Cuando Buenos Aires rechazó la creación de la bandera nacional

Sí, Belgrano creó la bandera y la hizo jurar a orillas del Paraná. Lo que no cuenta la historia oficial es que ese acto revolucionario fue rechazado por Buenos Aires, pues en el Primer Triunvirato, donde en realidad mandaba su secretario Bernardino Rivadavia, sostenían que la Revolución de Mayo había sido para cuidarle estas tierras al rey español Fernando VII mientras era preso de Napoléon

Manuel Belgrano (crédito imagen: Perfil)

Tras contener los ataques realistas en la costa del río Paraná entre finales de enero y principios de febrero de 1812, el General Manuel Belgrano levantó un fuerte militar llamado Libertad. Creyó que era hora de diferenciarse en todo sentido del enemigo, por lo cual pidió autorización al Primer Triunvirato para crear una escarapela con distintos colores a la de los españoles. Así nació el primer distintivo blanco y azul claro, que fue reconocido en Buenos Aires mediante un decreto fechado el 18 de febrero de 1812.

No obstante, el Primer Triunvirato -como nos cuenta el historiador Felipe Pigna- se empeñaba en dejar claro que el fin de la Revolución de Mayo de 1810 era preservar estas tierras para el rey español Fernando VII, en ese momento cautivo de Napoleón Bonaparte.

Una línea muy clara dividía en aquel tiempo a los verdaderos revolucionarios que luchaban por la independencia definitiva y se referenciaban en San Martín, Belgrano y los caudillos federales, de quienes pensaban en chico y especulaban con la situación en Europa: lo único que les importaba era que la clase dominante porteña y las oligarquías del interior que se encolumnaban tras ella siguieran haciendo grandes negocios. ¿Libres o esclavos? No importaba. Se vería sobre la marcha.

Un gran referente -sino el principal- de esa casta cipaya era el secretario y verdadero dueño del poder en el Primer Triunvirato, es decir, Bernardino Rivadavia. Para Rivadavia, los triunviros y la clase dominante porteña “independencia” era mala palabra.

Es más, Don Bernardino “estaba preocupado en no disgustar a Gran Bretaña y a su embajador en Río de Janeiro, Lord Strangford, con quien estaba negociando la retirada de los portugueses de la Banda Oriental a condición de que no se mencionase el tema de la independencia” (www.elhistoriador.com).

Manuel Belgrano

Jura de la bandera nacional el 27 de febrero de 1812 a orillas del río Paraná (crédito imagen: el arcón de la historia)

Belgrano, San Martín, Güemes y los demás caudillos federales, Brown, Bouchard e intelectuales como Bernardo de Monteagudo (uno de los revolucionarios más radicales) se hallaban en las antípodas de quienes con el tiempo, lamentablemente para la naciente República, ganaron la partida (¡Qué distinta hubiese sido nuestra historia si en lugar de Rivadavia hubiera sido presidente San Martín! Pero claro, si la oligarquía porteña y las de provincias llegaron al punto de aliarse con los españoles para asesinar a Güemes, poco se podía esperar).

Pero volvamos a inicios de 1812. Manuel Belgrano quiso dar un paso más en la gesta revolucionaria, por lo que creó un segundo fuerte militar (se le llamaba batería) a orillas del Paraná. ¿Y qué nombre le puso? Independencia.

Como si fuese poco, el 27 de febrero de 1812 izó en la batería Independencia la primera bandera nacional. La azul y blanca cuya historia está contada al dedillo por científicos platenses del Conicet en la nota Fue azul.

“Soldados de la Patria (…) juremos vencer a los enemigos interiores y exteriores, y la América del Sur será el templo de la independencia y de la libertad. En fe de que así lo juráis, decid conmigo ¡Viva la Patria!”

Manuel Belgrano

Manuel Belgrano (crédito imagen: Jujuy al día)

La bandera había sido creada y jurada en nombre de “la independencia y la libertad” de los enemigos “exteriores e interiores”. Buenos Aires montó en cólera.

“El gobierno deja a la prudencia de V.S. mismo la reparación de tamaño desorden (en referencia a la jura de la bandera)” … “V.S. a vuelta de correo dará cuenta exacta de lo que haya hecho en cumplimiento de esta superior resolución”, fue la reacción del Primer Triunvirato, bajo el mando real de su secretario, Bernardino Rivadavia.

Pero el General Manuel Belgrano recién se enteró de esa resolución en julio. Hasta entonces siguió usando la bandera y llevando réplicas adonde fuese. Cuando conoció aquella cobarde decisión del Primer Triunvirato se enfadó muchísimo y reaccionó diciendo que la guardaría para días mejores.

No obstante, San Martín y la Logia Lautaro -creada para lograr la independencia total y absoluta del tirano español-, así como la radical Sociedad Patriótica de Bernardo Monteagudo -a la postre mano derecha del Gran Jefe-, ya estaban haciéndole la cuenta regresiva al Primer Triunvirato.

¿Por qué? Pues porque el triunviro, bajo el mando real de Rivadavia, había implementado una política centralista a espaldas de las necesidades e intereses del interior. Buenos Aires fomentaba el libre comercio ahogando a las economías provinciales y tenía el manejo exclusivo del puerto y de la aduana.

De hecho, quien se plantó con más firmeza ante esa situación fue el propio José de San Martín cuando fue Gobernador de Cuyo entre 1814 y 1816, una gestión brillante que dio una idea de lo que hubiese sido una Presidencia del Gran General.

(Parece mentira que en 2022, Argentina siga discutiendo cuestiones tan pero tan similares a las de 1812)

El intelectual Bernardo de Monteagudo, quien llegó a ser mano derecha de San Martín y ministro de Simón Bolívar en Perú, se cuenta entre los más activos y radicales revolucionarios. Fue asesinado en 1825

La caída del Primer Triunvirato (no fue casual)

“San Martín y sus compañeros se decidieron a actuar. El 8 octubre de 1812 marcharon con sus tropas, incluidos los Granaderos a Caballo -que poco después iniciarían el camino de la independencia militar y política en la batalla de San Lorenzo-, hacia la Plaza de la Victoria (actual Plaza de Mayo) y exigieron la renuncia del Primer Triunvirato en un documento redactado por el propio San Martín que concluía diciendo: ‘…no siempre están las tropas para sostener gobiernos tiránicos’”.

El nombre de la Logia llevaba el nombre Lautaro por un cacique araucano que se sublevó contra los colonizadores en el siglo XVI. Esta denominación fue propuesta por San Martín, ya que Lautaro simbolizaba justamente el gran objetivo de la organización: la liberación americana

Fue designado un Segundo Triunvirato afín a la Logia y a la Sociedad Patriótica integrado por Juan José Paso, Nicolás Rodríguez Peña y Antonio Álvarez Jonte. Rivadavia, uno de los principales enemigos de San Martín al punto que más adelante intentaría asesinarlo, por un tiempo quedó fuera de escena.

Desde ya, el Segundo Triunvirato avaló todo lo actuado por Belgrano, quedando oficializada la bandera nacional que el Ejército del Norte había jurado a orillas del Paraná el 27 de febrero de 1812. En enero de 1813 (derrocado el Primer Triunvirato y con la Asamblea del Año XIII en funciones), Don Manuel confeccionó otra bandera, que fue jurada por el Ejército del Norte el 13 de febrero siguiente a la vera del río Pasaje, desde entonces llamado Juramento.

Bernardo de Monteagudo, un hombre clave

Nacido en 1789 en Tucumán y asesinado en Lima, Perú, en 1825, Bernardo de Monteagudo fue un revolucionario radical reconocido tanto en la Argentina nacionalista como en el Perú como uno de los impulsores de la independencia.

“Monteagudo figura entre los jóvenes formados en Charcas, Perú, tanto en la Universidad como en la célebre Academia Carolina, de práctica forense, entre los cuales se cuenta a los más activos revolucionarios de las insurrecciones de 1809 y 1810 ocurridas en Chuquisaca, La Paz, Buenos Aires y otras varias ciudades donde prendió el fuego que iba a originar las guerras de la Independencia. El joven tucumano-charquense se graduó en Teología en 1805, en Cánones en 1806 y en Leyes en 1808…”

“…En 1809 redactó su famoso Diálogo, basado en un imaginado intercambio entre el último gobernante del Imperio Inca, Atahualpa, y el rey español Fernando VII, rebosante de intención crítica, en el que se proclama ya abiertamente una doctrina revolucionaria. Este texto, que llegaría a ser reconocido como uno de los documentos claves del ideario revolucionario, es el que representa en definitiva el pensamiento y la acción política que desplegaría el autor a lo largo de su carrera pública, puesta al servicio de la lucha contra el sistema colonial y contra España y su Monarquía…”

En 1809 Bernardo de Monteagudo redactó su famoso «Diálogo», un imaginario intercambio entre el último gobernante del Imperio Inca, Atahualpa, y el rey español Fernando VII. Este texto llegó a ser reconocido como «uno de los documentos claves del ideario revolucionario»

“…Las diez páginas manuscritas del Diálogo presentan a Atahualpa y Fernando VII en los Campos Elíseos. El primero enrostra al rey español los crímenes de la conquista prolongados durante tres siglos. Y le compara la dominación napoleónica sobre España con la de los españoles en América. Así las cosas, Fernando VII queda derrotado y acepta los argumentos del Inca. Una proclama final insta a la rebelión contra la usurpación hispana”.

Bernardo de Monteagudo fundó el periódico Mártir o Libre, nombre que ya decía casi todo sobre su postura. En 1813 fue elegido diputado de la asamblea constituyente rioplatense.

Fue secretario de San Martín, y como tal participó en la campaña de liberación de Chile y redactó el acta de independencia (1818). Tres años más tarde siguió a San Martín al Perú, donde ejerció el cargo de ministro de guerra y marina de la nueva nación. Fue destituido en 1822 y regresó como ministro de relaciones exteriores cuando subió al poder en 1824 el General Simón Bolívar.

Monteagudo no andaba con rodeos para encolumnar a los americanos tras los ideales revolucionarios. Esas formas consideradas “autoritarias” por las élites criollas fueron rechazadas por éstas, y murió asesinado a los 35 años. “Sus cartas a Bolívar constituyen un inestimable testimonio acerca de la estrecha relación entre ambos y de los conflictos ideológicos que agitaron aquellos complejos años”.

Manuel Belgrano

El nombre de la Logia llevaba el nombre Lautaro por un cacique araucano que se sublevó contra los colonizadores en el siglo XVI. Esta denominación fue propuesta por San Martín, ya que Lautaro simbolizaba justamente el gran objetivo de la organización: la liberación americana (crédito imagen: el bibliote.com)

Fuentes de consulta: El Historiador, Real Academia de la Historia, Biografías y Vidas, entrevista al científico del Conicet Carlos Della Védova.

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