Argentina cambalache, tan lejos y tan cerca de la Década Infame

Que el país de 2023 tenga tantos puntos en común con el de 1934 -con la excepción de que el voto ya no es cantado-, año en que Enrique Santos Discépolo compuso esa joya artística llamada Cambalache, quizás requiera de una profunda reflexión

Manifestación, de Antonio Berni. Año 1934 (Crédito: Prof Juan Scollo)

Enrique Santos Discépolo escribió Cambalache en 1934, en plena Década Infame. Y escuchar el tango hoy provoca una sensación entre extraña y angustiante. Extraña porque uno ya tiene incorporada la letra como la del himno nacional. Y angustiante cuando uno cae en la cuenta de que la canción podría ser nuestro himno nacional, pues describe al país y su sociedad con una precisión que provoca un enorme desconsuelo y una enorme inquietud, al saber que han transcurrido exactamente 89 años.

«Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio, chorro, generoso, estafador… ¡Todo es igual! ¡Nada es mejor!…»

Discepolín tuvo la visión de los grandes artistas: sólo ellos pueden escribir una poesía que no sólo trascienda los tiempos sino que se adelante a ellos, y en este caso nada menos que casi un siglo. Además, hablando de lo cotidiano pero sin dejar de ponerlo en el contexto mundial.

El nivel pornográfico de connivencia entre grandes fortunas, fiscales y jueces federales y funcionarios derechistas nos pone a un paso de aquella Argentina espantosa

Cambalache nació como “un canto resignado a un mundo en el que la línea entre ser honrado y trabajador o un oportunista sin escrúpulos era muy tenue, o incluso caía del lado de los segundos en la cuenta de resultados de la vida”. ¿Quién lo dijo? La periodista Alicia Ezker en la nota titulada “Una canción para este siglo XXI”. ¿Dónde se publicó? En el periódico Noticias de Navarra, de España, el 29 de abril de 2022.

¡Pedazo de artista fue Discepolín, al punto de representar a una sociedad europea hasta 89 años después!

«A nadie importa si naciste honrao… Es lo mismo el que labura noche y día como un buey, que el que vive de las minas, que el que mata, que el que cura, o está fuera de la ley…»    

No tenemos como en los años ’30 un humillante pacto Roca-Runciman, pero tenemos una humillante e impagable deuda con el Fondo Monetario Internacional que limita el crecimiento y condiciona todas las políticas económicas

Si uno se sitúa en la época en que se escribió la letra de Cambalache, entiende todo. Si piensa que casi un siglo después las cosas no han cambiado tanto, la desazón no puede ser más grande.

Pongamos la creación de Discépolo en contexto histórico. Cuatro años antes se había consumado el primer golpe de Estado en el país, que había interrumpido los primeros 14 años consecutivos de democracia. Hipólito Yrigoyen fue llevado a la isla Martín García acusado de hechos de corrupción que no había cometido, y los militares y la burguesía terrateniente inauguraban así 13 años de fraude y corrupción y un proceso de empobrecimiento brutal del pueblo. Nacía la tristemente célebre Década Infame, que en rigor duró tres años más.

No tenemos a un general Uriburu intentando reformar la Constitución para implantar un sistema corporativista, pero tenemos una decena de corporaciones que deciden los precios de los alimentos, bebidas y demás

A la crisis local se sumaba una tremenda crisis global. En 1929 había quebrado la economía estadounidense, dando origen a largos años de penurias. Media Europa, en tanto, se lanzaba a los brazos de la ultraderecha: el fascismo en Italia y el nazismo alemán encaminaban al viejo continente hacia una época terrorífica.

Parémonos en el hoy en día. Cuatro años y monedas atrás se consumó el mayor golpe de Estado económico de la historia del país: la toma de una deuda récord a nivel planetario, impagable y condicionante de cualquier proyecto de desarrollo social y productivo durante generaciones, que interrumpió más de una década de desendeudamiento y soberanía política.

No existe hoy un deseo (al menos manifiesto) de volver a la situación pre Ley Sáenz Peña como en la Década Infame, pero sí de volver a la situación pre peronista

A la crisis local actual se suma una tremenda crisis global. La pandemia que comenzó a principios de 2020 y la guerra Rusia-Ucrania hicieron volar por los aires la economía mundial, dando origen a -según aseguran todos los expertos- largos años de penurias. Media Europa, medio EEUU y media Latinoamérica, en tanto, coquetean con la ultraderecha.

«Siglo veinte cambalache (o veintiuno), problemático y febril… El que no llora no mama y el que no afana es un gil. ¡Dale nomás! ¡Dale que va! … ¡Que allá en el horno nos vamo a encontrar…!»

Argentina Cambalache

Primo Carnera (Crédito imagen: diario ABC)

Censura, Perón, golpe del ‘55 y cambios en la letra

Discépolo compuso Cambalache para el filme «El alma del bandoneón», que se estrenó en 1935. En la película fue interpretado por Ernesto Famá.

Sin embargo, el estreno del tango se dio a finales del ’34. Y es que Luis Amadori, coautor de varias canciones con Discepolín, se lo llevó a Sofía “La Negra” Bozán, quien lo cantó por primera vez en el Teatro Maipo, durante la obra-revista “Esmeralda al 400”.

Hoy no están proscriptos los partidos políticos de izquierda como en los ’30, pero sí la principal dirigente política del país

Tras el golpe militar de 1943 que puso fin a la Década Infame, el tema fue prohibido en el marco de una ley que prohibía el uso del lenguaje lunfardo. El tango siguió censurado a partir de la asunción como presidente de Juan Domingo Perón en 1946. Entonces, miembros de la sociedad de autores iniciaron gestiones ante distintos organismos, sin suerte alguna. ¿Qué hicieron pues? Pidieron una audiencia directamente con Perón, quien les dijo que ignoraba el hecho. Acto seguido, dio la orden de que levantaran la prohibición sobre Cambalache.

Pero vino otro golpe de Estado. El de 1955.

No tenemos como en la Década Infame intervenciones en 12 provincias, pero tenemos una Corte Suprema de Justicia que interviene potestades del Congreso de la Nación y del Poder Ejecutivo, en este último caso en favor de los unitarios porteños y en detrimento de las 24 provincias

Luego del ’55, Julio Sosa tuvo que cambiar parte de la letra original. En lugar de “el que vive de las minas” cantó “el que vive de los otros”, al tiempo que cambió algunos de los personajes que nombró en un principio Discépolo: “Mezclaos con Toscanini van Scarface y la Mignón, Don Bosco y Napoleón, Carnera y San Martín” reemplazó a “Mezclaos con Stavisky van Don Bosco y la Mignón, don Chicho y Napoleón, Carnera y San Martín”.

Con el tiempo, el tango conoció otras versiones. Hasta que llegó otro golpe de Estado. El cívico-militar de 1976, el más sangriento y destructivo de toda la historia argentina. Y los jefes de programación de las radios oficiales y privadas contaron que recibieron una “sugerencia” del Comfer (organismo rector de las emisoras de radio) para que no se difunda el tango Cambalache en ninguna de las interpretaciones existentes.

Argentina Cambalache

Alexandre Stavisky (Crédito imagen: Getty Images)

Quién es quién

«Mezclao con Stavisky va Don Bosco y La Mignón, Don Chicho y Napoleón, Carnera y San Martín…»

Serge Alexandre Stavisky fue un famoso estafador que nació en Ucrania y se nacionalizó francés. Tenía una historia turbia. Se había involucrado en negociados y fraudes, aunque siempre a través de sus relaciones con figuras del mundo financiero y de la política. El 3 de enero de 1934 la policía lo encontró muerto. La versión oficial fue “suicidio”, pues «sabía que sería detenido». La cuestión es que en su mayor estafa estaban comprometidos dirigentes políticos de la Tercera República francesa. El escándalo fue tal que generó la caída del gobierno galo.

Discepolín pone al lado de Stavisky a Don Bosco, creador de una obra religiosa con contenido social que se extendió por el mundo, incluida la Argentina: la congregación salesiana. Fue canonizado en 1934.

No tenemos un intento de asesinato al senador Lisandro de la Torre ni un asesinato del senador Enzo Bordabehere, pero tenemos un intento de asesinato a la presidenta del Senado de la Nación, Cristina Fernández, cuya investigación está «cajoneada»

Para algunos, la Mignón es simplemente la representación de una prostituta. Para otros se trata de un personaje del novelista, poeta y dramaturgo alemán Johann Wolfgang von Goethe, concretamente una niña que es raptada y obligada a divertir a hombres mayores.

Don Chicho era el apodo de Juan Galiffi, un italiano oriundo de Sicilia que llegó a la Argentina en 1910. Se lo conoció como el “Al Capone argentino” porque habría convertido a Rosario en la “Chicago” de nuestro país. Fue deportado en 1933.

En tanto, Primo Carnera fue un mendigo italiano de 2 metros de altura y 125 kilos que, tras trabajar en un circo, fue llevado a los rings por la mafia y se convirtió en campeón mundial de los pesos pesados.

Napoléon y San Martín no necesitan de explicaciones.

Argentina Cambalache

Enrique Santos Discépolo (Crédito imagen: La Vidriera)

La Biblia y el calefón

“Igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches se ha mezclao la vida, y herida por un sable sin remaches, ves llorar la Biblia junto a un calefón…”

Hallamos la explicación más completa de esos icónicos versos de Cambalache en el sitio encontrarte. “El papel higiénico tardó en aparecer, y aún cuando lo hizo era caro y no estaba al alcance de todas las familias. Así las cosas, las personas de pocos recursos utilizaban para esos fines sanitarios el vulgar papel de diario o, en su defecto, cualquier otro”.

“Por supuesto que eran muy estimados los papeles más sedosos, así que los sufridos usuarios trataban de conseguir en las verdulerías y fruterías los papeles sulfito de color azul con los que venían envueltas las manzanas y otros productos de campo”.

“Otro muy apreciado era el llamado ‘papel biblia’, especialmente delgado y suave. Ahora bien, ya por entonces existía la Sociedad Bíblica, una de cuyas misiones era difundir la Biblia protestante, para lo cual regalaba ejemplares del sagrado libro”.

“Muchos habitantes de Buenos Aires deben haber parecido devotos creyentes, ya que aceptaban de continuo esas gentilezas. Pese a ser la mayoría de la grey católica, lo mismo pasaban y retiraban la biblia protestante tantas veces como sabían que la Sociedad las tenía en obsequio en las calles, plazas o en su sede central”.

“Sin embargo, cuentan que quienes obtenían esas Biblias les perforaban una tapa y las colgaban de un gancho de alambre, al lado del calefón, cerca del retrete, e iban arrancando las suaves hojas para usarlas como papel higiénico”.

Cambalache (Julio Sosa – 1934)

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