bien firme: ‘Piensa siempre en el siervo de Dios, Enrique’. Un faro a seguir en las buenas prácticas para los hombres y mujeres de negocios de todo el mundo”.
Entre la concurrencia, plagada de empresarios, eso llamó poderosamente la atención, teniendo en cuenta que el mensaje del Papa argentino siempre fue muy claro contra la elección del dios Dinero y el apoyo a “una economía que excluye y mata” (por el neoliberalismo) por parte de los hombres de negocios.

¿Es posible hoy…?
He aquí, la gran pregunta que lanzaron las escritoras: “¿Es posible hoy un empresario como Shaw?”. Me permito dudarlo, mucho.
Las autoras se documentaron con cientos de testimonios, muchos basados en las anotaciones de Shaw en libretas sencillas de tapas negras, donde dejaba constancia desde el precio de un pañuelo y las generosas propinas hasta los recorridos de sus viajes.
Enrique Shaw concibió la empresa como una comunidad, donde todos deben trabajar codo a codo, e hizo especial hincapié en la dignidad del trabajador, en que éste debía tener un muy buen salario y buenas condiciones de vida para sí y toda su familia
Estaba casado con Cecilia Bunge, con quien tuvieron nueve hijos e hijas: Jorge, Sara, Cecilia, Elsa, Juan, José María, Luisa, Isabel y Gabriel.
Vivió la Argentina de Perón, quien lo encarceló durante diez días cuando se dio el enfrentamiento entre el gobierno y la Iglesia. Fue uno de los fundadores y primer presidente de ACDE (Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa). Y ayudó al nacimiento de la Universidad Católica Argentina.
«¿Acaso lo felicitaste cuando lo hizo bien?»
Una de las anécdotas que se relata en el libro lo describe: “Cuando observó que un capataz reprochaba a un operario por un trabajo mal hecho, lo interrumpió y le preguntó: ¿Acaso lo felicitaste cuando lo hizo bien?”. Seguramente no. He trabajado la mayor parte de mi vida en empresas privadas y, sin excepción, la cosa no es así.
Nunzia se refirió a esas libretas con letra diminuta. “Shaw se exigía a sí mismo. Encontramos que escribía “tengo que sonreír más”, “limitar el enojo”, “ser más amable con la gente”. En ese momento la autora sorprendió a la audiencia: “¿Es posible hoy regalar una sonrisa, tener esta forma tan humana en la empresa? Veo a mi marido que mira para abajo”, soltó, mientras se multiplicaban las risas y las palmadas al hombre en el auditorio.

“Si tocan a uno solo, dejo la empresa”
Leo en Ámbito una nota de Yanina Otero fechada en febrero de este año. Dice: “La cristalería Rigolleau cerró el 2024 con pérdidas millonarias ante la caída del consumo. La icónica fábrica de vidrio, con más de un siglo de historia en Argentina, sintió de lleno el impacto de la crisis económica y cerró el ejercicio con una pérdida de $1.978 millones, en contraste con los $720 millones de ganancia que había registrado en 2023 (…) Para salir a flote concretó un fuerte recorte en su plantel laboral”.
¿Qué hubiese hecho Enrique Shaw ante un caso así?
La respuesta, en forma indirecta, la dio una de sus hijas. Contó que al ser internado con un pronóstico gravísimo, desde EEUU llegó la orden de echar a 1.200 empleados. “Si tocan a uno solo, dejo la empresa”, sentenció Enrique Shaw.
Tras su internación, se pidieron donadores de sangre. Unos 300 obreros salieron casi en manifestación hasta el sanatorio a dar su sangre por su director. “Por fin, casi toda mi sangre es sangre obrera”, dijo Enrique.
Mis prejuicios aquí siguen. No con Enrique Shaw. Sino con la burguesía argentina que tanto daño le hizo y le sigue haciendo a la clase trabajadora y al país. Sería realmente interesante que no sólo lo homenajeen y lo recuerden, sino que lo imiten; aunque sea un poco.
Necesitamos muchos, muchos Enrique Shaw para poner a nuestra querida patria de pie.
Fuentes: Aica, Clarín, www.enriqueshaw.com, Ámbito, Wikipedia, Archivo 90 Líneas.