Recuperar la democracia nos costó demasiado para dejar que se la roben cuatro tunantes

Crédito imagen: La Bancaria

recuperar la democracia

Treinta mil desaparecidos. Un industricidio al ritmo de la apertura indiscriminada de importaciones.

Miles y miles de exiliados contra su voluntad. El nacimiento en el país de la pobreza estructural y del desocupado como sujeto social, dos cuestiones que hasta marzo del 76 no conocíamos.

Centros clandestinos de detención, torturas y violaciones. Entronización del individualismo.

Robos de bebés. Un crecimiento del 499 por ciento de la deuda externa al galope de hacer trizas a las grandes empresas públicas.

Estatización de las deudas privadas de las grandes empresas (y de los grupos empresarios que se habían hecho grandes en esos años, como el clan Macri), que todas y todos tuvimos que pagar durante décadas a un precio tan alto como la debacle de la escuela y la salud públicas, la imposibilidad de realizar obras públicas imprescindibles y un largo etcétera.

Hombres, mujeres y hasta adolescentes arrojados al mar desde aviones. Creación de la timba financiera como método de robo al Estado (pero con saco y corbata), otra cosa que en Argentina no existía.

Reducción de la lectura (3 libros/año por habitante en 1974 y menos de uno en 1981) y del bagaje lingüístico (5.000 palabras por ciudadano en 1974 y 1.500 en 1980 según la Unesco) a niveles lindantes con los de sociedades embrutecidas. Inoculación del concepto de “adoctrinamiento” en las escuelas, cuando a muchas generaciones nos adoctrinaron toda la vida enseñándonos una historia falsa de toda falsedad.

Censura, miedo, terror en el aire para que nadie se atreva siquiera a chistar. La locura de una guerra por una causa justa y abrazada por la inmensa mayoría de los argentinos y argentinas, donde muchos jerarcas militares “destacaron” por torturar a los conscriptos y se “mearon encima” ante el enemigo, demostrando que sólo estaban preparados para reprimir a la población pero no para defender a la Patria.

Esta lista está incompleta, pero que sirva para no olvidar que hasta hace solamente 40 años, tras el triunfo de un demócrata cabal como Raúl Alfonsín en las elecciones del 30 de octubre de 1983, el país estaba así de destrozado.

Que desde el peronismo “hijo de la dictadura” nadie lo acompañó, hasta que rápidamente funcionaron los anticuerpos, como decía un general, y la renovación justicialista puso orden consagrando gobernador de la mayor provincia del país a Antonio Cafiero, otro demócrata cabal que hasta durmió en la Casa Rosada los días del intento golpista carapintada del 87.

Luego, un caballo de Troya llegado desde la (hermosa y entrañable, valga la aclaración) provincia de La Rioja que inició una segunda década infame a costa del PJ, al que debilitó y dividió.

Después, el trágico 2001 (39 muertos) por la porfía de la alianza radical galerita (con Bullrich como gran ministra) de mantener un 1 a 1 que habría que haber desandado progresivamente desde 1994, como sentenció en aquel mismo año Roberto Lavagna.

Y vuelta a remontar de la mano de un peronismo, ahora patagónico, que nos sacó del FMI.

Macrismo explícito, albertismo errático y hoy, ante el estupor de quienes vivimos la dictadura, las hiperinflaciones y el 2001, nos ofrecen como algo novedoso las mismas recetas de los dictadores y de los 90, pero empeoradas por el afán público de retrotraernos a antes de 1985 en materia de derechos humanos y a antes de 1945 en materia de derechos laborales y sociales.

Muchísimo nos costó recuperar la democracia. Muchísimo nos costó -con todos los sinsabores- mantener en pie sus postulados básicos, como para dejar que cuatro tunantes se lleven puesta tanta historia, tanta lucha, tantas ausencias, con la receta eterna de los poderosos: una colonia próspera para el 30 por ciento de la población.

Cada día, defendamos la única y verdadera libertad, la de poder soñar y pelear por una sociedad en paz, con progreso para absolutamente todos, con proyectos solidarios y colectivos, con más y más escuelas públicas, más y más hospitales públicos, industria nacional, pleno empleo, con la Constitución en la mano y las Malvinas en el corazón.

¡Vivan la democracia, la unidad nacional, la tolerancia y la paz social, carajo!

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