El gran Luis Sandrini, el que primero te hacía reir y después llorar

La vida del actor argentino que buena parte de las últimas generaciones no conocen y, en el mejor de los casos, apenas sintieron hablar de él. Ostenta un récord difícil de igualar en cine, filmó desde 1934 unas 76 películas que, más tarde, eran cita obligada de los domingos en la pantalla chica. Su último film lo grabó en 1980 junto a Palito Ortega y gran elenco. El último día de filmación sufrió un ataque cerebral y murió once días después

Luis Sandrini

Luis Sandrini Junto a Nelly Panizza, en una imagen de la película Placeres conyugales (1964)

«¡Qué linda es mi familia, música, risas y el amor por sobre todas las cosas!». Así se presentaba el trailer de la última película que filmó la primera gran estrella del cine argentino, el genial Luis Sandrini, el actor que primero te hacía reir y después llorar, y el que inmortalizó frases como «Mientras el cuerpo aguante», «Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa» y «La vieja ve los colores» (de la película «Cuando los duendes cazan perdices»).

Sandrini, al que muchos pibes y no tan pibes no conocen o, en el mejor de los casos, apenas sintieron hablar de él, tiene en su haber un récord difícil de superar en cine: grabó 76 películas casi todas de gran éxito, y además de actor fue director y empresario teatral con la participación en más de 500 obras.

Los personajes en las películas en la que actuó tenían la particularidad de representar al típico porteño bonachón, querible, ingenuo, solidario y siempre dispuesto a luchar por las causas nobles. En algún punto, Sandrini tenía la impronta del inolvidable Juan Carlos «Minguito» Altavista, al que todos queríamos y admirábamos, y al igual que en el caso de «Mingo», la misma capacidad actoral para hacer reir, emocionar y llorar al espectador con una facilidad que sólo logran aquellos que nacieron con ese don.

Las nuevas generaciones, en general, ignoran quién fue Sandrini. Para dar una idea de la magnitud de su obra actoral hay que decir que, desde 1951, año en que la TV desembarcó en la Argentina, sus películas eran vistas por la pantalla chica en la enorme mayoría de los hogares de nuestro país y también de latinoamérica, cita casi obligada de los domingos durante el almuerzo, o en las primeras horas de la tarde, antes de salir a la cancha o de paseo con la familia.

«Hijo del barrio porteño y del café, ignorante pero ingenioso, bueno y generoso, pobre pero honrado, tartamudo (pero solo porque le cuesta expresarse y se pone nervioso), y que, consciente de su falta de atractivo, debe suplir su aspecto asexuado con toques de gracia y simpatía». Así lo describió María Valdez en Cien años de Cine, una enciclopedia temática publicada por el diario La Nación durante la década del ´90.

En esa misma enciclopedia, señala: «Riachuelo, la película que lo convirtió en estrella, apareció en 1934, un año después del estreno de ¡Tango!, inauguración del cine sonoro y también de la posibilidad de una industria cinematográfica en la Argentina. Las dos películas tuvieron un mismo director, Luis Moglia Barth, y en ellas Sandrini comenzó a construir ese prototipo de porteño bonachón, defensor de causas nobles, reivindicado siempre al final de cada historia desde una ingenuidad que lo hacía sufrir al principio. Un personaje creado para hacer reír y hacer llorar». Y otra vez aquí hay que apuntar la similitud con «Minguito», ese genial personaje posterior a Sandrini que creó el genial Juan Carlos Altavista. 

Luis Sandrini había nacido en San Pedro, provincia de Buenos Aires, el 22 de febrero de 1905. De acuerdo a los datos surgidos de especialistas en el séptimo arte, trabajó de plomero, carpintero e inspector de ferrocarriles, entre otros oficios, pero terminó abrazando la vocación de su padre, que era actor de teatro. Se formó en las artes circenses y en primeras representaciones gauchescas que iba haciendo por barrios y pueblos cercanos.

Sandrini reconoció en una de las tantas entrevista que le realizaron, que todos sus personajes se le parecían porque, dijo, «fui y soy como ellos. Y sobre todo, porque mi público era y es así». El gran actor mezclaba esa bondad con algo de picardía, que le permitía con sus personajes dejar en evidencia al típico estafador y ventajero que se aprovechaba de la hombría de bien. El personaje que habitualmente hacía, se impuso al actor y por eso fue tan querido por el público y tan popular hasta sus últimos días.

Sandrini durante un rodaje (Archivo La Nación)

Sandrini llegó a ser muy popular en México y en España, donde filmó películas como El embajador y Olé torero, pero fue ante todo profeta en su tierra gracias sobre todo al éxito de sus películas. Algunos de sus éxitos surgieron de obras teatrales (Cuando los duendes cazan perdicesEl diablo andaba en los choclosLa culpa la tuvo el otro), otras se acercaron al grotesco local (Chafalonías) y abundaron entre sus films las comedias lisas y llanas, de Bartolo tenía una flauta a El baño de Afrodita, entre muchas otras (La Nación).

SUS GRANDES AMORES

En una nota publicada por La Nación, hace ya dos años cuando se cumplió el 40° aniversario de su fallecimiento, el periodista especializado, Marcelo Stiletano, cuenta sobre Sandrini: «Su primer hito reconocido fue una participación dentro de la compañía teatral que comandaban Enrique Muiño y Elías Alippi. Allí conoció a su primera esposa, la actriz Chela Cordero. Este romance fue otra de las señales constantes de la vida de Sandrini: sus amores también tuvieron siempre que ver con el único mundo en el que transcurrió su vida, el espectáculo. Tanto que, además de recibir el legado artístico de su padre, trabajó en 13 películas con su hermano Eduardo y su hija Sandra, también actriz, llegó a hacer un documental como tributo a su figura».

«Se casó en 1952 con la actriz Malvina Pastorino, a la que conoció cuando ella integraba como figura secundaria el elenco de la obra teatral Cuando los duendes cazan perdices, que más tarde llegaría al cine dirigida y protagonizada por el propio Sandrini. Se dice que la madre del actor iba todos los domingos a ver la obra y le hablaba insistentemente a su hijo de la belleza de su compañera de reparto; esto ocurrió durante los cinco años consecutivos que la obra estuvo en cartel. Ese acercamiento terminó en matrimonio».

Agrega Stiletano: «Sin embargo, la historia también registra a Tita Merello como el gran amor no correspondido de la vida de SandriniLos dos fueron protagonistas de ¡Tango! Y a fines de los años 40 compartieron una larga gira teatral por toda América Latina y por España, además del rodaje de la película Don Juan Tenorio. Pero a partir de allí, lo que parecía una pareja imposible de romper terminó rota, entre la propensión de Tita hacia la soledad y el retraimiento y el carácter mucho más expansivo de Sandrini. En la película Yo soy así… Tita de Buenos Aires (2017), de Teresa Costantini, Sandrini (interpretado por Damián De Santo) es retratado como un mujeriego impenitente. Y allí veíamos como Tita (Mercedes Funes) trataba de sobrellevar con su fortaleza de carácter más de una infidelidad nunca admitida».

El actor con Malvina Pastorino, la actriz con la que se casó en 1952

«Finalmente, la pareja se rompió cuando Tita decidió quedarse en Buenos Aires a la espera del estreno de uno de sus grandes éxitos teatrales, Filomena Marturano, en vez de acompañar a Sandrini que iniciaba una gira por España».

«Yo siempre traté de entender qué había en ese personaje que lo hacía tan popular, porque era un antihéroe que ganaba y a la vez perdía cosas. Es interesante que pegara tan fuerte en la gente, es como que respondía a la necesidad del público de ese momento», confesó Sandra Sandrini mientras preparaba el documental dedicado a la vida y la obra de su padre, en el que trabajó muchos años.

LA PELÍCULA QUE TERMINÓ DE FILMAR Y NO VIO ESTRENARSE

«Los chicos crecen», «Así es la vida», «Yo tengo fe», «Vivir con alegría» y «El diablo metió la pata» son algunas de las comedias en el final de su carrera.

Sandrini completó en el año 1980 el rodaje de ¡Qué linda es mi familia!, con Palito Ortega y gran elenco, entre ellos recordado Rolo Puente y Niní Marshall. Palito fue el coprotagonista y director de esa película.

El gran actor de un profesionalismo para destacar, concurrió cada día puntual, y dejó su impronta para que el film terminara siendo un éxito, como tantos otros anteriores. El último día de filmación, sí, increíblemente el último, sufrió un ataque cerebral. Y, lamentablemente, once días después de ese episodio, murió el 5 de julio de 1980.

Sandrini no pudo ver el gran estreno de «Qué linda es mi familia», que inicialmente iba a llamarse «La familia está de fiesta», pero los productores optaron por modificar el título ante el deceso del actor. Marshall decidió retirarse del cine luego de esta película.

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