El Ángel de Varsovia (historias para leer en memoria de las víctimas del Holocausto)

A 78 años de la liberación del campo de concentración y exterminio nazi de Auschwitz y mientras el neofascismo resucita en Europa y en el mundo, la historia de Irena Sendler, la enfermera católica que arriesgó su vida para salvar a más de 2.500 niños judíos, reconforta el alma. “¡Claro que tenía miedo! Lo que no se puede es ser indiferente”, dijo poco antes de morir

Irena Sendler (crédito imagen: El País)

Irena Sendler

El neofascismo y el neonazismo avanzan en Europa. La extrema derecha se ha instalado con fuerza en los Estados Unidos y en muchos países de Latinoamérica, incluyendo a la Argentina.

El triunfo en las elecciones presidenciales de Italia de un partido con fuertes raíces fascistas, y el saludo caluroso que recibió su líder, Giorgia Meloni, de los gobiernos ultraderechistas de Hungría y Polonia, así como de las fuerzas extremistas de Suecia, Alemania y España, han llevado a mirar atrás. Inevitablemente.

¿Qué es esto de Dios, patria y familia nuevamente?, se preguntan en el viejo continente, a raíz del lema que a comienzos de los años ‘40 popularizó Benito Mussolini y ahora utilizó Meloni en su campaña.

¿Y qué son esas muestras de alegría que el triunfo neofascista en Italia despertó en la primera línea del gobierno polaco?, nos preguntamos, recordando que en 1939 la Alemania nazi invadió Polonia.

“Me alegro de que un partido del grupo CRE (Conservadores y Reformistas Europeos) asuma la responsabilidad de otra nación del continente”, posteó en Twitter la ex primera ministra polaca, Beata Szydlo, y añadió: “Más fuerza para recuperar los valores católicos en Europa”.

Católica de verdad era la enfermera polaca Irena Sendler (1910-2008), quien salvó la vida de más de 2.500 niñas y niños judíos del Gueto de Varsovia. Una historia que en estos tiempos turbulentos merece ser rescatada.

-¿No tenía miedo? –le preguntaron para un documental (ver video)

-¡Por supuesto que tenía miedo! Pero el miedo se domina. Es cuestión de voluntad. Lo que no se puede es ser indiferente –respondió con una sonrisa

Irena Sendler

Irena Sendler nació el 15 de febrero de 1910 en Varsovia, en el seno de una familia católica practicante

Hace 82 años, en noviembre de 1940, los nazis crearon el Gueto de Varsovia, el mayor gueto judío implantado por el Tercer Reich durante la Segunda Guerra Mundial. Allí vivían más de 600.000 hombres, mujeres y niños en condiciones infrahumanas, esperando un milagro o que les llegara el llamado para subirse al tren de la muerte, ese que los llevaría a los campos de exterminio.

“¡Por supuesto que tenía miedo! Pero el miedo se domina. Es cuestión de voluntad. Lo que no se puede es ser indiferente” (Irena Sendler)

“Había muchos indiferentes. Ni hablar de los antisemitas. Y otros que se conmovían ante lo que ocurría, pero que no hacían nada por miedo”, contó Irena.

Entonces le dijo el periodista polaco que la entrevistó poco antes de su fallecimiento: “¡Es extraordinario que un grupo tan reducido como el suyo haya salvado a más de 2.500 niños! Con muchos grupos como el de ustedes, ¿cuántos niños se hubieran podido salvar?”. Irena volvió a sonreír y sentenció: “Escuche, para salvarlos había que, sobre todo, desearlo”.

E increíblemente, esta mujer que luego fue detenida y ferozmente torturada por la Gestapo, pese a lo cual jamás dijo dónde estaban los niños, se sintió culpable: “Todo el tiempo tuve la sensación de no haber hecho lo suficiente. Podría haber hecho más. Este pesar me perseguirá hasta la muerte”.

Niños en el Gueto de Varsovia (crédito imagen: Fundación Index)
«Cada día veía cómo se extendía la hambruna. La gente moría de hambre. Lo peor eran los niños, esos pequeños seres indefensos”, describió Irena (crédito imagen: XL Semanal)

Irena nació el 15 de febrero de 1910 en Varsovia, en el seno de una familia católica practicante. Su padre, Stanislaw, fue un reconocido médico que murió de tifus en 1917, enfermedad que se contagió atendiendo a pacientes que sus pares rechazaban. La mayoría, judíos.

Con Polonia tomada por el nazismo en 1939, Irena se incorporó como enfermera y trabajadora social al Departamento de Bienestar Social, desde el cual atendió a cientos de compatriotas -católicos, judíos, ateos- que sufrían los pesares de la guerra en ciernes.

En noviembre de 1940, los nazis crearon el Gueto de Varsovia, un sector cerrado donde confinaron a más de 600 mil judíos. Irena, entonces, empezó a asistir al gueto: los alemanes no impedían la entrada de asistentes sanitarios ante el temor de que se desatara una epidemia de tifus.

En octubre de 1943 fue detenida por la Gestapo y brutalmente torturada. Sin embargo, jamás dijo dónde estaban los niños. La condenaron a muerte. El día de la ejecución, un soldado la dejó escapar

En el gueto, Irena comenzó a ver las condiciones infrahumanas en que vivían. “Llevaba comida escondida para Ewa, una amiga. Y cada día veía cómo se extendía la hambruna. La gente moría de hambre”, contó. Y subrayó: “Lo peor eran los niños, esos pequeños seres indefensos”. Así las cosas, decidió actuar junto con otras personas.

“Pero imagínese usted -le contó al periodista-, que en esa situación se presenta en su casa una goy (no judía) y le dice: Yo puedo salvar a su hijo. La gente desconfiaba. Yo también hubiese desconfiado”.

“Y para colmo, cuando me preguntaban ¿que garantías tengo de que el niño o niña vivirá?, yo les era muy franca: Ninguna. Ni siquiera sé si voy a poder traspasar los límites del gueto. Pero es eso o la muerte segura”, narró Irena, quien describió escenas terribles: “Muchas veces, cuando al día siguiente volvíamos a una casa donde se habían negado a darnos el niño para tratar de convencerlos, ya no había nadie; se los habían llevado a los campos de exterminio”.

“La razón por la cual rescaté a los niños tiene su origen en mi hogar, en mi infancia. Fui educada en la creencia de que una persona necesitada debe ser ayudada de corazón, sin mirar su religión o su nacionalidad” (Irena Sendler)

Irena contó con la ayuda de Antoine, el chofer de una ambulancia. “Allí sacábamos a niños y niñas diciendo que tenían tifus”, comentó. Lo cierto es que la mayoría de las veces los pequeños no podían simular, porque “eran bebés, o apenas tenían 2, 3, 4 años, y lógicamente lloraban”.

En noviembre de 1940, los nazis crearon el Gueto de Varsovia, el mayor gueto judío implantado por el Tercer Reich durante la Segunda Guerra Mundial (crédito imagen: infobae)

Fue entonces cuando Antoine consiguió un “perro malo” que ladraba y tapaba el sonido del llanto de los niños. No obstante, eso duró un tiempo. Luego tuvieron que cambiar de estrategia. Y no ahorraron ningún medio: utilizaron ataúdes, bolsas de basura, cajas de comida… Todo valía.

“Esos actos fueron la justificación de mi existencia en la tierra, y no un título para recibir la gloria” (Irena Sendler)

El 20 de octubre de 1943 fue detenida por la Gestapo, la encarcelaron y la torturaron brutalmente. Pero jamás dijo lo que solamente ella sabía: dónde estaban los niños. Es que Jolanta -nombre en clave de Irena en el clandestino Consejo de Ayuda a los Judíos- registró a todos los pequeños que logró sacar del gueto para que no perdieran su identidad.

Fue condenada a muerte. Pero el día de la ejecución un soldado la llamó para realizarle un “interrogatorio adicional”, y la dejó escapar.

Pasaron los años, terminó la guerra. También la pasó mal con los comunistas debido a su ferviente catolicismo y a su antigua pertenencia al Partido Socialista. Hasta que comenzaron a llegar los reconocimientos. Y cuando su fotografía apareció en la prensa, muchos niños -ya mayores- la reconocieron.

“¿Por qué algunos, como Irena, lo hicieron? … ¿Y por qué otros no lo hicieron?” (Periodista polaco)  

Fue candidata al Premio Nobel de la Paz en 2007, reconocida como Justa Entre las Naciones y nombrada Dama de la Orden del Águila Blanca (máxima distinción polaca).

A pesar de los ideales políticos y religiosos de la época, Irena se jugó la vida para salvar a miles de inocentes. Y explicó con palabras muy sencillas porqué hizo lo que hizo: “La razón por la cual rescaté a los niños tiene su origen en mi hogar, en mi infancia. Fui educada en la creencia de que una persona necesitada debe ser ayudada de corazón, sin mirar su religión o su nacionalidad”.

Una historia para coleccionar en estos tiempos turbulentos.

El relato de Irena Sendler

“Los agentes de la Gestapo le rompieron los pies, las piernas y le propinaron unas palizas tan brutales que le dejaron secuelas de por vida. Pero ni así lograron doblegar su voluntad: no dijo ni una palabra. Aquellos meses en prisión fueron durísimos, aunque Irena jamás llegó a perder la fe. Contaría después que, mientras intentaba recuperarse de una horrorosa sesión de interrogatorios, encontró entre la paja de su jergón una estampa de Jesús Misericordioso con la leyenda ‘Jesús, en Ti confío’. Muchos años después se la entregaría en mano a Juan Pablo II” (El Imparcial)

Crédito imagen: El País

«La niña de la cuchara de plata»

“Entre los miles de niños y bebés rescatados, uno de los ejemplos que pasó a la posteridad fue el de Elzbieta Ficowska. Ella tenía cinco meses cuando una colaboradora de Irena Sendler le suministró un narcótico y la colocó en una caja de madera con agujeros, para que le entrara aire. Fue sacada del gueto en julio de 1942 junto con un cargamento de ladrillos, en un vagón traccionado por un caballo. La madre de Elzbieta escondió una cuchara de plata entre las ropas de su beba. La cuchara llevaba grabado su apodo, Elzunia, y la fecha de su nacimiento: 5 de enero de 1942. Elzbieta fue criada por la ayudante de Sendler, Stanislawa Bussoldowa, una viuda católica. Ficowska dijo más tarde que la fallecida Bussoldowa fue su ‘madre polaca’, para distinguirla de su ‘madre judía’. Durante meses, la madre de Elzunia llamó por teléfono para escuchar los balbuceos de su hija. Años después, muertos ya sus padres en el gueto, la joven Elzbieta Ficowska fue conocida con el apodo de ‘la niña de la cuchara de plata’. Y acompañó a Irena en distintas premiaciones y actividades”.

Irena Sendler (de negro), y a su lado, con anteojos y bufanda roja, Elzbieta Ficowska, la niña de la cuchara de plata, en el año 2005 (crédito imagen: Wikipedia)
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