Hipólito Bouchard: un patriota en la tierra de El Zorro

La apasionante historia del marino francés que se enamoró perdidamente de la causa revolucionaria nacional y de las ideas de San Martín y Belgrano, con las cuales dio la vuelta al mundo, liberó esclavos en África, abatió a los realistas en California y se convirtió en héroe de la independencia de Centroamérica

Hipólito Bouchard

En 1818 y durante varios días, Alta California fue argentina (crédito foto: Gustavo Mirabal Castro)

De la Redacción de 90 Líneas.-

Si a las tres grandes espadas de la Revolución Independentista, las de José de San Martín, Manuel Belgrano y Martín Miguel de Güemes, hubiese que sumarle dos marinos, sin dudas que primero salta el nombre del almirante Guillermo Brown, y luego el de un francés nacionalizado que terminó convirtiéndose en pieza clave de la liberación latinoamericana. Hablamos del corsario Hipólito Bouchard, el hombre que plantó la bandera azul y blanca en California, que aterrorizó a los realistas en América Central, que incluso liberó esclavos durante su “vuelta al mundo” con la fragata La Argentina y que, por si fuese poco, terminó peleando junto al Gran Jefe en su expedición al Perú.

Juguemos un poco. Si los de cuarenta y cincuenta nos remontamos a nuestra infancia, aparecerá como un personaje central de aquella TV en blanco y negro el hombre enmascarado, El Zorro. Señorito de la aristocracia en la California dominada por el imperio español, Don Diego de la Vega, tal su nombre cuando no se convertía en el valiente justiciero, gustaba de la literatura y la música y odiaba la violencia y las armas. No obstante, cuando las autoridades imperiales cometían alguna atrocidad, Don Diego se transformaba en El Zorro y hacía justicia. Era el líder de los oprimidos.

El 24 de noviembre de 1818, el corsario Hipólito Bouchard llegó a la ciudad de San Carlos de Monterrey, en Alta California, a bordo de la fragata La Argentina y al mando de 200 hombres. A su lado, la fragata Chacabuco.

No se sabe si era el justiciero que esperaban los oprimidos de entonces, pero lo que sí se sabe es que quienes no lo esperaban eran los representantes de la Corona Española y sus socios, los terratenientes locales (en el norte y en el sur, la historia tuvo paralelismos «impresionantes»).

Tras desembarcar, Hipólito Bouchard y sus hombres arrasaron con todas las posiciones realistas e izaron la bandera azul, blanca y azul creada por Manuel Belgrano. ¿Durante una semana? ¿Durante 16 días? Nadie lo puede especificar. Pero que California estuvo bajo bandera argentina -o para ser precisos, de las Provincias Unidas del Río de la Plata- es un hecho indiscutible.

¿Y se trató de un acto simbólico? Para nada en absoluto. Bouchard y sus marinos debilitaron a tal punto la posición española en esa región de América, que luego fue presa fácil de los revolucionarios norteamericanos.

Mientras las banderas de Belgrano flameaban en lo alto de todos los edificios, “nada español quedó en pie, comenzando por la residencia del gobernador y continuando por todas las piezas de artillería que no pudieron ser embarcadas” (El Historiador).

Hipólito Bouchard (crédito imagen: historia hoy)

El marino continuó camino al sur, hacia América Central, donde se convirtió en un baluarte de la independencia de los países de esa zona de América.

Dicen que dicen que los españoles le tenían terror. Que no querían oír su nombre ni el de su fragata, La Argentina. Se podría decir que el corsario provocaba en el mar el mismo efecto que los gauchos de Martín Miguel de Güemes en tierra firme.

LA VUELTA AL MUNDO EN «LA ARGENTINA»

Hipólito Bouchard nació en Bormes-les-Mimosas, cerca de Saint-Tropez, Francia, el 15 de enero de 1780. Siendo muy pequeño se sumó a la marina de ese país. Y, precisamente en un barco francés, llegó a Buenos Aires en 1809, pocos meses antes del inicio de la Revolución de Mayo.

Se enamoró perdidamente de la causa revolucionaria (recordar que venía de una Francia donde la autoproclamación de Napoleón como emperador desilusionó a miles de almas libres) y la Asamblea Constituyente del Año XIII le otorgó la ciudadanía de las Provincias Unidas del Río de la Plata.

Cuando San Martín le recomendó al almirante Guillermo Brown que incorporara a sus huestes a Hipólito Bouchard, el corsario demostró en toda su dimensión su arrojo libertario. Tuvo una destacadísima actuación en las costas del Pacífico, donde con Tomás Espora como grumete, puso contra las cuerdas a las poderosas naves españolas.

Hasta que el 9 de julio de 1817, ya al mando de la fragata La Argentina, inició una travesía de película. Aquel día zarpó desde la Ensenada de Barragán, para convertir al buque en el primero de estas pampas en dar la vuelta al mundo.

Las ideas que guiaban a Bouchard eran las de San Martín y Belgrano, “sus nortes”. Con esas convicciones y dueño de una valentía casi sin parangón, Don Hipólito inició una campaña de dos años alrededor de la Tierra.

Navegó entre 10 y 12 mil millas por los más remotos mares del planeta. Sacó a relucir todo su espíritu libertario al impedir, por cuenta propia, una maniobra de tráfico de esclavos en la isla de Madagascar -frente a la costa SE de África-, tras lo cual liberó a quienes iban camino de las cadenas. Venció a piratas malayos en el estrecho de Makassar, en la actual Indonesia. Bloqueó Filipinas entorpeciendo el tráfico comercial de los navíos españoles. Dominó parte de la Oceanía imponiendo la ley a sus más grandes reyes, por la diplomacia o por la fuerza. Hasta que llegó a California, izó la bandera nacional, debilitó a los españoles y marchó hacia Centroamérica.

La fragata La Argentina, al mando de Hipólito Bouchard, fue la primera nave nacional que dio la vuelta la mundo. En el medio, el marino tomó las posiciones realistas en California e izó la bandera de Belgrano. Luego fue pieza clave de la independencia de América Central (crédito imagen: el arcón de la historia argentina)

Allí bloqueó San Blas y Acapulco, arrebató a los realistas 20 piezas de artillería, rescató un buque de guerra argentino y secuestró o quemó alrededor de 25 buques enemigos, dando así el golpe mortal al comercio imperial en Centroamérica.

De regreso en Buenos Aires, Bouchard tuvo que disculparse por su acción en Madagascar, pues era totalmente ajena a su misión. “Es que no podía soportar con pasividad ser testigo de la toma de esclavos, que tres barcos ingleses y uno francés estaban intentando concretar”, argumentó. Disculpado.

Su vuelta al mundo tocó fin. Y nada menos que otro 9 de julio, pero de 1819, llegó al puerto de Valparaíso, en Chile, para ponerse al mando del General San Martín, quien se preparaba para liberar Perú y Ecuador.

Un héroe con mayúsculas… ¿Para quién hubiese “jugado” El Zorro de haber existido?

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