Cura Brochero, o el cordobés que vivió como Jesucristo

En el difícil siglo XIX, vivió el evangelio como lo pidió Jesucristo, mezclado entre los pobres, los enfermos, los presos, los marginados de la sociedad. Le puso el cuerpo a una epidemia de cólera y acompañó a los leprosos, hasta contagiarse y morir a los 74 años. Construyó con sus seguidores capillas, escuelas, más de 200 kilómetros de caminos. Pero sobre todas las cosas, le dio sentido a miles de vidas

José Brochero, el cura gaucho venerado como santo (crédito imagen: BBC)

De la Redacción de 90 Líneas.-

Escribió un periodista en el año 1887: “(El cura José Brochero) es un hombre de carne y huesos: dice misa, confiesa, ayuda a bien morir, bautiza, consagra la unión matrimonial, etcétera. Y sin embargo, es una excepción: practica el Evangelio. ¿Falta un carpintero? Es carpintero. ¿Falta un peón? Es un peón. Se arremanga la sotana en donde quiera, toma la pala o la azada y abre un camino público en 15 días ayudado por sus feligreses. ¿Falta todo? ¡Pues él es todo! Y lo hace todo con la sonrisa en los labios y la satisfacción en el alma, para mayor gloria de Dios y beneficio de los hombres, y todo sale bien hecho porque es hecho a conciencia. Y no ha hecho solamente caminos públicos, ha hecho también una buena Iglesia. Ha hecho, además, un gran colegio … ¡Y todo sin subsidio de la Provincia, sin erogación por parte de los miembros de la localidad! ¡Lo ha hecho todo con sus propias garras! ¿Milagro? No. La cosa es muy sencilla. Es cuestión de honradez y voluntad. En otros términos: es cuestión de haber tomado el apostolado en serio, como lo ha tomado el cura Brochero”.

En la segunda mitad del siglo XIX, un sacerdote cordobés vivió como Jesucristo en la Argentina profunda. Codo a codo con los pobres, con los enfermos, con los presos, con los marginados… A caballo, recorriendo decenas y decenas de kilómetros, llevó la palabra de Dios, su palabra de aliento, su compañía, a quienes ya creían estar solos en este mundo. Construyó, siempre con la ayuda de sus feligreses, parroquias, capillas, escuelas, caminos. Convirtió al cristianismo a miles de hombres y mujeres a través de la predicación, pero sobre todo del ejemplo.

Murió de lepra, ciego y sordo. Y es que él visitaba a los leprosos y hasta compartía mate con ellos. José Brochero vivió el evangelio como Jesús pidió que se lo viva. Sin especulaciones, en carne viva, mezclado entre los más postergados y olvidados de la comunidad.

Nació allá lejos y hace tiempo, el 16 de marzo de 1840. Pero recién en este siglo le llegó el merecido reconocimiento: fue beatificado el 14 de septiembre de 2013 y canonizado el 16 de octubre de 2016, convirtiéndose así en el segundo religioso nacido en Argentina que es considerado santo por la Iglesia Católica -con el mártir Héctor Valdivielso Sáez– y el primero que nació y murió en nuestro país. Desde el 11 de febrero de 2024, acompañado por Mama Antula.

Construyó, siempre con la ayuda de sus feligreses, parroquias, capillas, escuelas, caminos

Como se dijo, José Gabriel del Rosario Brochero, el “cura gaucho”, nació el 16 de marzo de 1840 en el paraje cordobés Carreta Quemada, cerca de Santa Rosa del Río Primero. Ingresó al Seminario Mayor “Nuestra Señora de Loreto” de la provincia mediterránea a los 16 años.

Fue ordenado presbítero el 4 de noviembre de 1866 y dio su primera misa el 10 de diciembre en la capilla del Seminario. En 1869 se recibió de Maestro de Filosofía por la Universidad de Córdoba. Y en noviembre de ese mismo año comenzó su enorme y trascendente obra a partir de su nombramiento como párroco de Villa del Tránsito (actualmente, Villa Cura Brochero). Murió leproso y ciego en esa Villa el 26 de enero de 1914, a los 74 años de edad.

El evangelio en la vida cotidiana, un adelantado

La comisión permanente de la Conferencia Episcopal Argentina destaca que José Brochero, ya en aquellos años, relacionaba el evangelio con la vida y los problemas cotidianos de los más humildes, algo que la Iglesia como institución recién abordó en el Concilio Vaticano II (1962-1965).

“Un rasgo típico de su larga trayectoria como párroco fue la presentación del Evangelio mediante un lenguaje vívido y cercano a la comprensión de la gente sencilla. Su preocupación estuvo en iluminar la vida de sus fieles a partir de la Palabra de Dios, atento siempre a las circunstancias concretas de la vida de los mismos. Durante sus cabalgatas y viajes se entregaba también a la oración silenciosa y continua, de donde más tarde brotaría su predicación. Sus ratos largos orando delante de la Eucaristía, como así también su amor y devoción a la Santísima Virgen María, le dieron esa profundidad que es propia de la palabra que brota de la contemplación y luego se expande en la acción apostólica”.

Ya en aquellos años, relacionaba el evangelio con la vida y los problemas cotidianos de los más humildes (crédito imagen: diario Villa Carlos Paz)

“Convencido de que los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola eran un medio para llevar a sus fieles a Dios, se convirtió en un gran propulsor de los mismos. A tal fin construyó con sus fieles una Casa de Ejercicios donde llegaron a darse tandas de hasta 800 participantes, cuyo fruto más notable e importante fue el cambio de vida de muchísimos hombres y mujeres”.

Esos “baños del alma”, como él los denominaba, los llevó también a otras partes del país, como Santiago del Estero y Tucumán, y a los presos de la Penitenciaría de Córdoba.

“El cura Brochero trabajó incansablemente por la promoción humana de sus fieles: la educación, los caminos (más de 200 kilómetros), el ferrocarril… Su corazón sacerdotal se volcó siempre en el servicio hacia los más necesitados. Por esta razón, estuvo dispuesto a golpear todas las puertas y a buscar a todos aquellos que puedan darle una mano a fin de conseguir los medios temporales necesarios para que sus feligreses alcanzaran una vida más digna y cristiana”.

Los caminos del Cura Brochero

Infografía: diario La Voz de Córdoba

“Todo aquel que reclamaba su presencia sacerdotal (particularmente los enfermos y moribundos cuya atención normalmente requería el recorrido de decenas de kilómetros a caballo) hallaron en él al ministro de Dios siempre dispuesto a servirles hasta el fin”.

Ya en 1867 había dado un signo claro de lo que sería su sacerdocio, cuando le puso el cuerpo día y noche a la epidemia de cólera que azotó a la ciudad de Córdoba y se llevó más de 4 mil vidas. Enfrentado al Estado y a la élite médica que esquivaban el flagelo, Brochero no dejó de atender en ningún momento a los enfermos y moribundos, poniendo -como lo haría siempre desde entonces- su propia vida en juego.

“En la campaña se lo veía correr de enfermo en enfermo, ofreciendo al moribundo el religioso consuelo, recogiendo su última palabra y cubriendo la miseria de sus deudos. Este ha sido uno de los períodos más ejemplares, más peligrosos, más fatigantes y heroicos de su vida”, narró un testigo de los hechos.

Demás está decir que tuvo férreos detractores a causa de su intensa vida apostólica. “Críticas e incomprensiones de algunos sacerdotes, religiosas y fieles; indolencia de gobernantes ante sus pedidos de colaboración (particularmente su sueño irrealizado del ferrocarril), y finalmente su lepra y su soledad, en las que descubrió de manera impensada la fecundidad de su entrega como sacerdote”.

Muchos años después lo dijo el Padre Carlos Mugica: “El mundo no puede soportar el mensaje cristiano cuando se lo expresa con su fuerza original”.

Brochero enfermó de lepra por acompañar y hasta compartir el mate con los enfermos. Pidió que le hagan un cajón de madera muy sencillo y que le paguen el trabajo al carpintero. Ciego y sordo, falleció el 26 de enero de 1914.

Vivió el evangelio como lo pidió Jesucristo, mezclado entre los pobres, los enfermos, los presos, los marginados de la sociedad (crédito imagen: Diario Huarpe)

José Brochero

Vista de la localidad Villa Cura Brochero, en Córdoba. El Padre José realizó su obra desde la parroquia de Villa del Tránsito -nombre original del lugar- en la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX (crédito imagen: Cadena 3)

Fuente de consulta principal: Celam (Consejo Episcopal Latinoamericano)

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