Un tsunami generó pánico en Mar del Plata

Hace casi 66 años, las playas de La Feliz fueron arrasadas por tres olas gigantes que se formaron de modo sorpresivo para los miles de bañistas y paseantes. Sin víctimas fatales, el hecho es casi desconocido. Expertos explican que estos fenómenos nos son necesariamente como los que destruyen ciudades en Asia

tsunami Mar del Plata

Playas céntricas, 1955. El evento se produjo en un día soleado y el mar estaba muy calmo (Gentileza La Capital de Mar del Plata)

Poco antes de las 11 de la mañana del 21 de enero de 1954, las aves de la costa de Mar del Plata comenzaron a revolotear. Estaban nerviosas. Si las hormigas “enloquecen”, predicen lluvia. ¿Qué anuncian las aves marinas cuando se muestran muy intranquilas y, además, escapan de un lugar en bandada? Las posibilidades son múltiples, harán notar los ornitólogos. Pero lo que la multitud de bañistas y personas que aquel día tomaban sol o paseaban por la costanera jamás imaginaron es que estaban pronosticando un tsunami.

El evento es muy poco conocido (seguramente porque, a Dios gracias, por milagro no hubo víctimas fatales). Fue tan sorprendente y pasó tan rápido que no quedaron registros fotográficos (demás está decir que en esa época no existían aparatos tecnológicos que permitieran registrar sucesos inesperados). Pero en la Ciudad Feliz sí quedó la memoria, que se transmitió en forma oral a lo largo de, por lo menos, tres generaciones.

Y hoy, merced a la ciencia, nos queda la enseñanza de que un tsunami, para ser tal, puede estar originado por bruscos cambios meteorológicos. No sólo llevan ese nombre los fenómenos que nacen por terremotos submarinos y que se devoran ciudades enteras en Tailandia o Indonesia.

En enero de 1954, los técnicos dieron una explicación bastante rústica de las causas. Hay que tener en cuenta que la comunidad científica internacional comenzó a utilizar el término tsunami (ola de puerto, en japonés) y a describir con precisión sus distintas magnitudes y orígenes recién en 1961.

Lo cierto es que tres investigadores, con los conocimientos adquiridos y las tecnologías desarrolladas durante las últimas seis décadas, publicaron hace poco en la revista Ciencia Hoy un trabajo que define el fenómeno que sembró el pánico en las playas marplatenses como un tsunami leve (es decir, categoría 2 en una escala de uno a seis). Y no le escaparon a la pregunta del millón sobre la posibilidad de que se repita, si bien es cierto que predecir estos hechos es prácticamente hacer futurología.

Aquella mañana del 21 de enero del ’54 hacía calor, por lo que las playas, sobre todo las conocidas como “del centro”, Popular y Bristol, estaban repletas de bañistas. En tanto, familias enteras ocupaban las arenas secas, tomando sol, mate, jugando. Las sombrillas y carpas se encontraban a tope. Muchos, en tanto, paseaban por la zona de la rambla.

¿Había tormenta o amenaza de tormenta? En absoluto. ¿Llovía? Ni siquiera eso. Todo lo contrario, era un día espléndido y el mar estaba muy calmo.

Mientras las olas rompían -como siempre- en la línea de la costa, algunos comenzaron a observar a los lejos una onda muy importante. ¿Se vendría una ola grande? ¿De esas que les gustan a muchos?
Sobre las 11, ya muy cerca de la playa, la onda creció hasta elevar un metro la altura del mar y adoptar la forma de una pared de agua. Y tres olas gigantes, con intervalos de cinco segundos entre una y otra, barrieron con todo lo que encontraron en un ancho de más de 50 metros y un largo de tres kilómetros y medio (desde Punta Iglesia a Playa Chica – ver mapa).

Desesperación, gritos, descontrol. Los espigones desaparecieron bajo el agua pese a encontrarse la marea en media bajante. Los mayores intentaban lo imposible por sujetar a los pequeños, al tiempo que ellos mismos no lograban hacer pie de ningún modo. Una embarcación que navegaba a cien metros de la costa casi se hunde por un remolino que se produjo bajo su quilla. Casi una docena de personas debió ser atendida por principio de asfixia por inmersión, mientras que más de un centenar sufrió heridas; hubo hospitalizados. Madres que no encontraban a sus hijos se desmayaban. Quienes paseaban o jugaban en la playa seca fueron literalmente barridos por el enorme e imprevisto oleaje, que descargó toda su furia en aproximadamente diez segundos.

El agua, luego de unos pocos minutos, “como vino se fue”, dirían los habitantes ribereños de toda la vida acostumbrados a las crecidas. E increiblemente, “la mar” volvió a estar “serena”. Desde entonces hasta hoy.

Un “hijo” marplatense no reconocido

En la revista Ciencia Hoy, el licenciado en Geología y Geografía, Rubén Medina, el licenciado en Oceanografía, Walter Dragani, y el licenciado en Geología, Roberto Violente, explicaron en un informe titulado “Un tsunami no reconocido en Mar del Plata” que “investigaciones realizadas en la última década arrojan luz sobre el origen de los tsunamis registrados en las costas marinas o en aguas interiores argentinas, incluído un episodio acaecido hace 64 años (el próximo 21 de enero se cumplirán 66)” en la más popular ciudad balnearia del país.

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Playa de los Ingleses, 1959 (Gentileza La Capital de Mar del Plata)

Tras describir brevemente el evento en términos “cuasi periodísticos”, los investigadores se zambulleron en el mar de la ciencia para echar luz sobre el fenómeno.

En principio, recordaron que “basándose en las características geológicas del fondo del océano Atlántico y de sus costas, un informe técnico de la entonces Dirección General de Navegación e Hidrografía del Ministerio de Marina descartó que el hecho hubiese sido causado por un maremoto y lo atribuyó a la concurrencia de tres factores”.

En primer lugar, los técnicos hablaron de “una serie coincidente de olas de pequeña altura y rápida sucesión” que “provocaron tres olas de gran altura, las cuales se presentaron en intervalos de aproximadamente cinco segundos”.

En segundo término, describieron “un ascenso gradual de un metro del nivel del mar” en el lapso de “seis minutos”.

Y en tercer y último lugar pintaron “un mar muy tranquilo, por lo cual las olas rompían prácticamente sobre la orilla, que descargó la totalidad del agua de estas sobre playa firme”.
Los científicos cuestionaron en su trabajo si “a la luz de los progresos de la geología y la oceanografía” en los

más de 60 años transcurridos desde el evento “es aceptable esa explicación”. Y se preguntaron: “¿A qué hipótesis alternativa recurriríamos hoy?”.

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De tsunamis y maremotos

Contaron que el término japonés tsunami (literalmente, ola de puerto) fue adoptado mundialmente por la comunidad científica -en la reunión de la Unión Internacional de Geodesia y Geofísica celebrada en Hawái en 1961- para designar “una serie de ondas de tamaño variable producto del desplazamiento, en sentido vertical, de una gran masa de agua”.

“En zonas oceánicas profundas, pueden tener una longitud de onda de entre algunas decenas de metros y cientos de kilómetros; un periodo de onda (espacio de tiempo) de entre pocos minutos y varias horas; una velocidad de propagación de 100 a 1.000 kilómetros por hora, y una altura de onda generalmente inferior al metro. (Pero) en aguas costeras someras la velocidad disminuye, las ondas se amplifican, ganan altura (y no siempre la primera ola es la más alta) y pueden superar los 30 metros al romper”, detallaron.

Un tsunami puede presentar diferentes formas al llegar a la costa. Ello depende, entre otros factores, del tamaño y periodo de las ondas, el estado de la marea, las profundidades (o batimetría) y la morfología litoral. “Con frecuencia, una disminución del nivel del mar, por el que este puede retroceder hasta un kilómetro o más, precede a la llegada de las enormes olas. Otras veces, el tsunami se aproxima como una pared vertical de agua turbulenta con desechos del fondo marino. También es posible que tome la forma de una rápida marea creciente. Y los tsunamis de pequeña altura pueden ir acompañados de fuertes e inusuales corrientes costeras”, enumeraron.

Tsunamis de acuerdo al punto de origen

Medina, Dragani y Violente puntualizaron en su informe que “se habla de teletsunamis si se originaron a más de 1.000 kilómetros del lugar en el que aparecieron, o viajaron por más de tres horas; de tsunamis regionales si nacieron a entre 100 y 1.000 kilómetros, o tuvieron una demora en llegar de entre una y tres horas, y de tsunamis locales si su origen estuvo a menos de 100 kilómetros o tuvo un desplazamiento inferior a una hora”.

En tanto, aclararon los expertos, el término maremoto (de empleo corriente en la década de los ’50) es visto por algunos como sinónimo de tsunami. “No obstante, este último concepto es más general en lo que respecta al origen y medio de propagación de las ondas, pues tsunami es aplicable a cualquier cuerpo de agua y su origen no está etimológicamente limitado a violentas sacudidas del fondo del mar provocadas por sismos y erupciones volcánicas explosivas”, diferenciaron.

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Playa Popular, 1949. En enero de 1954 fue una de las más golpeadas por el tsunami (Biblioteca Nacional)

Las seis categorías

Como se dijo, los tsunamis son asociados por la gente al producto de terremotos submarinos y a desastres de escalas cinematográficas. Y esto tiene que ver con que “más del 80 por ciento de los eventos importantes registrados en el mundo fueron consecuencia de sismos”. Sin embargo, los expertos explicaron que “también pueden ser causados por deslizamientos, en los fondos marinos, de grandes volúmenes de roca o material no consolidado, llamados procesos de remoción en masa; por erupciones volcánicas; por cambios bruscos en las condiciones meteorológicas; por impacto de meteoritos, y hasta por explosiones nucleares”.

Acerca de tsunamis registrados en aguas argentinas, se piensa que “oscilaciones en las aguas del Río de la Plata, detectadas a bordo de la embarcación Saturno en la madrugada del 5 de junio de 1888 (sobre las que informó el diario La Lucha, de Colonia, Uruguay), se debieron a un sismo de magnitud superior a Mw 5 con epicentro en ese río, entre la propia Colonia y Buenos Aires, e hipocentro a poca profundidad”.

“Más recientemente -continuaron-, en los mareógrafos de la costa atlántica bonaerense se pudieron advertir ondas de alturas no mayores a 27 centímetros, vestigios del tsunami provocado por un sismo (Mw 9, 1-9, 3) acaecido en Sumatra el 26 de diciembre del 2004”.

Con ese vasto contexto teórico, los investigadores indicaron que “algunos indicios permiten suponer” que el evento de enero de 1954 que sembró el pánico en Mar del Plata “pudo haberse tratado de un suave tsunami local o regional. Según la escala cualitativa de Sieberg-Ambraseys que categoriza las intensidades de los tsunamis por sus efectos desde 1 (muy suave) a 6 (desastroso), el marplatense tuvo categoría 2 (suave), pues fue percibido claramente por los bañistas”.

Ni el Instituto Nacional de Previsión Sísmica ni el USGS (Servicio Geológico de los Estados Unidos, por sus siglas en inglés) registraron sismos submarinos significativos aquel día, lo que “descarta la hipótesis del terremoto submarino”.

“Tampoco se registraron erupciones volcánicas explosivas ni caídas de meteoritos, lo cual también excluye ambas posibilidades. Igualmente, no se tienen noticias de ensayos nucleares en el océano. Sólo restan como posibles causas de un tsunami un proceso de remoción en masa o una perturbación atmosférica. Existen evidencias de cicatrices en el talud que forma el borde de la plataforma continental argentina del lado oceánico y de depósitos de materiales acumulados al pie de éste. Sin embargo, comprobar si aquel día ocurrió un fenómeno como el señalado es altamente complejo: se necesitarían datos batimétricos de alta resolución y muestras de sedimentos de zonas profundas del océano. La datación y el análisis petrográfico y geoquímico de estas permitiría calcular su edad, determinar la magnitud de la remoción y establecer el potencial del proceso para provocar un tsunami”, especificaron.

Conclusión científica: origen atmosférico

Así las cosas, finalmente “está la posibilidad de que el tsunami haya tenido origen atmosférico”, concluyeron los especialistas.

Detallaron que “ese día los datos de presión atmosférica en el nivel del mar, brindados por la National Oceanic and Atmospheric Administration de los Estados Unidos (NOAA), indican que hubo en la región un sistema frontal de tormenta propagándose hacia el este. Tanto por observaciones de campo como por modelado numérico se ha verificado que, asociados con tales sistemas frontales, se propagan ondas de gravedad atmosféricas sobre la región costera bonaerense. Tales ondas, imperceptibles para la gente, se caracterizan por fluctuaciones de presión atmosférica de entre 2 y 3 hectopascales en lapsos de entre unos pocos minutos y hasta unas tres horas; estudios numéricos realizados en el Servicio de Hidrografía Naval establecieron que son capaces de generar meteotsunamis de varias decenas de centímetros de altura en la región costera bonaerense”.

Y sí. La Ciudad Feliz tuvo su tsunami. Milagrosamente sin víctimas fatales. ¿Puede volver a ocurrir?
En una entrevista publicada por el matutino marplatense La Capital el 20 de febrero de este año, el investigador superior del Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras (dependiente del Conicet y la Universidad Nacional de Mar del Plata), Federico Isla, dijo que “la probabilidad de que exista un tsunami en nuestras costas es baja y no se podría predecir”.

Añadió: “En el caso de que sucediese, la magnitud del hecho sería mucho menor a la de los fenómenos que se dieron en la costa del Pacífico, en Sudamérica. En las costas bonaerenses suceden otros fenómenos que generan más preocupación que los tsunamis, como las severas sudestadas”, comparó.

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