Fútbol argentino: 90 años de “profesionalismo”

Fútbol argentino

Un emblemático Talleres de Córdoba

Nueve décadas atrás, el Boca de una leyenda -Mario Fortunato- ganaba el último campeonato oficial de la ya unificada amateur AAAF, en pelea final mano a mano con Estudiantes de La Plata. Pocas semanas después llegaría la grieta quizás definitiva del “fútbol nacional”: amateurismo, de un lado; profesionalismo, del otro. Los “grandes” de Buenos Aires comandaban el cisma y, a casi 40 años del inicio de la oficial, creaban una liga paralela a la nacida en 1893 por influencia británica.

Me animo a las comillas para hablar del fútbol “argentino” porque, tanto ayer como hoy aunque con matices innegables, la etiqueta de nacionalidad del fútbol nuestro se sumerge como mandato inexpugnable dentro de las fronteras de la centralidad porteña. Desde esta perspectiva, el territorio de lo “nacional” se circunscribe a Buenos Aires y sus alrededores; a la pampa húmeda y su zona de influencia.

Lo fue y es para quien normaliza el negocio del fútbol a nivel mundial: la FIFA, que desde siempre reconoció como institución rectora de “lo argentino” a la liga metropolitana (Buenos Aires, Conurbano y La Plata) que se jugaba con el sello de la hoy AFA.

La geopolítica interna del país, se ve, condicionó al fútbol desde principios del siglo XX; la marca de su puerto principal como salida central al “mundo”, también, tanto fronteras adentro como afuera. Se puede inferir, así, que la arquitectura de una necesaria identidad popular se hermanaba con el reconocimiento del país en el exterior, que acreditaba los rasgos culturales de la urbe arrabalera porteña y su capital: el tango, triunfando en el continente insignia, y el fútbol, con Argentina llegando al final del Olímpico del ‘28, del Mundial del ’30 y de varios Sudamericanos.

“Buenos Aires pasa a ser la ciudad del tango y del fútbol (…) Los éxitos futbolísticos en los Juegos de Ámsterdam, así como la aceptación y el triunfo del tango en París, demuestran que sólo Buenos Aires (y, por ende, Argentina) es capaz de producir ‘cosas nuestras’ aceptadas y reconocidas por todo el mundo. El tango y el fútbol aparecen entonces como las contribuciones argentinas en la construcción, de esa época, de un espacio global corporal del tiempo libre que trasciende las fronteras nacionales (…) Y los grandes clubes de fútbol de Buenos Aires han de convertirse en ‘nacionales’ a pesar de la tradición futbolística de otras ciudades como Rosario y La Plata”. (1)

La extensión de la “frontera”

Hubo algunos mínimos atisbos de reconocimiento, en los albores del fútbol como identidad colectiva, cuando la AFA, de aún denominación inglesa con “football” en lugar del castellanizado fútbol, amplió las “fronteras” de lo argentino reconociendo a la liga rosarina, a la que incorporó oficialmente para que se enfrentara contra el campeón porteño en la disputa anual del llamado Campeonato Argentino -Copa Ibarguren- desde 1913. Porteños contra rosarinos jugando por el título “argentino”.

Los límites de la nacionalidad futbolística, en la práctica, se abrían dentro de la pampa húmeda, contemplando a los clubes rosarinos y, sólo años después, a los santafesinos. Pero poco más. De hecho, de esas competencias organizadas en el circuito productivo de los puertos Buenos Aires/Rosario salían los representantes argentinos que jugaron las primeras copas internacionales contra los uruguayos. Una estructura similar, aunque en un país disímil por extensión y federalismo, a lo que sucedió hasta mediados del siglo XX en Brasil con los torneos organizados entre clubes de Río y San Pablo. Pero con una diferencia no menor a la nuestra: esas competencias nunca serían reconocidas oficialmente con el rango de “título nacional”, pese a su prevalencia regional, por la Confederación Brasileña de Fútbol.

Un abismo, este, con la historia oficial del fútbol nuestro, que, desde siempre, designó a sus “campeones nacionales” por la Copa Campeonato que exclusivamente jugaban unos pocos –pero trascedentes, claro- clubes ubicados dentro de Buenos Aires y su área metropolitana: que la creciente popularidad del fútbol “nacional” en las dos primeras décadas del siglo XX y su identidad se narraran desde la ciudad capital faro del exterior, hicieron el resto.

Recién entre 1939 y 1948 se dio una primera apertura “efectiva”, sumando a las entidades más representativas de Rosario y Santa Fe como afiliadas a AFA, que empezaron a competir de forma regular en los concursos porteños: primero fue Newell’s y Rosario Central; luego Unión y después Colón. Pero no sería hasta 1967 -pese a la disputa irregular de competencias como la Copa República- y la creación del Nacional, cuando, por primera vez, y después de siete décadas, se organizaría un torneo evidentemente “argentino y federal”, con representación regular e institucional de la mayoría de las provincias. Fue cuando los “grandes” del interior empezaron a tener visibilización a nivel nacional y aparecieron los primeros títulos en Primera de los equipos rosarinos; o los subcampeonatos de Talleres (1977), el Racing cordobés (1980) y el Unión santafesino (1979). El albiazul cordobés tendría otras grandes campañas: 4° en 1974, semifinalista en 1976 y 1978, y 3° del Metropolitano 1980, cuando se ganó en la cancha el derecho a jugar anualmente el torneo de Primera de los porteños gracias a la Resolución 1.309.

No fue sino hasta 1986, a casi un siglo de la fundación de la AFA, al formarse una segunda división más “federal” -Nacional B- que los equipos del interior tuvieron mayor acceso a la liga grande de la Primera asociacionista, cuando la B Metropolitana pasó del segundo al tercer nivel de los equipos directamente afiliados. Aún ello, la disparidad continúa hasta nuestros días. Algo más de 50 equipos del área metropolitana porteña compiten, en el ascenso, por dos plazas anuales a la Primera B Nacional –la puerta de acceso al fútbol grande- a la par de centenares de equipos de 22 provincias que juegan, desde el Federal A hasta el C, por las mismas plazas en sus distintas y extenuantes ligas regionales, con largos viajes y altos costos.

Bienvenido el revisionismo en el fútbol también, que desde 2013 nos empezó a enseñar, como se debe, a partir de nuevos e inquietos historiadores, que la historia era una sola: rentado o no, el “fútbol argentino” oficial, aún el quiebre ineludible de 1931, había comenzado a finales del siglo XIX. Nada había cambiado en ese 1931 pese a la imposición de una liga “profesional” con sólo 18 clubes que dividió bruscamente al fútbol entre 1931 y 1934 cuando, a fuerza de poder y convocatoria, los “grandes” le crearon a la AFA un torneo paralelo, que no era reconocido por la mismísima FIFA, para legalizar lo que estaba más que extendido en la práctica cotidiana, con el capital incorporado al negocio y al mercado de la transferencia de futbolistas.

Quizás el nuevo y verdadero cisma, a 90 años del inicio del blanqueo profesional, sea, de una vez y para siempre, un fútbol federal y equitativo, tanto para los clubes híper profesionales como para los cientos de equipos del “interior amateur”, con real y proporcional acceso a los torneos grandes de AFA. La Copa Argentina es un paso; que la liga de Primera División realmente “nacional”, sea el siguiente.

Notas

(1) Archetti, Eduardo (1995). Estilo y virtudes masculinas en El Gráfico: la creación del imaginario del fútbol argentino.

–  Revistas El Gráfico y Caras y Caretas

– Memorias y Balances anuales de la Asociación del Fútbol Argentino.

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