Pablo Delonghi, el hombre que nos lleva a conocer el país oculto en un 404

El daño que le hizo al interior el hecho de que le quiten el tren. Pueblos detenidos en el tiempo. Otros que buscan reinventarse en base al turismo rural. El rol clave de los municipios en el desarrollo de las pequeñas comunidades. La enorme solidaridad de la gente de tierra adentro. Todo eso y mucho más descubrió y descubre Pablo Delonghi, un trabajador ferroviario que desanda los caminos argentinos con un Peugeot 404 modelo ‘67. Una historia digna de conocerse

La inconfundible y fina estampa del 404 se recorta en un paisaje de ensueño en French, partido de 9 de Julio

Viajando Peugeot 404

Podría decirse que esta historia comenzó hace diez años, cuando Pablo Delonghi y su familia decidieron buscar paz lejos del área metropolitana de Buenos Aires y cambiaron el Conurbano bonaerense por Los Cardales, una apacible localidad del partido de Exaltación de la Cruz, en el noreste de la Provincia. O bien podría afirmarse que empezó mucho antes, el día en que el padre de Pablo vendió el Peugeot 404 modelo 1966 y lo cambió por un 504. De aquel niño, este hombre que durante años buscó y buscó aquel auto que lo remitía a una infancia inmensamente feliz.

“Una día lo encontré, pero pedían una fortuna”, nos cuenta. ¿Entonces? “Entonces tuve la oportunidad de comprar distintos 404, todos en excelente estado de conservación, pero de otros colores. Y yo quería uno del mismo color que aquel, que fue el primer auto al que me subí”, dice, y lo define como gris oscuro, aunque a veces, según le pegue el sol, puede verse azulado o verde”.

El que busca, encuentra. Y Pablo dio con un 404 gris oscuro, en perfecto estado y con un solo año de diferencia con el de su padre: modelo 1967. Con esa auténtica máquina del tiempo ya recorrió y dejó testimonio en sus redes sociales de más de 100 pequeños pueblos bonaerenses y algunos no bonaerenses; más de 20 mil kilómetros de andadura, calcula.

Pablo Delonghi en el Peugeot 404 modelo 1966 de su padre. El primer auto al que se subió
Pablo Delonghi hoy, cumpliendo un sueño, como él mismo afirma

“Nací en Ciudadela, en el partido de Tres de Febrero. Allí subí por primera vez a un auto, a aquel 404 de mi viejo que hasta hoy me trae los mejores recuerdos, como las visitas de los domingos a mis abuelos o las vacaciones en la costa atlántica con mi papá y mi mamá”, narra Pablo.

“Se ha generado mucho daño quitando el tren. Siempre que se recortaron gastos, el que pagó el pato fue el ferrocarril y, por lo tanto, miles de pueblos y sus habitantes”

Ya instalado con su familia en la tranquilidad de Los Cardales y con su propio 404 modelo ‘67, “la idea original fue recorrer pueblitos cercanos, hasta que un día saqué una foto del auto en una estación de servicio abandonada en Cortines, partido de Luján, la subí a las redes y la repercusión fue tal que decidí comenzar a desandar las rutas”, rememora Pablo, para sentenciar: “Y tenía que ser con este auto; en un auto común lo hace cualquiera”.

Viajando Peugeot 404

Cuando Pablo subió esta foto tomada en Cortines, Luján, tuvo tanta repercusión que decidió comenzar a viajar al interior
Una esquina emblemática de Villa Grisolía o Achupallas, localidad del partido bonaerense de Alberti

En sus excelentes cuentas de Instagram –viajandoenel404– y de Facebook –@viajandoenel404-, Pablo se presenta como “ferroviario”. Hace 27 años que trabaja en el FFCC Mitre, en Victoria, San Fernando, en el área de “tráfico de trenes”. “En otras palabras, mi función es que los trenes funcionen”, explica y ríe, para agregar que “tengo que hacer 60 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta para ir a trabajar, pero la tranquilidad de Los Cardales, bien lejos de la vorágine de la ciudad, no la cambio por nada.

Sin tren, no hay desarrollo

Pablo Delonghi traza una hoja de ruta durante la semana, y los fines de semana se lanza a los caminos. “A veces procuro ir y volver en el día; otras veces tengo la oportunidad de hacerlo durante más tiempo, y siempre intento ir a zonas que me posibiliten recorrer dos o tres pueblitos en un solo viaje”, puntualiza.

Con el 404 siempre a punto merced a “un mecánico de la vieja escuela que trabaja en Florida (Vicente López)”, Pablo comenzó a descubrir la Provincia profunda, esa que por lo general no aparece en los mapas ni en las noticias, pero que acuna la historia no sólo bonaerense sino de gran parte del país.

Viajando Peugeot 404

Azcuénaga, San Andrés de Giles
San Mayol, Tres Arroyos

“A veces es un viaje a ‘lo que fue y dejó de ser’, pues los pueblos por los cuales dejó de pasar el tren quedaron detenidos en el tiempo. Recorro pueblos de 50 habitantes hasta otros de 1.500, en promedio, y dos cosas me llaman la atención. Una es que en muchos lugares la población está compuesta por gente muy mayor, no hay jóvenes, se fueron todos. Y otra es una frase que me repiten en cada uno de esos pueblos: ‘¡No sabe usted lo que era esto cuando pasaba el tren!’. En pueblos de 40 ó 50 habitantes me cuentan que supieron ser dos mil… Se ha generado mucho daño quitando el tren. Siempre que se recortaron gastos, el que pagó el pato fue el ferrocarril y, por lo tanto, miles de pueblos y sus habitantes”, describe Pablo.

Familias enteras vivían del ferrocarril. Trabajaban en el ferrocarril o en actividades indirectas. Todo eso voló de un plumazo.

“Hoy algunos hablan del avión. El avión no entra a los pueblos. El tren es, por excelencia, el medio de transporte que lleva vida”, dice Pablo, subrayando la palabra ‘vida’.

French, Nueve de Julio
Guaminí

“Ahora el tren está volviendo a pasar por algunos pueblos. Pocos. Pero alcanza para resaltar aún más la diferencia; se nota a simple vista. Además, la recepción que le ha dado la gente es conmovedora y demuestra lo que significa el tren: es la herramienta de desarrollo por excelencia, apunta.

El campo, la tecnología y el trabajo

Pablo Delonghi nos cuenta que “hay pueblos donde, además de no tener más el tren, ni siquiera entra el colectivo. Me pasó más de una vez que tuve que desistir de llegar hasta un sitio, porque el camino estaba en tan mal estado que debí pegar la vuelta”. Y subraya: “Allí nomás te das cuenta si el Municipio trabaja bien. Un camino en condiciones tiene detrás a la Municipalidad”, define, para luego entrar en el terreno de la reinvención de ciertos pueblos a partir del turismo rural, lo cual también requiere de la combinación “iniciativa privada-apoyo estatal”.

“En la inmensa mayoría de los pueblos piden que vuelva el tren, porque el tren genera desarrollo por sí mismo. Impulsa el turismo y eso lleva a la apertura de un hotel, un restaurante, un bar, un almacén. Implica trabajo y progreso de la comunidad toda”

“El campo ya no genera mano de obra. Con la tecnificación, el trabajo que antes hacían diez ahora lo hace una sola persona. En cambio, el tren genera desarrollo por sí mismo, ya que impulsa el turismo y eso lleva a la apertura de un hotel, un restaurante, un bar, un almacén, etcétera. Implica trabajo y progreso de la comunidad toda”, dice el viajante del 404.

Villa Alsina, Baradero

La mano “no invisible” de los municipios. Reinventarse

Cuando llega a un pueblo, lo primero que hace Pablo es ir a la estación de tren. Y con esa incursión ya puede bosquejar una radiografía general del pueblo.

“Las estaciones abandonadas, las casas abandonadas, generan mucha tristeza. Pero de un tiempo a esta parte, sobre todo a partir del auge del turismo rural a raíz de la pandemia, hay pueblos que se han reinventado. Y en ese proceso se nota la mano de los municipios”, afirma.

Y ejemplifica: “Las estaciones y las esquinas, esos tradicionales lugares de encuentro, son postales clásicas de los pueblos. A mí me ha pasado de ir a uno, fotografiar una esquina, de esas antiguas, hermosas, volver tiempo después y encontrarme con nada porque se había derrumbado a causa de la falta de mantenimiento”, comenta.

Pero al mismo tiempo resalta que “muchas estaciones han sido reconvertidas en museos, centros culturales con bares, así como se han puesto en valor esquinas emblemáticas. Allí se nota la combinación entre una población pujante y un municipio que trabaja bien”.

Gorostiaga, Chivilcoy

“Las pastas de nuestras abuelas”

La gente de los pueblos pequeños primero mira, estudia al forastero. En ese sentido, Pablo reconoce que el 404 allana todos los caminos del intercambio social. “El auto mismo invita a la charla. La gente se acerca, te cuenta que tuvo uno, o que lo tuvo su abuelo, y allí se entabla una relación hermosa, porque los habitantes del interior son naturalmente solidarios, remarca.

“Me invitan a las casas, a tomar mate, y siempre me dejan los números de teléfono. Es que más de una vez me encontré en caminos de tierra, de noche, y pensé ‘si me quedo acá, soné’. Pero no. La gente me repite una y otra vez que ante cualquier problema me comunique, que siempre me van a tender una mano, señala.

“En Las Marianas hay un restaurante y hotel a cargo de una mujer de 80 años que cada domingo amasa y hace pastas caseras. Y yo te puedo asegurar que cuando probé los ravioles, eran los de mi abuela. A punto tal que el sabor me remontó a mi infancia”

Aquellas esquinas típicas de los pueblos, al igual que las estaciones de tren, suelen tener grabada la fecha de construcción. “Casi todas las edificaciones tienen más de un siglo”, destaca Pablo, para contar que esas esquinas no tienen dirección. “Son ‘lo de Ramón’ o ‘lo de María’”, y es en esos lugares donde comenzaron a renacer los pueblos a partir del turismo rural”.

A Villars, en General las Heras, a finales del 2022 volvió el tren y el festejo fue tremendo. Ya regresó a muchos pueblos y hay otros en la lista que lo están esperando con los brazos abiertos de par en par

Recuerda que “en Las Marianas, en el partido de Navarro, hay un restaurante y hotel a cargo de una mujer de 80 años que cada domingo amasa y hace pastas caseras. Y yo te puedo asegurar que cuando probé los ravioles, eran los de mi abuela. A punto tal que el sabor me remontó a mi infancia”.

Lo mismo ocurre con la parrilla de campo, donde no sirve un mozo sino el propio parrillero, y las porciones son “muy abundantes”.

Así, entre pueblos que están a la buena de Dios, otros a los que volvió el tren y lo festejaron por todo lo alto y otros que mientras lo esperan se han reinventado sobre la base del turismo rural, con estaciones y esquinas centenarias puestas en valor, Pablo comenzó a comprobar que en su cuenta de Instagram tenía seguidores como el actual presidente Alberto Fernández, el periodista deportivo Diego “Chavo” Fucks o el cantante de Los Pericos, Juanchi Baleirón. “Mirá dónde llegó esto, me dije un día”, nos cuenta entre risas.

Para el final, deja una postal que lo impresionó. Cuando hace un tiempo pudo tomarse una semana de vacaciones y se fue al sur de Bahía Blanca, en una zona semidesértica se encontró con un pueblito de 15 habitantes con una iglesia gigante, que podría ser la de una gran ciudad. Se trata de López Lecube, en el partido de Puán. “Y así, mil cosas… Yo viajo solo, porque a mi esposa no le gustan los viajes de ida y vuelta en uno o dos días. Además, en un trayecto de 150 ó 200 kilómetros a lo mejor paro quince veces. Le saco fotos hasta a los postes del alambrado”, ríe Pablo, para añadir: “Viajar de esta manera y en este auto para mi es una terapia”.

Cualquier fin de semana, Pablo Delonghi volverá a subirse al Peugeot 404 modelo ‘67 y enfilará hacia uno, dos, tres pueblos del interior profundo. Para conocerlos y, gracias a las nuevas tecnologías “bien utilizadas”, compartirlos con sus miles y miles de seguidores. Pero antes de darle arranque al auto, en el “estéreo pasacassettes de la época, que funciona perfectamente”, pondrá “un cassette con música de los ’80… Como verás, el viaje en el tiempo es completo”.

Al sur de Bahía Blanca Pablo se encontró con un pueblito de 15 habitantes, López Lecube, con una majestuosa y hermosa iglesia. Postales del interior profundo (crédito imagen: Flickr)

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