Chau Diego, simplemente Diego

Diego, simplemente Diego, el hijo de la Tota y Don Diego, el hermano de Ana, Rita, María Rosa, Liliana, Raúl, Hugo y Claudia. El amigo de pocos, el compañero de muchos. El pibe de Villa Fiorito que se divertía con la pelota, y que maravilló a un mundo entero. Se fue Diego, ni D10OS ni el “Barrilete Cósmico”, simplemente Diego.

Partió el hombre que desafió a cada uno de los que se le puso enfrente y nunca, pero nunca (a pesar de haber sido cooptado, degradado, traicionado, vilipendiado y pisoteado por todos “los amigos del ídolo” y los “mercaderes del éxito”), dejó de mirar a los ojos y darle una mano a sus pares de abajo, con los que creció, sufrió y se divirtió. Porque Diego siempre fue del barro, a pesar de los lujos, las extravagancias, los amores y desamores. Nunca dejó de ser Fiorito, porque el barrio fue la sangre que regó sus piernas.

Hoy el mundo lo llora, aunque no todos al mismo hombre. Hoy se llenan la boca de palabras y desparraman lágrimas por sus ojos aquellos que le cortaron las piernas, que buscaron siempre domesticarlo… aquellos que lo condenaron por sus salidas impulsivas, irreverentes, desprolijas e inquietantes en su vivir, pero que se quemaban sus manos para aplaudirlo o le exigían esas mismas actitudes dentro de un campo de juego. Por qué un pibe de barrio, un hombre de barro, tendría que comprender que debía sorprender siempre en la cancha engañando a todos con sus salidas impensadas, pero no lo podía hacer en su vida diaria. Qué clase de mensaje castrador se le reserva a los “ídolos”. Qué necesidad hay de matar así al espíritu libre de un atorrante.

Se fue Diego, y le mundo hace silencio. Hoy callan al menos un minuto. Hoy que ya no está, lo dejan un tiempito en paz. Pobre Diego, cuantos cables se le deben haber pelado durante sus seis décadas. Cuántos “amigos del ídolo” contaminaron su vida; cuantos hipócritas lo señalaron con el dedo. Cuántos se valieron de su aura para tender sus mantos negros…

Chau Pelusa, buen viaje… volá tranquilo, como un cometa sin cola. Volá en la dirección en que el viento y tu espíritu libre decidan encarar.

Salir de la versión móvil