“En Chile nace y muere el neoliberalismo”. La consigna, en decenas de miles de pancartas o en pintadas callejeras, fue una de las más utilizadas por los millones de chilenos y chilenas durante el estallido social que nació el 15 de octubre de 2019, cuando un grupo de estudiantes secundarios saltó los molinetes del subte de Santiago ante un nuevo aumento del boleto. Fue la gotita que rebasó un vaso lleno de décadas de hartazgo social.
Pocos días después, cuando las calles de las principales ciudades trasandinas se convirtieron en escenario de manifestaciones tan masivas que resultaba imposible calcular la cantidad de gente, nació otra consigna como una suerte de “explicación” al mundo de lo que pasaba en ese longilíneo país que la derecha mundial no se cansaba de poner como ejemplo: “¡No son 30 centavos, son 30 años!”.
Este año se cumple el 40º aniversario de la asunción del genocida Augusto Pinochet como presidente de Chile tras la sanción de la Constitución que, a medida del régimen, vio la luz en 1980. Y que recién ahora será modificada de raíz, tras las elecciones de asambleístas constituyentes llevadas a cabo el 15 y 16 de mayo, en las cuales arrasaron la izquierda y los independientes (gentes de la calle, como uno, que de un modo u otro destacaron en las jornadas de revuelta popular) infligiendo a la derecha “la mayor derrota desde 1965”.
¿Cómo que Pinochet fue presidente desde 1981? En rigor, rigió los destinos de Chile luego del golpe con que los militares derrocaron a Salvador Allende -primer presidente socialista del mundo elegido democráticamente- el 11 de septiembre de 1973. Pero el genocida fue titular de la Junta Militar de Gobierno primero (1973-1981) y presidente de facto avalado por una Constitución escrita por los dictadores, a partir de ese año.
¿Por qué se dice que en Chile nace y muere el neoliberalismo?
“El 20 de marzo de 1975, el economista estadounidense Milton Friedman, teórico y líder del modelo económico neoliberal (que el resto del mundo aún no conocía), llegó a Chile invitado por el gerente del Banco Hipotecario, Javier Vial”, recuerda el Museo de la Memoria del país vecino.
Friedman fue el fundador de la Escuela de Chicago, de donde salieron los tristemente célebres Chicago’s Boys, jóvenes tecnócratas que llevaron a casi todos los países latinoamericanos -incluida Argentina, claro está- y del mundo desarrollado las ideas de libre mercado a ultranza de su mentor. Un Estado ínfimo que jamás debía meterse en cuestiones económicas, privatizaciones indiscriminadas, déficit fiscal cero sin importar el costo social, libertad absoluta para importar y exportar así como para la entrada y salida de dinero. El darwinismo social en su máxima expresión.
Claro, EEUU había conocido el desarrollo económico y social, con pleno empleo y progreso constante, merced a las políticas keynesianas (del economista británico John Maynard Keynes) aplicadas durante las presidencias de Roosevelt, el hombre que sacó al país de la crisis casi terminal de 1929 para ponerlo en la senda que lo convirtió en primera potencia mundial. Keynes abogaba por un Estado intervencionista en economía. Friedman estaba en las antípodas.
Lo cierto es que Friedman y sus Chicago’s Boys sabían que las radicales reformas promercado que proponían tendrían una resistencia gigantesca en, por ejemplo, los países europeos que estaban conociendo los dulces del Estado de Bienestar. Así las cosas, un Chile que quería, de la mano de su clase dominante y de los militares, alejarse todo lo posible del socialismo de Allende, apareció como el lugar ideal para el experimento social; porque eso fue, un experimento social.
“Friedman se reunió (en aquel 1975) con Pinochet, autoridades públicas y representantes del mundo privado. Antes de abandonar el país, dio dos entrevistas al diario El Mercurio, donde definió a Chile como un enfermo. Y dijo: ‘Pienso que su enfermedad es temporal y mi diagnóstico es que el paciente sufre del virus del déficit fiscal con complicaciones de tipo monetario (NR: Cuando los economistas de derecha achacan todos los males de nuestro país y del mundo al déficit fiscal… Bueno, esas ideas dogmáticas que han fracasado miles de veces, vienen de allí)”.
“Consultado sobre los costos sociales de sus políticas, Friedman señaló ‘indudablemente que hay costos, pero desafortunadamente no existe otra alternativa. Ir aplicando paliativos en vez de amputar las partes enfermas entraña el peligro de que el costo final pueda ser más grave que el mal que se quiso evitar’”, reseñan en el Museo de la Memoria de Chile.
(Cualquier semejanza con los discursos de Martínez de Hoz, Domingo Cavallo, Ricardo López Murphy, Melconián, Prat Gay, Dujovne, Espert, Milei y compañía, no es casualidad ni mucho menos)
Fue a partir de entonces que Chile se convirtió en el lugar donde nació el ultraliberalismo o neoliberalismo, el cual, luego de configurar una de las sociedades más desiguales de toda América Latina hasta el 15 de octubre de 2019, el sábado 15 y domingo 16 de mayo estalló por los aires.
Ahora bien, ¿por qué el país que siempre se presentó como ejemplo por parte de la derecha y la ultraderecha protagonizó uno de los estallidos sociales más importantes que se recuerdan en el continente y, en elecciones donde se eligieron constituyentes para reemplazar la carta magna pinochetista de 1980 (aún vigente), gobernadores en forma directa (por primera vez en su historia), alcaldes y concejales, literalmente sepultó en las urnas a todo lo que huela siquiera a liberalismo?
“Porque lo que siempre funcionó en Chile fue la macroeconomía, pero la micro (es decir, la que llega a la gente de a pie en forma de trabajo digno y bien pago, educación y salud públicas, acceso a servicios públicos de calidad, viviendas y un larguísimo etcétera), esa que durante décadas se prometió que derramaría, como si las gentes fuesen perritos que comen lo que se cae de las mesas de los ricos, no sólo no derramó jamás, sino que con el regreso de la democracia y los sucesivos gobiernos de la Concertación (socialistas democráticos, democristianos y otros), en el fondo nada cambió”, explican académicos chilenos.
ALGUNOS DATOS
-La debacle de la derecha en las elecciones de gobernadores, alcaldes, concejales y miembros de la convención constituyente es el peor resultado electoral para la derecha desde el retorno de la democracia (otros dicen que desde 1965).
-De las 16 gobernaciones que por primera vez se decidieron por voto directo, en 13 habrá balotaje. Se proyecta que la derecha sólo retendría dos.
-La coalición derechista encabezada por el multimillonario presidente Sebastián Piñera (Vamos Chile) ni siquiera consiguió que su candidata pasara a segunda vuelta para la elección de gobernador en la Región Metropolitana.
-Asimismo perdió alcaldías claves que controlaba, como la capital Santiago, donde la joven comunista Irací Hassler doblegó al derechista Felipe Alessandri (Renovación Nacional) que iba por la reelección. Lo mismo ocurrió en la populosa Maipú, donde la oficialista Cathy Barriga (Unión Democrática Independiente) perdió frente a Tomás Vodanovic del Frente Amplio-Revolución Democrática. Y también en Viña del Mar, emblemática plaza de derecha.
-También sobresale la aplastante victoria de Daniel Jadue, alcalde comunista de la comuna de Recoleta, al norte de Santiago, que se impuso con un 65% por ciento de los votos. Igualmente, en Valparaíso fue reelecto Jorge Sharp, de Revolución Democrática-Frente Amplio.
-La izquierda ganó también las comunas de Ñuñoa, Maipú y Valdivia, en la región de Los Lagos, donde fue elegida la ex dirigente estudiantil e integrante de Revolución Democrática, Carla Amtmann.
NI UN TERCIO PARA PIÑERA Y SUS SOCIOS
La Convención Constituyente es un tema aparte. Se eligieron 155 constituyentes, mitad hombres y mitad mujeres (primer caso en el mundo entero) y con 17 cupos reservados para los pueblos indígenas.
Piñera jugó sus cartas para intentar bloquear la reforma. Pero, como se dice por estas pampas, les salió el tiro por la culata: primero llamó a un plebiscito previo donde chilenos y chilenas decidirían entre una convención constituyente soberana (electa en su totalidad) o una convención mixta entre constituyentes electos y parlamentarios en ejercicio. Demás está decir que se impuso la primera opción.
Y luego, la lista de la derecha se puso el objetivo de alcanzar un tercio de los constituyentes, pues como las decisiones deben tomarse con el aval de los 2/3 de la asamblea, ello les daría poder de veto para evitar los cambios. Para llegar al tercio necesitaban 54 convencionales; apenas consiguieron 37 merced al 21% de los votos (la peor elección derechista que se recuerde en Chile).