Evita podría haber sobrevivido

Le diagnosticaron apendicitis y la operaron en consecuencia. Allí supieron que tenía cáncer. No se lo dijeron. Ese “horror” médico, sumado a su obsesión por el trabajo y la comprensible desconfianza hacia los médicos, retrasó más de un año y medio el tratamiento contra la verdadera patología. Un tiempo imposible de recuperar. Su madre había sufrido la misma enfermedad y sobrevivió. Detalles de una historia que pudo cambiar la del país

Evita podría haber sobrevivido

“El de Eva Perón es un caso en el cual el cambio en la historia clínica hubiese cambiado la historia argentina” (Doctor Daniel López Rosetti)

“Si Evita viviera” fue un grito que para (casi) todos los sectores del peronismo encerró, al mismo tiempo, un ferviente deseo de contar con la poderosa presencia y una enorme bronca por la devastadora ausencia de la mayor lideresa social y política de la historia argentina, luego de su tempranísima desaparición física ocurrida el 26 de julio de 1952; hace casi exactamente 70 años.

Lo cierto es que el revisionismo histórico, de la mano de un estudio en detalle de la enfermedad de Eva María Duarte, su diagnóstico y tratamiento, han llevado a la conclusión de que podría haber sobrevivido. Por ejemplo, como lo hizo su madre, quien también tuvo cáncer de cuello de útero y sobrevivió.

Y como bien dijo el médico Daniel López Rosetti en su libro Historia Clínica, tras un mal diagnóstico y una operación de apendicitis “al cáncer de Evita le dieron 20 meses de ventaja. Eso no se hace…” Y sentenció: “Es un caso en el cual la historia clínica… el cambio en la historia clínica hubiera cambiado la historia de la Argentina”.

Todo indica que luego de esa primera mala experiencia, Evita se negó a seguir siendo tratada. Sobre todo por quien era su médico de cabecera, Oscar Ivanissevich. Pero además, cada minuto que “perdía” en estudios y tratamientos era un minuto que le quitaba a su labor social, algo que no podía concebir.

Eva María Duarte atendía durante muchas horas en forma personal a la gente que acudía a la Fundación que llevaba su nombre

Se sabe de sobra que Eva María Duarte atendía durante muchas horas en forma personal a la gente que acudía a la Fundación que llevaba su nombre. Pero su labor no terminaba allí ni muchísimo menos.

Eva trabajaba 18 horas por día. Y no quería abandonar su función social”, contó el historiador Felipe Pigna, para agregar: “Ella trató en todo momento de hacer como que la enfermedad no existía. No lo hacía de soberbia, sino para seguir trabajando. Tenía buenas intenciones. Lo que dicen quienes estuvieron con ella era que la desesperaba no poder seguir trabajando y luchando por sus ideales. Y eso fue un problema para la curación de la enfermedad”.

“Tuvo un diagnóstico relativamente temprano, en 1949. Si se hubiese atendido en ese momento, podría haber salvado su vida, como lo hizo su madre, que también padeció cáncer de cuello de útero y sobrevivió. Eva tardó 18 meses en tratarse”, puntualizó el historiador (“Entramos en la vida íntima de personajes históricos”, por Emanuel Respighi – P12 – 26 de enero de 2013).

Tras un mal diagnóstico y una operación de apendicitis «al cáncer de Evita le dieron 20 meses de ventaja», sentenció el médico Daniel López Rosetti (foto) en su libro «Historia Clínica» (crédito imagen: infobae)

Ahora bien, ¿la responsabilidad fue de Evita? ¿O es comprensible su desconfianza hacia los médicos luego de una evaluación y de una operación erróneas?

Para colmo, a Evita no le habrían pronunciado nunca la palabra cáncer. “Ella un día pide la historia clínica, lo que a mí me lleva a pensar que tenía dudas, y que es altamente probable que no hayan utilizado la palabra cáncer hasta que estuvo muy avanzada la enfermedad. O incluso que la primera en decir ‘cáncer’ con todas las letras haya sido ella misma”, concluyó el doctor López Rosetti después de analizar exhaustivamente todo el proceso de la enfermedad de Evita.

“Eva trabajaba 18 horas por día. Y no quería abandonar su función social”, dijo Felipe Pigna

“Hubo un problema en la relación médico-paciente”

En el programa de TV “Si te he visto no me acuerdo”, López Rosetti dijo que la enfermedad de Eva “fue la misma que tuvo la madre, lo que pasa es que la atención médica fue distinta. En el caso de Evita se le dio mucho tiempo a la enfermedad”.

“Se trataba de un cáncer de cuello de útero… Un cáncer de cuello de útero en los años 50”, subrayó, para poner en contexto la situación. “Un cáncer que asustaba”, añadió.

Y acto seguido hizo hincapié en lo que consideró el principio de todo lo que se realizó mal: “Allí hubo un problema en la relación médico-paciente. O de varios médicos que estaban alrededor suyo. Obviamente, como médico de cabecera, la responsabilidad (principal) de la relación médico-paciente recae sobre Ivanissevich”.

Lo cierto es que, como dijimos, Eva tuvo una fuerte discusión con el facultativo de origen croata luego de que le diagnosticara apendicitis y la operara para atacar esa supuesta patología. Sería ese el momento a partir del cual nadie se atrevió a decirle qué enfermedad tenía en realidad, y Evita habría vuelto a sus 18 horas de trabajo diarias. Claro que, con el correr del tiempo, su físico comenzó a abandonarla.

López Rosetti se refirió al tema. “La operaron de una presunción de apendicitis… ¿Puede pasar? Sí,  la verdad es que puede pasar. Pero ahí le dieron casi 20 meses de ventaja al cáncer, hasta septiembre del año siguiente (1951)”. Eso es lo que jamás tuvo que haber ocurrido.

“Evita no era una paciente dócil. Siempre estaba preocupada por la situación política, lo cual incluso le generaba insomnio. A pesar de su anemia, anorexia y dolores, no abandonaba la actividad”, escribió el doctor Jorge Albertelli, quien reemplazó como médico de cabecera a Ivanissevich

Cuando el 21 de septiembre de 1951 fue convocado el prestigioso ginecólogo Jorge Albertelli a la residencia presidencial, éste vio el informe de la biopsia que se le había practicado a Evita y comprendió que quedaba poco por hacer. No obstante, decidió mudarse a la residencia, donde vivió tres meses junto a Eva.

De ideas socialistas y en desacuerdo con muchas políticas del gobierno, Albertelli entabló con Evita una relación entrañable. La necesaria relación médico-paciente. “Fue una relación muy linda, muy particular, que terminó en una relación de amistad. Albertelli luego escribiría el libro Mis 100 días con Eva Perón”, contó Pigna.

La enfermedad de Evita se transformó en secreto de Estado. Y, según el propio Albertelli, se vivía un clima tremendo de intrigas palaciegas, lo cual no ayudaba en absoluto a llevar las cosas como correspondía.

Recién entonces, en septiembre de 1951, fue cuando “todo se puso en marcha, porque obviamente, y aunque no esté descrito, la paciente ya debía tener dolores, pérdida de peso (aunque le alteraron la balanza), hemorragias vaginales, intolerancia digestiva, problemas digestivos, problemas de sueño, disminución de fuerza, es decir, el síndrome que uno sabe que tiene que ver con el cáncer”, explicó López Rosetti.

«Eva trabajaba 18 horas por día y no quería abandonar su función social. La desesperaba no poder seguir trabajando y luchando por sus ideales» (Felipe Pigna)

¿Y Perón? Estaba destrozado. “Siempre enfatizó la importancia de Evita como compañera, como amiga, como consejera, y como punto de apoyo leal en la lucha”, contó Albertelli en su libro.

“Perón estaba perdidamente enamorado de Eva. Seguramente no le dijo nada para no hacerla sufrir más”, apuntó Felipe Pigna en el programa de TV Historia Clínica, basado en el libro de López Rosetti.

Ello también lo volvió permeable a todo lo que le aconsejaban desde su entorno. Y fue un ministro quien le recomendó llamar al cirujano y oncólogo estadounidense George Pack. “Pack fue a la residencia oficial en secreto e incluso examinó a Evita en secreto, pues para ello la anestesiaron”, contó López Rosetti. Aseguran que Eva jamás hubiese aceptado que la tratara un médico que no fuese argentino.

Evita
El oncólogo estadounidense George Pack, a quien Evita jamás conoció

“Pack coincidió con el diagnóstico que habían hecho los médicos argentinos, y fue entonces cuando decidieron colocarle un dispositivo intravaginal de radium, semillas de radio que generaron radioactividad en la zona durante 120 horas con el fin de disminuir el volumen de la inflamación provocada por el cáncer. Cuarenta días después la operarían”, añadió el médico.

Hasta entonces, Evita no sólo siguió trabajando, sino que durante el levantamiento del general retirado Benjamín Menéndez contra el gobierno y pese a que estaba en tratamiento para mitigar el dolor, dio un discurso al pueblo a través de la radio. Más aún. “Ese mismo día, incluso se reunió con la CGT y empezó a organizar las milicias obreras. Aún en el estado en que se encontraba”, afirmó Felipe Pigna.

Una intervención quirúrgica “menos que buena”

En su libro, Albertelli dice que “Evita no era una paciente dócil y siempre estaba preocupada por la situación política, lo cual incluso le generaba insomnio. A pesar de su anemia, anorexia y dolores, no abandonaba la actividad” (“La muerte de Eva Perón” – Clarín – 26 de julio de 2021).

El 5 de noviembre de 1951, en el Policlínico de Avellaneda, la lideresa popular fue operada. El médico George Pack entró al quirófano recién cuando estuvo anestesiada. Evita siempre creyó que la había intervenido el doctor Ricardo Finochietto, quien con el tiempo sería el director del hospital.

Albertelli dijo sobre la intervención: “Pack no era un cirujano ginecológico, sino un cirujano general sin nuevas ideas para el caso”. Criticó el procedimiento y el instrumental utilizado, y sentenció: “En resumen, una operación discreta. Menos que buena” (“La muerte de Eva Perón”).

Evita en la Fundación Eva Perón

Ya en un estado terminal, alcanzó a escribir -en parte- y a dictarle a una enfermera de su máxima confianza -en otra parte- el que sería su legado político-ideológico: Mi Mensaje.

“De allí en más el avance del cáncer fue implacable. Eva tuvo disminución creciente de peso hasta ser piel y huesos, pues llegó a pesar 36 kilos. Sufrió pérdida de apetito, fiebre, infecciones, decaimiento, falta de sueño, sudoración… Con metástasis en los pulmones, empezó a tener disnea (falta de aire)… La situación clínica era irreversible. Hizo múltiples metástasis y comenzó a recibir morfina”, detalló Lopez Rosetti.

No obstante, el 4 de junio de 1952, alrededor de un mes y medio antes de su muerte, acompañó a Perón a su asunción como presidente tras la reelección. Se trató de su última aparición pública.

“Usted no tuvo coraje…”

En un capítulo del programa “Si te he visto no me acuerdo”, el sacerdote Héctor Benítez, confesor de Evita, contó que “unos 20 días antes de su muerte me hizo llamar de madrugada. Cuando entré al dormitorio no me saludó. Me dijo: ‘Que otros me mientan no me extraña, pero que usted me haya callado la verdad no puedo explicármelo. Usted sabía que tengo cáncer; usted sabía que es incurable; usted sabía que tengo los días contados; y usted no ha tenido el coraje de decirme que me muero…”

¿Evita podría haberse salvado? Quizás sí, al igual que su madre. Pero nunca se sabrá debido a la larga cadena de errores y horrores que se cometieron. Lo cierto es que de haber sobrevivido, no sólo hubiese sido otra su historia, sino que hubiera sido otro el país, como bien expresó Daniel López Rosetti.

«El país estuvo cerca de quedar paralizado», dijo la prensa británica

La visión de la BBC de Londres
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