La Memoria, guardada para siempre en la escuela pública

Por Carlos Altavista

El jueves 21 de marzo, cerca de las seis de la tarde, llegué a Tandil. Bajé del colectivo un poco nervioso, lo admito. Iba a encontrarme con mis nietas mellizas, de casi tres años, después de un mes, y con la mayor, de casi diez. El ‘casi’ dejará de serlo a principios de abril y de ‘un plumazo’, porque todas cumplen el mismo día.

Ni bien crucé la puerta, Berta, la ‘morocha del Abasto’ de las mellis -como la llamo- vino y me tiró los brazos. Difícil describir con palabras esa ‘sensación de abuelo ‘. Y luego, Emilia, la ‘rubia Mireya’. Francisca, la hermana mayor, me había abierto la puerta.

El viernes, claro, tenían clase. Las mellis en primera sala del jardín y Fran en sexto de primaria, el último.

“Mañana hay un acto a las ocho en el jardín, y a las nueve hay otro, interescolar, donde actúa Francisca: hace de abuela de Plaza de Mayo”, me contó Florencia, mi nuera, y agregó: “Estuvieron las tres ensayando toda la semana; me llamó la atención el trabajo que hicieron”. También yo quedé sorprendido. “Nunca trabajaron así para el 24 de marzo, quizás sí para un 25 de mayo, o un 9 de julio”, añadió.

Viernes 22

Salimos todos juntos: mi hijo mayor, mi nuera, Fran y las mellis con sus pintores; era la primera vez que las veía ‘de jardín’ en vivo, no por fotos.

Poquitas cuadras (en Tandil todo parece estar a 5 ó 6 cuadras). En una esquina, muchas madres y padres. Los nenes y las nenas iban pasando y los padres esperaban afuera.

El jardín de infantes 904 es bellísimo. Un chalet californiano al estilo de las viviendas sociales del primer peronismo, ampliado para que funcione como establecimiento educativo, y en perfectas condiciones.

Entramos. Primero nos explicaron que habían preparado ‘algo muy especial’ para recordar el golpe de estado de 1976. Pasamos al patio de atrás. El arenero estaba cubierto con una ‘lona a dos aguas’, y sobre el lateral que daba al público -una multitud de padres, madres y otros familiares – estaba escrita la palabra MEMORIA con fotocopias de poemas y otros textos alusivos a la fecha.

La directora dio la bienvenida, y luego una maestra fue coordinando el acto. Maestras comprometidas, vocacionales, con una rica experiencia a cuestas. ¿Pregunté? No. A cierta altura, eso se nota a ‘simple vista’.

Unos señores se adueñaron del gobierno. Nadie los votó. Y esos señores no aceptaban que nadie piense diferente a ellos, y a los que pensaban diferente no los dejaban opinar, escribir, trabajar, vivir. Palabras más, palabras menos, esa fue la presentación de las distintas poesías/canciones de María Elena Walsh, desde las clásicas infantiles hasta La Cigarra.

Los nenes y nenas, atentos, al igual que los padres. Tantas veces me mataron, tantas veces me morí (…) Pero me acordé después que no era la única vez, y seguí cantando…

Sobre el final, mientras los chicos iban entrando a las salas, propusieron a los mayores ‘intervenir’ las fotocopias con textos alusivos a la conmemoración. Sinceramente, creí que muchos se iban a ir, que otros se quedarían mirando, estáticos. Pero no. Con madres haciendo punta, pronto hubo que hacer fila para participar. Cada uno y cada una tomó un fibrón negro y la palabra MEMORIA comenzó a llenarse de corazones, manos y manitas, círculos, triángulos, líneas entrecortadas, flechas.

Las maestras no pudieron disimular su asombro por las enormes ganas de participar. Y así, el acto se extendió en una mañana gris que, desde un jardín de infantes, dijo nunca más a su manera y dejó en claro que nadie olvida; nadie, pues había padres y madres de 20 y monedas, de 30 y pico, de un poco más, abuelas, abuelos.

“Si esta no es la escuela pública…”

A las 9, en el enorme gimnasio de la escuela secundaria 8 de Tandil, conocida popularmente como El Comercial, decenas y decenas de estudiantes y otros tantos padres, madres, abuelos, hermanos, ocupaban la mitad del salón.

La directora anfitriona agradeció la numerosa concurrencia, y explicó que estaban presentes peques de un jardín de infantes, la primaria 2 (la de mi nieta Francisca), la secundaria 8, la escuela secundaria especializada en arte “polivalente de Tandil”, alumnas y alumnos de un plan Fines, un bachillerato de adultos y la escuela superior especializada en arte (nivel terciario).

“Cuando hicimos el ensayo general estaban todos sentados, siéntense por favor”, pidió la directora, y en un par de minutos todos estaban sentados.

Primero, claro, los niños y niñas del jardín cantaron un par de canciones guiados por un profe de música de esos que todos hubiésemos querido tener. El broche fue con El reino del revés, ese himno de María Elena Walsh que describe como pocas canciones el momento actual de un país que sufre horrores.

Los chicos y chicas de primaria representaron una escena se secuestros y, luego, la desesperación primero y la lucha después de las madres y abuelas de Plaza de Mayo.

Estudiantes secundarios armaron un video que merece ser visto en todas las escuelas y también universidades (diría en la TV Pública, si no hubiese retornado el malevaje). Fue tan emotivo, dolorosamente emotivo, que a muchos nos enrojeció los ojos y algo más (la compaginación de imágenes del festejo tras la final del mundial ‘78, con Videla entregando la copa, con los rostros de los desaparecidos y el testimonios de jugadores contando cómo los trataron y usaron, fue uno de los momentos más fuertes, junto con la que mostraba a Galtieri invitando a los ingleses a la guerra y los pibes de Malvinas abandonados a su suerte).

Fue particularmente emotiva la entrada de los abanderados y escoltas de todos los niveles, desde jardín hasta las mujeres de la rama adultos, orgullosas con la bandera argentina y la bonaerense.

Y el aplauso más largo y sonoro surgió cuando se manifestó solidaridad con la integrante atacada de HIJOS Rosario.

Para el final, dos alumnas del profesorado de arte, vestidas de blanco, hicieron una bellísima coreografía mientras, desde la pantalla, Raúl Porchetto cantaba en vivo Reina madre, y coronaba la canción repitiendo “nunca más, nunca más…”.

Durante todo el acto, los estudiantes, desde nivel inicial hasta adultos, mostraron un respeto admirable ante la intervención de cada grupo, atentos, acompañando.

“Quedé impresionado”, le dijo un hombre que peinaba canas a otro que orillaría los cuarenta. “Sí, yo también. Esperaba el típico acto protocolar”, le respondió y añadió: “Creo que el contexto moviliza mucho más estas cosas”. Y el hombre asintió efusivamente. La histórica concentración del 24 corroboraría esa hipótesis: atacar la memoria profunda de una sociedad es como tirar un gigantesco boomerang.

Sobre el final, la directora anfitriona dijo “un jardín de infantes, una escuela primaria, dos secundarias, un terciario, plan Fines, bachillerato de adultos … Si esta no es la escuela pública, ¿la escuela pública dónde está?”. La reflexión fue acompañada por una suerte de ovación.

Absolutamente todos los niveles educativos. Un trabajo de preparación, con ensayos y escenografías, de una semana como mínimo. Participación comprometida, entusiasta, de estudiantes, docentes, madres, padres… Quieren tapar el sol con las manos, pero sus rayos más potentes están guardados, muy bien guardados, en cada aula, maestra, niño, niña, adolescente, lápiz, carpeta, mochila: en la MEMORIA de cada escuela pública. Para siempre.

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