Incluso puede decirse que desde el inicio de la presidencia, el Gobierno no había logrado enhebrar una serie de triunfos tan significativos como los alcanzados en los últimos días. La llegada de la Sputnik V permitió comenzar a vacunar en todo el país al personal de Salud en un megaoperativo inédito, que minimiza otros posibles errores en el manejo de la pandemia.
A ello se sumó que se alejaron los temores sobre la vacunación a los mayores de edad y la aprobación de la vacuna de Oxford/AstraZeneca (ver aparte) que ampliará la gama de opciones para aplicar a buena parte de la población del país.
Al mismo tiempo, también ayer Diputados convirtió en ley la nueva actualización de los haberes jubilatorios, pese a la cerrada negativa de la oposición, que como sucedió días atrás con el impuesto a las grandes fortunas, sucumbió ante la mayoría oficialista.
LA PRESIÓN DE LA IGLESIA
Pero esta no era una ley más, aunque se diga que es un triunfo de la sociedad. El propio Presidente la había incluido en su plataforma de campaña electoral, y no desistió de impulsarla pese a la cerrada oposición de los grupos religiosos a la que se sumó la presión del propio papa Francisco, quien volvió a insistir en la conocida postura del Vaticano a favor “de las dos vidas”.
Motivos más que preocupantes para una votación que se anticipaba muy cerrada al punto que se temía que al igual que Cobos en 2008 durante el tratamiento de la 125, fuera la Vicepresidenta la que se viera obligada a desempatar en una pulseada donde Alberto Fernández puso a prueba su conducción.
Pero lejos de imprevistos sinsabores, la amplia votación a favor de la Interrupción Voluntaria del Embarazo fue para el Gobierno una clara victoria desde distintas perspectivas.
En primer lugar el Presidente pudo cumplir con una promesa de campaña, un hecho no tan frecuente en la historia política del país.
Las demostraciones a favor y en contra del aborto mostraron a un país dividido, pero con un sector muy activo y claramente mayoritario, frente a grupos muy numerosos, sí, pero con un mensaje que dejó de calar hondo en gran parte de la sociedad.
También el peronismo logró alinearse en torno a un objetivo, más allá de disidencias parciales y muy entendibles en el caso de legisladores peronistas, pero provenientes de provincias fervientemente religiosas y alineadas a las posturas del Vaticano tanto en el aborto, como en otras cuestiones sociales, como fue en su momento la Ley de Matrimonio Igualitario.
El Gobierno logró el respaldo de los sectores “progresistas” dentro del amplio espectro que representa el Frente de Todos, mucho menos cohesionado ideológicamente que durante la gestión del Frente para la Victoria.
Pero si todos estos ingredientes dejaron ayer en el oficialismo una sensación de euforia, lo más significativo fue la amplitud de la votación y el cuidadoso tejido legislativo que la posibilitó.
Negociaciones interminables, aceptación de modificaciones puntuales, promesas de vetos parciales a la norma para lograr la sanción, se convirtieron en una trabajosa arquitectura que lograron plasmar la dupla Massa-Máximo en Diputados y ahora la mano invisible de Cristina y algunos de sus principales alfiles a la hora de convencer a los senadores indecisos.
El Gobierno de Alberto Fernández hizo una apuesta fuerte para fin de año y logró un pleno que lo fortalece, pero no sólo a él, sino a todo el Frente de Todos, que mostró muñeca política para convencer a indecisos cuando temas espinosos están en juego.
Se habla de un relanzamiento de la gestión de Alberto Fernández, pero lo que quedó en claro es que la alianza presentada en sociedad por Cristina Kirchner en mayo de 2019, lejos de desintegrarse muestra que trabajando unidos por ahora son imbatibles.