Números negros y el macabro juego opositor

La oposición mediática-política-judicial logró poner al Gobierno en un lugar donde lo puede atacar constantemente por un lado y el otro. Pero el Gobierno está haciendo realmente poco para ponerle fin a una realidad que hoy se refleja en cifras que meten miedo. Es ya. O puede ser tarde

Argentina está atravesando al mismo tiempo tres pandemias y la gestión de la misma que, en esta segunda ola y a diferencia de la primera, está dejando huecos que no se pueden admitir.

¿Las pandemias? La de la tremenda crisis socioeconómica que dejaron los 4 años de Cambiemos (y de la cual la oposición político-mediática-judicial, que a esta altura no cabe duda alguna de que es una sola cosa, parece haberse “olvidado” pese a que sólo transcurrió un año y monedas desde que dejó la Casa Rosada); la del coronavirus, que tiene en jaque a todo el planeta; y la de la desinformación permanente en la que se han embarcado los medios hegemónicos de comunicación y sus espadas “periodísticas” (si periodismo se puede llamar a cualquier cosa), por la cual algún día deberán rendir cuentas (si es que hay Justicia en la Tierra).

Pero las cosas por su nombre. El Gobierno está siendo débil ante esta tremenda segunda ola en la cual el virus contagia a todo ser viviente que camina y mata en números que asustan. Sí, débil.

Las cifras de la segunda ola en Latinoamérica asustan. En Perú, Colombia y Paraguay vienen haciendo una pésima gestión de la pandemia; en Brasil, mejor no hablar (ver El altísmo precio…); Uruguay se ubica en el primer lugar del escalafón mundial de muertes diarias por Covid-19 en relación a su población (Radio Monte Carlo de Uruguay, 6 de mayo de 2021); en Chile se dispararon los casos, aunque tiene la ventaja -para nada menor- de estar entre las naciones que han realizado una mejor campaña de vacunación; y un largo etcétera. Pero los números de Argentina son negros.

El miércoles 5 de mayo, nuestro país se ubicaba 4º del mundo en incremento diario de muertes detrás de India, Brasil y EEUU, y 6º del mundo en incremento de contagios diarios detrás de India, Brasil, EEUU, Turquía y Francia. Al día siguiente, en aumento de fallecidos diarios pasó a ocupar el puesto 6º por detrás de India, Brasil, EEUU, Polonia y Francia, y el 4º en aumento de infectados diarios sólo por detrás de India, Brasil y EEUU.

Argentina tiene en marcha una campaña de vacunación, lo que es altamente positivo más allá de las críticas furibundas de la oposición ultraderechista (la derecha ya prescribió) político-mediática-judicial, pues son contados los países que la poseen a nivel planetario. No obstante, para ponerle freno a esas estadísticas negras, es imprescindible que el Gobierno dicte más restricciones y, sobre todo, que aplique a rajatabla controles para hacer cumplir las que están vigentes.

Observar las calles platenses un día sí y otro también, o, peor aún, el Bosque, los parques y las plazas los fines de semana, alcanzan y sobran para darse cuenta de que los controles brillan por su ausencia. Lo mismo se puede decir de la central avenida Montevideo de Berisso y de su Parque Cívico.

Señores intendentes, es antipopular hacer cumplir restricciones, pero están jugando con fuego. Porque los hospitales y sanatorios siguen al borde del colapso, y los casos diarios han entrado no en una meseta sino en un “altiplano” (como dijo días atrás el gobernador bonaerense Axel Kicillof, uno de los blancos preferidos de la oposición “antitodo y sin argumentos”, o “con argumentos confusos y sobreinformación”, que disimula más y es más nocivo para la gente). Y las cifras antes citadas que sitúan al país en un lugar espantoso y peligroso a nivel mundial, hablan por sí solas.

La ministra de Salud, Carla Vizzotti, dijo que “el aumento exponencial de casos de coronavirus se ha detenido y se ha estabilizado en un número alto de nuevos casos confirmados”. ¡Altísimo!

LA BATALLA DEL “SENTIDO”

Ahora bien, la oposición tripartita ha ganado una importante batalla: puso al Gobierno en una situación donde lo puede atacar por derecha y por izquierda. ¿A qué nos referimos? A lo que vemos, escuchamos y leemos a diario. Si el Ejecutivo adopta medidas restrictivas atenta contra la democracia y las libertades (el mismo discurso que se escucha por parte de las derechas ultra en todo el mundo). Y si algún vocero lúcido de la administración central logra retrucar ese ridículo ataque, vendrá otro desde el otro lado endilgándole al Gobierno las muertes y contagios que esa oposición, deliberadamente y muestras sobran, ayudó y ayuda a expandir.

Hay miles de ejemplos. Pero tomemos dos, recientes y burdos como pocos. El ex presidente Maurico Macri dijo el miércoles 5 de mayo en Miami, hasta donde viajó violando los protocolos (señores del Gobierno, si los viola mi vecino, va preso, entonces, ¿tienen miedo de sancionar como se debe al empresario que se enriqueció junto con toda su familia entre 1976 y 1983?), que “la democracia en  Argentina está amenazada” y que “no hay ninguna crisis sanitaria que justifique que nos arrebaten nuestras libertades individuales”. Mayor cinismo, quizás imposible. Más aún viniendo de quien cooptó a la Justicia, apresó sin el debido proceso a decenas de opositores, intentó meter por la ventana de la Corte Suprema (¡ay, la Corte!) a dos jueces y endeudó al país por generaciones sin que viésemos un centavo de todo ese dinero.

Sí hay cínicos equiparables, como el “periodista” Eduardo Feinmann, quien el día que las muertes por Covid-19 llegaron a las 60.000 (un número altísimo, por cierto) dijo, sin la más mínima vergüenza porque no la tiene ningún integrante de esa tripartita coalición opositora profundamente desestabilizadora, que ese número equivalía a dos veces la “mayor tragedia argentina”, en referencia a los desaparecidos, cuando el día que los fallecidos llegaron a 30.000 dijo “ahora sí son 30.000”. Todo está en Internet. Quien no se entera es porque no quiere.

EN DEUDA

Pero el Gobierno está en deuda. ¿Por qué no toma medidas más fuertes? Tiene a los grandes medios y a casi toda la Justicia, incluida la Corte Suprema (¡ay, la Corte!) en contra, más la política que está a la derecha de la derecha. ¿Pero acaso gobernar no se trata de tomar medidas para beneficiar a la mayoría de la población? Bueno, las débiles medidas de restricción a la circulación y, por sobre todo, la casi total falta de controles, salvo algunos para la foto, también implican jugar con fuego.

En la nota “Señor presidente, ¿qué está esperando?” (del 26 de abril último), dijimos que si se adoptan esas medidas o se hacen cumplir a rajatabla los controles “saldrán a la calle cacerolos y cacerolas, los medios de siempre escupirán mentiras y discursos para enardecer a los fanáticos (que mucho no necesitan), quizás hagan hasta marchas”, pero que “el costo político se paga; las clases se recuperan; las secuelas del virus y las vidas que se van, nunca”.

Alberto Fernández dijo días atrás en Ensenada que ninguna sentencia (por la de la Corte Suprema que habilitó -indirectamente para no ser tan burda- las clases presenciales en CABA cuando la tasa de contagios oscilaba entre los 600 a 700 casos cada 100.000 habitantes… ¡ay, la Corte!) ni ninguna tapa de diario “condicionará al Gobierno”. Aplausos Señor Presidente. Ahora, es hora de hacerlo realidad.

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