¿Quiénes defenderán a los niños de estos monstruos?

“...Son tiempos de oscuridades, de miserias y miserables; por eso habrá que detenerse en los pequeños gestos, defender más que nunca el derecho a la ternura”. Y habrá que rezar muchísimas plegarias por los niños y niñas dormidos

Crédito imagen: Zivals

Una excelente ex compañera de trabajo y mucho mejor persona, Lorena Cendra, posteó en este caluroso y húmedo (y siniestro) enero de 2024 un bellísimo poema titulado “Ternura”. Lo guglié y descubrí que su autor se llama Matías de Rioja, y que pertenece a su poemario Después del viento (Revista y Editorial Sudestada).

Supongo que Lorena debe tener el poemario, porque posteó una foto de la página de un libro. Y conociendo hasta donde conozco a Lorena, imagino que no lo subió a su cuenta de Instagram porque sí, sino en respuesta/consejo/guiño cómplice a todos y todas los que ella sabe que sufrimos horrores la autocracia en ciernes que pretende convertir a nuestra querida patria en una factoría dominada por cuatro tunantes (truhanes, granujas, sinvergüenzas, estafadores, rufianes, ladinos, tramposos, canallas).

“Ternura” es una poesía tan corta como profunda, que dice así:

Es cierto sí, son tiempos de oscuridades,

de miserias y miserables;

por eso habrá que detenerse

en los pequeños gestos,

defender más que nunca

el derecho a la ternura.

Diagnóstico: Tiempos oscuros, de miserias y miserables (demasiados pa’mi gusto). Uno de los antídotos para atravesarlos: Detenerse en los pequeños gestos, defender más que nunca el derecho a la ternura.

Crédito imagen: Lorena Cendra

Una de esas volteretas de la vida, que para mí muchas veces no son casualidades sino causalidades, hizo que acto seguido me encontrara con una bellísima foto de mi hijo mayor, Agustín, con una de sus mellizas de dos años. En este caso, Berta, la “morocha del Abasto”, como la suelo llamar. La otra, Emilia, es rubísima y, siguiendo con la cultura lunfardo/tanguera que heredé de mi viejo, la llamo “la rubia Mireya”, mientras Francisca, su hermana mayor (sólo diez añitos), me mira con cara de “¿en qué idioma hablás, abuelo?”.

En la foto en cuestión, Agustín mira a la cámara del celular con cara de papá totalmente entregado a la caricia de su niña Berta, que con su manita pequeña y fragil le acaricia la barbilla mientras pierde sus enormes y profundos ojos negros en algún punto lejano.

Pura “Ternura”, fue lo primero que se me vino a la cabeza y al alma. Uno de esos pequeños-grandes gestos en los que habrá que detenerse, que habrá que disfrutar plenamente, y que habrá que defender a capa y espada en estos tiempos de gentes oscuras y de oscuridades, de peligrosos mesiánicos, de falsos profetas de una libertad que en su boca y en su pensamiento (en su corazón no, porque no tienen) en realidad significa sujeción/sumisión/esclavitud. Ergo: el estado en el que vivía el ochenta por ciento de los argentinos y argentinas hacia principios del siglo XX, cuando había una nación tan rica pero tan violentamente desigual que daba vergüenza, esa que el líder de la banda de tunantes miente que fue una “Argentina potencia”.

Los únicos privilegiados de la falsa Argentina potencia: las familias patricias latifundistas

Hablando de “falsos profetas de la libertad”, quiero citar al enemigo público número uno de ese hombrecito neofascista, el Papa Francisco.

En la introducción de la declaración que hizo la Comisión Nacional de Justicia y Paz del Episcopado argentino “ante el decreto de necesidad y urgencia dictado por el Poder Ejecutivo y el proyecto de ley enviado por el PEN al Congreso”, se incluye una honda reflexión del Padre Jorge:

“La verdadera libertad no busca el propio interés, sino que está guiada por el amor y se expresa en el servicio a los demás. Somos verdaderamente libres cuando amamos y servimos gratuitamente a quienes nos rodean, de modo particular a los pobres (Papa Francisco, audiencia general del miércoles 20/10/2021)

Crédito imagen: Flickr

Y del poema “Ternura” y de la foto más tierna que vi en mucho tiempo, llegué, casi por defecto en mi caso, a la música y, en particular, al rock argentino. Por causalidad. Es que… ¡Cómo no enlazar esa poesía y esa imagen con la mejor (¿la única?) canción de cuna que ha surgido de una banda de rock vernáculo! Claro, me refiero a Plegaria para un niño dormido, con letra del enorme Flaco Spinetta y exquisita interpretación de Almendra.

Pero confío que antes de poder pasar a releer por enésima vez ese poema sublime y a escucharlo en distintas versiones, incluyendo por supuesto la original de uno de los grupos fundadores de nuestro rock, me asaltó una pregunta sin respuesta tan punzante que me hizo doler el pecho: ¿Quiénes defenderán a los niños y niñas de estos monstruos?

Crédito imagen: Habíaunaveztruz

Inevitablemente me remonté a mi infancia. Tan pero tan feliz. La escuela pública del barrio (tan del barrio que quedaba a media cuadra de casa); mis compañeros y compañeras de grado eran los amigos y amigas del barrio; nos juntábamos a jugar en distintas casas o, preferentemente, en el “saladero”, así llamado porque “años ha” allí habían funcionado los saladeros de carne de Juan Berisso, el fundador del caserío y la escuela que con el tiempo dieron origen a la ciudad de Berisso. (Esa escuela, con el tiempo, fue la Escuela Nº 2 “Juan Baustista Alberdi”, a la que fuimos mis amigos y yo… ¡Pobre Alberdi!).

Fue una infancia feliz para (casi) todos y todas. No recuerdo, porque creo no lo hubo, chico o chica que con el tiempo no superase la calidad de vida de sus padres, fuesen estos comerciantes, obreros, profesionales, empleados, cuentapropistas, etc. Tiempos de movilidad social ascendente.

Margarita Stolbizer, en abril de 2015, dijo: “Hace cuarenta años teníamos apenas el 8% de pobreza, apenas el 10% de informalidad laboral y el 3% de desocupación”. El sitio Chequeado.com calificó sus dichos con la leyenda “Verdadero”. Para ser muy específicos, en 1974 la desocupación en Argentina fue del 2,7%; técnicamente, pleno empleo. Y el 2 de septiembre de aquel 2015, durante el acto por el Día de la Industria, el entonces presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA), Héctor Méndez, afirmó que en 1974 el país tuvo los mejores índices de industrialización de su historia. Y el historiador Felipe Pigna diría al año siguiente que más del 90% de los alumnos iban a una escuela pública de calidad, mejor que la de países europeos “como España”.

Escuela Nº 2 «Juan Bautista Alberdi» de Berisso

En 1973 estaba en tercer grado de primaria. Tenía ocho años, y cuando mis hermanos mayores se iban les “robaba” los discos. Así comencé, muy temprano, a escuchar el primer disco de Almendra, el de Muchacha ojos de papel, Ana no duerme, Fermín, Figuración, Color humano, A estos hombres tristes, Que el viento borró tus manos, Laura va, y claro está, Plegaria para un niño dormido.

Y en mi infancia feliz, porque había un Estado que me daba una escuela pública hermosa a media cuadra de casa, la misma a la que iban mis amigos y amigas del barrio, y ese mismo Estado garantizaba trabajo (en la esfera privada o pública) para todos los padres, y la seguridad y felicidad de ir a jugar al “campito”, a andar en bicicleta “hasta las tantas”, de estudiar porque te bochaban en serio, de maestras pura vocación que no faltaban (casi) nunca, de fiestas patrias que nos enseñaron a amar a la patria… se empezó a terminar el estado de bienestar: en 1976 comenzó la debacle planificada.

Y hasta hace un mes el país no andaba bien. No. Aunque “funcionaba”. Había que resolver la inflación (12% mensual) y la pobreza que ella provoca. Mucho que hacer. “Teníamos un VW Gol usadito, pero funcionaba. Y estaba por entrar al mecánico para mejorar su andar. De a poco. Con ternura”. Cerramos y abrimos los ojos y, de repente, nos encontramos con que lo quieren mandar a desguace. Lisa y llanamente, destruirlo y dejarnos sin coche. ¿Para reemplazarlo por qué cosa? Por nada. Ya nadie protegerá a nadie. Y menos que menos, a los niños y niñas.

Crédito dibujo: Marcelo Pedra

Millones de niños y niñas necesitan jardines maternales, jardines de infantes, escuelas impecables donde las maestras estén frente al aula los 180/190 días de clase del año. Cuidados. Contenidos. Aprendiendo. Disfrutando del colegio. Solamente así podrán soñar con “barcos de papel sin altamar”, “bicicletas de cristal”, sentirse “gorriones jugueteando inquietos en los jardines de un lugar que jamás despiertos encontrarán…” Qué belleza un niño o niña que sueña, dormida o despierta, con mundos de fantasía.

Y vuelvo a aquella escuela primaria. Años 1971, 1972, 1973. La misma maestra: Norma. Excelente. La que nos hizo el enorme favor -sin saberlo, claro- de poner en nuestras manos el libro La Torre de Cubos, de Laura Devetach, un libro que invitaba a desarrollar una maravillosa e ilimitada fantasía.

En 1979 prohibieron el libro. ¿Saben por qué? Por supuestamente tener “simbología confusa, ilimitada fantasía, cuestionamientos ideológicos sociales, porque lleva a la destrucción de los valores tradicionales en el campo de la literatura infantil”. Y hoy nos gobiernan los que piensan exactamente igual que aquellos ignorantes, aquellos asesinos de la felicidad de los niños y niñas. Madre mía. Entonces, ¿quiénes defenderán a los niños de estos monstruos?

“En ‘Plegaria para un niño dormido’ hay una crítica a la injusticia del mundo. Habla a las claras de un sistema represivo. Pero la denuncia se hace con dulzura, tiene la virginidad que le corresponde. Por más que tenía un gran impacto cuando lo cantaba, la letra es pura ideología cristiana: el semejante, el prójimo, la solidaridad…” ¿Quién dijo esto? El mismísimo Luis Alberto Spinetta.

Están dejando y van a dejar a los niños y niñas sin fantasía, sin sueños, sin inocencia, sin comida.

“Aparecen allí (en la canción) dos temas recurrentes en su obra: la infancia y la inocencia. Y su lírica reúne el universo de los sueños con el mundo de las palabras cotidianas: pan, bicicletas o trapos de lustrar” (Zivals).

Crédito imagen: Domestika

La patria está en peligro. Los adultos mayores lo están. Las pymes. Los trabajadores. El agua dulce, el litio, los mares, los cielos, las mejores tierras, el petróleo, el gas.

Pero… estos cuatro tunantes, con el apoyo incondicional de multimillonarios que al igual que ellos no tienen ternura, ni amor, ni alma ni corazón, tienen bajo la mira a nuestros niños y niñas. Quieren quitarles la infancia. “…Son tiempos de oscuridades, de miserias y miserables; por eso habrá que detenerse en los pequeños gestos, defender más que nunca el derecho a la ternura”, escribió Matías de Rioja. Y habrá que rezar muchísimas plegarias por los niños y niñas dormidos.

Plegaria para un niño dormido (Ricardo Mollo para Vera Spinetta)

Plegaria para un niño dormido (Almendra – 1969)

Plegaria para un niño dormido (letra)

Plegaria para un niño dormido

quizás tenga flores en su ombligo y además

en sus dedos que se vuelven pan

barcos de papel sin altamar

Plegaria para el sueño del niño

donde el mundo es un chocolatín adonde van

mil niños dormidos que no están

entre bicicletas de cristal

Se ríe el niño dormido

quizás se sienta gorrión esta vez

jugueteando inquieto en los jardines de un lugar

que jamás despierto encontrará

Que nadie, nadie despierte al niño

dejenlo que siga soñando felicidad

destruyendo trapos de lustrar

alejándose de todo mal

Se ríe el niño dormido

quizás se sienta gorrión esta vez

jugueteando inquieto en los jardines de un lugar

que jamás despierto encontrará

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