En la era de las redes sociales, que tienen la capacidad de hacerle creer a millones que son “amigos” o “amigas” de la estrella más fulgurante del espectáculo, incluso si vive en un país remoto, por el solo hecho de mandarle un mensaje y recibir un “me gusta” (de quienes les administran las redes a esos personajes), tal vez no signifique mucho contar que un actor y humorista lograba desde la radio, el cine y, sobre todo, la pantalla de TV, meterse literalmente en las casas de las familias argentinas.
Pero cuando la televisión era en blanco y negro, apenas tenía cuatro canales y ese artista aparecía una hora por semana sin posibilidad de “replay”, había que ser muy grande para hacerse tan pequeñito como para colarse en cientos de miles de comedores o livings al mismo tiempo y durante años y años.
Solamente unos pocos, muy pocos, lograban eso. No haremos nombres porque sin dudas dejaríamos a algunos injustamente afuera de la lista, pero creemos que en un podio imaginario está Juan Carlos “Minguito” Altavista, quien a los 8 años dejó la escuela para dedicarse a la actuación, y a los 60, no casualmente un Día del Amigo, murió durante la filmación de un programa de Polémica en el Bar, uno de los más icónicos ciclos cómicos de la historia de la TV nacional.
Cuando “Minguito” aparecía en escena, antes de pronunciar una palabra o hacer el más mínimo gesto, ya provocaba una sonrisa, esa que anticipaba la carcajada que con el correr del programa generaba dolor de estómago a fuerza de repetirse una y mil veces; ese dolor de estómago sano, el que viene de la risa más sana, que va acompañado de lágrimas y que nos sigue haciendo reír una vez en la cama.
El humor sano, el que no necesita de cámaras ocultas que dejen en ridículo a nadie, ni de bromas pesadas, ni de insultos, ni de cortar microminifaldas en cámara, es el que cultivaba “Minguito”. Un tipo tan bueno como Juan Carlos Altavista lo fue en vida. No es nada fácil pasar tantos años por el mundo del espectáculo sólo cosechando amigos, elogios como persona -más allá de lo laboral- y el cariño inconmensurable del público.
Sí, eran otros tiempos. Más simples. La TV no despedía falsas noticias y mensajes cargados de odio a cada segundo; no había mil programas que dedicaban miles de horas a analizar el mensaje que la esposa de Fulano le envió por Twitter a Mengana; el concepto de televisión basura aún no había nacido, así como tampoco el “ahorro” de los grandes medios de comunicación comprando enlatados extranjeros y evitando invertir un centavo en producción nacional.
“Minguito” fue un emblema de la TV, con todos sus lastres a cuestas (tampoco la vamos a entronizar en el podio de una televisión cultural que casi nunca existió), que rebosaba de producción nacional: Desde telenovelas hasta unitarios (el equivalente actual a series), pasando por programas de humor en los que participaban los más destacados actores y actrices del género, entretenimiento, noticieros que contaban en una hora lo que pasaba en el país y en el mundo en vez de canales que destinan las 24 horas de cada día a machacar mentes hasta hacerles creer los que sus invisibles dueños quieren que crean.
Es por eso que, con el paso del tiempo, figuras como la de Juan Carlos “Minguito” Altavista crecen y crecen hasta tornarse gigantes.
MINGUITO, JORGE PORCEL, MARIO SAPAG Y VICENTE LA RUSSA (EL PRESO)
Era el tipo que todos querían como amigo. No es casualidad que después de filmar una película, por ejemplo, quedara una marcada amistad con su “coequiper”. Era quien se preocupaba por lo que le ocurría a cada compañero o compañera de trabajo al margen de lo laboral. Era un “tipazo”, definieron tras su repentina partida todos y todas quienes lo conocieron.
DESDE FLORESTA Y A LOS 8 AÑOS
Juan Carlos Altavista nació el 4 de enero de 1929 en el seno de una familia humilde del porteño barrio de Floresta. Cuentan que mientras todos los chicos iban a jugar al fútbol, él se quedaba observando los gestos y modismos de los vecinos y vecinas que sacaban las sillas a la vereda, para con ellos armar personajes que luego actuaba.
Juan Carlos siempre recordaba que su madre ponía una gran olla en medio de la mesa de la cocina y que todos comían de allí. Sus padres llegaron desde Italia. Su papá era matricero y su mamá, ama de casa. Jamás les sobró nada. Pero él siempre rememoraba con muchísimo cariño esa época. Y siempre destacó el apoyo familiar cuando, muy pronto, decidió que quería seguir el camino de la actuación.
Como dijimos, a los 8 años dejó la escuela y se anotó en el Teatro Infantil Labardén, una institución que había nacido en 1913 para formar actoralmente a niños. Allí fue compañero de Beba Bidart -luego actriz, cantante de tango y bailarina- y de Julia Sandoval, actriz.
Trabajó en diversos oficios para ayudar a su familia, al tiempo que apostaba a crecer como actor. Fue así que se formó con hombres de la talla de Narciso Ibáñez Menta, Francisco Petrone y Luis Sandrini.
Si bien nació como un actor dramático y destacó en el radioteatro, su consagración llegó por el lado del humor y su popularidad masiva por el de la TV de los años 70 y 80, donde destacó en programas plagados de capocómicos, como Operación Ja Ja y Polémica en el Bar.
Pero antes de ello, dio dos pasos claves: uno para su vida y otro para su carrera (si es que en su caso, pueden escindirse). Promediando los años 60 conoció en los pasillos de Canal 9 a la actriz española Raquel Álvarez. Para quienes no creen en el amor a primera vista y para siempre, basta decir que seis meses después se casaron, que con el tiempo tuvieron tres hijos (Ana Clara, Juan Gabriel y Maribel), y que dos años antes de morir Juan Carlos dijo en una entrevista que lo más lindo que le había pasado era su mujer.
El otro hecho lo protagonizó Juan Carlos Chiappe (1914-1974), un enorme dramaturgo que escribió guiones memorables en la época de oro del radioteatro argentino, quien creó el personaje “Minguito Tinguitella”, al cual Juan Carlos Altavista le dio su impronta e inmortalizó en la TV y el cine.
DE POLÉMICA EN EL BAR A UN BAR MUY POLÉMICO (bajo volumen de origen)
¿Quién era “Minguito”? Un entrañable “trabajador informal” (cartonero), hincha de Boca, peronista, descendiente de italianos y “periodista de barrio”, como él se definía. Era solterón y tenía un amor incondicional por su madre -“la viejita”-. Se movilizaba en una camioneta Chevrolet del año 1928 a la que bautizó como “Santa Milonguita”.
“Hay que levantarle un manolito (por monolito)”, “¿Qué hacé, tri tri? (¿cómo andás?)”, “Cé gual” (da lo mismo), “La chapil” (pilcha, ropa), “Un gomía (amigo)”, “Troesma (maestro)”, son sólo algunas de las expresiones que popularizó Minguito
En un primer momento, Polémica en el Bar fue un sketch del programa cómico Operación Ja Ja, una creación de Gerardo y Hugo Sofovich. Corría 1964 y actuaban Juan Carlos Altavista, Jorge Porcel, Carlos Carella, Rodolfo Crespi, Alberto Irízar y Vicente La Russa. El éxito fue tal que en 1972 se convirtió en un programa independiente con un elenco espectacular: Minguito, Adolfo García Grau, Fidel Pintos, Jorge Porcel, el propio Gerardo Sofovich y Javier Portales, el «intelectual» que siempre generaba un contrapunto con Altavista.
El tiempo trajo cambios, alguna modelo. Pero sin lugar a dudas, Polémica en el Bar perdió su esencia sin Minguito, quien el 20 de julio de 1989, Día del Amigo, murió de un paro cardíaco mientras filmaba escenas para el programa. Sufría del llamado Síndrome de Wolff-Parkinson-White, que le provocaba taquicardias paroxísticas (aceleración descontrolada del ritmo cardíaco).
Grabó 61 películas, desde Melodías de América (1942) hasta Tres alegres fugitivos (1988), pasando por Cuando el cielo pase lista (1945, junto a su maestro Narciso Ibáñez Menta), la emblemática Los muchachos de mi barrio (1970), y la trilogía con Juan Carlos Calabró (Mingo y Aníbal, dos pelotazos en contra; Mingo y Aníbal contra los fantasmas, y Mingo y Aníbal en la mansión embrujada), por nombrar apenas algunas.
En tanto, en teatro destacó, no como Minguito, en La Nona, del gran dramaturgo Roberto “Tito” Cossa.
En fin, enumerar todos los trabajos de Mingo es misión imposible en una sola nota. Pero vale recordar cuando él contó que con el personaje quiso hacerle un homenaje a su padre. Y así fue. Al verse caracterizado, se encontró con que se trataba de un verdadero tributo. “Me puse ropas de mi viejo, su sombrero, su camisa, su saco, su echarpe, un cinto de cuero negro y le agregué zapatillas de paño, más un detalle para mí fundamental: el uso infaltable del escarbadientes”.
MINGUITO, VICENTE LA RUSSA Y GINETTE REYNAL