La otra independencia.- Fue verdad aunque usted no lo pueda o no lo quiera creer, o aunque la historia oficial-liberal se la haya contada cambiada (para no variar): En el año 1952, al cumplirse el primer gobierno peronista, por única vez en la historia Argentina dejó de ser un país deudor para convertirse en un país acreedor.
Sí, Juan D. Perón cumplió. Cuando el 9 de julio de 1947, en Tucumán, se firmó el Acta de la Declaración de la Independencia Económica, el presidente de la Nación dijo: “Si en 1810 fuimos libres políticamente gracias a esos héroes que siempre recordamos, no podemos afirmar lo mismo de los que les sucedieron que, lejos de conquistar nuestra independencia económica, han perdido el tiempo y nos han entregado a una situación de verdadero coloniaje como nunca el país había soportado antes”.
El objetivo de la Declaración de la Independencia Económica -sin la cual “no hay posibilidad de Justicia Social ni de Soberanía Política”, sentenció el líder popular- fue el de romper definitivamente nuestra condición de nación proveedora de materias primas a las potencias industriales para que éstas las conviertan en manufacturas que luego nos vendían a un alto precio; es decir, el eterno esquema de la dependencia que sólo beneficiaba a los latifundistas, no poblaba el país, no generaba desarrollo socioeconómico, menos aún trabajo de calidad. Todo eso quedaba para los extranjeros, fundamentalmente los británicos (más tarde los estadounidenses), mientras que aquí se cimentaba un proyecto de clase, la clase alta criolla, en desmedro de un proyecto de Nación.
Cinco años después de aquel 9 de julio en Tucumán, hacia 1952, Argentina paga “la totalidad de la deuda externa, que en ese momento equivalía a 12.500 millones de pesos moneda nacional (…) Nuestro país saldaba definitivamente la deuda pagando las dos últimas cuotas semestrales del empréstito concedido por Gran Bretaña en el marco del Tratado Roca-Runciman del año 1933”.
“Agustín P. Justo ya había muerto, Roca hijo también, pero Duhau y Pinedo, que habían sido acusados de corrupción relacionada con ese vergonzoso convenio, aún estaban vivos. Podrían haber sido procesados y condenados, pero eso no ocurrió”.
“Para el peronismo, lo fundamental era el desendeudamiento para volcar los recursos al desarrollo nacional independiente, única manera de garantizar la justicia social”.
“Además de desendeudarse, Argentina pasó a ser acreedora por más de 5.000 millones de pesos moneda nacional por préstamos otorgados a España, Francia, Italia, Bélgica y Finlandia, entre otros países” (El Peronismo y las deudas, Héctor Amichetti – Radio Gráfica – 9/8/2020).
“Quien tiene una deuda de esa naturaleza y dice que gobierna al país, se equivoca”
“Si la Argentina quiere cumplir el objetivo de que sus hombres trabajen y vivan mejor, lo primero que debe realizar es la independencia económica; es decir, vivir, trabajar y producir primero para sí, después para los demás”, definió Perón 16 días antes de la declaración de la independencia económica en Tucumán, concretamente el 23 de junio de 1947.
Tras la declaración, el 30 de julio, el Presidente de la Nación fue más lejos aún: “Nada se puede hacer sin haber conseguido antes la independencia económica, sin saber que todo lo que los argentinos produzcamos ha de volver a los mismos argentinos para aumentar sus comodidades, su felicidad y su dignidad dentro de la familia argentina”.
En tanto, el 6 de agosto del año siguiente -1948-, fue taxativo: “No podíamos tratar de ser independientes estando sometidos por empréstitos que representan un drenaje material del que resulta un drenaje moral y espiritual, porque quien tiene una deuda de esa naturaleza y dice que gobierna al país se equivoca; gobierna el que presta el dinero”.
Sí, leyó bien. Perón dijo en agosto del ‘48 que “quien tiene una deuda de esa naturaleza y dice que gobierna al país se equivoca; gobierna el que presta el dinero”.
¿Qué diría hoy, cuando Argentina no sólo tiene una deuda impagable tomada por Cambiemos en 2018 y fugada por los actuales ministros de Economía, Caputo, y de Desguace del Estado, Sturzenegger, con el FMI monitoreando las cuentas, con más de un 55% de pobreza, el desempleo creciendo a la velocidad de la luz y la industria nacional al borde del abismo?
“Debemos producir el doble y a eso multiplicarlo por cuatro mediante una buena industrialización”
No, no se gobierna con la guillotina de la deuda externa a centímetros de nuestro cuello. Por ello, Perón tenía una obsesión con la independencia económica. Ya lo había dejado bien claro en 1946, el año que asumió la presidencia, al presentar el Primer Plan Quinquenal: “Aspiramos a una liberación absoluta de todo colonialismo económico, que rescate al país de la dependencia de las finanzas foráneas. Sin bases económicas no puede haber bienestar social: es necesario crear esas bases económicas. Para ello es menester ir ya estableciendo el mejor ciclo económico dentro de la nación, y a eso también tiende nuestro Plan. Debemos producir el doble y a eso multiplicarlo por cuatro mediante una buena industrialización -es decir, enriqueciendo la producción por la industria-, distribuir equitativamente esa riqueza y aumentar el estándar de vida de nuestras poblaciones”.
Mario Rapoport apuntó: “Finalizada la (segunda) guerra el país se encontraba en una posición acreedora frente a su antigua metrópolis, porque gran parte de sus saldos comerciales favorables estaban constituidos por libras bloqueadas con garantía oro en el Banco de Inglaterra y no se hallaban disponibles. Esto permitió al país en los inicios del gobierno peronista, que se negó a entrar en el recientemente creado Fondo Monetario Internacional (FMI), concretar pagos al exterior por 264,5 millones de dólares, el total de la deuda externa, y nacionalizar servicios públicos. Sin embargo, hacia finales de la década se sumaron diversos problemas para la economía argentina. La industrialización requería divisas, o sea dólares para comprar en Estados Unidos, el único proveedor disponible para los productos que se necesitaban. Pero las dificultades impuestas a las exportaciones por la inconvertibilidad de la libra, la implementación del plan Marshall (que preservó los mercados europeos para Estados Unidos) y el deterioro de los términos del intercambio, llevaron a una crisis del sector externo. Si bien en 1950 el gobierno argentino recibió un préstamo del Eximbank por 125 millones de dólares, éste estuvo destinado principalmente a saldar deudas con empresas estadounidenses radicadas en el país. De todos modos, los saldos comerciales favorables de 1953 y 1954 permitieron reducir la nueva deuda pública externa en 1955 a 57 millones”. El gráfico que acompaña a ese párrafo en el trabajo del economista es contundente.
Luego apunta: “Con la caída del peronismo se afianzó un proceso de liberalización financiera, al ingresar el país a los organismos financieros internacionales como el FMI y el Banco Mundial (…) Esa tendencia se consolidó en 1957 con la firma de un acuerdo en el primer tramo de crédito con el FMI. Algunos rubros del balance de pagos entre 1957 y 1962 ilustran bien el inicio y desarrollo de un proceso de endeudamiento en ese período. El balance muestra los movimientos de capitales a corto y largo plazo que incluyen entradas de capital de distintos organismos internacionales, como el Eximbank, el BIRF (hoy Banco Mundial) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID)”.
Argentina ya había entrado en el FMI. El gobierno de Arturo Umberto Illia fue el único gobierno no peronista -desde que inició el siglo XX hasta hoy- que produjo un desendeudamiento: La deuda externa disminuyó de 3.400 millones de dólares a 2.600 millones.
El 24 de marzo de 1976 fue el punto de quiebre. Se reemplazó el proceso industrializador que comenzó en 1943 y, con fuertes altibajos, no se pudo detener por completo entre el ‘55 y el ‘73 debido a la fuerte resistencia del movimiento obrero organizado, llegando a sus mejores índices históricos en 1974, por una política económica de renta (especulación) financiera.
Afirmó Rapoport: “El llamado Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983) contó con el financiamiento necesario para imponer su política económica -precursora del neoliberalismo en el mundo- en base al terrorismo de Estado, que produjo una severa represión de las fuerzas populares, una baja en el nivel de vida de la mayor parte de la población y un profundo proceso de desindustrialización. Estas políticas recibieron el respaldo de los organismos financieros internacionales, para quienes dictaduras como las de Pinochet en Chile y Videla en Argentina representaban cabalmente la inserción de los países en desarrollo a los circuitos financieros que imponía el capital internacional. Una contribución decisiva para consolidar esta estrategia en Argentina fue la reforma del sistema monetario y financiero de 1977 diseñada por el ministro de Economía de la dictadura militar, José Alfredo Martínez de Hoz (h)”.
Como mirarse en un espejo
“Esa reforma instaló en una posición hegemónica al sector financiero, que quedó a cargo de la absorción y asignación de recursos en la economía, liberalizó las tasas de interés y anudó los vínculos entre el mercado financiero local y el internacional. Al mismo tiempo se rebajaron en un 40% los ingresos de los trabajadores y se inició un proceso de desindustrialización que se acentuó en los futuros gobiernos” (Cualquier semejanza con el plan económico actual no es mera casualidad ni mucho menos).
Argentina volvió a pagar la deuda externa y a salir del FMI durante los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner (2003-2015).
Luego, la ya comentada toma de deuda de la UCR, el Pro y la Coalición Cívica (Cambiemos) en el año 2018, muy por encima de las posibilidades de pago del país. Además, esa deuda se usó para gastos corrientes y la mayor parte se fugó al extranjero durante la gestión económica de Caputo, Dujovne y Sturzenegger, hoy de vuelta en el gobierno ultraderechista como si nada hubiese ocurrido.
El 9 de Julio de 2024 será tristísimo para la patria y el pueblo trabajador: mientras se desmantela el Estado, se ponen los recursos naturales en bandeja para las multinacionales, se vuelve a bombardear la industria nacional y Argentina atraviesa un periodo de aislamiento internacional inédito, dieciocho gobernadores cipayos firmaron con el presidente de extrema derecha un oscuro pacto –“que de pacto no tiene nada”, como bien definió Ricardo Alfonsín– que sentaría las bases de todo lo contrario que se persiguió y consiguió con la Declaración de la Independencia Económica en 1947: un país colador de capitales de origen turbio, injusto, dependiente y libre sólo para los poderosos de dentro y de fuera.
Fuentes consultadas: La Independencia que la historia nos oculta; Economía peronista: Independencia económica; El Peronismo y las deudas; La deuda externa argentina y la soberanía jurídica: sus razones históricas