El Rey León es una muy buena película de Disney que hizo estallar las salas de cine a mediados de los ‘90. El filme se lanzó en junio de 1994, es decir que se acaban de cumplir 30 años.
En Pride Lands, que en España se tradujo como Tierras del Reino y en nuestra Latinoamérica como Tierras del Orgullo -la traducción literal del inglés-, reinaba Mufasa junto con su esposa Sarabi. Había problemas en el reino. No todo era color de rosa. Pero “la cosa iba”.
Hasta que nació el heredero de Mufasa, Simba, por lo que el hermano del rey, Scar, un león malo-malísimo que siempre estaba conspirando junto con las hienas, mató a Mufasa: le ordenó a las hienas que provocaran una estampida de ñúes -una suerte de estallido social dineylándico– para matar a Simba, la causa por la cual él nunca sería rey, pero como Mufasa llegó a salvar a su hijo, Scar aprovechó la volteada y dejó caer de un barranco a su hermano, quien fue pisoteado hasta la muerte por los ñúes (homicidio culposo, para la prensa del reino). Después le hizo creer al pequeño e inocente Simba que era su culpa y le dijo que su madre y el resto de los animales no lo iban a querer, que debía irse y no volver nunca más. Fue así como el único heredero huyó muy lejos con su amiga Nala.
Desde ese momento, Mufasa quedó liberado para gobernar, secundado por las hienas. Pride Lands se convirtió en un lugar horripilante, donde incluso escaseaba la comida. Sin embargo, nadie se le plantaba a Scar y a las hienas, por lo que aquel destruía a gusto.
Scar era libre para hacer daño. Las hienas eran libres porque ya no estaba Mufasa para espantarlas, y se hicieron dueños y señores del reino. Con su conocida e incuestionable calidad, los cráneos de Disney lograron que el desértico, oscuro, lúgubre “país” gobernado por Scar y sus hienas generara angustia y algún que otro lagrimón entre chicos y chicas (y no tan chicos ni chicas).
Jamás hubiese imaginado que 30 años después de deleitarnos con esa producción animada (una de las que más guita generó en el país del norte de América como en muchos otros países), nuestro país comenzaría a parecerse tanto al Reino de Scar, donde la libertad corría sólo para el león que había usurpado el trono en base a una gran mentira -le hizo creer a todos los animales que la muerte de Mufasa había sido culpa de Simba- y para sus hienas cómplices.
En el país de la impunidad
Pasó menos tiempo, apenas seis años, para que la dupla Scar-Hienas volviese a estar a cargo de una de las tres mayores economías de América Latina, como lo es la de Argentina.
Luis Andrés Caputo, Toto para sus amigos, fue Secretario de Finanzas, Ministro de Finanzas y presidente del Banco Central durante el desgobierno de Cambiemos (Pro-UCR-CC); ocupó esos tres cargos entre el 10 de diciembre de 2015 y el 25 de septiembre de 2018. En tanto, Federico Adolfo Sturzenegger ocupó la presidencia del Banco Central desde el 10 de diciembre de 2015 hasta el 14 de junio de 2018, cuando fue reemplazado en ese cargo por Caputo.
Dicen que entre ellos no se llevaban bien. Pero juntos hicieron desastres. Fueron co-responsables de la fuga de la deuda récord que tomó Cambiemos con el FMI, muy por encima de las posibilidades de pago del país: un ancla al desarrollo argentino que nos perseguirá por años y más años… Tampoco se llevaban bien Scar y las hienas. Se tenían mutua desconfianza, hasta temor, pero juntos destruyeron las Tierras del Orgullo.
Solamente han pasado seis años de aquel desaguisado que puso al país al borde del cuartomundismo y, al igual que los animales del Reino de Mufasa, nadie se le planta a la dupla Scar-Hienas, que desde este viernes 5 de julio estarán nuevamente en el mismo gabinete de gobierno, ya que el egresado de la UNLP fue nombrado en el flamante Ministerio de Desregulación y Transformación del Estado de la Nación Argentina. Tiene experiencia en desguazar al Estado: fue economista jefe de YPF durante la segunda presidencia de Menem; Secretario de Política Económica de la Nación durante el 2001 de De la Rúa, y, como ya dijimos, pope del Banco Central durante el gobierno de la segunda alianza capitaneada por Macri.
Si hace apenas seis años la dupla hizo estragos que nos perseguirán hasta el infinito, no hay ningún motivo para pensar que ahora hará algo diferente. Son dos termitas que fueron puestas a cargo de un aserradero. “Las termitas realizan un proceso de degradación de la madera mientras la van consumiendo hasta que terminan por completo con ella” (ecologiahoy.com). A eso vinieron. Para eso volvieron.
En un ‘país normal’, como le gusta decir al periodismo de derecha, Caputo y Sturzenegger estarían inhabilitados de por vida para ejercer cargos públicos. ¿Que nos ha pasado?
Don Hahn
¿Y Milei? Sería algo así como Don Hahn, el productor del filme. ¿El director? No. El director o los directores son los que manejan los hilos, los que idearon el cuento de que todo estaba tan mal en Pride Lands que se necesitaba un cambio radical; que reinaba el autoritarismo y se necesitaba libertad: la libertad del león Scar y las hienas, libertad para quedarse con toda la comida y el agua, para destruir los árboles y las praderas, para acabar con el delicado equilibrio del ecosistema, para empobrecer a todos los animales. Es la libertad del león. Sólo del león y sus hienas, que llegaron al poder con una enorme mentira.
La verdadera libertad
El país de la libertad por el que peleó nuestra generación, las anteriores y alguna subsiguiente fue (es) la libertad de León.
Fue en 1973 cuando León Gieco grabó su primer álbum, titulado con su nombre. También nació en Santa Fe, como la hiena Sturzenegger, pero le cantó a y luchó por una libertad tan distinta que parecen haber nacido en planetas diferentes.
Aquella obra maestra del folk rock argentino empezaba con, precisamente, En el país de la libertad, primer éxito y, con el tiempo, uno de los mayores éxitos del cantautor de Cañada Rosquín.
Búsquenme donde se esconde el sol / Donde exista una canción / Búsquenme a orillas del mar / Besando la espuma y la sal / Búsquenme, me encontrarán / En el país de la libertad … Búsquenme donde se detiene el viento / Donde haya paz o no exista el tiempo / Donde el sol seca las lágrimas / De las nubes en las mañanas / Búsquenme, me encontrarán / En el país de la libertad
Una de las canciones más hermosas del cancionero popular argentino. Imaginen lo que significaba cantarla con amigos entre 1976 y 1983. Cantar en grupo “me encontrarán en el país de la libertad” era una gigantesca caricia al alma.
En el país de la libertad (León Gieco – 1973)
Ese disco traía otro tema que nos gustaba cantar mucho en esos tiempos: Hombres de hierro. Pero ese lo entonábamos con bronca, sobre todo en el estribillo que decía: “Hombres de hierro que no escuchan la voz / hombres de hierro que no escuchan el grito / hombres de hierro que no escuchan el llanto … Gente que avanza se puede matar / pero los pensamientos quedarán…”
¿Quién iba a decirnos, León, que casi medio siglo después ambas canciones volverían a describir nuestro día a día sin botas pero con votos? ¿Qué nos ha pasado?
Un soplo de esperanza: en El Rey León, Simba regresa cuando se hace grande, imbuido del espíritu de su padre Mufasa, y vuelve a poner orden en Pride Lands. El único problema es que el nuestro no es un filme de Disney donde todo siempre termina bien. La única certeza es que somos millones quienes hoy, como ayer y mañana, seguiremos peleando desde nuestro rinconcito por el León de la libertad; jamás por la libertad del león (Scar) y sus hienas.