Cuando hablamos de nuestro querido fútbol argentino, también hablamos de su historia negra, de irregularidades y hechos que, de no haber existido, estaríamos en realidad situados en otro rincón del planeta. Argentina es, como dice la canción, lo mejor y lo peor con la misma facilidad. Pero que no se interprete de manera peyorativa: este folklore inunda de color nuestro pasado y presente, hace que seamos lo que somos hoy. Si eso nos ha jugado a favor o en contra es, en cualquier caso, harina de otro costal.
Qué mejor acontecimiento para ilustrar esta postura que remontarnos a los años turbulentos -si es que las turbulencias alguna vez dejaron de existir- de nuestro pasado futbolístico, más precisamente a principios de la década de 1930, cuando se gestaba la creación de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA).
Para explicar rápidamente el panorama, el profesionalismo comenzó en 1931, pero ese año existían tres organismos diferentes: la Asociación Amateurs Argentina de Football (AAmAF); la Asociación Argentina de Football (AFAP), que nucleaba equipos amateurs y profesionales; y la Liga Argentina de Football (LAF), que contenía sólo equipos profesionales. Las tres ligas operaron por separado hasta noviembre de 1934, cuando se fusionaron en la Asociación del Football Argentino (AFA), que en 1946 pasó a llamarse como la conocemos hoy.
El contexto económico del país pareció inundar todos los aspectos posibles. La década infame también afectó al fútbol, a los clubes y sus economías, y potenció las diferencias entre los clubes poderosos y los más humildes. La Liga estaba presidida por Eduardo Larrandart, de San Lorenzo, y su vice era Ernesto Malbec, presidente de Racing, quien sería más adelante el primer presidente de la AFA. Comenzaría con ellos el largo régimen de los “grandes”, y las decisiones tomadas en la mesa de mando serían siempre en beneficio de ellos.
Fue precisamente en 1934 cuando se jugó el último torneo bajo el ala de la LAF, año que tuvo varios hechos tanto únicos como bizarros. Al finalizar el certamen de 1933, la decisión de la Liga fue relegar a seis equipos de la competición. ¿El motivo? Como tristemente marca la historia, quienes estaban al mando pretendieron favorecer a los equipos poderosos. Con menos participantes, los cuadros grandes, que naturalmente eran los que más gente convocaban, podían jugar más partidos entre ellos. Más público, mayor recaudación. De hecho, el torneo consistió en tres ruedas de encuentros y fue el que contó con menor cantidad de participantes en la historia del profesionalismo.
De los seis equipos afectados, Quilmes y Tigre pasaron a jugar en la segunda división, que no existía como categoría inferior ya que no había ascensos ni descensos, sino que operaba como torneo de reservas. Pero la frutilla del postre la pusieron los otros cuatro conjuntos: Lanús y Talleres de Remedios de Escalada, Atlanta y Argentinos Juniors. Para evitar correr la misma suerte que el Cervecero y el Matador, decidieron fusionarse a nivel futbolístico -institucionalmente se mantuvieron separados- para poder disputar el torneo. De ese modo, en 1934 jugaron en primera división las alianzas Lanús-Talleres y Atlanta-Argentinos. Aunque suene increíble, las amalgamas futbolísticas desarrollaron una nueva camiseta y compartieron jugadores. Cada una, además, con sus propias particularidades.
La unión Lanús-Talleres, que fue creada tan solo un mes antes del comienzo del torneo, eligió una camiseta blanca con una franja granate en el medio. Como era de esperar, el poco rodaje del equipo tuvo un desempeño pobre: ocho triunfos, once empates y veinte derrotas, 50 goles a favor y 81 en contra, números que le concedieron el puesto 12 en la tabla (de 14 equipos) tras obtener 27 puntos en 39 partidos.
La situación de Atlanta-Argentinos fue mucho peor. Las instituciones forjaron una camiseta que causó daño a la vista: roja con una “V” que contenía azul y amarillo (foto principal), con intención de representar a ambos equipos. Además, el lado Bohemio de la alianza fue humillado en su debut, donde visitó a Chacarita y cuyos hinchas se encargaron durante el partido de recordarle a su clásico rival la situación que atravesaba. Si esto fuera poco, las parcialidades de los equipos en alianza no se llevaban bien, así que mientras el equipo hacía de local en Villa Crespo, se determinaron tres ubicaciones en las tribunas: una visitante, una para los de Atlanta y una para los de Argentinos.
De más está decir que el resultado futbolístico fue desastroso, el conjunto sufrió varias goleadas y ganó un solo partido hasta la fecha 25, donde la Liga decidió desafiliar a Atlanta debido a la crisis institucional y económica que atravesaba el club. Argentinos continuó hasta el final del torneo, que terminó con la paupérrima cosecha de 9 puntos tras dos victorias, cinco empates y 32 derrotas, marcó 38 goles y recibió la estrepitosa cantidad de 113.
Al año siguiente, ya con la AFA unificada, Quilmes y Tigre fueron ascendidos y las alianzas se rompieron para que los equipos pudieran disputar los torneos con normalidad. Sin embargo, ninguno deslumbró durante esos años, durante los que los “grandes” comenzaron una larga dominancia que se mantendría durante décadas.
Sobre Ernesto Malbec, su llegada a la presidencia del organismo estuvo rodeada de sospechas de sobornos e irregularidades. Retornó a Racing al poco tiempo, no sin antes promover que el voto de los cinco grandes valiera triple, mientras que el de Estudiantes y Huracán contaba doble. Una historia que, como tantas otras en nuestro fútbol, marcan la realidad que se atraviesa hoy en día.