Texto: Comisión Directiva del La Plata Rugby Club, a 90 años de su fundación.
Fotos: Jorge Sagastume
Proponernos resumir nuestra historia en unas líneas es tan ambicioso como pretender transmitir la belleza de la luna en tan solo una foto… Sin embargo, si tuviéramos que viajar en el tiempo y recordar los 90 años de La Plata Rugby Club, diríamos que es como volver al primer amor ¿o no?
Es revivir esa sensación de descubrimiento, es sumergirse en esa vorágine de emociones intensas, esa montaña rusa de alegrías, pero también tristezas y dolores que nos marcaron para siempre, que dejaron una huella imborrable en el alma y moldearon el curso de nuestra existencia.
Es el eco eterno de un romance compartido, ese amor que nos desborda al pisar por primera vez y cada vez el sagrado césped de las canchas del club, con el escudo en nuestro pecho, vestidos en seda amarilla, el corazón latiendo a mil por hora, los nervios incontrolables durante ese trote eterno y las gotas de sudor amarillo que pronto regarán la tierra, tierra que durante la mayor parte de nuestra etapa como
jugador, probablemente se encuentre llena de frio roció…
Pero también, es el mismo amor que sentimos a la hora de hacer un asado en roble, de entrenar divisiones hasta largas horas de la noche durante la semana y desde muy tempranas horas los sábados y domingos, de escuchar cada arenga, de cada ritual, de ver a nuestros dirigentes dedicándole tiempo interminable en esas infinitas noches de los jueves, de ver a nuestros representantes por el mundo compartiendo el ADN amarillo; y esa pasión sin fin y necesaria que los sábados 15.30 se manifiesta a través miles de gargantas amarillas.
Los días de 1934 se despliegan ante nuestros ojos como si el tiempo se hubiera detenido: éramos jóvenes llenos de ímpetu, de sueños tejidos en hilos de esperanza, de desafíos ansiosos por ser conquistados. El rugido del rugby resonaba en lo más profundo de nuestras almas, mientras los cánticos de los pájaros,
especialmente de los canarios, al amanecer en el Bosque, acompañaban nuestras hazañas. Cada entrenamiento, cada partido, era una aventura emocionante, una oportunidad para demostrar nuestro amor por el juego y nuestra lealtad por el Club y nuestra gente, siempre con un fin en común: el Disfrute como bandera con esa sensación de plenitud total que se olfatea y el tercer tiempo con amigos que está a la
espera.
Sin embargo, así como sin darnos cuenta, pasaron 90 años y entendimos que el rugby nos brindó más que la oportunidad de practicar un deporte; nos obsequió lazos indestructibles, amistades de acero, hermanos y hermanas de espíritu que han sido faros en nuestras noches más oscuras y compañeros de ruta en nuestras
victorias más dulces. El club, nuestro querido club, se ha convertido en un verdadero hogar, Gonnet es un refugio donde siempre encontramos almas afines, amigos y familia; porque si hay algo que caracteriza al Club es que, a diferencia del colegio, de la facultad, del trabajo, trasciende todas las etapas de la vida, es omnipresente, y que pase lo que pase, la familia amarilla siempre está.
El Club es desconexión, es vitalidad, es amor, es vida, es familia, es una parte importante de nuestras vidas, es fiesta, es disfrute, es pasión, son calenturas, tragos amargos, amistad, en síntesis, es todo aquello que deseamos y necesitamos que sea.
Juntos hemos vivido momentos que quedarán grabados en nuestra memoria para siempre. Celebramos triunfos con canciones de alegría como nuestro mítico “A mar i llo Lindo Color”, y otras tantas que a lo largo del tiempo se adaptaron a cada generación; como así también, nos hemos fundido en abrazos llenos de emoción, sin embargo, también enfrentamos desafíos con coraje y determinación, sabiendo que
siempre podíamos contar unos con otros.
En estos 90 años de historia, hemos descubierto que lo auténticamente valioso no son los números o los resultados, estos van y vienen, en cambio los lazos que hemos forjado, las narrativas que hemos compartido, las anécdotas entre amigos, las lecciones que hemos aprendido y el Club que hemos construido entre todos, son para toda la eternidad. Porque el rugby y el club nos instruyen en una escuela que va más allá de los límites de la cancha, de las 16 hectáreas, de las fronteras del Club en Gonnet y del deporte en sí: nos enseñan la importancia del trabajo en equipo, el respeto por el rival y la fortaleza para nunca claudicar frente a la adversidad en cualquier arista de nuestras vidas, porque “lo imposible cuesta un poco más, y derrotados…derrotados son solo aquellos que dejan de luchar”.
En el club, cosechamos amistades, esas amistades que trascienden los límites del tiempo y el espacio, que permanecen inalterables pase lo que pase… Es decir que El Club no solo nos ha brindado la oportunidad de practicar el deporte que amamos, sino también el privilegio de conocer almas excepcionales que se han convertido en nuestros compañeros de viaje en esta travesía llamada vida. Son ellos quienes han compartido con nosotros las risas y las lágrimas, quienes han enriquecido nuestra existencia con su nobleza de espíritu y quienes han transformado este club en un hogar donde el corazón encuentra refugio; es acaso el Club “¿El lugar que me dejó vivir y me evitó morir miles de veces?”
Por eso, en este aniversario tan especial, nos embriagamos con un profundo sentimiento de gratitud y emoción. Recordamos con cariño a todos aquellos que han dejado su huella en nuestra historia, desde los visionarios que fundaron el club hasta las nuevas generaciones que están escribiendo el próximo capítulo de nuestra epopeya: a nuestros artistas, a nuestros amigos comprometidos por la búsqueda de una sociedad más justa, a nuestros maestros, dirigentes, colaboradores del club, jugadores y jugadoras, entrenadores, familiares, socios y socias.
Y así, en el cierre de este relato, nos inspiramos en una simple pero profunda conversación entre generaciones: Aquel joven desconocido que, con curiosidad, le preguntó a su abuelo: ¿Abu, al final del camino, que nos define? ¿el Destino o el Viaje? y la sabia respuesta que resonó en nuestros corazones fue: «La compañía». Por esto y por mucho más: ¡Felices 90 años, La Plata Rugby! Salud y Alegría en el Corazón.- Nos vemos donde siempre, en Gonnet!