La insolente vigencia de Cambalache

Que el país siga siendo igual o peor que en 1934, quizás requiera de una profunda reflexión

Enrique Santos Discépolo (crédito imagen: el historiador)

Enrique Santos Discépolo escribió Cambalache en 1934. Y escuchar el tango hoy provoca una sensación entre extraña y angustiante. Extraña porque uno ya tiene incorporada la letra como la del himno nacional. Y angustiante cuando uno cae en la cuenta de que la canción podría ser nuestro himno nacional, pues describe al país y su sociedad con una precisión que provoca un enorme desconsuelo y una enorme inquietud, al saber que han transcurrido exactamente 89 años.

Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio, chorro, generoso, estafador… ¡Todo es igual! ¡Nada es mejor!

Discepolín tuvo la visión de los grandes artistas: sólo ellos pueden escribir una poesía que no sólo trascienda los tiempos sino que se adelante a ellos…casi un siglo nada menos. Y además, hablando de lo cotidiano sin dejar de ponerlo en el contexto mundial.

Cambalache nació como “un canto resignado a un mundo en el que la línea entre ser honrado y trabajador o un oportunista sin escrúpulos era muy tenue, o incluso caía del lado de los segundos en la cuenta de resultados de la vida”. ¿Quién lo dijo? La periodista Alicia Ezker en la nota titulada “Una canción para este siglo XXI”. ¿Dónde se publicó? En el periódico Noticias de Navarra, de España, el 29 de abril último.

¡Pedazo de artista fue Discepolín, al punto de representar a una sociedad europea hasta 88 años después!

A nadie importa si naciste honrao… Es lo mismo el que labura noche y día como un buey, que el que vive de las minas, que el que mata, que el que cura, o está fuera de la ley…    

Esa horrenda sensación de que todo da igual, de que todo es lo mismo, de que nada importa, es la que hoy cruza a la mayor parte de la sociedad. Una sociedad decepcionada, confundida, a la deriva. Sin referentes

Si uno se sitúa en la época en que se escribió la letra de Cambalache, entiende todo. Si piensa que casi un siglo después las cosas no han cambiado, e incluso han empeorado, la desazón no puede ser más grande.

Pongamos la creación de Discépolo en contexto histórico. Cuatro años antes se había consumado el primer golpe de Estado en el país, que había interrumpido los primeros 14 años consecutivos de democracia. Hipólito Yrigoyen fue llevado a la isla Martín García acusado de hechos de corrupción que no había cometido, y los militares y la burguesía terrateniente inauguraban así 13 años de fraude y corrupción y un proceso de empobrecimiento brutal del pueblo. Con el tiempo se conoció a esa época como Década Infame.

A la crisis local se sumaba una tremenda crisis global. En 1929 había quebrado la economía estadounidense, dando origen a largos años de penurias. Media Europa, en tanto, se lanzaba a los brazos de la ultraderecha: el fascismo nacido en Italia y el nazismo alemán encaminaban al viejo continente hacia la Segunda Guerra Mundial.

Parémonos en el hoy en día. Cuatro años atrás se consumó el mayor golpe de Estado económico de la historia del país: la toma de una deuda récord a nivel planetario, impagable y condicionante de cualquier proyecto de desarrollo social y productivo durante generaciones, que interrumpió más de una década de desendeudamiento y soberanía política. Nadie fue puesto preso en ninguna isla ni en tierras continentales por semejante crimen, ni siquiera fue acusado por la justicia. Y es que no hay justicia. Y la burguesía terrateniente, ya sin necesidad de ayuda militar, sigue dictando las políticas a seguir, las mismas que en en el siglo XIX, en 1934 y actualmente empobrecieron y empobrecen al pueblo. Con el tiempo… nadie sabe cómo se conocerá a esta época.

A la crisis local se suma una tremenda crisis global. La pandemia que comenzó a principios de 2020 hizo volar por los aires la economía mundial, dando origen a -según anticipan todos los expertos- largos años de penurias. Media Europa y medio EEUU, en tanto, coquetean con la ultraderecha, que por si fuese poco ya desembarcó con fuerza en América Latina.

Siglo veinte cambalache (o veintiuno), problemático y febril… El que no llora no mama y el que no afana es un gil. ¡Dale nomás! ¡Dale que va! … ¡Que allá en el horno nos vamo a encontrar…!

Primo Carnera (crédito imagen: ABC)

Censura, Perón, censura y cambios en la letra

Discépolo compuso Cambalache para el filme «El alma del bandoneón», que se estrenó en 1935. En la película fue interpretado por Ernesto Famá.

Sin embargo, el estreno del tango se dio a finales del ’34. Y es que Luis Amadori, coautor de varias canciones con Discepolín, se lo llevó a Sofía “La Negra” Bozán, quien lo cantó por primera vez en el Teatro Maipo, durante la obra-revista “Esmeralda al 400”.

Tras el golpe militar de 1943 que puso fin a la Década Infame, el tema fue prohibido en el marco de una ley que prohibía el uso del lenguaje lunfardo. El tango siguió censurado a partir de la asunción como presidente de Juan Domingo Perón en 1946. Entonces, miembros de la sociedad de autores iniciaron gestiones ante distintos organismos, sin suerte alguna. ¿Qué hicieron pues? Pidieron una audiencia directamente con Perón, quien les dijo que ignoraba el hecho. Acto seguido, dio la orden de que levantaran la prohibición sobre Cambalache.

Pero vino otro golpe de Estado. El de 1955. Y Julio Sosa tuvo que cambiar parte de la letra original. En lugar de “el que vive de las minas” cantó “el que vive de los otros”, al tiempo que cambió algunos de los personajes que nombró en un principio Discépolo: “Mezclaos con Toscanini van Scarface y la Mignón, Don Bosco y Napoleón, Carnera y San Martín” reemplazó a “Mezclaos con Stavisky van Don Bosco y la Mignón, don Chicho y Napoleón, Carnera y San Martín”.

Con el tiempo, el tango conoció otras versiones. Hasta que llegó otro (y van…) golpe de Estado. El cívico-militar de 1976, es decir, el más sangriento y destructivo de toda la historia argentina. Y los jefes de programación de las radios oficiales y privadas contaron que recibieron una “sugerencia” del Comfer (organismo rector de las emisoras de radio) para que no se difunda el tango Cambalache en ninguna de las interpretaciones existentes.

Alexander Stavisky

Quién es quién

Mezclao con Stavisky va Don Bosco y La Mignón, Don Chicho y Napoleón, Carnera y San Martín…

Serge Alexander Stavisky fue un famoso estafador que nació en Ucrania y se nacionalizó francés. Tenía una historia turbia. Se había involucrado en negociados y fraudes, aunque siempre a través de sus relaciones con figuras del mundo financiero y de la política. El 3 de enero de 1934 la policía lo encontró muerto. La versión oficial fue “suicidio”, pues «sabía que sería detenido». La cuestión es que en su mayor estafa estaban comprometidos dirigentes políticos de la Tercera República francesa. El escándalo fue tal que generó la caída del gobierno.

Discepolín pone al lado de Stavisky a Don Bosco, creador de una obra religiosa con contenido social que se extendió por el mundo, incluida la Argentina: la congregación salesiana. Fue canonizado en 1934.

Para algunos, la Mignón es simplemente la representación de una prostituta. Para otros se trata de un personaje del novelista, poeta y dramaturgo alemán Johann Wolfgang von Goethe, concretamente una niña que es raptada y obligada a divertir a hombres mayores.

Don Chicho era el apodo de Juan Galiffi, un italiano oriundo de Sicilia que llegó a la Argentina en 1910. Se lo conoció como el “Al Capone argentino” porque habría convertido a Rosario en la “Chicago” de nuestro país. Fue deportado en 1933.

En tanto, Primo Carnera fue un mendigo italiano de 2 metros de altura y 125 kilos que, tras trabajar en un circo, fue llevado a los rings por la mafia y se convirtió en campeón mundial de los pesos pesados.

Napoléon y San Martín no necesitan de explicaciones… Que el país siga siendo igual o peor que en 1934, quizás requiera de una profunda reflexión.

Cambalache, letra (Enrique Santos Discépolo – 1934)

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