Por Claudio D. Minghetti (Télam).- La historiadora y docente Julia Rosemberg analiza en su libro «Eva y las mujeres: Historia de una irreverencia», publicado en 2019, en coincidencia con el centenario del nacimiento de Eva Perón, el papel que la líder popular alcanzó tras su unión a Juan Domingo Perón y que le permitió convertirse no sólo en un personaje clave de la historia argentina con eco mundial, sino también en alguien que con su legado permite ahora múltiples interpretaciones relacionadas con el feminismo contemporáneo.
En 2011 Rosemberg publicó «Conversaciones del Bicentenario. Historia y política en los años kirchneristas» junto a Matías Farías y al mismo tiempo, trabajó en el archivo Prisma que conserva el patrimonio de RTA y hace cuatro años es columnista en la FM Futurock.
En diálogo con Télam, Rosemberg suma puntos de vista acerca de Evita y su relación con las mujeres. Además reflexiona a propósito de «la abanderada de los humildes» o «líder espiritualdel pueblo argentino» como una mujer política desde 1945, de quien este lunes 26 de julio se cumplen 69 años de su paso a la inmortalidad.
-No hay muchos estudios rigurosos sobre la vida de Evita, los que ha habido siempre fueron interpretaciones, figuras míticas, ya sea a favor o en contra del peronismo. Lo cierto es que con documentación y con fuentes ha habido pocos escritos que se hayan acercado a su vida. Los dos que yo tuve más en cuenta son, por un lado, la biografía de Marisa Navarro que me parece interesantísima, la que más documenta cada cosa que dice. Y por otro, la de Carolina Barry, que tiene su tesis -publicada como libro, «Evita Capitana»-, que es una gran investigación sobre el Partido Peronista Femenino, con rigurosa documentación y valiosas entrevistas. De alguna manera estas dos fueron las que seguí a la hora de escribir mi libro. En el caso de Navarro, me parece la investigadora más documentada, y en el de Barry porque toma una arista de la vida de Evita que a mí me interesaba indagar, que tiene que ver con su construcción política.
-Para cierto sector social, que haya sido cantante y actriz no era bien visto…
-No creo que las mujeres honestas hayan tenido vedadas las profesiones de cantante o actriz sino que para cierta parte de la sociedad pacata, conservadora y tradicional de las décadas del 30 y 40, aquellas mujeres que se dedicaban a eso eran consideradas mujeres de «malos hábitos» por llamarlo de alguna manera.Particularmente no creo que su carrera tenga que ver con la ampliación de los derechos del colectivo. Creo que está relacionada con un deseo personal que aparece claramente a partir del 43 y el 44, cuando siendo una figura ya destacada en la radiofonía, inicia un incipiente sindicato de los trabajadores del radioteatro y del que ella es su titular. Aparece en Eva una preocupación por los derechos del colectivo de trabajadores que le toca representar.
-Si bien la actitud de Evita frente a un mundo patriarcal fue no menos que difícil, su reivindicación del rol de la mujer en la vida política la enfrentó a un límite al tener que renunciar a su candidatura como vicepresidenta…
-Claramente la candidatura a la vicepresidencia es algo que ella buscó. El acto del 22 de agosto de 1951 es quizá la última pieza de esa búsqueda, pero Marisa Navarro lo dice de una manera bien interesante: que si Eva hubiese sido hombre no hay dudas de que esa vicepresidencia le hubiese correspondido. Efectivamente la no posibilidad de ser la candidata debe tener una lectura en clave de género. Siempre se ha dicho que estaba enferma o que las fuerzas armadas se oponían… Hay que pensarlo en el clima de época en el que le tocó actuar. No hay país republicano en occidente que en ese entonces haya tenido la posibilidad de pensar en una mujer vicepresidente, fue un límite que las estructuras más conservadoras de aquellos tiempos le ponían al avance de la mujer en la política.
-Los historiadores siempre escribimos desde un presente, con las inquietudes, con los paradigmas, con las formas de pensar que tiene ese presente. Las preguntas que le hacemos al pasado y los prismas con los que vamos al pasado están condicionados por el presente. El vínculo entre pasado y presente siempre es complejo, nunca es directo y limpio por decirlo de algunaforma. Lo que me parece fundamental es ponernos en el contexto, conocer cuál era el clima de época en el que le tocó actuar para poder entender lo que hizo.Si extrapolamos a Evita, la recortamos y la ponemos en los paradigmas de pensamiento del presente, probablemente no entendamos nada de lo que hizo, ni su relevancia, ni los problemas que enfrentó.
-¿En qué medida la formación católica de Evita puso freno a sus aspiraciones más transgresoras e incluso revolucionarias, respecto al lugar de la mujer en la sociedad?
-No creo que su formación católica haya puesto frenos a sus aspiraciones transgresoras. Creo que el peronismo en general, no solamente Evita, tomó una identidad católica.
-En el mundo contemporáneo es imposible pensar en la aparición de una nueva figura con las características de Evita.
-Está relacionado con lo que decíamos en una pregunta anterior; las figuras históricas también tiene mucho que ver con el tiempo histórico en el que les toca interactuar; en el caso de Eva, en lasdécadas de los 40 y los 50, cuando ella vivió la política con un fervor sin precedentes.
-¿Cuál es la discusión que debe abrir la historia hoy sobre Eva? ¿Qué es lo que nos interpela ella, desde su legado?
-Es importante entender por quédurante tanto tiempo su papel como dirigente política, no como sujeto político, se mantuvo marginado. Durante mucho tiempo se la mostró como «abanderada de los humildes», como aquella que te entregaba sidra y pan dulce en las navidades, la que tenía vínculos con los sindicatos, la que era la compañera de Perón. Ahora estamos poniendo de relieve a la Evita que condujo y armó un partido político de miles y miles de mujeres, con más de 3.600 unidades básicas por todo el país. Ella jugó un papel fundamental en la incorporación de la mujer a la política de nuestro país y sin embargo eso había quedado marginado, soslayado.
-Vamos por el segundo punto…
-Es la creación, un año y medio después, en 1949, del Partido Peronista Femenino, la herramienta política a partir de la cual Evita y el primer peronismo generan que esos derechos que se garantizaron en una ley no queden meramente en ese texto. El PPF va a incorporar de manera masiva a las mujeres por primera vez a la política y al partido, ellas colaboran en la capacitación de otras mujeres para que aprendan a votar, a conocer cómo es el empadronamiento y todo el proceso de sufragio.En ese sentido, la creación de este partido -único en la historia de nuestro país- es también un punto esencial. Esas mujeres que nunca ni ellas, ni sus madres o sus abuelas habían participado en política, pasan a ser cuadros políticos. Un cambio abrupto y trascendental.
-¿Y el tercero?
-Las elecciones de 1951 son las primeras en las que las mujeres pueden ser representantes políticas. Los dos partidos que por su cantidad de votos pueden incorporar legisladores son la Unión Cívica Radical y el partido Peronista, pero la UCR decidió no llevar mujeres en sus listas. Entre el Congreso Nacional y las legislaturas provinciales más de 100 mujeres entran por primera vez como representantes políticas del peronismo, un número altísimo para la época. Para que te des una idea en Chile se sancionó una ley similar a la nuestra, más o menos al mismo tiempo, y la primera vez que votaron las chilenas entró una sola legisladora.
En ese momento, Argentina es una anomalía absoluta en el mundo y también lo va a ser después en la historia de nuestro país porque en el 55, cuando llega el golpe de estado, casi el 30% del Congreso Nacional está compuesto por mujeres. Ese número se irá reduciendo muchísimo, a casi la mínima expresión, hasta finales de los años 90 gracias a la ley de cupo. Efectivamente, a mitad del siglo XX, sin necesidad de ninguna ley de cupo, solo por el gran impulso que Evita y el mismo peronismo le dan, se inicia el ingreso de la mujer a la política.
Evita, las mujeres y «las razones de sus vidas», según pasan los años
Un tema clave en la historia de Eva Perón fue el libro «La razón de mi vida», presentado el 15 de octubre de 1951 por la Editorial Peuser, con una tirada inicial de 300.000 ejemplares, y que desde entonces, más allá de un largo paréntesis iniciado con el golpe de 1955 con su prohibición, fue sumando infinidad de reediciones. «Yo no pude acostumbrarme al veneno y nunca, desde los once años, me pareció natural y lógica la injusticia social», aseguraba Evita en sus páginas. O «Yo nunca estuve en la cárcel con él -dice refiriéndose al Perón del 17 de octubre de 1945– pero aquellos ocho días me duelen todavía; y más, mucho más, que si los hubiese podido pasar en su compañía». Quizás una de las frases que se proyecta al futuro y abre seguramente polémicas es «La verdad, lo lógico, lo razonable, es que el feminismo no se aparte de la naturaleza misma de la mujer». Y Rosemberg profundiza en el tema.
-Julia, ¿qué mirada puede darse desde el mundo actual a «La razón de mi vida», y hasta qué punto puede atribuirse su autoría a ella?
-Está fuera de discusión que el libro «La razón de mi vida» lo escribió un periodista español por pedido de ella y que luego tuvo algunas modificaciones de funcionarios del Gobierno. Marisa Navarro tiene una hipótesis bien interesante: todo esto es lo que ella dice más allá de que lo haya escrito quien lo haya escrito, y lo cierto es que quiso publicarlo con su firma como si fuese de ella. En este sentido si uno lee los discursos de Eva Perón a lo largo de su vida, encuentra cosas que van en sintonía con lo que se dice en el libro. No es algo que le es totalmente ajeno sino que está en su pensamiento, su hablar. Es un libro interesantísimo, que vale mucho la pena volver a leer, pensar y repensar.
Es un libro que, por ejemplo, afirma que el hogar, lejos de ser un lugar paradisíaco para las mujeres, es conflictivo en tanto y en cuanto las mujeres desarrollan allí una tarea no reconocida, no visibilizada, no remunerada. Incluso en el libro llega a proponer que las mujeres tienen que cobrar un salario por estas tareas no reconocidas, con una mirada muy adelantada para la época. Marisa Navarro es quien pone el acento dónde tiene que ir. Compara «La razón de mi vida» con otros textos de mujeres de presidentes más o menos la misma época, por ejemplo, el que escribe Eleonor Roosevelt. Mientras otras primeras damas prefirieron hablar del costo de ser «la esposa de», Evita utilizó su autobiografía para hablar de política. Esto significó una ruptura fenomenal para con el género y para con la época. Esto también es fundamental a la hora de revisar este texto.