Lo que jamás nos contaron de la Argentina del Centenario (que hoy quieren recrear)

El 25 de mayo de 1910, la burguesía terrateniente festejó por todo lo alto que vivía al nivel de los nobles europeos merced al modelo agroexportador. La explotada clase trabajadora, que nunca apareció en ningún relato oficial sobre el Centenario de la República, vivió la ‘fiesta’ huyendo de la sanguinaria policía porteña y de los paramilitares, con más de 2.000 presos políticos, con locales sindicales y de prensa incendiados y barrios humildes bajo ataque. Aquella fastuosa celebración se concretó gracias al imperio de la ley marcial

Crédito imagen: Archivo General de la Nación

Centenario Argentino

La historia oficial (liberal) siempre nos adoctrinó haciéndonos creer que las fiestas por el Centenario de la República fueron multitudinarias, alegres, que le pusieron el marco a un país que llegó a representar “la octava economía del mundo”. Parecía, así, que el modelo de nación agroexportadora que se impuso tras las guerras civiles ganadas por los unitarios y que a lo largo del siglo XX solamente conoció al primer peronismo como su gran escollo era ‘un triunfo de todos los habitantes de la Argentina’. Nada más alejado de la realidad, como casi todo lo que narró y sigue narrando la historia liberal.

El 25 de mayo de 1910, día elegido por la clase gobernante y dominante argentina, que entonces eran la misma cosa, hubo en tierra porteña ampulosos desfiles y una monumental exposición internacional que se extendió durante todo el año en cinco predios diferentes. Dicen que fue un intento de emular la Gran Exposición Universal que se desarrolló en París en 1889 para conmemorar los 100 años de la Revolución Francesa. Fue financiada por el Estado y dirigida por la Sociedad Rural Argentina y por la Unión Industrial Argentina, entre otras entidades.

El gigante y fastuoso desfile en avenida de Mayo (crédito imagen: Cultura Argentina)

Tras la gravísima crisis de 1890, cuando las políticas ultraliberales y de especulación comercial y bursátil llevadas a cabo por el gobierno forzaron la renuncia del presidente Miguel Juárez Celman, para la época del Centenario la nación había regresado -de la mano del modelo agroexportador y de una dependencia comercial absoluta con el Reino Unido- a niveles de crecimiento que le hicieron creer a la burguesía terrateniente que aquello sería para toda la vida.

Fue en ese contexto de nuevos ricos que se desplegaron los lujuriosos festejos del Centenario. La ciudad de Buenos Aires se creía la París sudamericana, la clase alta porteña vivía entre Argentina y Europa, toda semilla que se tiraba en suelo nacional daba el ciento por uno y el total se exportaba a altísimos precios al exterior. Con esas pornográficas ganancias, la burguesía terrateniente llevaba un ritmo de vida igual y en algunos casos superior al de los nobles europeos, pero no había un solo indicio de alguna política industrial que tendiera a desarrollar al conjunto del país y elevar la vida de su población trabajadora.

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Crédito imagen: Archivo General de la Nación

A merced de factores que un gobierno no puede manejar

Desde 1880, la velocidad a la que viajaba la economía agroganadera nubló por completo la ya miope visión de la clase dirigente vernácula. Solamente entre 1886 y 1890, la economía creció un 44%. Pero todo ello tenía limitaciones enormes, y apenas unas pocas mentes lúcidas, como la de Carlos Pellegrini, venían advirtiendo sobre los riesgos de dejar a una nación entera a merced de una actividad que dependía de factores imposibles de manejar para cualquier gobierno local, como el clima y el devenir económico mundial. O, por caso, la especulación llevada a la enésima potencia. Y eso fue lo que hizo colisionar al Titanic nativo en el año 1890.

Tan fuerte resultó la colisión, que la banca Baring Brothers británica estuvo a un pequeño paso de quebrar a raíz del crack financiero argentino. Y es que a cambio de nuestras materias primas, el Reino Unido había jugado aquí el 40% de toda su inversión planetaria.

El quiebre del Banco Constructor de La Plata en 1888 fue una suerte de equivalente del colapso del Lehman Brothers estadounidense en 2008. Comenzó un efecto dominó que dejó en bancarrota a los más chicos (los grandes siempre se salvan o son salvados), al tiempo que la inmensa mayoría de la pobrísima población trabajadora se empobreció mucho más todavía.

Fue precisamente el industrialista Carlos Pellegrini, vicepresidente de Juárez Celman, quien se hizo cargo del gobierno entre 1890 y 1892 y le salvó las papas a la burguesía terrateniente. ¿Después de eso escucharon sus pioneros discursos industrialistas? En absoluto. Cuando el tren se acomodó en las vías, la clase alta porteña volvió a su sueño de nobleza europea.

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Crédito imagen: Conicet Mar del Plata

Represión, estado de sitio, más de 2.000 detenidos y ley marcial

El 1º de mayo de 1909, la Policía porteña comandada por su sanguinario jefe Ramón Lorenzo Falcón asesinó a decenas de trabajadores e hirió gravemente a varios cientos que se manifestaban en la Plaza Lorea, en el marco de una exitosa huelga general. El hecho se conoció con el tiempo con el nombre de Semana Roja, una suerte de anticipo de la Semana Trágica que en enero de 1919 terminó con la vida de casi 1.500 obreros en las calles de Buenos Aires. El 14 de noviembre de aquel 1909, Falcón fue asesinado por un militante anarquista que vengó la matanza del Día del Trabajador.

El acto de venganza incrementó la persecución y la represión policial a los trabajadores en conflicto, fundamentalmente a los anarquistas y socialistas. Sobre finales de año había medio millar de presos. Así las cosas, 1910 comenzó bajo estado de sitio.

“Pese a la detención de más de 2.000 obreros, el incendio de locales anarquistas y socialistas y el ataque a barrios humildes y de judíos por parte de paramilitares fascistas, las protestas de los trabajadores por las inhumanas condiciones laborales comprometieron los festejos del Centenario organizados por la clase alta argentina: la iluminación fue saboteada; el arco del triunfo preparado fue incendiado; las principales exposiciones se abrieron con semanas de retraso. La ‘fiesta de la libertad’ debió realizarse bajo el imperio de la ley marcial”  

En su libro El movimiento obrero argentino (1870-1910), Socialismo, anarquismo y sindicalismo (Editorial Legasa, 1987), Julio Godio cuenta que “en mayo de 1910, la FORA (Federación Obrera Regional Argentina de orientación anarquista) realizó un acto nunca visto: 70.000 personas en la Plaza Colón”. Ello envalentonó a lo trabajadores. Así “se lanzó para el día 18 de mayo una huelga general por tiempo indeterminado; la CORA (Confederación Obrera Regional Argentina de orientación sindicalista y socialista) se unió a la medida de fuerza”.

Se avecinaban las celebraciones de la burguesía terrateniente, y la paupérrima situación laboral de la clase trabajadora no podía empañar la fiesta de la Argentina agroexportadora.

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Crédito foto: La Izquierda Diario

“El gobierno decidió no esperar más -contó Godio-. El 13 de mayo, aún antes de que el Congreso aprobara el decreto de Estado de Sitio, el Ejecutivo se lanzó a detener a los principales militantes obreros y a clausurar, nuevamente, locales y diarios”.

“Al día siguiente, 14 de mayo de 1910, el número de detenidos ya alcanzaba los 300. Se volvía a repetir el mismo escenario de finales de 1909, pero de manera amplificada. Ese día 14, manifestaciones ‘patrióticas’ recorrieron las calles de la ciudad y se concentraron en la Sociedad Sportiva Argentina bajo la presidencia del Barón Demarchi. Por la noche, estas mismas hordas reaccionarias se dirigieron hacia los locales de La Prensa, La Batalla y La Vanguardia, quemando sus instalaciones”.

“Entre los asaltantes se distinguieron los diputados Pedro Luro, Juan Balestra y Carlos Carlés, varios militares, oficiales de policía, estudiantes. Durante las noches siguientes se repitieron los asaltos contra los locales de la CORA y de La Acción Socialista, como así contra los barrios judíos. Todo ello bajo la protección policial, que en caso de enfrentamiento tomaba la cabecera. Con los días, los detenidos superaron los 2.000”.

Como se puede observar, las galas del Centenario taparon el germen de lo que en 1919 significaría la Semana Trágica y, poco después, la Patagonia Trágica, incluyendo el ataque a los judíos.

“A pesar de todo, la huelga general comenzó a desarrollarse desde el día 16 de mayo, haciéndose extensiva a los barrios populares (como por ejemplo La Boca y Barracas) y a los gremios más combativos (como a aquellos que nucleaban a los conductores de carros, a los obreros de la construcción y de la industria)”.

“También se resintieron los trabajos de la exposición internacional, atrasándose muchos de ellos. En el centro de la ciudad su eco fue menor. El paro decayó y el 21 de mayo la huelga se levantó”.

El historiador subrayó que “de todas maneras el acto inaugural de las festividades ya estaba comprometido: la iluminación fue saboteada; el arco del triunfo preparado fue incendiado; las principales exposiciones se abrieron con semanas de retraso. La ‘fiesta de la libertad’ debió realizarse bajo el imperio de la ley marcial”.

“El golpe al movimiento sindical fue violento. Había presentado una batalla frontal solo y sin aliados, pues tanto el Partido Socialista como la Unión Cívica Radical no le prestaron apoyo. El Estado de Sitio fue levantado en octubre, pero las organizaciones sindicales estaban desmanteladas. Especialmente la FORA, que recién se recuperaría para mediados de la segunda década, pero entonces bajo la hegemonía sindicalista”, puntualizó Julio Godio.

Crédito imagen: costa azul

Fuentes de consulta: “El movimiento obrero argentino (1870-1910), Socialismo, anarquismo y sindicalismo” (Julio Godio – Editorial Legasa, 1987); El Historiador.

 

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