9 de julio de 1816 y la independencia que nos debemos

Hace 207 años, las Provincias Unidas del Río de la Plata declararon la independencia de la Corona española. Una independencia de carácter político que debía completarse con la independencia económica. Pero ello jamás ocurrió. Las causas

9 de julio de 1816 (crédito imagen: razón y revolución)

9 de julio de 1816

Fuente: www.elhistoriador.com.ar y elaboración propia

“Mayo de 1810 no fue mucho más que un cambio de cúpula gobernante: la clase alta criolla por la española”, definió el escritor e historiador Pacho O’Donnell. Y esa clase alta criolla, que nunca apoyó abiertamente la gesta independentista encabezada por San Martín, Belgrano, Güemes y tantos otros, y que recién “se pronunció” en su favor cuando las cartas de la guerra estaban echadas, nació con vocación de clase pero no de Patria, por lo que dedicó todos sus esfuerzos a mantener sus privilegios sin pensar en el desarrollo integral de la nación ni en el bienestar de la mayoría de su pueblo. Así, hasta hoy.

“El 9 de julio de 1816, en la casa que había prestado gentilmente doña María Francisca Bazán, los diputados que habían llegado de todos los puntos del ex virreinato (a Tucumán) declararon la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Comenzaba una nueva etapa para lo que empezaba a ser nuestro país”, cuenta el historiador Felipe Pigna.

Y aclara: “Éramos independientes políticamente ‘de España y de toda dominación extranjera’, pero la metrópoli nos había dejado en una situación muy delicada, que conduciría a una dependencia económica de otras potencias europeas”.

“España no sólo no había fomentado el desarrollo industrial en sus colonias americanas, sino que hizo todo lo posible para obstaculizarlo y poner trabas al comercio entre las distintas regiones del extenso territorio. España misma tenía una escasa producción industrial, que no alcanzaba a cubrir las necesidades básicas de sus habitantes y debía importar la mayoría de los productos elaborados”.

«La zona de Buenos Aires producía básicamente materias primas para exportar, como cueros, sebo para las velas y tasajo, que era una grasa salada utilizada por países como Brasil y Estados Unidos para alimentar a los esclavos. Esto le reportaba a la región (porteña) importantes ganancias, que junto con el manejo exclusivo de las rentas del puerto y la aduana -que aumentaron enormemente a partir del reglamento de Libre Comercio de 1809- le permitían darse el lujo de importar todos los productos que precisaba sin necesidad de preocuparse por su fabricación”, subraya.

Así se fue configurando el país, sobre todo luego del triunfo de los unitarios sobre los federales: exportación de materias primas sin valor agregado alguno y compra en el extranjero de todos los productos manufacturados. Ese modelo redundó en un Puerto de Buenos Aires y alrededores rico y un interior pobre. En un país para pocos.

¿Por qué otras naciones, fundamentalmente del norte, se desarrollaron integralmente y en beneficio de la mayoría de la población? Porque tuvieron burguesías nacionalistas e industrialistas. Aquí tuvimos “élites que rechazaron la industrialización para seguir mamando de la teta de la explotación agropecuaria latifundista”, como sentenció Alan Beattie, escritor, ex director del Bank of England y editorialista del influyente periódico ultraliberal británico Financial Times.

“Así pensaba al menos la mayoría de los terratenientes porteños -añade Pigna-, quienes preferían la ley del menor esfuerzo y la ganancia fácil antes que el aporte para el progreso, que hubiera implicado que destinaran parte de sus enormes ganancias -como hicieron los ganaderos y granjeros norteamericanos- a invertir en la industria”.

«La incapacidad y la falta de voluntad y de patriotismo de los sectores más poderosos llevaron a que nuestro país quedara condenado a producir materias primas y a comprar bienes elaborados, muchas veces, con los productos de nuestra tierra»

La clase alta porteña de finales del siglo XIX y principios del siglo XX (crédito imagen: definición)

El interior en 1816

“La situación del interior era diferente. En algunas regiones, como en Cuyo, Córdoba, Corrientes y las provincias del Noroeste, se habían desarrollado pequeñas y medianas industrias, en algunos casos muy rudimentarias, pero que lograban abastecer a sus mercados internos y daban trabajo a sus habitantes. (Pero…) para el interior el comercio libre significó en muchos casos la ruina de sus economías regionales, arrasadas por los productos importados más baratos y de mejor calidad”. (Exactamente 160 años más tarde se dio un proceso casi calcado, como desarrollamos ampliamente en el artículo 57 segundos que anunciaron el principio del fin)

Esa calidad se lograría con el tiempo. Porque toda industria incipiente, como la del interior argentino de aquel entonces, necesita un proceso de innovación y mejora continuo que en estas pampas -y en cualquier lugar del planeta- se logran mediante políticas de apoyo firmes y constantes. ¿Quién le planteó esto a Buenos Aires? Nada menos que José de San Martín cuando fue gobernador de Cuyo entre 1814 y 1816, tiempo durante el cual impidió que productos extranjeros entraran en esa región.

“La incapacidad y falta de patriotismo” de las élites argentinas

“El manejo del puerto y la aduana en forma exclusiva e injusta por parte de Buenos Aires será el tema central de los enfrentamientos que comenzarán a darse por esta época y no concluirán hasta la década de 1870”, dice Felipe Pigna.

“La incapacidad y la falta de voluntad y de patriotismo de los sectores más poderosos llevaron a que nuestro país quedara condenado a producir materias primas y a comprar bienes elaborados muchas veces con los productos de nuestra tierra”.

“Claro que valía mucho más una bufanda inglesa que la lana argentina con la que estaba hecha. Esto condujo a una clara dependencia económica del país comprador y vendedor, en este caso Inglaterra, que impuso sus gustos, sus precios y sus formas de pago”.

“Por otra parte, los países que sustentan su existencia en virtud de la exportación de materias primas, como granos o carnes, quedan muy expuestos a los fenómenos naturales, como sequías, inundaciones, pestes de animales. Y esto puede arruinar su economía de un momento a otro. En cambio, los países industriales pueden planificar su economía sin preocuparse por si llueve, está nublado o sale el sol”.

“La mayoría de los terratenientes porteños preferían la ley del menor esfuerzo y la ganancia fácil antes que el aporte para el progreso, que hubiese implicado que destinaran parte de sus enormes ganancias -como hicieron los ganaderos y granjeros norteamericanos- a invertir en la industria”

9 de julio de 1816 (crédito imagen: Los Andes)

De la dependencia política a la dependencia económica

“Tras aquel primer paso del 9 de julio de 1816, éramos independientes, sí, pero solamente en lo político. En lo económico empezamos a ser cada vez más dependientes de nuestra gran compradora y vendedora: Inglaterra”… Luego, tras la Segunda Guerra Mundial, de los Estados Unidos. Y así hasta hoy, cuando en Argentina se sigue discutiendo con la misma lógica que hace 200 años.

“A comienzos de 1817 el congreso se trasladó de Tucumán a Buenos Aires. Todavía quedaba por definir la forma de gobierno y redactar una Constitución”.

“Mientras tanto, San Martín había sido nombrado gobernador de Cuyo en 1814 y se preparaba para cruzar los Andes con su ejército libertador. Todo el pueblo de Cuyo colaboró donando elementos y provisiones y alistándose los hombres de entre 16 y 50 años como soldados. Estableció su base en el campamento de Plumerillo, Mendoza, e impartió un fuerte entrenamiento a sus tropas acorde a la impresionante misión que tenían por delante: cruzar una de las cordilleras más altas del mundo con picos de más de 6.000 metros para llevar la libertad a Chile y de allí al Perú. Todos trabajaban en el campamento y todos los metales servían para que el cura Fray Luis Beltrán los transformara en su fragua en fusiles y cañones para la libertad de América”.

La guerra civil que ganó el bando cipayo

“En tanto, en Europa continuaban las negociaciones para conseguir un rey para estas tierras ahora independientes. Obsesionados por el auge de las monarquías en el viejo continente, muchos congresales insistieron en la necesidad de dictar una Constitución que estableciera un poder ejecutivo centralizado y fuerte. Fue así como el 22 de abril de 1819 el Congreso sancionó una Constitución unitaria y centralista que daba todo el poder a Buenos Aires y perjudicaba a las provincias. Éstas no tardarán en rechazarla enérgicamente”, realza Pigna.

“Así, el Congreso que en 1816 declaró la independencia se desmoronaba sin remedio y la amenaza de disolución del gobierno central era un hecho. La región se sumía en una guerra civil entre Buenos Aires y el interior que demoraría durante largas décadas la organización nacional”.

“Si el sur racista confederado hubiese ganado la guerra civil al norte, los Estados Unidos hubiesen sido como Argentina”, afirmó el ultraliberal británico Alan Beattie. El sur tenía un proyecto de ‘colonia próspera’ dependiente de Inglaterra, que exportaba granos y carne e importaba manufacturas. El norte abogaba por la independencia política y económica, una reforma agraria sobre los latifundios del sur y la industrialización de la naciente nación norteamericana.

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