Argentina es desde hace décadas un innegable semillero que ostenta haber visto crecer a futbolistas de la talla de Maradona y Messi, que son ni más ni menos que la cabeza de una pirámide infinita de talentos que pueblan las canchas no sólo de nuestro país, sino de todo el mundo. Esa pirámide, que alberga tanto a las grandes estrellas como a los talentosos jugadores de potrero que sueñan con llegar a lo más alto, se encuentra sostenida desde hace años por una endeble estirpe dirigencial que oscila entre la ineptitud y la ausencia de sentido común.
El próximo torneo local, con comienzo el 14 de febrero, tendrá un nuevo formato respecto a su predecesor y también al anterior si se tiene en cuenta la Copa Maradona. Una vez concluya, el torneo posterior contará una vez más con una organización diferente. Resultaría fácil atribuirle semejante vaivén a la pandemia, pero lo cierto es que desde hace casi diez años la liga argentina sufre incontables alteraciones que merecen ser enumeradas.
Se podría trazar el comienzo de la línea temporal en 2012, cuando se decidió cambiar el nombre a los torneos Apertura y Clausura por Inicial y Final. Se jugaría entonces durante el segundo semestre de ese año el primer Torneo Inicial, con una particularidad: los ganadores disputarían una final que coronaría al campeón 2012/2013. Sin embargo, esa idea fue cancelada en medio de la temporada, la palabra “ganador” reemplazó a “campeón” y todo continuó como antes. Un viejo conocido, ya que ese formato había sido puesto a prueba, fracasado y eliminado en 1991, justamente con los dos primeros torneos Apertura y Clausura, cuya ‘finalísima’ tuvo como campeón al Newell’s de Bielsa, que venció por penales a Boca.
En 2014 se incluyó la Copa Campeonato de fútbol entre los dos ganadores, pero se disputó una sola vez. El campeón fue River, que venció a San Lorenzo en San Juan. Durante la segunda mitad de ese año se jugaría el Torneo Transición, que ganó Racing, y que sería el último disputado con 20 equipos.
En 2015, se decidió ascender a 10 equipos desde la B Nacional para formar un torneo de 30 clubes a partido único y una fecha extra de clásicos. Como este formato resultó poco atractivo, durante la primera mitad de 2016 se jugó un nuevo Torneo Transición con la intención de equiparar el calendario local con el europeo. Además, se dio marcha atrás con la idea de los 30 equipos y los años siguientes habría más descensos que ascensos para volver a la cifra tradicional de 20 clubes.
En 2019, ya con 26 equipos en la primera categoría, tuvo lugar uno de los acontecimientos más vergonzosos en la historia reciente del fútbol local. El torneo comenzó en agosto de 2018 y finalizó en abril de 2019, demasiado pronto respecto a lo esperado para la temporada regular. La solución propuesta para el problema fue la Copa de la Superliga 2019, que permitiría extender el calendario desde abril a junio. El campeón obtendría una plaza para la Copa Libertadores del año siguiente y los partidos disputados no sumarían para los promedios, que ya habían arrojado cuatro equipos hacía la segunda categoría. Contra todo pronóstico y coronando la sucesión de papelones que ofrecían los cambios a los torneos desde hacía siete años, Tigre, que ya se encontraba descendido, se consagró campeón tras derrotar a Boca con un contundente 2 a 0.
Los hechos dieron la vuelta al mundo y no fueron pocos quienes imaginaron que provocaría una reacción de los dirigentes. Borrón y cuenta nueva, veinte equipos, eliminación de los promedios y clasificación a las copas según la posición en la tabla. Lo lógico, lo que ocurre en todas y cada una de las ligas de renombre del mundo.
OTRO PAPELÓN Y VAN…
Sin embargo, nada de eso ocurrió. Mientras Tigre disputaba la Copa Libertadores desde la B Nacional de fútbol, la temporada 2019-2020 tuvo su propio papelón: con varias fechas del torneo ya jugadas, en el espacio de pocos días se cambió la cantidad de cuatro descensos a dos, después se decidió que serían tres, y finalmente se retomó la cifra inicial. Debido a que la situación respecto al calendario era similar a la temporada anterior, se jugaría una nueva Copa de la Superliga, pero con un nuevo formato y -ahora sí- la inclusión de los puntos obtenidos a los promedios. Con la primera jornada ya disputada, la pandemia obligó a suspender todo. Ante ese panorama, la decisión fue cancelar los descensos por tiempo indeterminado. Varios meses después se jugaría la Copa Maradona, que concluyó el 17 de enero del año corriente.
Para no perder la costumbre, la temporada 2021 también nos deleitará con un nuevo formato. En principio, y si no surgen nuevas modificaciones sobre la marcha, los 26 equipos jugarán una primera fase en dos zonas de 13 a una sola rueda de partidos, dividida de acuerdo a los clásicos. Por ejemplo, River irá a una y Boca a otra; Independiente a una y Racing a la otra. El agregado será la disputa de un clásico interzonal por fecha. Los cuatro primeros de cada zona clasificarán a cuartos de final, a partido único y a jugarse en el estadio del equipo mejor ubicado en la tabla, mientras que semifinal y final serán en cancha neutral. El vencedor será consagrado campeón de la Copa de Primera División 2021 y jugará la Libertadores 2022.
En cuanto al segundo semestre, el torneo se jugará de julio a diciembre, para completar un total de 25 fechas a modo de liga, todos contra todos. El campeón también tendrá plaza para la Libertadores del año siguiente. El resto de clasificados a copas continentales se deducirá de la sumatoria de puntos de toda la temporada. ¿Los descensos? Cancelados hasta 2022. Sin embargo, y con la intención de que los puntos conseguidos adquieran algún valor, sumarán a la tabla de los promedios. Un tema que, sin lugar a dudas, merece un capítulo aparte.
A pesar de tantas alteraciones, idas y vueltas y decisiones inexplicables, Argentina continúa desarrollando futbolistas de primer nivel, los mismos que durante la última década colocaron cuatro veces en el podio al seleccionado nacional. Y es que el fútbol es mucho más grande que un puñado de personas en saco y corbata que son, sin embargo, quienes tuercen el destino de los campeonatos nacionales. El fútbol argentino es, hace muchos años, un deporte que sobrevive a sus dirigentes.